Lo más importante es la misión. El francotirador repasa mentalmente todos los pasos que tendrá que llevar a cabo. Lleva cinco horas sentado sobre el tejado de un edificio esperando el momento indicado. Seis meses de preparación para este día. Tener localizados todos los puntos de vigilancia de las fuerzas de seguridad. Comprobar todas las posibles rutas de entrada del reciente presidente de Burkina Faso al hotel donde se hospedará durante dos noches antes de reunirse con mandatarios de distintos países con el fin de presentar su plan de paz para África. La paz crea muchos y poderosos enemigos piensa. A su izquierda una bolsa grande de deporte en la que lleva su rifle de francotirador. En apenas media hora llegará el momento y comienza a prepararse. Arma el instrumento y saca la bala. Se coloca un casco oscuro que deja al descubierto parcialmente el espacio entre la boca y las cejas. Coloca un reloj a la derecha del arma y a la izquierda de la misma coloca un dispositivo con un botón. Lleva un mono oscuro pesado, guantes para no dejar huellas y calzado militar. Es un profesional con muchas bajas a sus espaldas. Cuando se reúne con un cliente siempre usa la misma frase "mi precio paga una bala y una vida". Lo que nunca les dice es que con esa vida también va incluida el peso en la conciencia de arrebatarla. Bajo su gatillo han caído tiranos, buenas personas, soldados y civiles. Esta misión es diferente y así se lo hizo saber a sus clientes. Mira el reloj y faltan cinco minutos para la llegada del mandatario. El rifle ya está en posición. Si nada falla tendrá unos treinta segundos donde el político esté al alcance. La concentración se ve alterada al escuchar unos pasos cautelosos a sus espaldas. El francotirador sonríe.
-¡Quieto! ¡Aparta las manos del arma lentamente! No quiero ninguna tontería o disparo. - El francotirador retira con calma las manos del arma recogiendo con su mano izquierda el dispositivo con el pulsador que había dejado colocado al lado del rifle. - No hagas ninguna tontería o será peor para ti.
-Tranquilo agente Peterson. Quiero que hablemos.
-¿Có... Cómo sabes mi nombre? ¿Es una clase de broma de alguno del Departamento?
-Agente Douglas Peterson, ¿ese es tu nombre no? Me voy a incorporar despacio para que veas que no supongo ningún peligro. - El francotirador coloca sus brazos en forma de cruz con los puños cerrados ya que en el izquierdo sostiene el pulsador y se levanta con calma. - ¿Ves? No tengo intenciones hostiles. Me voy a quedar en esta posición mientras hablamos si no le importa.
-¿Quién cojones eres? ¿Cómo sabes mi nombre?
-Eso da igual agente. Lo que importa es por qué estamos ambos aquí ahora mismo. Le pediría que no se mueva pero ahora mismo debería empezar a notar un poco de calor en su sien a ambos lados a la altura de sus ojos. No se alarme pero en cuanto se puso a mis espaldas activó un dispositivo de disparo directo a su cabeza. Si se mueve una bala le freirá el cerebro. Si cree que disparándome va a salir de esta le informo que mi traje y mi casco son blindados y en el milagroso caso de que me hiriera mortalmente en mi mano izquierda tanto un pulsador que si suelto también habrá sopa de su cabeza. ¿Entiende la situación?
-Sí... En... Entiendo. Por favor, no me mate. Soy un buen hombre, tengo mujer e hijos. Tenga piedad. No he hecho nada para merecer esto.
-Usted y yo sabemos que eso no es cierto agente Peterson. Y eso me remite a por qué estamos aquí. Me han contratado para matarle. Hoy va a morir y le voy a explicar los motivos. - El francotirador no se gira pero puede sentir al policía sollozar a sus espaldas. - Tranquilo amigo, si se mueve esto acabará demasiado pronto. Usted no es tan buen hombre como intenta hacer creer al mundo. A sus espaldas hay pecados sin pagar. En ocasiones el mundo es justo y busca la forma de que paguemos nuestras deudas. Creo que ya sabe a que me refiero.
