Una fiesta de barrio es una buena ocasión para salir de casa y desconectar de la rutina. Esa fue la idea que tuve cuando este verano decidí airearme en una de ellas. Salí de casa caminando a eso de media tarde y en menos de una hora ya me encontraba en medio del bullicio. Había atracciones de todo tipo como la clásica noria o puestos varios de comida. No me resultaba interesante ninguna de las que tenía delante pero caminar entre tanta gente alegre transmitía paz. Me compré unas patatas fritas y mientras caminaba devorándolas me topé con algo que sí llamó mi atención. Parecía la típica carpa en la que te adivinan el futuro. El nombre de la atracción era "El túnel de la vida" y había un cartel en la entrada que añadía "Un viaje a través de tu tiempo en este mundo". No creo en lo paranormal pero la mezcla entre lo misterioso y lo cutre cautivó mi atención. No había nadie haciendo cola y parecía que llevaba un rato sin recibir clientes. Aparté la cortina de la carpa y entré. Me recibió un hombre que iba vestido con una túnica y un gorro de brujo que no sé si quería aparentar ser Gandalf o aprovechó las sábanas viejas de casa para la ocasión.
-Bienvenido al viaje de tu vida. Has oído bien, el viaje de tu vida. Pagando un módico precio cruzarás un portal que te llevará a través de tu pasado hasta alcanzar tu futuro.
-¿Cuánto vale?
-El precio por atravesar el portal son cinco euros, un precio ridículo cuando te espera el viaje que cambiará tu vida para siempre.
Le pagué al hombre su dinero y crucé la cortina del "portal" más por la broma que por la curiosidad. El dueño de la atracción me deseó suerte en el viaje de mi vida y tras la primera cortina había un par más que me hicieron sentir que nadaba por emerger de un mar de telas. Cruzando la última una luz me cegó durante un momento y cuando abrí los ojos me encontré en medio de un bosque. Miré a mis espaldas y las cortinas no estaban. No sé como lo hizo pero el truco estaba bastante logrado. La atracción no podía ser tan grande para tener en su interior un bosque de este tamaño en su interior. Miré a mi alrededor intentando encontrar el truco. Me acerqué a uno de los árboles y parecía de verdad. No entendía nada. La tierra y el césped también parecían reales. Había un camino en el medio y al fondo una figura humana que parecía estar peleando. Me acerqué con cautela y no paré de asombrarme cuando me vi a mi mismo. Allí estaba yo con ocho años, vestido con el disfraz de Spider-Man que pedía todas las navidades a excepción de la máscara y usando un palo como si fuera una espada. Estaba peleando contra un enemigo imaginario. Tan ensimismado que ni se percató de que me acercaba a él. ¿Cómo podía ser posible? ¿Era eso lo que significaba lo del viaje a través de mi tiempo en este mundo? Tenía que ser un truco, pero cuanto más cerca estaba más real parecía.
-Ey campeón, ¿estás tú solo aquí? - Mi versión de ocho años se giró de manera brusca y me miró asustado. Para mi era mi pasado pero para él yo era un desconocido. Necesitaba buscar la forma de que no me viera como un peligro. - No te voy a hacer daño. Solo vi tu traje de Spider-Man y pensé en preguntarte donde conseguir uno tan guay como el tuyo.
-Pueeeees estaba aquí jugando con mi espada-palo y pensé que este sitio necesitaba un héroe y que ojalá tener el disfraz de Spider-Man que pedí por Navidad y lo tenía puesto. Y sé que Spider-Man no usa espadas, pero no quería tirarla. Y además llevo un rato aquí solo. ¿Tú también estás solo?
-Sí, estaba dando un paseo y me perdí. Por ahí sigue el camino, ¿te parece bien si vamos juntos a buscar al resto de las personas? - Me miró dubitativo. No confiaba en mi del todo. Normal. Era un adulto desconocido. Cerré los ojos y pensé. Cuando los abrí mi camiseta era de Spider-Man. Mi versión más joven abrió sus ojos de par en par de la alegría. - Mira, yo también soy fan de Spider-Man.
