Aquel día otoñal caminando en solitario por el paseo de la playa sentí que estaba todo perdido. Acumular errores como si fuesen deudas me estaba pasando factura. Por mucho que pudiera reconocer mi culpa en los actos que me llevaron a esta situación no significa que no pesara. Perder personas importantes, perder el rumbo y perder poco a poco la vida era la fruta que recogía por un año siendo la peor versión de mi mismo. Un perdedor. Uno que solo sabía perder. No quiero volver a perder me decía internamente mientras pateaba una piedra que me había cruzado por el camino. Podía ver a personas caminando por la arena de la playa y dos hombres sentados en uno de los bancos que hay a lo largo del paseo. Estaba en ese punto que el torrente de pensamientos no me dejaba centrarme en nada en concreto. Quizás era eso lo que me impidió percibir que uno de los hombres del banco me saludaba con la mano desde la distancia. Mis pensamientos derrotistas me tenían tan acorralado que no pude ver como se acercaban ambos hasta que ya los tuve encima. Pegué un pequeño salto de sorpresa. Ellos parecían bastante calmados.
-¿Eres Rober? Sara nos dijo que estarías aquí.
-Disculpa, ¿quién eres? ¿Quién es Sara?
-Perdona, tienes razón. Me llamo José y él es Manuel. Por las indicaciones que nos dio Sara estamos convencidos de que te vas a unir a nuestra comunidad pronto. Sara es una compañera de la comunidad.
-¿Comunidad? No sé nada de una comunidad José. ¿No os confundís de persona? No recuerdo hablar con ninguna Sara de ninguna comunidad.
-José, déjame a mi por favor. - Manuel interrumpió a su compañero percibiendo que no estaba entendiendo nada. - Entendemos que toda esta situación es difícil de explicar y de entender pero formamos parte de una comunidad que según nuestras informaciones anhelas. Ahora mismo tendrás muchas dudas sobre nuestras intenciones pero somos un poco el comité de bienvenida para los nuevos. Somos un grupo "bastante particular" por así decirlo, somos gente que como tú perdimos mucho, perdimos tanto que sentimos que no podíamos más. ¿Crees que empatizas con esto que te describo?
-Bueno... No sé, esto me resulta muy extraño. Mejor me voy. - Me giré en para tomar dirección contraria a la de estos dos desconocidos pero la mano de Manuel se posó en mi hombro de manera calmada. Me giré pero me encontré dos caras comprensivas. No mentían cuando indicaron que eran el comité de bienvenida, se notaba que no era su primera experiencia de este tipo. Me calmé un poco y me volví a girar hacia ellos expectante de escuchar lo que me tuvieran que decir. - Vale, os escucho.
-Gracias y de nuevo disculpas por toda esta información así de sorpresa. No hay forma fácil de enfocar todo esto. - Manuel miró a José que se encogió de hombros. - Para nosotros ya es algo a lo que estamos acostumbrados y hemos recibido todo tipo de respuestas, ya nada nos sorprende. Para vosotros en cambio suele ser todo lo contrario, nuestra bienvenida os resulta tan delirante que pensareis que nos hemos escapado de algún psiquiátrico. - Esperaron mi respuesta pero prefería mantenerme en silencio mientras me terminaban de contar la historia completa. - Empezaremos por la parte más inverosímil: venimos de un lugar "mágico" por así decirlo...
-¿Que? - No pude contener la respuesta ante la mención de un mundo mágico. ¿Acaso esperaban que me creyese eso? - ¿Un mundo mágico? ¿Estilo Señor de los Anillos o como el mundo de fantasía de Barbie? No podéis estar en serio.
