Hace no tanto hubo un hombre que fue capaz de recopilar las mayores riquezas del mundo. Desde animales exóticos y únicos hasta piedras preciosas de colores imposibles. Este hombre era una persona cuya fortuna era incalculable, mansiones gigantes alrededor de todo el mundo, grandes embarcaciones capaces de surcar todos los mares, oro con el que se podría crear un castillo; todo lo que la imaginación pudiera concivir estaba al alcance de tan poderoso personaje. Pero a pesar de lo que cualquiera podría imaginar, nuestro protagonista no era ni mucho menos feliz, ninguna de sus bestias conseguía arrancarle una sonrisa, ni un viaje por los cielos en alguno de sus globos era capaz de levantarle el ánimo y su capital se amontonaba sin mostrar ni un resquicio de felicidad. Aquel hombre era terriblemente desdichado.
Una vez a la semana, el adinerado iba a visitar a su anciana madre que vivía en el piso en el que el hombre se crió. Y cada semana a la entrada del edificio de la madre, el rico se encontraba a un vagabundo que con una guitarra que apenas era capaz de mantenerse entera, pero eso no impedía que el vagabundo se sacara un poco de dinero y estuviera feliz a pesar de su precaria situación. El hombre no podría comprender como aquella guitarra era capaz de hacer feliz al vagabundo y se acercó.
-Oiga, ¿su guitarra le hace feliz?
-Claro buen hombre. La música alegra todos los días de mi vida y me consigue el poco dinero con el que me alimento.
-Me gustaría comprársela.
-Lo siento, no está en venta.
-Le daré lo que quiera por ella.
Y entonces el vagabundo le contó como le gustaría tener su propio restaurante en el que poder dar de comer a la gente y que así nadie pasara hambre. El rico le pareció un precio justo por una guitarra que daba la felicidad y pagó la compra del restaurante y todas las obras que requerían la restauración del mismo a cambio de la guitarra. Durante un tiempo, el hombre aprendió a tocar la guitarra y comprendió como la música podía alegrar a una persona, pero con el paso del tiempo los efectos de euforia del instrumento y su sonido empezaron a menguar hasta por fin desaparecer. El hombre rico decepcionado fue hasta el restaurante del vagabundo y al llegar allí se encontró con el hombre todavía más feliz que cuando tocaba en la calla su guitarra y supo que de alguna forma la felicidad se había trasladado hasta el restaurante. El rico convencido de que el restaurante le haría feliz, volvió a entablar conversación con el vagabundo.
-Al final el restaurante ha quedado genial.
-La verdad es que si, se lo tengo que agradecer. El sueño de mi vida hecho realidad.
-Me gustaría comprarlo.
-Es el sueño de mi vida, no lo puedo vender.
-Le daré lo que quiera por ella.
El vagabundo conocedor de lo que era capaz el hombre rico volvió a narrarle otro de sus sueños al adinerado. En su sueño vivía en una casa alejado de la civilización con todas las necesidades cubiertas y con caballos por los que poder cabalgar por los bosques. El hombre rico estuvo de acuerdo en el trato y dispuso de una parte de su fortuna para que el vagabundo pudiera comprar todo lo necesario para ver su sueño hecho realidad. El rico empezó a trabajar en el restaurante que había comprado y al principio la ilusión se adueñó del rico. Pero otra vez con el tiempo la felicidad se difuminó hasta convertirse en nada. El rico no lo podía entender y se fue a la casa donde actualmente vivía el vagabundo. Cuando llegó, el vagabundo era feliz montando a caballo, la ilusión de su vida hecha realidad; el rico se acercó.
-Buenas, no lo comprendo.
-¿Qué le pasa amigo? ¿Qué es lo que no comprende?
-Le compré su guitarra y no fui feliz como usted, compré luego el restaurante que tanto le alegraba y mi felicidad duró un suspiro, ¿qué es lo que pasa?
-Creo que usted se equivoca buen hombre, en la vida no se puede tener lo que uno quiere, se debe querer lo que uno tiene. Así seguro que será feliz.
El hombre rico por fin pudo entender el origen de su problema y pudo resolverlo. Agradeció mil veces la ayuda del vagabundo y pudo encontrar entre todas sus riquezas aquello que le hizo feliz para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario