No puedes tener la conciencia tranquila cuando tu alma es arena y sal. No dejo que el Sol me alcance escondiéndome en recuerdos que no dan para más. Todo parece un mal sueño y lágrimas de sangre no dejan de brotar. La espalda helada y las piernas tiemblan al caminar. Me gritan que no es oro todo lo que reluce y que lo vivido no se puede cambiar. Un ogro de un solo ojo, un corazón roto y perder un familiar. Ni yo entiendo lo que digo y quizás el silencio es mi lugar. Todo es un mal sueño me repito, es verano y te toca disfrutar.
lunes, 25 de agosto de 2025
martes, 19 de agosto de 2025
Primavera
Me encuentro en medio de una multitud con una cremallera en cada uno de mis antebrazos. Me muevo entre las personas cual submarinista intentando llegar a la superficie. Atravieso la multitud y allí estás tú. Tal cual la última vez que te vi. Sonríes y vuelvo a sentir esa sensación de los primeros rayos de Sol tras el invierno en mi pecho. Camino con los brazos abiertos para abrazarte. A escasos centímetros me frenas. Agarras ambos tiradores de las cremalleras y los deslizas por los dientes de las mismas para abrirlas. Antes de que pueda decirte algo miles y miles de mariposas brotan de mis antebrazos abiertos de par en par. Una nube gigante de mariposas de todos los colores te cubre hasta tal punto que dejo de verte. Me angustio y espero a que las mariposas se disipen volando por el cielo. Ya no estás. Mis brazos abiertos esperando un abrazo. En mi ya no queda nada. A mis pies una margarita. Tengo que creerme que sin ti todavía hay primavera.
lunes, 11 de agosto de 2025
Goma de borrar
Estaba en una papelería. Necesitaba papel, lápiz y goma de borrar. En mi futuro se encontraba una carta de disculpa, despedida o ambas por escribir. Estaba un poco nervioso y sentía que una buena elección de estos elementos era imprescindible para hacer la carta perfecta. Pillé un taco de quinientos folios A4, varios lápices HB, un afilador que recordé que no tenía en casa y por último la goma de borrar que en su embalaje indicaba que borraba todo. Ojalá poder borrar mis errores pensé. Pagué. Volví para casa recitando en mi cabeza todo aquello que quería plasmar. Las disculpas son delicadas, es difícil imaginarse a uno mismo siendo el villano de su propia historia. No quería caer ni en demasiado dramatismo o rebajar el daño ocasionado. Encontrar ese equilibrio se me antojaba complicado. Mi cabeza prefería vivir en la dicotomía del villano o de no deberle nada a nadie antes que aceptar los grises de la realidad. Llegué a casa y vacié el escritorio de cualquier cosa que no fueran mis recientes compras. Afilé los lápices más por manía que por necesidad y coloqué la goma a la izquierda del papel y los lápices sobrantes a la derecha del mismo. Respiré hondo intentando poner mi mente en blanco. Apoyé la punta del lápiz sobre el papel y dibujé un intento de "erre mayúscula" que por los nervios podría pasar por cualquier cosa menos por esa letra. Dudé si deshacerme de ese folio y empezar de nuevo. Era a todas luces un malgasto de papel y estrené la goma borrando ese inicio fallido. Tras borrar con mi mano izquierda aparté los restos de la goma de borrar. Sentí un cosquilleo en mis dedos al hacerlo. Miré mi mano y en mis dedos había unos pequeños vacíos en el lugar donde sentí el cosquilleo. Me asusté. No comprendía que estaba pasando, miré mis dedos y esos huecos se mantenían; miré el folio y no había restos de sangre o de algo que mostrara una herida y miré los restos de la goma. ¿La goma? Su publicidad decía que borraba todo. ¿Había borrado una parte de mis dedos? Agarré la goma y la acerqué a uno de los lápices y la pasé por encima intentando borrar el objeto de escritura. Cuando levanté la goma mi asombro fue mayúsculo porque ya no había lápiz en donde había pasado la goma. Noté como se aceleraba mi respiración. Intenté calmarme ante tan sorprendente descubrimiento. Pensé que podía hacer con este artilugio que parecía rozar la magia.
