Era un misterio el porqué dos personas tan diferentes como Carlos y yo salíamos juntos y formábamos tan buen equipo. Por aquel entonces yo había dejado la bebida y él ya se encargaba de beber por los dos. La gente nos miraba raro al principio, parecía imposible que dos personas a priori tan distintas pudieran tener tal conexión, nos dedicábamos a salir y disfrutar de la noche y sus frutos, era muy sencillo para nosotros. Él era más alto, más apuesto y más lanzado que yo, eso atraía a las mujeres que se dejaban engatusar por su físico, sus ojos verdes y por mi forma de venderlo. Yo era su cerebro de respuesto, cuando el suyo empezaba a fallar por ingesta de whisky. No fallaba en el aspecto de perder el equilibrio o defectos en el habla, quizás eso mejoraba; Carlos cuando bebía carecía de la capacidad de la memoria tanto a largo como a cortísimo plazo, ese era el problema que yo con paciencia y habilidad contrarrestaba.
Esa noche podría ser una noche de sábado normal y corriente, salimos los dos con el mismo ritual de siempre. Quedamos a las doce y media de la noche en el lugar de siempre, él llegó con la botella de Ballantine's, vasos de plástico y una lata de Red Bull. Nos sentamos en los bancos de siempre y empezamos a charlar sobre lo que charlan un borracho y un sereno, mamonadas graciosas. Le recordé sucesos importantes de la noche anterior a las que al principio respondía con incredulidad pero terminaba confiando en los efectos del alcohol en su persona. Siempre se terminaba la botella de whisky y siempre sobraba lata de refresco que me daba a mi para que la terminara, éramos una dupla muy curiosa. Eran las tres de la mañana y como siempre nos dirigíamos al local de siempre a ver que deparaba la noche. Mientras caminábamos hacia nuestro destino, le avisaba a mi socio que tuviera cuidado con las personas que pudieran estar, especialmente con las que podría tener conflicto, ya sea de faldas o de duelo de machos. Sabía que no se acordaría, pero me sentía culpable si no se lo recordaba cada noche.
Entramos en el local tras el saludo de rigor a los porteros y camareras, Carlos era casi un VIP y a mi me empezaban a coger cariño al verme siempre con él. Yo no estaba tan metido en ese mundo como él y la ausencia absoluta de alcohol me retraía más. Parecía imposible que yo pudiera encajar con Carlos, pero cuando empezábamos a hablar no había quien nos parara, nos complementábamos y dábamos un juego que pocas veces he visto. Carlos ya estaba pidiendo su segunda copa, de whisky como no; y comentó de ir a la pista a bailar, ¿por qué no? Yo era un iniciado en estos términos, me ponía tenso, notaba las miradas burlonas de todo el mundo, en esos momentos solía tomarme una copa o una cerveza, pero ahora no bebebía y complicaba el asunto. Intentaba relajarme y soltar mi cuerpo, Carlos bailaba con soltura, lo hacía bien sin la bebida, con ella duplicaba su talento y desparpajo.
Comenzaba a pasar el tiempo y con ello a terminarse mis energías, me apoyé en una de las paredes del local donde solía colocarme cuando el agotamiento comenzaba a aparecer, desde aquella posición podía mantener vigilado a mi compañero y de paso tener una visión de todo el local en cuestión. Miré a mi derecha, ahí estaba la barra con sus camareras de un lado a otro fingiendo su mejor sonrisa para la hilera de borrachos babosos cuyos intentos de piropos mientras piden una copa invitaban a perder la esperanza en la especie humana y de paso comprender el sufrido trabajo de camarera. Miro a mi izquierda y veo a dos parejas en pleno auge lascivo y a una chica solitaria en medio de ambas. Me fijo en ella, pelirroja, altura media, un bonito vestido floral y un pronunciado escote que poco dejaba a la imaginación, una curva entre la cintura y la cadera sensual... Antes que pudiera seguir analizando noté como ella me empezó a mirar y por acto reflejo disimulé y miré para otro lado. Menuda cazada compañero, pensé para mis adentros. La chica estaba sola, podría ir allí y decirle algo, estábamos los dos solos, con un poco de gracia seguro que por lo menos tendría un poco de compañía y charla mientras mi amigo seguía ingiriendo whisky y bailando.