-Yo... Yo... Yo... No fue mi culpa. Yo pensé... Yo no creí...
-Ya, ya, ya. Usted no pensaba que volvería su pasado a reclamar el precio de sus pecados. La mayoría de personas como usted piensan eso agente Peterson. Pero seis familias perdieron a un hijo y esos seis padres y esas seis madres se pusieron en contacto conmigo. Me contaron la historia de un policía que una noche borracho disparó a seis niños que jugaban en la calle. Descargó su arma en unos niños inocentes que no estaban haciendo otra cosa que jugar agente Peterson. Y luego llegó "la justicia". Usted tiene una familia muy interesante. Padre policía condecorado y un tío senador con tanta influencia que el precio de esas seis vidas fue un seminario sobre el consumo del alcohol y una reubicación a otra ciudad. Puede entender que esas familias no podían convivir con la idea de que usted pudiera tener una vida después de haber arrebatado la de sus hijos.
-Yo... Lo siento tanto... - El francotirador escucha como llora desconsoladamente. - Cada noche veo sus caras. Cada noche veo mi error.
-No fue un error agente Peterson. Cada día hombres como usted pisotean a las personas de los barrios más pobres. A veces les cuesta la vida. Su color de piel o el barrio en el que nacen les cuesta la vida. No creo que sea justo agente. ¿Quiere saber una cosa curiosa? Cuando las familias me contactaron decidí aceptar el trabajo con una rebaja del cincuenta por ciento por la particularidad del asunto. Y decidí darle un trato especial, por eso estamos hoy aquí.
-No entiendo. ¿Qué quieres decir?
-Pude haberle matado en multitud de ocasiones desde que me contrataron agente Peterson. Pero si usted muriera en mitad de la calle volviendo del bar al que va con sus compañeros igual en algún momento de la investigación alguien podría tener la brillante de acordarse de esas familias que vivieron esa desgracia. No creo que sea justo que esas madres y esos padres sufran más.
-¿Y mi familia? ¿Es justo para ellos?
-Muy buena pregunta agente Peterson. Por eso estamos aquí ahora. Morirá como un héroe en acto de servicio. Mirarán por las cámaras que desde su posición debió encontrar a alguien en este tejado y esa persona le dispararía en la cabeza. No hay cámaras que apunten a este tejado y las balas que utilizo no son rastreables. Su familia recibirá una pensión y pensarán que ha sido un héroe. Es más de lo que merece pero decidí que ninguna familia debería sufrir más por su existencia.
-Si te disparo. Si te disparo alertaré a mis compañeros aunque no te mate.
-Parece una buena idea, pero, ¿no cree que ya tengo un plan de escape para una situación como esa? Me gusta su entusiasmo. Le diría que mirara pero por ahí viene el convoy y la limusina del nuevo presidente. Ha sido un placer compartir este rato. - Antes de poder recibir respuesta deja de pulsar el disparador. Se escucha un suspiro y una bala impacta en la cabeza del agente que cae sin vida. - Ahora me tengo que marchar.
El francotirador se desprende del mono y debajo llevaba un traje de policía como el del hombre que yace sin vida a escasos metros de él. Cambia el casco por una gorra policial. Guarda el rifle y la ropa en la bolsa de deporte. Se mueve por el tejado recogiendo el arma por control remoto que empleó para llevar a cabo el asesinato. Con todo en la bolsa hace una foto con el teléfono del cuerpo inerte del agente Douglas Peterson. En la calle el político ya está ya en el interior del edificio mientras la prensa todavía sigue haciendo ruido de fotos intentando captar una imagen del invitado. El asesino baja por las escaleras de emergencia y alcanza la calle donde se desplaza entre el barullo del gentío intentando evitar que su cara sea captada por alguna cámara. Piensa en llegar a casa e imprimir las fotos para que esas familias puedan descansar en paz. Mientras avanza se repite que la misión es lo más importante. Una bala y una vida es su precio. Esta vez no siente ningún cargo de conciencia.