Recuerdo lo maravilloso de ese verano, pensábamos que nos comeríamos el mundo. Nos pasábamos las tardes caminando por la playa de la mano, nunca me gustó la playa, el calor me derretía literalmente el ánimo pero contigo no me importaba. Teníamos dieciséis años y todo parecía quedársenos pequeño. Las cervezas por la noche, cenar con los amigos, los besos en tu portal... Que se terminara el verano no indicaba que esto fuera a cambiar, aunque vivieras un poco lejos y el curso que nos venía por delante fuera muy importante. Era jodidamente feliz con la sonrisa de antes del beso. Era un idiota que llegaba a su casa y se pasaba horas pensando en esa sonrisa, en lo hermosa que era.
Se terminó el periodo vacacional y teníamos preparado un sistema para vernos sin restar tiempo a nuestras vidas. Recuerdo como nos dedicaríamos al menos un día a la semana, como elaboramos un horario para poder hablar un rato cada día y sabes qué tal nos fue el día. Lo haríamos sencillo y así comenzó todo. Empezó el curso y aquel día recuerdo lo apático que estaba y de como el Sol se mofaba de nosotros que como borregos nos dirigíamos a la presentación de un nuevo curso que comenzaba. ¿Podría haber algo peor? En mi clase estaban algunos de mis amigos, eramos un curso de veinte personas, once chicos y nueve chicas. Nos sentaron por orden alfabético el primer día y allí la conocí. Xiana, era divertida y no creo que sea pecado decir que era bastante atractiva. Desde el primer momento nos caímos bastante bien y noté una gran tensión entre ambos, pero no le di más importancia que la que se le da al rumor de una mosca que te revolotea. Ese mismo día al llegar a casa tenía ganas de ir a hablar contigo y al terminar de comer te esperé delante de la pantalla de mi ordenador inquieto. Era el primer día y deseaba que tuvieras las mismas ganas que yo de vernos. Estaba antes de los estipulado y esperé una hora más de la hora concretada hasta que apareciste fugazmente, me contaste algo sobre tu nueva clase y apenas tuve tiempo para decir nada, quizás me había creado unas espectativas demasiado altas, era normal que el inicio de una etapa escolar trajera consigo distracciones, supongo.
Durante los primeros días Xiana y yo hicimos buenas migas y caricaturizamos a cada profesor con un sobrenombre según similitudes graciosas o coletilla. Las clases se hacían amenas y el tiempo pasaba volando entre broma y broma. Al llegar a casa, por el contrario Silvia se mostraba cada día más ocupada y con menos tiempo del que habíamos acordado dedicarnos. Su comportamiento me inquietaba, pero no le di mayor importancia, se estaría adaptando al nuevo ritmo de vida. Por fin llegó el sábado y con él el primer día en el que volvería a quedar con Silvia desde el inicio del curso. Estaba ansioso por verla y que se esfumara esa extraña sensación que empezaba a formarse dentro de mi con su comportamiento de estos días. Cuando la vi, dentro de mi se iluminó todo, allí estaba Silvia radiante como la última vez que había estado con ella, como en las fotos, como en mi memoria. Pasamos la tarde juntos, el buen tiempo no se había marchado como nuestro tiempo libre y pudimos volvear a pasear de la mano, charlar hasta el anochecer y besarnos como durante todo el verano. Me sentí como un idiota al volver a casa por todo lo que había estado pensando durante estos días, haber pensado que Silvia se estaba distanciando de mi, ¡maldita inseguridad! Silvia me quiere, ¿no se ha amoldado a los horarios? Ya me pasará a mi.
Pero la vuelta a los días de clase volvió a traer consigo a una Silvia distante, cosa que me hacía desear estar en clase y no pasarlo mal esperándola o viendo como ella no estaba para mi. Un día de la tercera semana de clase, ella misma me dijo que deberían a empezar a reducirse los días en los que nos veíamos a solas porque le estaba resultando muy complicado seguir el ritmo de las clases y necesitaba más tiempo para estudiar. Lo acepté. Mientras tanto las clases se sucedían, cada día estaba más cómodo con Xiana, congeniamos a muchos níveles y ella misma empezó a preocuparse por mis momentos de evasión mental donde mi estado de ánimo se resquebrajaba por Silvia. El tiempo solamente conseguía que me anguistiase más y más. Silvia parecía absorvida por su vida y realmente mostraba nulo interés por la mia. Me inquietaba su actitud, mejor dicho; me preocupaba. Puede que ya no sea lo mismo, que el distanciamiento nos haya sentenciado o simplemente haya conocido a otro. ¿Podría ser que Silvia encontrara a otro que la quisiera como yo? ¿Y los largos paseos por la playa? ¿Y los besos en su portal? ¿Y todos esos buenos momentos juntos se habían esfumado para ella? No podía creerlo, no quería creerlo. Xiana me apoyaba y me animaba, no sé cuan loco me habría vuelto sin sus continuos mensajes de optimismo. ¿Por qué Silvia no podría tener un ápice de las ganas de estar a mi lado que tenía día tras día Xiana?
