Ser el quinto en discordia nunca puede estar mal cuando hay licor café. De todas formas, yo no sabía qué pintaba allí, Jorge me invitó a pasar unos días con él pero pensé que el plan diferiría bastante de lo que estaba viviendo aquella noche. Mi amigo me arrastraba por una ciudad desconocida para mí mientras un conocido suyo y él se dedicaban en cuerpo y alma a una mujer cada uno, dos amigas que llevaban trabajándose durante un par de horas y unas cuantas copas más. Yo decidí abrazarme al elixir negro y seguir las velas que estaba sujetando. Jorge me dijo que nuestro siguiente destino era uno de los locales de moda y no me quedó otra que aceptar y asentir. Al llegar a la puerta, la chica de Jorge saludó a otras dos que estaban fumando en la entrada del local que llevaban un buen rato buscando. Una de ellas se acercó bastante convencida.
-Me llamo Iria y estoy casada, ¿de qué conoces a mi amiga?
-No la conozco, yo soy la parte restante del séquito y soy viudo, mi licor café acaba de perder hasta la última gota de vida.
-¿Cómo te llamas?
-Roberto, ¿no eres un poco joven para estar casada?
-¿No eres un poco joven?
-Tengo 24 años.
-Eres un "yogurín".
-Quizás termines siendo adicta a esta marca de yogur.
-Tengo 30 años, no me voy a dejar embaucar por un jovenzuelo listillo como tú.
-Tampoco dije que pretendiera embaucarte, rompo corazones no parejas.
-Te lo tienes muy creído nene.
-No veo que te marches.
-Me caes bien.
-Te pediría matrimonio pero se me adelantaron.
-¿Sabes qué van a hacer estos cuatro?
-Seguir llevándome de sujetavelas a un sitio con cerveza.
-¿Me puedo unir?
-Me parece correcto.
Así, enganchada a mi brazo, Iria se nos unió y las verdaderas parejas decidieron cambiar de local sin haber entrado en el primero. Mientras caminábamos, Iria y yo decidimos que lo mejor que podíamos hacer era meter cizaña entre las parejas para que por fin la pasión contenida explotara de alguna forma, pero o ellas eran muy recatadas o ellos muy idiotas. Antes de que Iria y yo resolviéramos quiénes tenían la culpa de que la tensión sexual no se resolviera ya nos encontrábamos en el local y Jorge había depositado una cerveza en mis manos e Iria un chupito de licor café para que superara la viudez. Mantener las distancias era mi gran objetivo llegados a este punto de la noche, pero si una mujer te invita a beber todo se vuelve más complicado y cuando me dijo que la acompañara a fumar, lo primero fue decir que yo no fumaba pero luego mostré la poca caballerosidad que me quedaba y la acompañé. Se metió en un garaje a fumar con la excusa de que hacía mucho viento y le tuve que ofrecer mi parte de arriba para que no pasara frío y al final lo que no iba a pasar, pasó. Me lo advirtió la propia Iria, me lo advirtieron sus amigas y mi propio sentido común pero en cuanto nos ocultamos del viento ella se abalanzó sobre mi. Mi primer impulso fue rechazar, educación, respeto o falta de práctica; pero ante su segundo asalto me dejé llevar pensando que la oferta era bastante buena y el error aunque fuera raro no lo estaba cometiendo yo. La noche pudo ir a mejor pero decidimos ir por distintos caminos, ella estaba casada y yo recientemente viudo. La acompañé a un taxi y cuando volví me esperaban las dos parejas que seguían sin hacer nada y otro chupito de la bebida que originó todo. Ser el quinto en discordia nunca puede estar mal cuando hay licor café.
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