sábado, 16 de marzo de 2024

Roto

                 Comenzó como un pequeño temblor en la mano izquierda. Tan sutil como para no percatarse. No interfería en nada pero ahí estaba, el principio de algo que no entendía. La miraba por momentos esperando que me diese explicaciones pero en ocasiones ni se movía esperando a que la ignorara para volver a temblar. Tras esta primera aparición desapareció el sueño. Las noches producían ruido en mi cabeza que no me dejaba dormir. No había nada en concreto que me mantuviera en vela pero mis ojos no se podían mantener cerrados. Observaba el techo esperando que por fin algo me hiciera caer en un sueño que no llegaba cuando mi cuerpo y mi mente no podían más. Un par de horas casi con la aparición del Sol eran lo poco que me quedaba antes de tener que seguir con mi día a día. El cansancio y la apatía empezaron a ir de la mano. Era difícil que me entusiasmara algo, lo hacía pero cada vez sentía una mayor soledad. Una mayor incapacidad para vivir. Luego se derritió mi estómago. Da igual si la ingesta era líquida o sólida solo salía líquida cuando no era devuelta al poco de comerla. Ir al baño se convirtió en una pesadilla. Sudores fríos, escalofríos, temblores y sensación de que algo estaba mal dentro de mi. Empecé a perder peso de una manera poco saludable. Las ojeras. Verse en el espejo y no reconocerse. Los cambios de humor. Que aquella broma me sentó tan mal que acabé gritándole a Lucas. Despertar con los ojos y la cara ahogados en lágrimas. Más pelo de lo normal en la almohada. La sangre. La primera vez que la vi tras una infernal sesión en el baño pensé que me moría. Sangre en el baño, sangre en el papel que me limpiaba y sangre goteando de mi cuerpo. ¿Me estaba muriendo? Meses de médicos, de pruebas, de analíticas y de no tener respuestas. Empezaron los dolores por el cuerpo. Las piernas agarrotadas. La sensación de falta de aire. Miedo. Mucho miedo. No quería vivir así. Y por fin una puerta se abría: el trauma.

¿Dónde comenzó? Aquel niño que vio a una mujer lanzarse delante de un autobús con tan solo nueve años. Quizás con catorce cuando vi aquellas fotos de aquella chica de más o menos mi edad en el teléfono del monstruo, tardé en años en descubrir por qué tan poca ropa. Con dieciocho el monstruo me amenazaba con hacer daño a mi familia, me insultaba y me machacaba quizás estaba ahí todo. Se fue cuando tenía diecinueve y me regaló unas últimas palabras "Mi hijo mayor está muerto, yo no tengo eso". Los años sumergidos en la bebida. Levantarse y quien creías querer te diga "Eres un lastre en mi vida". Sentir mi cuerpo lleno de heridas. Recordar dolía. Noches en vela esta vez llorando. Encogido en posición fetal deseando ser más pequeño. Decrecer hasta desaparecer. Estar vacío de emociones y de ilusiones. Envenenarme con mis propios recuerdos. Golpearme con mi propio pasado. Revivir los errores. Construirme murallas para no poder escapar. Pasar las noches en vela pero esta vez con motivo. Si cometía un error era un perdedor. Si no era capaz de hacer algo un cobarde. El "siempre" aparecía cuando algo malo ocurría y el "nunca" me visitaba cuando sentía que algo bueno se me negaba. La cabeza me ardía. Mi cuerpo y mi mente estaban en sintonía y no en el sentido positivo de la palabra. Empezó con una caída física y ahora me encontraba en un derrumbamiento completo de mi ser.