Mi rendimiento académico cada día bajaba más y más pese a la ayuda de Xiana que incluso venía conmigo alguna tarde para que hiciese todos los ejercicios que nos mandaban en clase y estudiara un poco. Estaba ofuscado, Silvia me tenía encerrado en una jaula de negatividad y lamentaciones de la que parecía escapar en las excasas ocasiones en las que ella hacía aparición distante y ocupada. No encontraba la calma, ¿había convertido a Silvia en un capricho, una obsesión? Tenía que ser real, lo que habíamos vivido era real. No quería desprenderme de eso, no podía desprenderme de eso. ¿Cómo no lo podía comprender ella? Mis amigos empezaban a estar cansados de mis continuos quebraderos de cabeza, sus opiniones pasaban desde que era un paranoico hasta que me ponía los cuernos, la mayoría simplemente decían que no podía seguir así y la dejara. Xiana intentaba animarme, pero ya no podía excusar el comportamiento de Silvia, su cada vez más lejana presencia era muy evidente. Algo le pasaba conmigo.
Llegaron las vacaciones de navidad y Silvia no parecía mejorar. Pasaba el día en casa atormentandome en mis cavilaciones mientras sonaba de fondo el TEN de Pearl Jam o con Xiana que parecía disfrutar mucho de estas fiestas. Xiana y yo éramos prácticamente inseparables. Empezaba a notar cierto comportamiento extraño por parte de mi compañera de clase y amiga, empezaba a mostrarse muy cariñosa conmigo, siempre fue cariñosa; pero ahora era distinto. Se rumoreaba que sentía algo por mi pero yo no hacía demasiado caso a los cotilleos, Xiana era buena chica y muy atractiva, podría tener al chico que quisiera y estaría arta de escuchar mis lamentos por mis problemas con Silvia. Simplemente no podía ser cierto. No podía manejar lo de Silvia y que Xiana sintiera algo por mi. Tenía que aclarar esto ya y decidí una tarde tomar un autobús y aparecer en casa de mi novia. Me recibió sorprendida, estaba estudiando porque había suspendido física y química y había pedido unos ejercicios de refuerzo para practicar en vacaciones.
-¿Qué nos ha pasado?
-¿Qué quieres decir?
-Sil, lo sabes bien. Algo no va... Simplemente quiero saber qué pasa.
-Los estudios...
-No pueden ser sólo lo estudios, algo tiene que pasar.
-¿No te pasa algo a ti? Todo el día con esa chica, tus amigos ya me han dicho...
-¿Y no te han contado lo jodido que estoy por ti? Te has borrado de mi vida así de golpe...
-No me he borrado de ningún...
-¿Cómo que no? Pero si apenas quedamos, apenas hablas conmigo y cuando lo hacemos cada vez eres más fría. Ni me has besado cuando me viste, ¿es normal eso? ¿Qué pasa?
-Rober, ahora mismo no puedo...
-¿Quieres que me vaya? ¿No quieres decirme qué pasa?
-Ya no es lo mismo... No eres el mismo...
-¿Soy el problema?
-¿Y qué pasa con esa chica?
-Nada, ella no para de apoyarme mientras que nuestros amigos que tan bien informada te tienen me dicen que te mande a la mierda.
-Creo que no es el momento, podemos decir cosas de las que nos arrepintamos...
-Di lo que tengas que decir, pero di algo.
-Lo mejor va a ser que lo dejemos.
-No te ha costado tanto, ¿desde cuándo lo sabías?
-No lo sé, pasó.
-¿Cómo no dijiste nada?-Podía empezar a notar como mis ojos se humedecían y me ardían fruto de mis intentos de aguantarme las lágrimas, no me iba a ver llorar, no podía llorar.-Diría que fue bonito mientras duró pero ahora mismo me has jodido bien.
-Rober, yo...
-Tranquila así son las cosas, cuidate.-Nos abrazamos y nos despedimos, me sentía como una mierda y ella me acababa de dejar con la misma naturalidad con la que pestañeamos, nunca entenderé la mente de las mujeres.-Suerte en las recuperaciones.
