¿Qué había pasado aquella noche entre Eva y yo? De aquel encuentro nocturno me quedaba la anotación que borracho había escrito y la mitad de la ropa interior que me había dejado dentro de mi cuaderno de anotaciones. En un acto extraño y que quise considerar de buena fe, le había devuelto el sujetador que había dejado como pago por mis servicios, el culotte me impedí entregarlo. Era la única prueba física y real que me recordara lo que sucediera en mi cuarto aquella noche de la que no me acuerdo de nada y que Eva dice tampoco recordar. Apenas hablé con ella desde entonces, no es que quisiera, pero me habría gustado estar seguro que decía la verdad. Mi relación con Eva no llegaba a ser ni amistosa, no me atraía más allá de aquel cuerpo desnudo devolviéndole la vista a un hombre resacoso; pero tenía el presentimiento de la frialdad con la que nos tratábamos el uno al otro ocultaba algo más que diferencias personales. Que aquella mujer y yo no teníamos una relación precisamente de amigos lo tenía claro, nos habíamos acostado juntos y al día siguiente nuestro lado más racional repudiaba los hechos, ¿por qué habríamos acabado en la cama entonces? ¿Qué empuja a dos personas de distintos mundos a unirlos?
Era sábado y esa noche con toda seguridad me la encontraría por la noche. Sentí ganas de quedarme en casa y recibí un mensaje al teléfono de Bruno para salir, acepté. Cenaríamos en mi casa viendo fútbol, no era un partido que me llamara la atención pero era difícil que alguno lograra cautivarme a no ser que fuera de alguno de los equipos a los que sigo. Me toqué la cara y noté como rascaba, debía afeitarme y me puse a ello antes de que vinieran mis amigos. Mis ganas por salir no eran altas, las de afeitarme menores, pero la primera cerveza tras eliminar el bello de mi cara hizo que mis papilas gustativas le pidieran una oportunidad para salir al resto del cuerpo. Mi cuerpo, mi cuerpo volvía a empezar a perder la forma humana que había recuperado y que la dejadez de la vida monótona estaba matando. Empezaba a no sentirme bien con todo esto, conmigo mismo, con la rutina de emborracharse día si y otro también, de la gente, de echarla de menos. No recuerdo cuanto tiempo había pasado desde que nos dijimos el último adiós, pero ninguna de las mujeres que llegó tras su marcha fue capaz de conseguir que le diera la bienvenida. Todavía pienso en ella, todavía veo posibilidades en el infinito y árido desierto que quedó entre nosotros. Decidí que necesitaba otra cerveza y llegaron las visitas, mientras me habría una litrona les recibí y les dije que se fueran sentando.
Aquellas reuniones no tenían nada de especial, mofarse de futbolistas y sus errores, bromas de los unos a los otros y comida basura mezclada con bebidas no menos insanas. Esa sencillez era la clave del éxito. No había ningún tipo de formalidad y no la necesitábamos en absoluto. Unas pizzas, unas cervezas y algunos refrescos con un partido en abierto era la combinación perfecta. Durante el partido, durante esos momentos de charla distendida, se lograba mi absoluta desconexión del mundo y sus avatares. En esas cenas solían empezar las buenas noches, las que al sábado siguiente recordaríamos en la siguiente cena.
Cuando terminamos de cenar, se retiraron cada uno a su casa para cambiarse y yo entré en mi cuarto a escoger ropa. Era una tarea sencilla, aunque en muchas ocasiones me frustraba por intentar crear algo nuevo con mi ropa vieja. Unos vaqueros y una camiseta valdrían. Me echo colonia y cuando miro la hora vuelvo a llegar tarde. Bajo las escaleras y ya me están esperando con cara de pocos amigos, siempre tarde. Vamos caminando y saco de la cazadora mi cartera para ver cuanto dinero tengo, poco pero suficiente. Había bebido dos cervezas y una litrona antes de salir de casa, lo necesario para encender el pequeño motor en mi cabeza. Llegamos al bar y allí estaban más de nuestros amigos, mientras saludaba a todos, me acerqué a la barra y le pedí un whisky al camarero. Beber día si y otro también, ¿en eso se había convertido mi vida? Hablaba de mi día a día con la gente y pude percibir como entraba Eva con una amiga, un bonito vestido apretado, sin demasiado escote pero que dejaba ver unas bonitas piernas, seguí a lo mio y me pedí la segunda copa. Eva era mona, una belleza que no pretendía alcanzar la exuberancia de prostituta que muchas mujeres de mi generación lucen. Se acercó a mi y con una mirada me indicó que quería hablar en privado, me aparté del grupo de gente y vi como su amiga estaba con un chico. Salimos fuera.
-Ya te he dicho que no tengo tu ropa interior.
-No es eso imbécil.
-¿Has venido a darme otra sesión de insultos?
-No me has dado opción a otra cosa por el momento, ¿me dejas hablar?-Con un gesto indiqué que permanecería callado.-Gracias. Vine porque en realidad me acuerdo más o menos de lo de aquella noche, ¿tú no?
-Ojalá pudiera, ¿estuve bien?