-¿A ti también te gusta? Yo soy su fan número uno. Lo veo en la tele todas las mañanas. Le ganó al Duende Verde. Nunca se rinde.
-Sí, es el mejor. Y yo creo que soy su fan número dos. Entonces, ¿me acompañas a buscar a los demás?
-Sí. Haremos equipo como Spider-Man y los Cuatro Fantásticos.
Me agarró de la mano y me empezó a contar sus cosas. Que se había cambiado de colegio, que era portero de un equipo de fútbol sala, que no tiene hermanos y más cosas que me regresaban a un pasado alegre. Yo le escuchaba pero parte de mi atención estaba en nuestros alrededores. ¿Me encontraría también con una versión futura mía? ¿Cómo sería? Todavía estaba intentando asimilar todo. Caminando con mi yo más joven de la mano por un bosque en medio de una fiesta de barrio y como en un sueño podemos cambiar cosas con el pensamiento como nuestra ropa. Mientras yo seguía sumido en mis pensamientos mi compañero de caminata me apretó la mano y tiró un par de veces como intentando llamar mi atención. Antes de que pudiera preguntarle que pasaba ante nosotros interponiéndose en el camino un gigante que llevaba con correa a tres lobos del tamaño de un adulto. El niño estaba totalmente asustado. Él no los reconocía pero yo sí. La vida iba a poner a estos monstruos tarde o temprano en su vida para hacerle daño. Esos lobos y ese gigante con cara de bobo estuvieron a punto de borrarnos del mapa. Las heridas que nos dejaron, el trauma con el que tuvimos que vivir por culpa de ellos. Tenerlos ahora delante me hizo apretar el puño que tenía libre. Le pedí a mi yo joven que me dejara su palo-espada, que se pusiera detrás mía y que no mirara. Cuando se puso de espaldas a mi cerré los ojos y deseé que fuera una espada. Al abrirlos tenía una espada en mi mano derecha. El gigante no parecía impresionado ante ella y soltó la correa de los lobos. Puse la espada frente a mi en posición de guardia y el primero de los lobos se lanzó contra mi. Lo recibí con espadazo vertical en la cabeza que lo mató al momento. El gigante rio como si no le importara y el segundo de los lobos de un salto quiso alcanzarme pero se encontró por el camino con la punta de la espada que se insertó en la parte inferior de su cuerpo haciendo que lanzara un aullido de dolor y quedara tumbado agonizante. No pude ejecutar una estocada para sofocar su sufrimiento porque el tercero de los lobos me derribó e intentaba morderme la cara furioso. Solo mi brazo izquierdo impedía que sus dientes me hirieran. Notaba su aliento caliente en mi piel. Apreté los dientes y moví mi brazo izquierdo para separarlo un poco más de mi y ensarté la espada en su cuerpo lateralmente repetidas veces hasta que dejó de revolverse. Me levanté y me acerqué al segundo lobo que todavía estaba sufriendo, iba a terminar con su agonía. El gigante llevaba un garrote que parecía el tronco de un árbol y en un intento de atacarme golpeó el mazo contra su mascota. La esquivé a duras penas pero al esquivarlo caí en su trampa. Me agarró con su brazo izquierdo por la pierna y me elevó en el aire por encima de su cabeza mientras se burlaba de mi. Daba la sensación de que quería engullirme de un trago. No podía perder. Tenía que impedir que le hicieran el daño que me hicieron a mi a mi yo más joven. En cuanto me acercó a su boca con los dos brazos agarrando la espada la clavé en sus ojos hasta en cinco ocasiones. El gigante gritó de dolor y me soltó. Me desplomé en el suelo sufriendo mucho dolor en el impacto. No sé de cuanta altura caí pero durante unos segundos mi cuerpo parecía completamente roto. Estaba tan cerca de proteger a mi yo infantil. No podía rendirme. Me levanté