-Sé que es difícil de creer pero esa es la realidad. - Repuso instintivamente Manuel. - No te pedimos que te lo creas ahora mismo pero haz como que sí hasta que te lo podamos demostrar. Como te decía, venimos de un lugar que podría calificarse como mágico. ¿Qué hace a este lugar mágico te preguntarás? Pues allí acabamos las personas que hemos perdido tanto en la vida que sentimos que no podemos perder más y este lugar nos concede ese deseo. El de no perder nunca más. Sé que es difícil de creer pero sin estar en el lugar nosotros todavía somos capaces de conservar parte de su magia. - Metió la mano en el bolsillo y sacó una moneda. No parecía tener nada especial la moneda y me la ofreció. La pillé y la miré como esperando que se transformase en algo distinto. - Elige cara o cruz y lánzala. Si quieres elijo yo, pero creo que entenderás mejor la situación si lo haces tú. Puedes hacerlo las veces que quieras para quedarte tranquilo. - Los miré extrañado pero no perdía nada por comprobarlo. Pensé cara y lancé la moneda. Al caer en mi mano y comprobé. CARA. Bueno, podía ser suerte pensé. Manuel y José estaban callados y sonrieron. Esta vez dije en alto mi elección y volví a lanzar la moneda. Al comprobar lo que había salido, había vuelto a fallar. Podía ser un golpe de suerte, al final las probabilidades no eran tan bajas. Repetí y ganaron. Repetí y volvieron a ganar. Repetí y repetí y repetí y repetí. En cada uno de los lanzamientos da igual si decía en alto o para mis adentros el resultado era el mismo, ellos nunca perdían. - ¿Estás satisfecho con la prueba? Puedes repetir las veces que quieras pero el resultado será el mismo. Sé que esto no es prueba suficiente, pero aquí no podemos hacer mucho más. Retomando la explicación, en el lugar del que procedemos hemos dejado de perder. No sabemos muy bien como funciona pero no puede ocurrir en ninguna de sus formas. Es un refugio para personas que perdimos tanto que llegamos al punto de aceptar que no podíamos más. Si vienes con nosotros te lo podemos enseñar.
-¿Ahora?
-Sí, cuanto antes te mostremos antes empezaremos con los siguientes pasos. Acompáñanos.
Les acompañé. Caminamos hasta un coche negro. Ellos se sentaron en los asientos delanteros y yo atrás. Estuvimos un buen tiempo en silencio. Manuel conducía. Durante diez minutos me dediqué a ver por la ventana mientras me llevaban a un lugar del que lo único que sabía era que es mágico. Pero no había nada distinto ni especial en la zona por la que avanzábamos y tampoco quería cargar el ambiente con mis preguntas si estaba de camino a recibir una explicación. No tardamos en alcanzar el lugar en el que pararon el coche. Como con el paisaje que se miraba desde el coche, este lugar no parecía tener nada especial. Era un pueblo normal y corriente en los alrededores de la ciudad. Me invitaron a acompañarles. Volví a caminar detrás de ellos hasta el bar del pueblo. En la entrada estaba una mujer. En cuanto la vieron la saludaron con la mano y nos acercamos a ella.
-Sara, ya estamos de vuelta. Era todo tal como dijiste. - Le dijo José a la mujer que estaba en la entrada. Esa mujer parecía ser Sara, la que les había hablado de mi. No la conocía. No había visto a esa persona en mi vida. - Estamos aquí para ya terminar el proceso de conocer el pueblo, ¿nos acompañas?
-Sí. ¿Te gusta este lugar Rober?
-Bueno, parece un sitio tranquilo. Pero no parece tener nada especial ni mágico.
-Ahora es cuando desarrollamos un poco más esto. - Repuso al momento Manuel. - En realidad el lugar en el que estamos sigue siendo el lugar del que venimos y al mismo tiempo no. ¿Ves a la mujer que está cantando en el escenario? Acércate y mira por la ventana. Ella es la fundadora de este lugar. Hace mucho tiempo perdió a su familia y amigos por una enfermedad que asoló donde vivía. Perdió a su hijo que apenas tenía cuatro años y como sobrevivió a todos los que la rodeaban los vecinos empezaron a hablar de ella como si los hubiera matado. Perdió tanto que un día escapó de su casa llorando y caminó hasta que su calzado se rompió. Durante el camino deseo que su dolor terminara, no quería perder nada más. Su deseo fue tan fuerte que este mundo apareció para ella. Fue como si el mundo en el que viviera se doblase a la mitad y ella pudiese habitar en la nueva mitad. Estas casas, estos bares que ves son los del mundo del que venimos pero al mismo tiempo no lo son, están aquí solo para nosotros para cubrir nuestras necesidades. Al igual que con la moneda, lo irás entendiendo en cuanto lo veas en acción. Poco después de la fundadora empezaron poco a poco a llegar más gente. Personas que habían perdido demasiado en la vida y no querían que se repitiese. Aquí no perdemos. Ni partidas como con la moneda pero tampoco tiempo de nuestra vida. No envejecemos y no podemos conducir nuestra vida a la pérdida, si quiero ir a un lugar llegaré a ese lugar porque no me puedo perder. Si tengo que elegir algo esa decisión seguirá conmigo para siempre. Y por eso estás aquí Rober.
-Todo esto... No tiene sentido. Es cierto que cuando me encontrasteis estaba pensando justo en que no podía perder más, que estaba abrumado por el sentimiento de pérdida. Pero este lugar, ¿cómo puede existir?
-No puedo responderte a eso mucho mejor que con la historia de Manuel. - Esta vez fue Sara la que me dio respuesta. - Imagino que ya te han dicho que todo esto suele ser una sorpresa para los nuevos. Aquí te acabas acostumbrando a descubrir cada vez más cosas nuevas.
-Como dice Sara, en este lugar ocurren muchas cosas que te sorprenderán. Hay respuestas que no se pueden dar y otras que solo tú podrás descubrir. - Añadió Manuel.
-¿Qué significa que esté yo aquí? - Pregunté dejándome llevar por la locura de todo lo que estaba pasando.
-Quizás nada y quizás todo. - Contestó Sara con una sonrisa burlona. - Entremos al bar, hoy habrá baile.
-Perdona el tono misterioso de Laura. - Me dijo en bajo José mientras buscábamos mesa donde sentarnos en el local. - Este lugar es todavía más especial para las mujeres. En la historia nadie ha perdido más que las mujeres del mundo y por eso este lugar se comporta mejor con ellas. Tienen más poder y más conocimiento pero aquí eso significa también más restricciones. Saber que tus decisiones te comprometen a no perder lo que decidas nunca más es un peso muy grande para muchos. Ellas conocen este lugar y entienden mejor que nadie su poder y por eso son más cautas. Ese es el precio de no poder perder.
-Pero eso parece un castigo.
-Puede parecerlo desde luego. Muchas hemos debatido sobre ello. Para las más conservadoras es un precio más que justo, perdieron tanto en su anterior vida que darían lo que fuera porque no se repitiera. Para el otro sector es una jaula, es cierto que este lugar cubre tus necesidades pero también puede hacer que te niegues a tener deseos por miedo a no poder perderlos. - Empezó a sonar en la sala una música y la cara de Sara se iluminó. - Me encanta esta canción, ¿te apetece bailar conmigo Rober? - Me ofreció su mano para seguirla al baile y no fui capaz de responder así que tomé su mano y me llevó a la pista donde ya había otras personas bailando. - Tranquilo, da igual que no se te de bien, aquí no puedes perderte. - Era cierto, en cuanto empezamos a bailar, nos movíamos como si no fuese nuestro primer baile juntos. - Tú todavía no formas parte de este lugar pero sus efectos ya empiezan a estar en ti. Al principio este lugar te atraía pero las mujeres de aquí somos capaces de saber quienes pueden ser los nuevos habitantes y podemos mandar a algunos a que vayan a enseñarles el lugar antes de que este lugar llegue a ellos porque están totalmente perdidos. - Se acercó a mi cuello y empezó a susurrarme al oído. - Porque Rober, tú todavía puedes elegir. Todavía no lo has perdido todo, mañana por la mañana haremos junto a ti el ritual de pase pero todavía puedes elegir no formar parte de este lugar. - Quizás era el ambiente o que hacía mucho tiempo que no bailaba así con nadie pero acerqué mi cara como intentando besarla. Ella giró su cara y la alejó un poco. Más con pena que con rechazo. - ¿Podrías elegir besarme sabiendo que ese beso haría que no nos pudiéramos perder nunca? ¿Podríamos amarnos sin la posibilidad de que se pueda terminar en el horizonte? Si te besara, nuestras vidas estarían atadas para siempre por obligación y no por elección.
