jueves, 2 de enero de 2025

Diciembre

 Eran mis Cuatro Fantásticos
y a la Antorcha se le apagó la llama,
la Mujer se volvió invisible,
la Cosa no tenía tiempo ni para tortas
y Mr. Fantástico se estiró lejos de mi lado.
Ellos salvaban mi mundo
porque no soy ni héroe ni villano
y tampoco Doctor pero la Muerte
me llega en solitario.





Ya son muchas despedidas
mi buen amigo,
no te digo adiós
si mañana volveremos a estar reunidos.

Te deseo suerte en todas tus aventuras,
aunque no somos guerreros
somos hermanos de armas
enfrentando a la vida y al karma.

Que te llegue tanta felicidad
como la que trajiste a nuestras vidas,
que no olvides el camino y sus gentes
y que rías, grites, llores y vivas
sabiendo que siempre tendrás un lugar donde compartirlo.
Buena vida y buena ventura,
no es un adiós si es un hasta luego
y no se dice adiós si se puede decir te quiero.




Se me van los años
como se me escapa el tiempo en la cama
mirando al techo,
mirando a la nada.
Nada de para lo que sirvo sirve
y cada vez más sirvo para nada,
mi cabeza me detiene
mientras las agujas avanzan,
la vida sigue
y yo... Nada.

Corazón de guerrero

                                 El Sol ardía con tanta intensidad que el guerrero era el único alma a la vista en quilómetros a la redonda en el desierto. Caminaba con un calzado desgastado por el uso y unas ropas llenas de manchas de sudor y sangre. Llevaba una espada envainada en su mano derecha que en ocasiones usaba como bastón para apoyarse. El pelo y la barba crecidos tapaban gran parte de su rostro. Trece puñales clavados en su pecho y en su espalda a la altura del corazón hacían brotar sangre. Cada paso que daba una gota asomaba por la empuñadura de alguno de los puñales que llevaba clavado al corazón. Cada aliento que tomaba le hacía toser un puñado de sangre por la boca. Era un castigo autoimpuesto, el dolor para recordar sus errores, sus derrotas y los seres perdidos. Hace varios siglos el guerrero abandonó a sus Dioses y estos le maldijeron con la inmortalidad. "Mientras sigamos en este mundo tu cuerpo no envejecerá o enfermará, tus heridas se curarán y tendrás que vivir viendo como todo muere", aquellas palabras le parecieron en el pasado un premio más que un castigo pero con el tiempo sufrió la pérdida de todos aquellos que había conocido. Su nombre ya no significaba nada para nadie y estaba obligado a vagar por un mundo que no era el suyo. Ahora caminaba en busca de la muerte que llevaba tanto tiempo evitándole. 

Varias décadas en el pasado el guerrero sin nombre descubrió que la muerte le encontraría si conseguía exiliar a los Dioses del mundo. El vínculo que los ataba a este mundo eran los lugares de culto a ellos. En el momento que descubrió que su maldición podría llegar a su fin emprendió un camino sin retorno para acabar con todos sus templos y con él mismo. Tras varias décadas de viaje que hicieron que sumase puñales clavados a su corazón, el guerrero se adentró en el desierto para prender en llamas al último de los templos que existían en nuestro mundo. En ocasiones el guerrero fruto de la locura de vivir tantas vidas olvidaba hasta su nombre pero el dolor constante de los puñales en su corazón era el recordatorio necesario para hacerle continuar. Renunció incluso a su nombre en beneficio de su misión. Lo único que conservaba eran los puñales clavados a su corazón y la espada que le acompañaba desde tiempos inmemoriales. Al principio necesitó de su filo para destruir la protección que tenían los templos pero a medida que avanzaba en su objetivo menos oposición se encontraba y la espada había pasado de ser un arma a hacer en ocasiones de bastón. Sabía que estaba cerca de su objetivo, cada respiración ahogada por sangre, cada paso que abrasaba la planta de sus pies y cada gota de sudor y sangre que caían de su cuerpo los sentía como un mensaje de ánimo ante una meta a cada paso más próxima.

No hizo falta que llegara la noche en el desierto para que el guerrero encontrase el último templo. Comprobó que no residía nadie en él. Parecía largo tiempo abandonado, solo las antorchas encendidas daban crédito de que algún día ese lugar fue habitado. El guerrero respiró aliviado por no tener que luchar una última vez antes de llevar a cabo su cometido. Recogió las antorchas y las colocó alrededor del templo. Se alejó unos cien metros del templo e hizo un agujero en el suelo del desierto apartando con sus manos la arena. Retiró uno a uno los puñales de su cuerpo. Retirarlos suponía un gran dolor por el corte del filo a través de su cuerpo y por el proceso de curar la herida. En cuanto los trece filos fueron retirados de su cuerpo los limpió con sus ropas hasta retirarles cualquier rastro de su cuerpo. Introdujo las armas en el orificio que había cavado con sus manos y por último introdujo su espada. Las cubrió con la arena que había apartado hasta que no quedaba ni rastro de los catorce filos. Para sus adentros les dedicó unas palabras de despedida y en cierto modo esperando por fin reencontrarse con ellos. Al fin su largo camino parecía terminar. Volvió al templo y roció sus paredes con el alquitrán que encontró en el almacén y que se usaba para mantener encendidas las antorchas. Sin los cuchillos clavados se movía como si hubiese rejuvenecido treinta años de los que aparentaba. En cuanto el templo estuvo embadurnado caminó rodeando el templo y recogiendo las antorchas al mismo tiempo que las lanzaba contra el mismo. Antes de completar el círculo las lenguas de fuego parecían lamer las estrellas y aunque no notaba nada distinto el guerrero sabía que había llegado su momento. Avanzó por las escaleras de su entrada como si no significase adentrarse en las llamas. En cuanto su cuerpo estaba por completo en llamas comprobó que las heridas del fuego no se curaban. Sonrió y se sentó en el escalón más alto. El recuerdo de los ídolos que algún día veneró estaban desapareciendo entre las llamas junto a él. Podría reunirse con sus seres queridos. Podría dejar atrás todo el dolor. Podría volver a empezar. Podía por fin morir. En algún momento entre las llamas y las cenizas el corazón de un guerrero dejó de latir.

miércoles, 1 de enero de 2025

Que pasaría...

 Si te pido que nos abracemos,
si pongo flores en tu ventana,
si compartiéramos todas las lágrimas,
si envío ese mensaje,
si te pido que me abraces,
si las ganas vencen al silencio,
si decidimos compartir nuestro tiempo,
si no puedo pero quiero,
si hablamos y no solo con la mirada,
si vienes y me abrazas,
si no nos pedimos nada
y nos lo damos todo,
si guardamos los recuerdos
y construimos otros,
si voy y te abrazo,
si me pides que nos abracemos,
si me pides que te abrace.
Si...
¿Qué pasaría?