En ese momento solo tenía ganas de ver a Xiana, la llamé desde mi móvil y decidimos quedar en la puerta del instituto. Cuando salí del autobús empezó a llover, mi suerte estaba tomando un rumbo poco alentador. Llegué a la puerta del instituto y allí estaba Xiana, había sido previsora y tenía un paraguas, esta chica valía su peso en oro, era imposible que le pudiera gustar. ¿En qué cabeza podía entrar? Cuando me vio, me abrazó y por un momento Silvia desapareció del mundo.
-Silvia y yo...-Me derrumbé y comencé a llorar, me daba igual, Xiana me comprendía y me regaló una sonrisa y me pasó la mano por el hombro en señal de consuelo.-Lo peor es saber que todos los demás tenían razón, que estaba equivocado, que...
-Tranquilo, estas cosas pasan, hiciste lo que creías conveniente y...-En ese momento la besé, el presente venció al pasado. En ese momento comprendí que Xiana era la realidad que estaba buscando frente a un montón de recuerdos que se resistían a formar parte del pasado. En ese momento sentí como el paraguas de Xiana golpeaba el asfalto y como la lluvía nos unía y limpiaba al mismo tiempo, en ese beso convertimos los rumores, convertimos la complicidad, convertimos unos sentimientos que se negaban a aflorar en una realidad.
-Perdona por llegar tarde.
-No pasa nada, el autobús...
-Aquí no, a este beso.
El final fue de lo más predecible, pero aún así estuvo muuuuuuuuuy bueno. En el top 3 de las mejores historias que escribiste, sin duda.
ResponderEliminarEl frío me calaba los huesos, es de esos días del año donde trabajar debería estar prohibido, lo oficina era un congelador y mis compañeros cuerpos con el alma robada por la temperatura.
ResponderEliminarEl panorama, mucho más que desolador, pero una cosa me mantenía vivo, hoy volvía Juan a la barra del bar, después de ese altercado en el que se corto los tendones de ambas manos en una ridícula pelea con el alcalde de la cuidad, que lo acusaba de seducir a sus hijas y hacer una orgía con ellas, quizás fue el efecto del alcohol o alguna faceta secreta de tan misterioso sujeto. En efecto, Juan no hablaba mucho, de hecho, no sabemos si Juan es su verdadero nombre, ni de donde era, se comunicada con secas palabras bañadas en raro acento, pero ¿a quien le importa? Sus tragos era simplemente espectaculares, muchas personas venían a este bar solo para deleitarse con la magia de Juan.
Al entrar inmediatamente lo vi, nos saludamos y le pedí lo de siempre, un vaso de ese brebaje de nombre extraño que me costo meses aprender a pronunciar, a mi lado se sentó una mujer joven, no una belleza prohibida, claro está, pero su presencia me llamó la atención, curiosa por las palabras que acaban de salir de mi boca comenzamos a hablar. Al cabo de unas horas ya estaba al borde la la borrachera, el bar estaba cerrando y Juan nos ofreció acercarnos a nuestros hogares, curiosamente los tres vivíamos muy cerca, era raro que no lo hubiese notado antes.
Ella nos invito a quedarnos en su casa, era curioso, el departamento me resultaba muy familiar, pero no es raro que las personas tengan gustos similares al decorar, nos acabamos un Vodka y lo ultimo que recuerdo fue estar besándome con esa mujer aprovechando la ausencia de Juan que se levanto para ir al baño.
Desperté en la cama, mi cama, y a mi costado estaba ella, y al otro Juan, desnudos, me sacudí, quizás no sabia mucho de Juan pero ahora de algo estaba seguro, no de su nacionalidad, ni de su edad, sino de su sexo, era mujer, y la extraña mujer, era un hombre, y en el piso de la habitación, un cuerpo bañado en sangre, mi cuerpo, bañado en sangre, rápidamente corrí al sanitario, me metí a la ducha creyendo que mi cuerpo acusaba alguna herida. Para mi alivio no era esa el caso, ¿y el cuerpo en el piso? ¿como llegamos a mi departamento? Mire por la ventana y se detuvieron unos coches de policía, ¿como iba a explicar todo esto? Sentí un ardor en mis genitales, y mientras escuchaba como derribaban la puerta, leí, grabado en mi pene, la palabra...
SUBPOLE.
Sin duda que lograste plasmar lo que sentía el protagonista (se sabe al "qué" y "quién" me refiero) El toque del final, aquel desenlace clásico de tintes de series para mujeres de 30 años, es bueno, típico de una historia de tal magnitud. Me gusta demasiado. Ánimo y éxito en lo que sigas escribiendo.
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