miércoles, 29 de julio de 2020

Diario de guerra

Es viernes. En unas horas la gente de bien despertará para empezar su sábado. Yo no soy una de esas personas.Estoy solo, triste y borracho. Estoy en la mesa de la cocina haciendo el mayor de mis esfuerzos para mantener la mirada en el teléfono. Miro su número de teléfono. Llevamos tres semanas sin saber nada del uno del otro. De manera oficial claro. A estas horas debería estar en la cama. Quiero llamarla. Miro como como los hielos de mi copa apenas existen. Me paso la mano por mis ojos cansados. Respiro hondo. Me quito los pantalones. Pulso la marcación automática. Primer tono. Segundo tono. Tercer tono. Cuarto tono, espera; se corta a la mitad.

-¿Diga? ¿Quién es?
-Sé que no es la mejor hor...
-¡No! ¡No, no, no, no! ¿Estás de coña Rober?
-Mira, necesito un momento. Solo será un momento y se acabó.-Noto un suspiro largo que me indica que me va a escuchar. Durante un momento tengo ganas de acabar la copa pero decido tomar aliento y aclarar las ideas y lo más calmado posible le digo.-Ya no sé cuantas veces hemos estado en esta noche, en este momento. ¿Cuántas veces nos hemos ido para siempre el uno de la vida del otro? ¿Cinco? ¿Seis? ¿Importa? ¿La verdad? Estoy cansado. Estoy cansado de tener que llamarte de madrugada, de que discutamos, de que nos ocultemos cosas, de beber demasiado para olvidarte, de vivir en esta guerra eterna... Joder, esto no tendría que ser así. Sé que me quieres, lo sé maldita sea. Y yo adoro ver tu silueta a través de la mampara cuando te duchas, como hueles por las mañanas, tu sonrisa tras cada beso y podría seguir así toda la noche. Pero el tema no es ese. Te llamo porque estoy en casa de un amigo solo y no puedo parar de pensar en como construimos un hogar, un sitio donde siempre podíamos volver el uno al otro. Eso tiene que significar algo. En este punto tenemos claro que no vamos a cambiar pero tenemos que aceptarnos. Tengo una copa delante y solo quiero salir de aquí corriendo, llegar a junto tuya y ver como me abres la puerta con tu cara de enfado por mantenerte despierta a estas horas y besarte. Sé que parezco idiota siempre chocando con la misma piedra pero ahora mismo quiero romperme la cabeza si es necesario. Me gustaría verte ahora mismo y matarnos como solo nosotros sabemos. ¿Qué me dices?
-Mira Rober... Date una ducha, no quiero que huelas a alcohol, idiota.
-Dame media hora.

Cuelgo. Otra vez ella. De nuevo, por enésima ocasión. Es probable que todo vuelva a fracasar, me da igual. Abro la ducha y mientras el agua se calienta pienso en todos los errores que hemos cometido en el pasado. Siento que podemos ser mejores y me lo creo. Entro en la ducha y tarareo la canción que me recuerda a ella. El agua todavía no está caliente pero lo estará. Yo no sé si estoy listo para volver a verla pero lo tendré que estar. 

viernes, 12 de junio de 2020

La llamada

Todo lo que me ha importado lo he roto o me ha hecho daño. Ese pensamiento me encadena a la apatía cada mañana y me mantiene en vela cada noche solitaria. Y ya ni escribo si no he vaciado varias copas anteriormente o si la resaca me obliga a vomitar palabras. Y miro la pantalla y las horas siguen pasando. ¿Qué ha sido esta vez? ¿Has roto algo o te han hecho daño? Y solo pienso en escribir para que esos pensamientos se escapen en medio de la escritura. Suena el teléfono. Es un error del pasado, uno que cometí yo.

-¿Rober? ?Estás ahí?
-Sí, dime.
-Solo quería saber si estás bien.
-Estoy como la última vez que hablamos, igual de borracho, igual de imbécil e igual de perdido. No ha cambiado nada.
-No tienes que ser así conmigo, nosotros antes...
-Antes. Del nosotros solo queda el otros, porque eso es lo que somos, otros, extraños el uno para el otro. No voy a discutir por teléfono.
-No te he llamado para eso, lo sabes.
-Lo sé, pero sigo igual de imbécil y discutiremos. Lo siento, tengo que colgar, cuídate.

Antes de que pueda decir nada cuelgo y me alejo del teléfono. Asomo la mirada por la ventana. Por lo menos he sido sincero, casi del todo. Porque es cierto que estoy borracho y que soy un imbécil pero creo que cada día estoy mas perdido. Quizás debería salir a que me de el aire. No lloro, ya no. Pienso en ella, en que tenía buenas intenciones depositadas en un mal lugar. Pienso en mis malas decisiones del pasado. Pienso que quizás debía escucharla. Miro al teléfono. Dudo. Rescato una cerveza de la nevera y me tumbo en la cama. Como puede llegar a doler la vida.