La terapia ayudó. Me recomendaron escribir. Cartas, cuentos y lamentos. Los muros que había construido empezaron a quebrarse. Donde solo veía oscuridad ahora empezaron a aparecer manos amigas. El ejercicio me dio fuerzas y pude dormir una noche entera. Escribí sobre el monstruo, sobre tener miedo a quedarme solo, sobre si era mi culpa, sobre cuando no hice las cosas bien... Y hablar. Hablar sobre lo que está bien, sobre lo que no y sobre todo agradecer. Llorar acompañado. Perdonar y perdonarme. Caminar. Volver a escribir. Sentirme mal. Hablar más. Escribir. Dejar de sangrar. Más ejercicio. Llorar. Empezar a dormir regularmente. Encontrarme mejor del estómago. Hablar. Romperme. Hablar. Escribir. Confiar. Abrazar. Sentir paz. Hablar. Leer. Cuando me di cuenta ya no escapaba de mi vida. No era el de antes y eso era una buena noticia. No olvidé pero acepté. La cabeza empezó a acompañar al cuerpo. Cambié. Lo que antes me daba miedo ahora era una enseñanza. Sufrí pero sobreviví. Comenzó como un temblor en la mano izquierda y no me volvió a temblar el pulso.

miércoles, 6 de marzo de 2024

Amén

                 El Padre Mateo y Tom el Nudillos fueron incapaces de abrir la puerta principal de la iglesia. Los asaltantes seguían inconscientes y María estaba en uno de los bancos leyendo el cuaderno de su padre. Tom estaba asombrado por la corpulencia del hombre de fe, casi tan alto como él aunque quizás con menos fuerza que él. Mateo conocía de oídas al Nudillos, cualquiera que viviera en la ciudad lo conocía. Mateo no era una persona que se formara una opinión en base a historias ajenas pero para él Tom el Nudillos simbolizaba una vida cercana al pecado. Se sentía agradecido por su ayuda pero no quería fiarse del todo de él. Mientras tanto María avanzaba su lectura con todo lo relacionado con Argagax. Su padre había dejado anotado el descubrimiento de un culto bastante importante en la ciudad donde se encontraba ella ahora. En este culto se practicaban rituales con ofrendas de sangre y sacrificios humanos. En sus textos relataba como varios miembros del grupo de herejes ofrecían sus ojos a la deidad y como parecían obtener visiones que llevaban a la locura a muchos de los acólitos que terminaban arañándose la cara entre carcajadas histéricas. María estaba horrorizada ante la lectura pero no podía parar desesperada por encontrar alguna pista sobre que le había pasado a su padre. Cuanto más se acercaba a las últimas páginas escritas más nervioso se notaba que se encontraba cuando las escribió. Ignacio Lacasta relataba que desde que presenció ciertos rituales "algo" le perseguía oculto entre una niebla oscura como la misma noche. Llega a contar como en mitad de esa persecución pudo ver una mirada roja en mitad de toda esa oscuridad. María se temió lo peor y sus ojos se llenaron de lágrimas. La posibilidad de que le hubiera pasado algo grave o incluso fatal a su padre nunca se había sentido tan real como hasta ese momento. Sus pensamientos fueron interrumpidos por un ruido. Las personas que estaban inconscientes estaban teniendo convulsiones en el suelo. El Padre Mateo abandonó su puesto intentando abrir los portones de la iglesia y se acercó corriendo a uno de ellos. Lo alzó un poco para comprobar su condición y en cuanto entró en contacto con él las convulsiones frenaron en seco tanto de esta persona como de los otros tres. El Padre Mateo miró a sus acompañantes un poco asustado, no entendía nada.


-¿Qué está ocurriendo? ¿Alguien entiende algo de lo que ha pasado o quiénes son estos pobres diablos? - En la cara de Mateo se reflejaba una preocupación que le hacía parecer varios años mayor. A pesar de su gran altura su temor le hacía parecer pequeño, casi como si fuera un infante. - Este es un lugar sagrado.

-Padre, no quiero faltarle al respeto pero su Dios no creo que esté entre nosotros ahora mismo. No cuando veo el aspecto de estas personas, no cuando a saber que iba a pasar si no llego a aparecer hace un rato y no cuando estamos aquí encerrados y parece más una casa del terror y no un lugar sagrado.

-Sé quien eres Tom el Nudillos. Eres un hombre que vive en el pecado y cuyos "negocios" llevan a la gente a la perdición. Espero que no le sorprenda que su opinión en estos asuntos me resulte irrelevante.

