Las personas, al contrario que las cosas; es más probable encontrarlas fuera de casa. Y por eso me fui. No avisé a nadie porque quería encontrarme no que me encontraran. Fueron las suficientes horas de autobús para que en varias ocasiones me arrepintiera de haber emprendido esta fuga improvisada. Cuando por fin alcancé mi destino estaba tan entusiasmado con el final del viaje que casi beso el suelo que me iba a acoger los próximos días. Era un pequeño pueblo de Castilla y el principal motivo por el que lo escogí como mi destino fue las reseñas de tranquilidad. Me hospedé en un hostal que hace al mismo tiempo de bar del pueblo. Era última hora de la tarde y gran parte del pueblo estaba reunido allí. Yo me metí directo en mi habitación y cuando terminé de acomodarme ya había caído la noche. No tenía sueño a pesar de haberme pasado todo el día y me puse a leer en el escritorio de la habitación. A través de la ventana podía ver casi todo el pueblo. No había nadie por la calle y apenas un par de ventanas estaban iluminadas. El contraste con las noches de la ciudad era notable. No llevaría una hora leyendo cuando algo captó la atención. Como en la Ventana indiscreta tuve que sacar mis mejores dotes de voyeur para poder tener claro lo que estaba pasando. ¿Había alguien bailando en mitad de la plaza? Era un hombre de avanzada edad bailando solo en mitad de la noche y desnudo. No entendía nada pero desde mi perspectiva parecía muy feliz bailando. Pese a su edad se movía como si su desnudez o el frío nocturno no le afectaran. Estuve un rato sin entender muy bien la situación. Cuando terminó, recogió sus ropas que había dejado colocadas a un lado, se vistió y se fue. Mientras se marchaba lo reconocí de haberlo visto en el bar del pueblo al llegar. Me fui a dormir.
A la mañana siguiente desayuné y me dediqué a visitar los lugares emblemáticos del pueblo. No fue hasta la tarde hasta que pasé por la plaza donde había presenciado el espectáculo nocturno. Me preguntaba si esa noche volvería a pasar. Tras una ducha y la cena volví a la lectura nocturna pero con ojo y medio puesta en la ventana. Ya entrada la madrugada la escena se volvió a repetir. El mismo hombre y la misma escena. ¿Sería algún tipo de ritual? En cuanto terminó me fui a dormir. Durante un segundo pensé en preguntarle a alguien del pueblo por la situación al día siguiente pero lo normal es que no le contasen a un turista algo del estilo. Tras disfrutar de otro día tranquilo de turismo decidí que me acercaría a la noche a preguntarle al protagonista el motivo de sus actos. Tras cenar decidí hacer tiempo en el bar y tras una cerveza decidí "dar un paseo nocturno". Esperé sentado en unas escaleras que me permitían ver y ser visto, no quería asustar al pobre hombre. Llegó a los cinco minutos de mi descanso y al verme decidió acercarse, dejar su ropa a mi lado y con un "si me hace el favor de cuidármelas" comenzar su ritual. Se repetía la conducta de los últimos días con la única diferencia de mi presencia como espectador. Sin entender nada, pasados unos minutos le interrumpí.
-Disculpe, no quiero ser indiscreto pero... ¿Por qué viene de noche a bailar?
-No se preocupe caballero. -Me miró totalmente relajado, como si yo fuese el hombre desnudo en mitad de la calle y él la voz de la cordura.- Pues es por una promesa. Conocí al amor de mi vida aquí, hace cincuenta y siete años. Eran las fiestas de este pueblo y yo venía con unos amigos. La conocí y la saqué a bailar y dos años más tarde estábamos casados. Marisa era una mujer maravillosa, todo el mundo la quería y yo no podría haber vivido una vida más feliz que la que tuve con ella. Le encantaba bailar y cuando enfermó tras meses a su lado en la habitación sus últimas palabras fueron "no dejes de sacarme a bailar". No podría negarle nada a Marisa y no puedo dejar de sacarla a bailar. Reconozco que el primer año tras su marcha apenas me levantaba de la cama, pero con el tiempo supe que ella estaría muy afligida si me viera así y recordé la promesa que le hice y todos los buenos momentos que viví con ella.
-Siento mucho su pérdida, es una historia de película la suya. Pero hay una cosa que sigo sin entender, ¿por qué lo hace desnudo? -Se rio como a veces ocurría durante sus bailes y se rascó la cabeza con un poco de vergüenza como si acabase de darse cuenta que estaba desnudo.- ¿He dicho alguna tontería?
-No, no. En absoluto. Sé que en el pueblo alguna vez me han visto pero nadie nunca me ha dicho nada y después de tanto tiempo me hace gracia recordar como empezó. A Marisa la conocí aquí, la saqué a bailar. Durante ese primer baile no intercambiamos palabra pero hasta ese momento no me había sentido nunca tan visto y tan desnudo como ante su mirada. Nadie miraba a las personas como ella. Y la verdad es que para mi es revivir nuestro primer baile. No se crea que he perdido totalmente la cabeza, en invierno por mucho que lo intente soy incapaz de no ponerme tres capas de ropa.
-Le envidio... -Se me escapó casi por reflejo. Algo dentro de mi envidiaba a ese buen hombre y su historia.- Lo siento, mucho ha debido ya sufrir para que le diga esto.
-No se preocupe. Ahora si no le importa.
-Sí claro, siga siga. Me vuelvo a mi habitación. Un placer.
Le volví a despedir con un gesto de la mano pero él volvía a estar en la noche en la que conoció a Marisa y yo no quise interrumpir más esa historia. Durante las tres noches siguientes el hombre no faltó a su cita. Yo terminé de leerme el libro cada noche mientras esperaba verlo salir a escena. Volví a mi casa llegado el séptimo día. Había salido de casa y me había encontrado. Puede que Marisa tuviera razón y no había que dejar de bailar.