-¿Qué más da eso? ¿No te das cuenta de lo insultante que es que no te acuerdes de nada?
-Yo... En realidad no sé que decir... Lo siento. Yo en tu lugar no querría acordarme.
-No sabes lo estúpida que me siento ahora.-En su expresión había un gesto triste, de indignación.-No sabes.
-Perdona, en realidad no es tu culpa, no eres tú. Es esta mierda que tengo dentro, esta vida de joderme lentamente y hacer lo mismo con quien me de algo. Tarde o temprano le pasa a todos, apenas te conozco y ya te lo hice, lo siento. Esta historia no es nueva para mi.
-Mira, no sé ni porque quise hablar de esto.
-Di lo que tengas que decir, no importa.
-Mejor me voy.
-Espera...-La tomé del brazo y la giré. Sin tiempo para que reaccionara puse uno de mis brazos alrededor de su cintura y la besé, con calma, tomándome mi tiempo, sin sentido pero bien.
-¿Qué cojones haces?-Me aparta de un empujón y me golpea con su mano la mejilla izquierda que me arde. ¿Qué demonios estaba haciendo?-¿Qué te has pensado que soy? ¿Pensabas en emborracharte y acostarte conmigo sin acordarte? ¡Una mierda para ti!
-¿A qué viene esto? En serio, ¿qué pasa por tu cabeza? ¿Para qué me sacas aquí fuera?
-¿Quién te crees que eres? ¡Eres un mierda!
Se va. En aquel momento pensé que Eva era como todas, otra más que no se merece mi semen. Borré eso de mi mente antes de parecer un despechado, disimulé la marca de la mejilla pellizcándome la otra para que parecieran ambas rojizas y entré en el bar. Pedí otra copa, la última de la noche. Me volví pronto caminando solo a casa, aquella noche no entendí nada. No entendí mi comportamiento, ni el suyo y no entendí como el azar había llegado a llevarme tras esa situación. Me senté en mi escritorio, vi su ropa interior colgada, la guardé en un cajón y arranqué la página donde me había escrito la noche que Eva había estado en mi cuarto para tirarla a la basura. No había nada con esa mujer, era yo. El problema estaba en mi, aquella nota tenía sentido, mi odio tenía un destinatario que era yo. Me fui a la cama, otra vez volví a acordarme de como se marchó hace meses de mi vida, esta vez de forma diferente, aquel odio venía de ese día, de ese momento. Pensé: "nos odio, no a ti Eva, no a tus golpes y tus desprecios; a las dos personas que parecemos cuando nos juntamos y me traen un pasado donde no debí nunca estar".
jueves, 29 de marzo de 2012
domingo, 18 de marzo de 2012
Nos odio
¿Qué hora es? ¿Ya es de día? Maldito dolor de cabeza, ¿estoy en casa? Parece que si. Me muevo intentando reconocer mi cuarto, ¿y esto? ¿Qué hice yo ayer para estar acompañado? Paseo lentamente mi mano por la cama y compruebo que es una mujer y el perfume me lo confirma. Vaya Roberto, eres un buen cabrón. La has vuelto a liar otra noche y otra noche no sabes por qué estás donde estás y con quién estás. Está demasiado oscuro para intentar reconocerla y quizás a plena luz del día tampoco podría hacerlo, no sería la primera vez que aparezco en un lugar desconocido con amoríos cuyo nombre desconozco. Estaba en un buen lío y con un dolor de cabeza importante. Otra noche de excesos que me tocaba enmendar al día siguiente. Me incorporo con delicadeza probando hasta que punto la resaca afectaba a mis reflejos y salí de mi cuarto con cautela de no despertar a mi invitada. Al entrar en el baño y encender la luz me di cuenta de que estaba desnudo. Tuve fiesta por la noche, por lo menos eso lo podía confirmar. En mi mala cara se podía ver como esbocé una sonrisa. Me senté en el baño y me puse a mear mientras intentaba descubrir quien era la chica. Recordaba haber salido con Marcos a tomar unas cañas tranquilamente, recuerdo haber entrado al bar de siempre y decidir comprarnos una botella de ron. A partir de ahí se empiezan a complicar los recuerdos, Marcos hablándome de su novia y yo como si fuese un entendido en mujeres aconsejándolo. Tras eso la oscuridad. Fui a la cocina y me puse a beber de la botella de agua, estaba deshidratado logicamente. Eran las cuatro de la tarde, sea quien fuera la persona que estaba en mi cuarto tendría que irse dentro de dos horas como mucho, antes de que llegue mi madre a casa. Comí un minicroisant que había en la cocina y volví a dar otro trago a la botella de agua.
