Con tan solo doce años Tomás Pérez descubrió que no era el más listo en su entorno pero que con fuerza se podía llegar a sitios donde no se podía con inteligencia. Con quince cansado de los problemas con las drogas y la ira de su padre y sobre todo, de que las pagara con su madre; Tom o Nudillos como ya lo empezaban a conocer en su barrio pisó un correccional aunque se considerara el homicidio en defensa propia. Con veintiocho echó de su ciudad a cualquier otra banda que trabajara y tomó el control de los asuntos nocturnos de la misma. Y ahora con casi cuarenta desayuna con policías, come con algún juez y varias noches a la semana su compañero de cena es el alcalde. Tom el Nudillos se había labrado un nombre con fuerza, constancia y un sentido del honor atípico de un hombre que se dedica a lo suyo. Corpulento desde su infancia, su sola presencia intimidaba tanto a aliados como enemigos. Tom no era un gángster al uso y quizás ese era el motivo por el que llevaba tantos años en el negocio sin que la ley llamase a su puerta.
La noche se está poniendo rara, pensó para sus adentros Tom mientras miraba desde el fondo de la barra a la chica nueva. Tom tenía varios locales repartidos por toda la ciudad pero le encantaba pasar tiempo en el primero que abrió. "La chicha nueva" era María, una chica que lleva poco más de un mes y que está buscando a su padre. Nudillos lo conoció, era cliente habitual de uno de sus locales y han compartido barra y conversaciones en más de una ocasión. Esta noche se lo comentaría porque llegó a considerar a Nacho un "colega" en una ciudad donde solo tiene personas que le temen.
Tras su conversación con la hija de Ignacio Lacasta, Tom recibió a uno de sus hombres que le volvía a traer informes de que algo estaba asustando a la gente en las calles. Casos de personas desaparecidas y gente que dice haber visto grupos de gente rezando en mitad de la noche. El Nudillos pensó en Ignacio, una de las primeras personas que desapareció y pensó en unirse a sus hombres esa noche para ver si encontraba respuestas a los misterios que se estaban produciendo en la oscuridad de su ciudad. Pilló un par de puños americanos y una navaja mariposa por si la cosa se ponía fea y caminó al callejón donde le notificaron que había visto a las personas formando un culto religioso. Al llegar al lugar no encontró a nadie pero había extraños símbolos dibujados por las paredes y al fondo del callejón un montón de telas y cartones que parecían ocultar algo. Se acercó algo nervioso manejando en su mano derecha uno de puños americanos y empezó a apartar de golpe toda la basura. Debajo se encontró un túnel por el que es adentró a pesar de estar solo. Caminó un buen rato a ciegas por el túnel. Un ruido desde atrás. Dolor en la cabeza y todo se vuelve más oscuro.
Tom el Nudillos se despertó con un dolor de cabeza enorme. Todavía seguía en el túnel y no sabía cuanto tiempo ha pasado. Se llevó la mano a la cabeza y se encontró un poco de sangre reseca. Ha debido de estar inconsciente casi un día entero. Por suerte no le quitaron los puños americanos y la navaja. Siguió avanzando más cauteloso, con hambre y furioso. Alguien iba a recibir dolor. Al poco de avanzar se topó con una luz tenue. Ralentizó sus pasos intentando ser lo más sigiloso posible. Llegó al punto de luz y es un mueble que obstruye la entrada a algún edificio. Se colocó ambos puños americanos por si acaso se volvía a encontrar con el cerdo que lo había noqueado. Empujó el mueble que resultó ser una estantería con productos de cocina y libros de cocina. Echó un ojo y no había nadie en esa habitación. No tenía claro donde estaba pero todavía seguía bajo el nivel del suelo de la ciudad. La estampa era casi cómica, un hombre grande como un armario de casi dos metros y robusto intentando adentrarse con sigilo. Al abrir la puerta tampoco había nadie. Había unas escaleras que subían, avanzó preparándose para cualquier cosa. Pensó en sus hombres durante un instante, deseó que no les hubiera pasado nada. Abrió la puerta y estaba en una iglesia. Estaba María siendo protegida por el Padre Mateo de cuatro figuras un tanto siniestras que avanzaban hacia ellos. No los reconocía pero entendió toda la escena al instante. La puerta de la entrada a la iglesia estaba bloqueada, no podía escapar de los perseguidores. En tres pasos que parecían de gigante alcanzó al más rezagado de los atacantes. Lo giró con sus enormes y peligrosas manos. Vio el horror de alguien que se había desfigurado a si mismo. La cara como si le hubieran arrancado girones de piel y en donde deberían estar los ojos dos manchas rojas. Sonreía como si supiera una broma que Tom no entendía. Echó sus manos al cuello del gánster y este respondió con un golpe certero en la mandíbula que derribó a la desfigurada figura al tiempo que varios de sus dientes también se precipitaban en el suelo. María y el Padre Mateo se percataron de su presencia y le gritaron auxilio. El Nudillos aplicó la misma receta a los otros tres atacantes. Tras noquearlos se guardó los puños y se acercó a la extraña pareja que conformaba su empleada y el cura.
-Jefe, ¿qué haces aquí?
-¿No te lo han dicho? En esta ciudad estoy en todos lados, soy como el Espíritu Santo.
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