martes, 15 de marzo de 2011

Lágrimas y semen

Abrí la puerta y entré en aquel local. Era un sábado de Septiembre y eso se notaba en que los bares estaban un poco más vacíos que hace unas semanas. Nadie fijó su mirada en mi y yo dediqué unos segundos al tipo de gente que estaba distrubuída por las mesas y en la barra, nada interesante salvo un grupo de mujeres que parecían dedicar sus gritos a una joven en la barra del bar, posiblemente amiga de ellas. Me senté y pedí una cerveza, estaba sediento, toda una semana trabajando por un dinero que con suerte me duraría hasta el martes si no me lo bebía todo hoy.

Después de tres cervezas y dos cocktails que parecían contener vodka, granadina y algo más que desconozco, el ambiente de mi bar de siempre empezó a dejar de ser tan deprimente como cuando entré. Fijé mi vista a mis laterales y estaba ella, la chica de la barra que estaba pidiendo copas para su grupo de amigas cuando entré, no lo dudé y le dije algo.

-¿Eres la camerera o algo así?
-¿Disculpa?

-¿Eres o no la camarera? Lo digo porque eres la única que viene aquí a por copas.
-Son mis amigas, no me importa...
-A mi tampoco me importaría que me sirvieras tú las copas.
-Gracias, supongo.
-¿Podrías quedarte un rato más aquí?- Dije mientras le tomaba de la mano.
-Bueno... Mis amigas...- Parecía no confiar demasiado en mi pero al final terminó su respuesta.-Vale.

Y charlamos durante un par de horas, me habló de sus gustos, que le encantaba Muse y que desde pequeña tocaba el piano con intención de poderse dedicar a ello profesionalmente algún día, que ahora trabajaba de repartidora de publicidad por las casas pero que estaba a punto de conseguir ser reconocida por su talento al piano. No me equivoqué al pensar que era una mujer interesante y solo sus piernas distraían mi atención de todo lo que decía. Me contó que acababa de superar una ruptura muy complicada con un tipo que se fue un día dejando una nota pegada en la puerta de la nevera, en aquel momento pensé en lo crueles que llegamos a ser con los seres que amamos. Me comentó que llevaba un tiempo bastante triste y por eso hoy sus amigas decidieron sacarla de casa. Hablamos y hablamos, la bebida desaparecía entre nuestros labios y hasta las propias amigas de la joven se fueron dejándola en lo que creyeron que era "grata compañía". Seguimos hablando, las palabras dejaron de cobrar sentido y solo bebíamos y nos acompañábamos el uno al otro.


Estabamos fuera del bar unas calles más abajo, besándonos. ¿Cómo habíamos llegado a este punto? No entendía nada pero parecía que ambos nos estábamos dejando llevar, la situación se acaloraba, su lengua surcaba el interior de mi boca y yo apretaba sus nalgas con mucha fuerza. ¿Cómo habíamos llegado a esto?


-Dime que me quieres.- Susurró en mi oído.
-¿Qué?
-Por favor, dime que me quieres, que me deseas...
-No podría decirte ni como te llamas, ¿cómo quieres...?
-No importa, por favor; solo quiero que digas que me quieres.
-Vale. - En ese momento una tristeza invadió totalmente mi ser, quizás la fragilidad emocional de esta joven cuyo nombre desconocía pero que deseaba escuchar que la amaba, quizás la belleza que transmitía con ese aire triste que irradiaba; pero mis ojos se humedecieron y mis mejillas fueron divididas por la línea divisoria que mis lágrimas marcaban al bajar. -Te quiero.

Como si fuera aquel regalo de navidad que llevara años esperando lo que parecía una expresión de debilidad y tristeza en esta joven se transformó en una hermosa sonrisa y lentamente abrió la cremallera de mis pantalones y antes de que pudiera decir nada intrudujo mi pene en su boca, no entendía nada pero estaba disfrutando como hacía mucho que no sucedía, no podía articular palabra y estaba a punto de alcanzar el clímax. Pude alcanzar sacarlo pero no pude evitar manchar su mejilla. Ella soltó una risilla y buscó un pañuelo en su bolso con el que se limpió y volvió a ponerse a mi altura.

-Gracias.- Me regaló un último beso en la mejilla y se giró empezando a caminar alejándose de mi.
-¡Espera! ¿No te apetece seguir? ¿Podrías darme tú número de teléfono? ¡Por lo menos tu nombre! ¡Me llamo Esteb...!- Realmente nunca entenderé a las mujeres.

1 comentario: