lunes, 23 de mayo de 2022

Vivir en el cielo

    Ni los locos quieren vivir saltando al vacío y Lara me invitaba a vivir así cada vez que nos encontrábamos en la vida. Yo iba a su encuentro sin paracaídas y puedo decir que era feliz tomando esa decisión. Me llevaba a viajar a un espacio donde todo era novedoso y al mismo tiempo todo me fascinaba. Era verano y todo el tiempo se nos quedaba corto. Me había dicho de escaparnos a las afueras que había un concierto. Ella llevaba de fumar y yo de beber. Era la primera vez que hacíamos un plan así y me encontré a mi mismo dándole más vueltas de las necesarias a algo tan trivial como la ropa que ponerme o si decirle que la pasaba a recoger o nos encontráramos en la estación de autobuses. Cuando llegó caminando a pequeños saltos no pude hacer otra cosa que sonreír. Estaba totalmente atrapado por ella y su carácter. Se colgó de mi cuello y contagiado por su entusiasmo la levanté abrazándola por la cintura. Con la perspectiva que te da el tiempo o el poder de la nostalgia puedo decir que esos pequeños momentos con ella me hacían realmente feliz. Me enseñó lo que había pillado para fumar y yo fui a por la bolsa donde una botella de licor café nos esperaba dentro de una bolsa de hielos. Durante el trayecto en autobús permanecimos extrañamente callados pero su mano estaba posada sobre la mía y con su pulgar acariciaba el reverso de mi mano. Al llegar a nuestra parada la pillé de la mano y salimos juntos. Ya a la intemperie atesoré su mano entre las mías y besé sus dedos. Como el niño que tira de su madre para que le lleve a la juguetería me llevó de la mano hasta el concierto que era en un descampado al lado de una iglesia. 

Nos sentamos en el suelo al fondo de todo a beber la botella. Sabíamos que no podríamos hacer nada hasta deshacernos de la molesta carga de la botella con los hielos. El calor de la noche de verano y las ganas de poder acercarnos más al escenario hicieron que durase menos de lo normal. En menos de una hora estábamos en medio de toda la gente bailando. Yo intentaba seguir el ritmo de la música mientras que ella parecía moverse balanceada por el sonido. Bailaba con los ojos cerrados y yo no podía quitar mis ojos de ella. Me había dicho mientras bebíamos que era muy probable que se fuera a otro país para la primavera del año siguiente y que quería disfrutar este año que le queda. No quería interrumpirla. La música paró y ella miró para el escenario un poco decepcionada. Me propuso ir detrás de la iglesia que había un muro de piedra donde podríamos ponernos. Nos tumbamos de tal forma que mi cabeza estaba sobre su hombro y su cabeza sobre el mío. Ya traía liado todo y encendió uno para cada uno. Mirábamos un cielo nocturno y despejado. De vez en cuando tras una calada tosía, no estaba acostumbrado y ella se reía de mi para luego acariciarme la mejilla con la mano que tenía libre.


-Te voy a echar mucho de menos. Lo sabes, ¿no?
-Antes cuando bailabas no me acercaba porque no quería romper ese momento. Porque podría ser la última vez que te viera así, que estuviéramos como estamos ahora y no quería romperlo. Me gustaría decirte que sé que me vas a extrañar pero preferiría que no hubiese esa opción.
-Me están ofreciendo una oportunidad única.
-Disculpa si se me malinterpretó, no te estoy diciendo que te quedes. Sé lo importante que es esto para ti y no me perdonaría arrebatártela. Soy un desastre pero no un cabrón.
-Lo sé, eres un bobo pero no me harías daño. En un año estaremos viendo la misma noche estrellada pero a un océano de distancia. ¿No te apetecería que lo viésemos juntos en la distancia?
-Creo que viviría en este cielo si me lo pidieras y me acompañaras.
-Eres un exagerado y estás un poco colocado, borracho o ambas cosas.
-Lo estoy y sigo con mi oferta pero antes de que me la rechaces acepto yo la tuya. En un año tú al otro lado del charco y yo aquí.
-Es un trato.
-Es una promesa.
-El licor café estaba muy fuerte porque me está apeteciendo besarte.
-No le eches la culpa a la bebida de lo que te pasa por tener mal gusto.- Se levantó y se giró sobre mi y sobre el muro me besó simulando de manera rudimentaria el beso de la primera película de Spiderman.
-A ver si así te callas un poco. Que todavía queda tooooodo un año y estás aquí con la nostalgia de la última noche.
-Tienes razón, la nostalgia es uno de mis pecados. Me has pillado. Parece que va a empezar otra banda, ¿te apetece ir o prefieres seguir viendo como me atraganto con el humo?


Volvimos a estar entre el público. Ella bailaba y yo intenté durante un tiempo seguirle el ritmo pero desistí y me fui al fondo a fumar. Al rato vino y se encendió uno. Estuvimos apoyados uno al otro hasta que terminamos de fumar. Estuvimos hablando un par de horas más hasta que solo quedaban las personas que estaban recogiendo lo del escenario. Decidimos volver andando. Fue un trayecto divertido donde intercalamos bromas con momentos de ir de la mano. La dejé en su portal donde nos volvimos a besar durante un rato. Cuando estaba a medio camino entre su casa y la mía pensé "un año, un maldito año". Se presentaron ante mi un montón de planes que quería compartir con ella. Un montón de lugares que visitar. Un montón de primeros momentos que disfrutar con ella. Y sus besos. ¡Qué locura! Llegué a mi portal y decidí sentarme a mirar el cielo un rato antes de entrar. ¿Vivir en el cielo? Me sentí un poco idiota. Entré en el edificio sabiendo que no era idiota sino que me estaba enamorando. Todos esos planes sabiendo que el amor es lo único que no se planea.

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