lunes, 23 de mayo de 2022
Vivir en el cielo
sábado, 14 de mayo de 2022
Perdido en mitad de
Como si se tratase de un experimento, viví diez días con un amor de verano. El como nos conocimos y como acabamos viviendo juntos en otra ciudad es otra historia en si misma. Al séptimo día descansamos de flotar en las nubes de la ilusión. Estaba con mi cabeza en su regazo tumbado en el sofá mientras me acariciaba el pelo. Escuchaba atento sus relatos sobre relaciones pasadas. Había dado un salto no muy largo entre su anterior y conocerme a mi. En mi cabeza ese era el significado de amor de verano, una burbuja donde disfrutas la vida ignorando la fecha de caducidad de todos esos momentos. Se vive distinto y yo escuchaba a Raquel queriendo bañarme en toda su vida como si ese nosotros fuera para siempre. Era evidente al escuchar su relato que sus sentimientos por esa última persona que había formado parte de su vida se negaban a dejar de doler. Yo también tenía un pasado. Vivía sin pensar en lo que dejábamos detrás, deseando que nos definiera nuestro presente. Sonó su teléfono y en cuanto vio quien llamaba su cara cambió. Se fue a otra habitación y estuvo hablando unos cinco minutos. Cuando volvió la tranquilidad que se respiraba antes de la llamada se había esfumado. Me dijo que era su ex, que se había enterado que estaba viviendo conmigo y quería hablar con ella. Me pidió un par de horas, le dije que volvería dentro de cuatro y llamó a unas amigas suyas para que me hicieran compañía. Durante un segundo me nubló el ánimo la idea de que esos momentos fueran los últimos con ella y antes de irme la besé como si fuera la primera vez. En cuanto me despedí me sentí un poco estúpido.
Me llevaron a hacer un tour por la ciudad. Me enseñaron sus sitios favoritos mientras me contaban un montón de anécdotas de cada uno de los lugares. Algunas de esas historias tenían a Raquel como protagonista en facetas de ella que yo todavía no había tenido el placer de disfrutar. Me sacó una sonrisa todo lo que me faltaba por conocer de ella. Me preguntaron como estaba siendo el cambio de ciudad. La realidad es que era temporal, en unos días tenía que volver a mi casa y el tiempo decidiría mi futura localización. Estaba disfrutando de estos días pero cuando el anochecer empieza a llegar más temprano volvían mis responsabilidades. Me contaron un poco su vida y yo la mía por encima. Exprimimos el tiempo hasta que mi promesa de cuatro horas se convirtieron en cinco para cuando volví. Me había llevado unas llaves y cuando entré en el piso estaban los dos sentados en el sofá. Cada uno en un lado, no había nada más que aire entre ellos y la distancia se sentía gigante. Él con la cara entre sus manos sollozando y ella con los brazos cruzados. Saludé y me fui a la cocina. Pensé que con las horas que eran le apetecería cenar. Todavía estaba con los preparativos cuando escuché como se despedían y cerraba la puerta. Entró en la cocina y me abrazó por detrás. Me besó en la mejilla y algo dentro de mi se sintió aliviado.
-¿Qué haces?
-Pensé que tendrías hambre. Yo después del tour que me acaban de dar tus amigas me muero de hambre.
-¿Qué tal con ellas?
-Bien, me han contado unas historias sobre ti muy interesantes. No sabía que hacías esas cosas dentro de una catedral.
-¡Las voy a matar! Seguro que te lo has pasado genial con lo chismoso que eres.
-Que puedo decir... No todo van a ser tus historias donde poco menos te tenemos que santificar.
-Gracias.-Sonrió y me volvió a abrazar por detrás.-De verdad, gracias.
-Sabes que no soy tan buen cocinero como para que te alegre tanto que haga la cena.
-No te hagas el tonto.
-Entonces, ¿por qué estás agradecida?
-Por no hacerme preguntas y por no montar un numerito cuando llegaste y seguía aquí. No debió ser plato de buen gusto.
-No digas tonterías, si tienes que arreglar cosas lo entiendo. Yo quiero disfrutar esto ahora pero entiendo que tenemos otras cosas que arreglar. Además el plato de buen gusto va a ser este que estoy haciendo.
Me besó y se fue de la cocina tras darme un cachete en el culo. Cenamos. Fue agradable, la comida estaba mejor de lo esperado y el ambiente era bastante festivo. Volvimos al sofá con la excusa de ver la televisión pero me quiso contar su tarde. Él quería arreglar las cosas. Ella le quería pero no creía que debieran estar juntos. Mientras hablaba buscaba agarrarme de la mano en muchas ocasiones, la acariciaba y parecía relajarla. Contó que él repetía que no podía entender como después de años nunca hubieran vivido juntos y que hubiera metido a un desconocido a vivir con ella. Cuando terminó me abrazó y me susurró al oído que no había nada de lo que preocuparse. La besé en la frente y la llevé a la habitación.
Una hora más tarde era yo el que la abrazaba por detrás mientras dormía plácidamente. Decidí retrasar un día más mi retorno a casa. Era el plazo máximo que me podía permitir. Sentía que se me escapaba el tiempo con ella entre los dedos y necesitaba un reloj de arena más grande. Se movió en sueños como si estuviera reaccionando a mi compromiso de quedarme con ella más tiempo. La besé en el cuello esperando que estuviera despierta. No hubo respuesta. Supuse que la felicidad tendría que ser algo parecido a eso, poder disfrutar de muchos momentos sin que el ayer o el mañana te acosen. Si mi amor de verano era un experimento, los resultados obtenidos estaban sintiéndose maravillosos.