Pasaron tres meses desde aquel encuentro con Verónica, nos escribíamos asiduamente, una o dos cartas por semana. Quedamos en varias ocasiones, por las tardes paseábamos y por las noches cenábamos juntos. Pero sus escritos seguían estando por encima de los momentos que pasábamos juntos. Mis misivas iban con la misma ilusión que aquella primera carta que escribí al llegar a casa y que esperé dos días para enviar por pura vergüenza. Yo le cuento mi aburrido día a día y ella me habla sobre su trabajo, los diseños que hace e incluso una vez me envió un boceto de lo que sería un retrato mio. Lo había puesto en un marco que me compré en una tienda cerca de mi piso. La vida era sencilla, yo me sentía animado y había recuperado la pasión por la escritura. Envié muchas cosas, me aceptaron un par de relatos cortos y unos cuantos poemas, empezaba a ganar dinero y pude enviarle por primera vez algo a mi madre. En un par de días volvería a quedar con Verónica de nuevo, no podría ser más feliz.
Los días pasaban conmigo frente a la máquina de escribir o con un bolígrafo en la mano escribiendo o tomando anotaciones y finalmente llegó el día en el que habíamos fijado nuestro encuentro. La gente puede opinar que utilizar una máquina de escribir es manejar un utensilio obsoleto, pero yo disfruto escribiendo en ella como el primer día hace años cuando mi tio me trajo la primera que tuve. Estaba animado porque iba a verla, me afeité y me arreglé el pelo que me cortaron el día anterior. Me puse mis mejores prendas, hoy iba a ser un encuentro importante, le iba a contar que me habían publicado y que por fin convierto mi pasión en mi trabajo. En mis últimas cartas omití cualquier tipo de información con respecto a mis evoluciones como escritor a pesar de su interés, me fue difícil, pero espero que valga la pena. ¡Mi ángel de ojos esmeralda! Tanto tiempo esperando a tener una buena noticia. Primero iremos a pasear y la invitaré a un helado de esos que tanto te gustan, luego charlaremos sobre el paisaje y terminaremos cenando en el lugar donde te contaré la buena nueva. Allí espero recibir otra de esas sonrisas que me han tenido preso de la correspondencia estos últimos meses.
Avanzo caminando por la calle pensando en el plan para todo el día, tenía que ir a buscarla a su portal. De tiempo iba bien, sin problemas ni necesidad de apurarme. Nuestra relación avanzaba lenta, apenas unos besos y nuestros paseos de la mano, pero no le pedía más por el momento. Estoy embelesado por cada detalle de su ser, quiero descubrir hasta el más recóndito secreto de sus besos antes de avanzar a otros mundos. Había estado en su casa escuchando música y charlando, intercambiamos algunos besos y caricias pero me pidió tiempo y lo comprendí, esta mujer se respeta a si misma y no se debe hacer nada contra eso. Llegué a su portal antes de tiempo y ella estaba esperando, llevaba un vestido que superaba las rodillas y que le hacía una bonita figura, radiante. Me mostró una gran sonrisa y así pudo dar comienzo a la gran tarde que nos esperaba.
Caminar juntos sin apenas decirnos nada era agradable; normalmente nos reservamos a estar sentado uno frente al otro para comenzar a parlotear. Disfrutamos del helado mientras me comentaba lo bien que le iba ultimamente en su trabajo, sus diseños estaban gustando y sus superiores estaban muy orgullosos de ella. Esta conversación empezaba a impacientarme, quería contarle sobre mis escritos publicados y que estuviera orgullosa de mi, no podía; tenía que esperar. Llegamos a la cena y fuímos al mismo sitio de la primera vez, no era el mejor; pero creo que llevarla al lugar donde comenzamos a conocernos le hará recordar los buenos momentos de aquella noche y será la guinda a la gran tarde que hemos pasado juntos. Llegamos al postre y pedí unas copas de champán al camarero que me miró extrañado, era conocido en este lugar por no gastar demasiado las pocas veces que iba y el champán casi era el presupuesto entero de alguna de mis últimas visitas.
-¿Estás seguro que...?
-Tranquila, no pasa nada. Hoy quiero darte una buena noticia y por eso he pedido las copas.
-Yo también quería contarte algo, pero tú primero.
-Gracias, pues la verdad es que llevaba tiempo queriendo decirte esto, ¡me han publicado! Me han publicado unos cuantos relatos y unos poemas. Me enviaron un cheque en una carta donde me decían que esperaban más cosas mías. ¡Estoy tan contento!-Alzo la copa pero freno mi ímpetu al recordar que ella me tiene algo que contar y la tomo de la mano.-Pero antes, ¿qué me tenías que decir?
-La verdad es que no se como decirte esto...-De pronto separa su mano de la mía y sé que algo no va bien.-Mis jefes están muy contentos con mi trabajo, me han dicho si podía irme unos meses a Francia o Italia en los desfiles de la marca y de paso aprender del estilo de esos países.-Me mira a los ojos y descubro que esto es muy importante para ella aunque no quiera marcharse.-Esto puede ser un gran paso para mi carrera... No sabía como decírtelo, lo siento.-Se levanta de la mesa con los ojos llorosos y se acerca a mi, me dice algo ininteligible a modo de disculpa, me besa en la mejilla y se va. Otra vez con un beso en la mejilla, esta vez sin poder decirle nada. Se marcha. Yo de momento, pago y me vuelvo a casa caminando, de nuevo solo.
Pobre perdedor, como el que lo escribió, por suerte existen ganadores como yo, que son capaces de hacer esta pole.
ResponderEliminarEl travieso de arriba con sus poles inútiles, jijijiji...
ResponderEliminarMe gustó bastante, suponía que iba a suceder algo por el estilo, pero ésto me sorprendió bastante, espero parte final.
A veces las buenas historias son destrozadas por escritores mediocres, en cambio tú conviertes cada experiencia vivida en una apasionante historia :D
ResponderEliminarP.D. Sigo esperando la tercera parte ...
muy bueno, el final esperado pero no podía ser otro, coincido con rociofontan, conviertes lo cotidiano en algo excitante. Sigue así y espero pronto la tercera parte.
ResponderEliminar