-Lo... Lo siento.
-No pasa nada. Pero tienes que entender como es este lugar. Ahora te llevaremos a tu cuarto, mañana por la mañana haremos el ritual de decisión. Elegirás si te unes a este lugar con nosotros o vuelves a tu vida. Nosotros estaremos para ti durante la decisión y te acompañaremos en todo momento. Vamos.
Abandonamos la zona de baile y el local. Me llevaron hasta una casa vacía y me indicaron donde estaban las habitaciones. Me metí en cama pensando en todo lo que había vivido durante ese día. Había visto como me ganaban a la moneda más de una docena de veces, a gente en el local participando en juegos donde todos ganaban y la cara de Sara mientras me contaba todo lo relacionado con este lugar. Por el camino pregunté si era un lugar fijo en el espacio y aunque ellos tampoco lo entendían bien, el lugar estaba localizado a menos de media hora de su próximo habitante. Que el hecho de estar en ese plano que tiene como esqueleto nuestro mundo pero que luego es ajeno a él le permite desplazarse. Nadie ajeno a este lugar puede descubrirlo sin estar acompañado de un nativo. Cuanta más información tenía de este lugar más entendía su etiqueta de lugar mágico. Intenté despejar la cabeza para poder dormir y poco a poco los pensamientos me dejaron descansar.
A la mañana siguiente Manuel, José y Sara me esperaban en la entrada de la casa donde me había hospedado. Parecían un poco inquietos frente a la absoluta tranquilidad del día anterior. Me pidieron que les acompañara y caminamos alejándonos de la zona de viviendas. Llegados a un punto ya bastante alejado los tres dibujaron sobre el suelo una línea y me pidieron que me alejara de la misma con ellos. Me explicaron que ellos serían mi puente de entrada o de salida del lugar. Que yo tendría que caminar desde su posición hasta la línea y en cuanto la atravesara tomar una decisión. Que no me preocupara que en caso de que decidiera volver a mi vida, no habría consecuencias negativas. Que ellos me acompañarían en todo el proceso. En cuanto terminaron las explicaciones intenté ordenar mis pensamientos sobre este lugar. No volver a perder. Sonaba tan tentador. Caminé con paso lento en dirección a la línea dibujada en el suelo. No perder no significaba ganar a veces también significaba no intentarlo. Estaba frente a frente con la línea del suelo. Cerré los ojos. Respiré hondo. Di el paso.
Cuando abrí los ojos me encontraba en el paseo de la playa donde empezó todo. Como si hubiera sido un sueño despierto a mi alrededor ya no estaban ni las casas ni las personas con las que me encontraba. Supongo que era la decisión correcta, había perdido tanto pero, ¿era ese lugar dónde sentiría un cambio a mejor? Caminé un poco y vi a lo lejos un coche negro como en el que me habían llevado José y Manuel. Corrí hacia él pero su interior estaba vacío, ¿había sido todo un delirio de mi cabeza? Me tocaron el hombro y al girarme me encontré con los dos hombres que esperaba encontrarme en el interior del vehículo. Me abrazaron y me agradecieron la decisión, me dijeron que se iban a una nueva vida. Me recomendaron caminar por la arena en lugar de el paseo, que ayuda a despejar la mente. Tras despedirnos seguí su consejo y me descalcé para caminar por la arena. Caminé durante un rato hasta ver en la distancia una figura frente al mar que pude reconocer al momento. Era Sara. Corrí hasta ella con tal velocidad que en varias ocasiones estuve a punto de caer. Cuando la alcancé tenía los ojos llorosos pero sonreía. Le iba a preguntar qué estaba pasando pero me indicó con un gesto que mirase el mar con ella. Permanecimos así un buen rato en silencio.
-Gracias. - Me dijo casi como un susurro sin dejar de mirar el mar. Me agarró la mano con su mano. - Me gustaría comprobar si bailas tan mal.