usando la espada como una especie de bastón o muleta. El gigante seguía sufriendo por su ceguera. Pasé entre sus piernas y de un tajo corté sus talones. Se desplomó como un árbol talado. Los gritos de dolor se habían convertido en lloriqueos que parecían suplicantes. Me subí a su espalda y me coloqué en el lugar que se debería encontrar su corazón. Con mis últimas fuerzas clavé la espada hasta la empuñadura. El gigante ahogó una respiración y quedó totalmente inerte. Caminé hacía mi yo más joven diciéndole que ya podía mirar. Al girarse su mirada era de puro horror. Temblaba y no era capaz de decir nada. Intenté tranquilizarlo pero al acercar mi mano hacia él pude ver que estaba llena de sangre y no solo mi mano. Estaba bañado en la sangre de mis enemigos. Cerré los ojos y deseé quitarme toda la sangre de la ropa y el cuerpo. Al abrirlos ya no estaba. Me costó pero pude tranquilizar a mi versión joven. Volvimos a caminar por el sendero y no llevábamos mucho cuando se apareció ante nosotros lo que parecía la salida. ¿No iba a encontrarme con mi yo más viejo? El camino se desviaba hacia la izquierda y por allí se veía nuestra antigua casa a lo lejos. Me despedí del pequeño Rober que se fue con su disfraz de Spider-Man muy contento de la pequeña aventura que habíamos vivido. Mientras yo miraba la salida con miedo. ¿Qué significaba no ver a mi yo del futuro? ¿Acaso no había futuro para mi? ¿Me iba a pasar algo? Estaba muy asustado, como si cruzar ese portal supusiera enfrentarse a un gran peligro. En mi mano derecho apareció la espada. ¿Cuánto tiempo llevaba en mi mano? ¿Qué hacía ahí? No podía cruzar ese portal. No podría explicarlo pero todo mi cuerpo me decía que no debía salir de ese bosque. Miré a la espada como si me llamara. ¿Acaso era aquí donde terminaba todo? No me lo quería creer pero el no haber visto a mi yo futuro tenía que significar algo. Pensé en la mirada que me echó el niño tras intentar protegerle. Tal vez el problema siempre había sido yo. No los lobos ni el gigante. Quizás el monstruo era yo. El problema era yo. La espada se sentía más liviana a medida que avanzaban mis pensamientos. Coloqué la punta de la espada en mi pecho. Pensé en el niño con el disfraz de Spider-Man. Le pedí perdón en mis pensamientos. Mientras me dejaba caer hacia delante el bosque se hacía más oscuro como si desapareciera.
Unas horas más tarde la policía había finalizado la fiesta y había acordonado la atracción de "El túnel de la vida". Muchos curiosos alrededor de la zona mientras la policía le preguntaba al dueño que todavía estaba confuso. Les decía que no sabía lo que estaba pasando. Que es la primera vez que ocurre algo así. Que cuando se dio cuenta de que tardaba mucho fue a ver y se lo encontró muerto en el suelo y que les llamó de inmediato. Los policías preguntaban si habían visto a alguien entrar o salir. El hombre parecía confuso y un poco asustado por perder su fuente de ingresos. Los sanitarios salieron con la camilla y con un cuerpo totalmente tapado. Llevaba unas horas muerto habían indicado los forenses. La camilla entró en la ambulancia que se fue sin encender la sirena. Entre los curiosos un hombre de unos cincuenta años se marchó al ver que se llevaban al muerto. Llevaba una gabardina que le tapaba casi hasta las rodillas y una barba completamente blanca que le hacía parecer mayor. Caminaba tranquilo en aquella noche veraniega que invitaba a ir de manga corta. Cuando dejó atrás todo el bullicio se abrió la gabardina para quitársela y llevarla en su brazo derecho. Vestía una camiseta de Spider-Man.
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