La chica en cuestión debía ser amiga de una de las chicas que estaba con un tio contra la pared. La amiga y su acompañante se pusieron a bailar y ella forzó una sonrisa como aprobando que la dejaran sola. ¡Menuda amiga de mierda! Volví a fijarme en ella, no estaba seguro si era pelirroja natural o teñida, le quedaba bien de todas formas. Tenía unos ojos grandes y expresivos, se podía notar lo incómoda que estaba siendo la soledad en esos momentos admirando un segundo esos ojos. Sus carnosos labios perdían cierto encanto con esa sonrisa forzada, pero había que reconocer que era una pequeña joyita adornada con flores. Me quedé contemplando sus ojos y se giró notando mi mirada, esta vez aguanté y nuestras miradas se cruzaron por un rato, ambos giramos las caras al mismo tiempo. ¿Qué estaba pasando? Empecé a notar como me miraba de nuevo y cuando me volví a buscar su mirada fue ella la que se hizo la despistada. Resultaba casi cómico ver como nos evitábamos el uno al otro. Tengo que ir a por ella, algo en mi le habrá interesado o se está burlando de mi, ¿qué le digo? Empezar una conversación con un desconocido es tan horriblemente incómodo... Antes de que pudiera continuar con este hilo de pensamientos Carlos apareció y me instó a que le acompañara, le gustaba mucho la canción que estaba sonando. Le dije que me sentía cansado y le dije que me dijera que le parecía la chica. A pesar de llevar una borrachera considerable analizó bien sus detalles y me dijo que fuera a decirle algo, le dije que no me jodiera y que fuera a bailar. Me estaba empezando a frustrar, ¿a decirle qué?
La amiga había vuelto a junto de la chica, le había dicho si quería pasar un rato con ella y su acompañante y ella negó, parecía que quería quedarse allí y eso me alegró un poco por dentro. Necesitaba aclarar mis pensamientos y fui al baño, me refresqué la cabeza y con ello las ideas, a la salida Carlos me trajo un Red Bull y mientras me lo bebía me volví al muro pero esta vez un poco más cerca de ella. Acababa de dar un paso muy importante o eso creía, la miré y ella me sonrió, parecía estar esperando mi acercamiento. ¿Qué tenía que hacer ahora? No era la primera vez que había una mujer en mi vida, pero nunca supe que hacer con ellas, que clase de código hay para iniciar algo... Me estaba volviendo loco y miré a Carlos que estaba atento a todos mis pasos buscando una respuesta. No encontré nada, me separé del muro para ir a preguntarle a él, a mitad de camino me giré y volví al muro más cerca de ella, podía alcanzarla estirando mi brazo. Volvimos a cruzar miradas y eso era magia, el deseo nos instaba a acercarnos el uno al otro, pero había una especie de energía superior que convertía la unión en imposible. Miré como su mano se acercaba y yo separé la mia de mi cuerpo, nuestras manos se tocaron levemente y me volví a sentir como un adolescente frente a su primer amor. Esto era tan inocente, tan puro, tan utópico. Cada paso era tan lento, como si el miedo a precipitarnos por un acantilado imaginario frustrara el deseo tan grande que había en esos momentos. Estuvimos mirándonos un buen rato, no sabría decir con exactitud el tiempo concreto. Su amiga vino y le debió decir que se tenían que ir, mientras se iba intentó buscar mi mano por última vez, no alcancé a tocarla. Me sentí frustrado y me odié a mi mismo por mi falta de coraje de esa noche. Antes de que cruzara la puerta pude ver como se giraba una última vez y nos despedíamos con la mirada mientras empezaba a notar cierta tristeza por lo corta que se nos había hecho la noche. Carlos vino a reprenderme por mi falta de sangre en las venas. Ya era tarde y nos tendríamos que ir.
Esa noche apenas pude dormir pensando en ella, no conocía su nombre, no habíamos intercambiado nada más que unas miradas, unas sonrisas y una pequeña caricia, quizás eso fuera lo que había convertido a esa chica en algo tan especial. No hubo nada que lo estropeara, ni un nombre, ni un pasado, ni un momento triste... Tenía ganas de volver a verla, durante toda la semana estuve deseando volver a verla aunque no sabía bien que haría si eso ocurriese. Años más tarde la volví a ver, por el día, en la calle, ella iba con dos chicas más y yo venía de comprar un libro. La miré fijamente buscando su reconocimiento y durante un segundo nuestras miradas volvieron a enfrentarse, aprecié una chispa de reconocimiento por su parte, quizás fuera mi imaginación o mis deseos pero por un momento volvimos a estar en aquella noche de sábado.
Excelente historia, la verdad es que es una lástima que no te hayas animado a decirle si quiera hola... cobarde. Pero no importa, quizás era mejor tener esa conexión para evitar cagarla si hablaban o algo...
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