-Tiene usted carácter Padre, no se ofenda pero usted no sabe quien narices soy. Soy un hombre recto, la persona que protege esta ciudad desde el lugar donde nadie quiere estar. En mis negocios no hay drogas y no se tratan con mujeres ni con niños. Solo juego y apuestas. Si dos personas quieren organizar una pelea ilegal con apuestas yo superviso que todo vaya bien. Cuando unos capullos intentan traer una droga nueva a mi ciudad yo no solo los echo sino que me preocupo que no haya un siguiente. ¿Soy violento? ¿He echo daño a personas? ¿He matado con mis propias manos? Todo por el bien de esta ciudad y su gente. Soy un hombre de honor, ni drogas, ni mujeres, ni niños. No sé si es un mojigato o estúpido si cree que esta ciudad no me necesita.

-Lo... Lo siento.

-No necesito sus disculpas, necesito lo mismo que usted y entender que está pasando ahí. María, ¿has encontrado algo en ese cuaderno?

-Je... Jefe. La verdad es que sí. Son un culto religioso a un antiguo ente maligno. Mi padre creía que están haciendo rituales para convocar a Argagax.

-¿Argagax? - Respondieron ambos al unísono. 

-Sí, mi padre estuvo durante meses siguiendo la pista de distintos grupos que seguían a esta entidad. Y en esta ciudad llegó a presenciar rituales con sacrificios para convocarlo. No sé si esto formaba parte de uno de esos rituales pero esta gente es bastante peligrosa.


Antes de que pudiese continuar su explicación al fondo de la sala apareció una niebla oscura como la misma medianoche y en medio de la misma unos ojos rojos que los miraban. María pegó un grito, el Padre Mateo soltó a la persona de nuevo y caminó hacia la entrada y Tom se colocó ambos puños americanos. La sombra comenzó a crecer ocultando en su interior a los cuatro acólitos de Argagax hasta cubrir la mitad de la sala. Estaban asustados. Tom se colocó al frente deseando que como en muchas ocasiones en su vida la fuerza le sirviera para resolver esta situación. De la sombra empezaron a salir unos tentáculos oscuros que se dirigían hacia ellos, el gánster intentó golpear uno de ellos pero su puño lo traspasó como si no existiera. Los tentáculos alcanzaron al Padre Mateo que notó como tiraban de él. Tom y María lo sujetaron por el tronco intentando retenerlo pero era en vano. El religioso avanzaba hasta el centro de la sala arrastrado por estas sombras. El cura estaba aterrorizado. Estaba frente a frente los ojos rojos. Las sombras tiraron de el hacia el suelo y lo colocaron como si estuviera crucificado. Tanto Tom como María intentaban ayudar pero no sabían que podían hacer. Algunas de esas sombras empezaron a acumularse en el vientre del religioso formando un círculo. Los ojos rojos bajaron hasta escurrirse por las sombras más pequeñas y alcanzar el círculo de sombras en el cuerpo del Padre Mateo. El rojo llegó al circulo y lo tiñó. El Padre Mateo empezó a susurrar algunas de sus oraciones. María le pedía que le mirara a la cara que encontrarían la solución. Tom golpeaba sombras recibiendo más daño él que lo golpeado. Tom miró al círculo y de pronto se paralizó. No sabía si era una ventana, una puerta o un portal pero en el círculo de sombras sobre el cuerpo del Padre Mateo se podía mirar otro mundo. El Nudillos era un hombre acostumbrado a ver cosas que le quitarían el sueño a muchas personas y causó dolor a tantas personas que hace tiempo que perdió la cuenta pero lo que vio en el portal le dejó sin palabras. Era un mundo de pesadilla, una paraje grotesco de horrores. Y al fondo del mismo sentado en un trono del tamaño de un edificio hecho de huesos la mirada roja. No sabía si era dios o un demonio pero le devolvió la mirada y sintió un terror que casi le hace vomitar. Argagax se alzó de su trono y empezó a caminar hacia él.


-¡María! ¡María! ¡Mírame a mi! No mires la barriga del cura por lo que más quieras... Tenemos que hacer algo. Viene algo y no podemos dejar que llegue.

-No sé que hacer. No soy mi padre, él sabría que hacer en esta situación. Si es un portal para Argagax, habrá alguna manera de cerrarlo.

-¿En el cuaderno no dice nada?

-No dice nada de portales... Y no sé muy bien como funciona todo esto, lo único que sé es que el Padre Mateo es ahora mismo un portal para un monstruo de otro mundo... Oh... No...