A la mañana siguiente me desperté teniendo una lista de cosas con las que probar la goma. La primera de todas fue borrar un trozo de vaso que estaba lleno de agua. Tras borrarlo el agua salía por la parte borrada. Mi abuela decía que el agua siempre busca salida y aquí la encontró. Luego borré la mitad de una página de un libro y comprobé que desaparecía por ambas caras. Tocaba ahora con material orgánico y borré la monda de un plátano con cuidado de no llevarme el plátano por el camino. Cuando la monda desapareció le di un mordisco al plátano y como era de esperar no había monda en mi boca. Ahora ya parecía entender como funcionaba la goma. En todos mis experimentos recogí con un papel y mucho cuidado los restos para no volver a borrarme una parte del cuerpo sin querer. Era el momento de ir un paso más allá. Me había salido una cana en los últimos meses, mi primera cana. A partir de ahora será la primera y la última. Aparté el pelo mirándome en el espejo hasta tener la cana a mano. Con la goma borré la cana con cuidado de no tirar restos de goma sobre mi cabeza y el pelo blanco desapareció. Así de sencillo. No podía borrar todos mis errores pero sí alguna cosa que otra. Miré mi cuerpo en el espejo y mis michelines dejaron de parecerme bienvenidos. Borré poco a poco la carne pero al poco de empezar con el borrado la sangre empezó a salir de la zona borrada. Era un pequeño chorro. Corrí al baño y con unas gasas y unas vendas apuré una cura improvisada. Debía tener cuidado con la carne, ayer el borrado había sido leve y por eso no sangraba. ¿Qué más podría borrar? Quizás pueda borrar la salida de sangre. Aparté la gasa y con la goma borré y la sangre dejó de brotar. Sonreí al creerme más listo que la goma de borrar. Ahora tenía un lado a medio borrar y el otro entero, estaba descompensado. Limpié la sangre del suelo. Tenía que hacer algo. Y todavía tenía la carta pendiente. La carta. Me gustaría que pudieras borrar los errores del pasado. Borrar todos esos momentos, todo lo que dije, todo lo que hice. A veces me gustaría borrarme a mi mismo. Y sin casi darme cuenta tenía la mano derecha apretando la goma. ¿Debería? ¿Qué pasará si...?
Antes de darme cuenta había organizado el piso y estaba en el sofá sentado mirando la goma de borrar sobre la mesa. Esto es lo que debe de sentir un suicida cuando mira la pistola pensé. Estaba sin trabajo, acumulando deudas y problemas. Era un arrebato y también una solución. Mi mano dirigió la goma de abajo arriba. Borré mis pies y mis piernas con una técnica depurada que evitaba la pérdida de sangre durante el proceso. Cuando ya no estaban bajo mi tronco probé a tocarlas pero solo había aire. Me asusté un momento pero tenía en mi mente que ya no había vuelta atrás. Subí borrando el tronco hasta las axilas. Mi cuerpo o lo poco que quedaba de él quedó tendido sobre el sofá. Borré el brazo izquierdo y la mitad izquierda de lo que quedaba de mi tronco. Mientras lo borraba toda la tristeza empezó a acumularse en mi cara, como si escapara de ser borrada. Subí por el cuello hasta la nuez. Mi brazo y mi cabeza estaban separados pero todavía funcionaban como si no lo estuvieran. Borré el brazo hasta la muñeca y la mano todavía era capaz de moverse como si mis pensamientos fueran los hilos de la marioneta. Empecé a borrar mi pelo, mi mentón y mis labios. En ese proceso el roce de los restos de la goma de borrar se habían llevado el dedo meñique. Borré mi nariz, la nuca y la frente. Ya solo era una mano de cuatro dedos y un antifaz humano. De pronto toda esa tristeza escapó de mi en forma de lágrima que se derramó de mi ojo al sofá directo. El agua siempre busca salida decía mi abuela. Terminé con los ojos borrados y la mano restregándose con los restos de goma hasta desaparecer. De mi ya no quedaba nada salvo el recuerdo de una lágrima sobre el sofá. Quizás pueda borrarse todo o quizás solo es un intento de escapar.
viernes, 1 de agosto de 2025
Julio
Un desconocido en mi cabeza,
mucha lluvia de pensar
la pastilla dice que paciencia
y yo ya no sé que esperar.
Se vislumbra la cola del diablo
mientras la vida me deja detrás,
suplico por un perdón que no me es dado
el malo soy yo al final.
Tengo moralejas sin historias
y muchos cuentos sin acabar,
dicen que yo marco mi rumbo
pero yo
yo
creo que no puedo ni caminar.