Para cuando lo leas:
El tiempo pasa demasiado deprisa. Y me gustaría recalcar el demasiado, no era ayer cuando me hacías perder en un juego del que yo ya estaba retirado y hoy me despierto con la nostalgia de ver que he vivido tantos días como para que mi vida haya dado un giro tremendo. Un giro necesario después de una derrota tan imprevista como innecesaria pero de la que he aprendido, por ello te doy las gracias.
Me la jugaste, juntaste la situación imposible con el momento deseado y en ese momento hasta un incrédulo puede creer en el destino, en que todo va a salir bien. Ese era tu juego, no el mio. No me quedó más remedio que lanzarme y entrar en el juego para perder. Todavía puedo recordar el calor en el pequeño espacio entre nuestros dos cuerpos, la humedad viajando de un cuerpo al otro y todas las palabras que se ahogaron en la boca del otro; nos obligamos a callar, a perder lo que teníamos y a abandonar. Todavía no estoy seguro de lo que se perdió en aquel momento y quizás cuando lo descubra ya no habrá opción de recuperarlo, así es el juego.
No todo ha sido malo desde entonces, durante un tiempo bebí intentando que las heridas de la derrota no se infectaran, lentamente cicatrizaron y con el tiempo el dolor y la bebida se fueron. Llegó nueva gente, otra no tan nueva pero con facetas desconocidas para mi. No me esperaba que todo fuera tan rápido, que la vida avanzara tan desbocada; por un momento tuve miedo de perder el momento como ya había pasado aquella noche donde el clima y las personas nos volvimos locos.
Ahora escucho a Cat Power, durante un tiempo me recordó a los malos momentos, a los que guardo para descubrir qué pasó; ya no es lo mismo. Sigue habiendo dolor, diferente por supuesto, si antes me dolían los recuerdos, ahora me duele el olvido. Te escribo para que no te olvides, para no olvidarte.