-¿Qué pasa? - El gánster no entendía nada.

-Si yo soy el portal, si yo no estoy no habrá portal. - El Padre Mateo casi se ahoga diciendo esas palabras mientras María aterrorizada empezó a revolver las páginas del cuaderno buscando una solución. - María, eres una buena persona pero esa es la solución. Esta iglesia está bajo mi protección y no puedo permitir que el mal entre en ella.

-Pero Padre... No, no puede.

-Puedes llamarme Martín, era mi nombre de antes de ser un hombre de fe. Tom, me equivoqué contigo; gracias por protegernos. Procede. - Tom que había pasado toda la conversación en silencio sacó del bolsillo la navaja mariposa. Su rictus era serio. Se colocó tumbó sobre el cura y alzó un poco su cabeza colocando la navaja por detrás. Tom susurró algo al oído del cura. El Padre Mateo sonrió y respondió. - Amén.

-Martín... -María sollozó en el hombro derecho del cura.


Tom el Nudillos procedió a usar la navaja. En apenas diez segundos un charco rodeaba la cabeza del cura lo que parecía una aureola divina. De pronto las sombras empezaron a moverse frenéticas. Algo estaba mal. El gánster abrazó a María protegiéndola con la inmensidad de su cuerpo. Del portal surgió un sonido de horror que hizo temblar todo el edificio. Las sombras se deshacían como si estuviesen siendo quemadas y en menos de un minuto donde había un portal a otro mundo y unas sombras que inmovilizaban al Padre Mateo solo quedaba un cuerpo inerte. María lloraba. Lloraba por su padre y lloraba por Martín. Tom dejó de abrazarla caminó hasta una de las paredes de la iglesia y vomitó recordando todo lo vivido. Se limpió la boca con la manga de su traje y tras pensarlo unos segundos se acercó a María que lloraba en el cuerpo del Padre Mateo la alzó por los hombros y la miró muy serio.


-Así es como lo vamos a hacer. Si bajas por las escaleras de ahí atrás en la cocina encontrarás un pasadizo que te llevará cuatro calles más arriba. Te doy mi navaja por si acaso pero no creo que te haga falta. - María iba a hablar pero Tom no le dejó interrumpirle. - No, lo vamos a hacer a mi manera. Yo llamaré a la policía e intentaré con su ayuda romper la puerta para que se encarguen de esto. Conozco a varios que son de fiar y me ayudarán a solucionar esto. Conocí a tu padre, era un buen hombre y seguro que querría priorizar tu bienestar. Eso voy a hacer. Mañana nos vemos en el bar después de comer y ya solucionaremos. Ahora márchate, no te veas envuelta en toda esta mierda. - María hizo caso a su jefe y salió por la puerta que le había indicado. Tom buscó el teléfono de la iglesia e informó a la policía de lo que tenían que hacer. Tras ello se volvió a la parte principal de la iglesia y se sentó al lado del cuerpo inerte del Padre Mateo. Lo miró. Suspiró. - Joder, después de esto voy a necesitar un trago.

martes, 5 de marzo de 2024

Espíritu Santo

                 Con tan solo doce años Tomás Pérez descubrió que no era el más listo en su entorno pero que con fuerza se podía llegar a sitios donde no se podía con inteligencia. Con quince cansado de los problemas con las drogas y la ira de su padre y sobre todo, de que las pagara con su madre; Tom o Nudillos como ya lo empezaban a conocer en su barrio pisó un correccional aunque se considerara el homicidio en defensa propia. Con veintiocho echó de su ciudad a cualquier otra banda que trabajara y tomó el control de los asuntos nocturnos de la misma. Y ahora con casi cuarenta desayuna con policías, come con algún juez y varias noches a la semana su compañero de cena es el alcalde. Tom el Nudillos se había labrado un nombre con fuerza, constancia y un sentido del honor atípico de un hombre que se dedica a lo suyo. Corpulento desde su infancia, su sola presencia intimidaba tanto a aliados como enemigos. Tom no era un gángster al uso y quizás ese era el motivo por el que llevaba tantos años en el negocio sin que la ley llamase a su puerta. 

La noche se está poniendo rara, pensó para sus adentros Tom mientras miraba desde el fondo de la barra a la chica nueva. Tom tenía varios locales repartidos por toda la ciudad pero le encantaba pasar tiempo en el primero que abrió. "La chicha nueva" era María, una chica que lleva poco más de un mes y que está buscando a su padre. Nudillos lo conoció, era cliente habitual de uno de sus locales y han compartido barra y conversaciones en más de una ocasión. Esta noche se lo comentaría porque llegó a considerar a Nacho un "colega" en una ciudad donde solo tiene personas que le temen. 

Tras su conversación con la hija de Ignacio Lacasta, Tom recibió a uno de sus hombres que le volvía a traer informes de que algo estaba asustando a la gente en las calles. Casos de personas desaparecidas y gente que dice haber visto grupos de gente rezando en mitad de la noche. El Nudillos pensó en Ignacio, una de las primeras personas que desapareció y pensó en unirse a sus hombres esa noche para ver si encontraba respuestas a los misterios que se estaban produciendo en la oscuridad de su ciudad. Pilló un par de puños americanos y una navaja mariposa por si la cosa se ponía fea y caminó al callejón donde le notificaron que había visto a las personas formando un culto religioso. Al llegar al lugar no encontró a nadie pero había extraños símbolos dibujados por las paredes y al fondo del callejón un montón de telas y cartones que parecían ocultar algo. Se acercó algo nervioso manejando en su mano derecha uno de puños americanos y empezó a apartar de golpe toda la basura. Debajo se encontró un túnel por el que es adentró a pesar de estar solo. Caminó un buen rato a ciegas por el túnel. Un ruido desde atrás. Dolor en la cabeza y todo se vuelve más oscuro.

Tom el Nudillos se despertó con un dolor de cabeza enorme. Todavía seguía en el túnel y no sabía cuanto tiempo ha pasado. Se llevó la mano a la cabeza y se encontró un poco de sangre reseca. Ha debido de estar inconsciente casi un día entero. Por suerte no le quitaron los puños americanos y la navaja. Siguió avanzando más cauteloso, con hambre y furioso. Alguien iba a recibir dolor. Al poco de avanzar se topó con una luz tenue. Ralentizó sus pasos intentando ser lo más sigiloso posible. Llegó al punto de luz y es un mueble que obstruye la entrada a algún edificio. Se colocó ambos puños americanos por si acaso se volvía a encontrar con el cerdo que lo había noqueado. Empujó el mueble que resultó ser una estantería con productos de cocina y libros de cocina. Echó un ojo y no había nadie en esa habitación. No tenía claro donde estaba pero todavía seguía bajo el nivel del suelo de la ciudad. La estampa era casi cómica, un hombre grande como un armario de casi dos metros y robusto intentando adentrarse con sigilo. Al abrir la puerta tampoco había nadie. Había unas escaleras que subían, avanzó preparándose para cualquier cosa. Pensó en sus hombres durante un instante, deseó que no les hubiera pasado nada. Abrió la puerta y estaba en una iglesia. Estaba María siendo protegida por el Padre Mateo de cuatro figuras un tanto siniestras que avanzaban hacia ellos. No los reconocía pero entendió toda la escena al instante. La puerta de la entrada a la iglesia estaba bloqueada, no podía escapar de los perseguidores. En tres pasos que parecían de gigante alcanzó al más rezagado de los atacantes. Lo giró con sus enormes y peligrosas manos. Vio el horror de alguien que se había desfigurado a si mismo. La cara como si le hubieran arrancado girones de piel y en donde deberían estar los ojos dos manchas rojas. Sonreía como si supiera una broma que Tom no entendía. Echó sus manos al cuello del gánster y este respondió con un golpe certero en la mandíbula que derribó a la desfigurada figura al tiempo que varios de sus dientes también se precipitaban en el suelo. María y el Padre Mateo se percataron de su presencia y le gritaron auxilio. El Nudillos aplicó la misma receta a los otros tres atacantes. Tras noquearlos se guardó los puños y se acercó a la extraña pareja que conformaba su empleada y el cura.


-Jefe, ¿qué haces aquí?

-¿No te lo han dicho? En esta ciudad estoy en todos lados, soy como el Espíritu Santo.