De camino a mi cuarto pensé en mil formas de despertar a la desconocida sin molestarla demasiado, aunque no creo que haya forma cómoda de echar a alguien de quien no te acuerdas su nombre de tu casa. Abrí la puerta de mi cuarto y miré en el suelo mis gallumbos, me los puse y con la luz del resto de la casa pude empezar a percibir rasgos de la joven que permanecía en mi cama. Lo primero que pude ver es en el suelo parte de su ropa: un vestido negro que parecía ser bastante ceñido, unas medias oscuras y unas bailarinas negras, no vi por ninguna parte su ropa interior, quizás no usaba, punto a su favor pensé. Alcé un poco más la vista y pude ver su cuerpo desnudo en mi cama, las sábanas tapaban algunas partes y se encontraba de espaldas pero con la poca luz que llegaba desde el pasillo pude ver su larga melena oscura que descendía por su espalda y que moría en el intento de alcanzar una delgada cintura. Su piel era clara, no más que mi blanco de teta de monja pero lo suficiente como para saber que tampoco le pegaba demasiado el sol a esa bonita figura. Las sábanas dejaban entrever unas piernas interesantes y la curiosidad por un instante casi me hace perder los papeles y lanzarme sobre ese regalo que me habían dejado los Dioses en mi cama. Era el momento de hacer algo. Me metí entre las sábanas y me acerqué lentamente a ella... ¿EVA? ¡Mierda! No podía ser Eva, ¿de todas las mujeres del mundo por qué tuve que meter a Eva en mi cama? Ahora estaba jodido por segunda vez en muy poco tiempo, no sólo tenía que sacar a Eva de mi cama, además tenía que despertar a Eva y descubrir qué había pasado. Antes de hacer nada eché una última mirada al cuerpo de Eva y me maravillé en la pequeña joyita que tenía delante y que pocas veces se mostraba bajo los focos para brillar pero no dejaba de ser Eva. Le toqué suavemente el hombro mientras la llamaba con voz temerosa por su nombre, se despertó y parecía tener resaca también, le ofrecí agua y mientras me miraba un poco alucinada dió un trago.
-Buenos días Evita.
-No fue un sueño, tú y yo.
-Supongo...
-Madre mia, madre mia...
-Me pasó lo mismo al despertarme si te sirve de consuelo.
-Pero, ¿cómo?
-Yo lo último de lo que me acuerdo es de empezar a beber ron con un amigo.
-¿Dónde está mi ropa?-Le señalé el suelo y tapada con mi sábana la recogió toda.-¿Qué hiciste con mi ropa interior?
-¿Usas ropa interior? Por un momento me ilusioné que le dabas libertad a toda tu sexualidad. Estará por alguna parte del cuarto o de la casa, ¿quieres que te traiga algo mientras la buscas?
-No me traigas nada, ¿qué vamos a hacer?
-Por mi parte podríamos hacer lo que creo que ninguno de los dos recordamos y luego olvidar todo, ¿qué te parece?
-Eres un guarro.
-Aquí ambos somos unos cochinillos Evita.-Ella seguía buscando su ropa por el suelo de mi cuarto y decidí encenderle la luz para hacerle la búsqueda más llevadera.-Para mi esto tampoco es agradable, no te creas. Intento llevarlo con buen humor pero somos dos causas perdidas que se juntaron en un movimiento bastante extraño del alcohol y el azar. Estoy de mierda hasta encima y sólo quiero que por lo menos no nos gritemos y hagamos más daño a nuestras cabezas resacosas.
-No encuentro el resto de mi ropa pero creo que me voy a ir.
-¿Así? ¿Sin hacerte una foto de recuerdo ni nada?
-No me hace gracia.
-A mi tampoco, ¿qué clase de borrachera pudimos tener ayer?
-¿Me estás llamando fea?
-Ni mucho menos, todo lo contrario tal vez. Me enamoré de tu desnudo hasta el momento que tuve que volver a la realidad y despertarte pero no puedo comprender como ambos pudimos acabar aquí. La belleza no tiene nada que ver en esto.
-Eres un adulador de mierda.
-Si quisiera adularte no habría hecho falta la bebida para esto y no querrías irte, en cambio esto de ahora está mal.
-Ahora estoy segura de que me voy a ir.
-¿No quieres nada?
-Date la vuelta que me voy a vestir.
-¿Sin ropa interior?
-¡No mires!-Me giré sin ninguna intención de mirar como se cambiaba, durante la conversación su gloriosa imagen había perdido fuerza en mi interior y no quería que se estropeara del todo, permanecí de espaldas.-Ya estoy.
-Te acompaño hasta la puerta, te acompañaría hasta casa a pesar de la tesitura pero ya ves como estoy.
-No hace falta, es un detalle pero ahora mismo verte es lo que menos necesito.
-Lo tomaré como un cumplido.-La acompañé hasta la puerta de mi casa.-Me gustaría decir que ha sido un placer, pero ni me acuerdo y no creo que en tu versión lo sea, te prometo discreción.
-Eso espero, adios Rober.
-Que tengas un buen viaje Eva.
Cerré la puerta y entré en la cocina a por otra botella de agua. Di un largo trago. Evita, Evita. Mujer peligrosa. Detrás de esa timidez casi semejante al odio hay un poco de fuego esperando a salir a flote con la bebida. Esto había sido solamente una noche, lo tenía claro. Yo estaba en mi mundo de autodestrucción y Eva, Eva ahora mismo se odiaría a si misma por acabar conmigo en la cama y me odiaría a mi sabe Dios por qué. Eran las cinco de la tarde de un domingo cualquiera, un domingo que habría sido cualquiera si Eva no se hubiese despertado con su magnífico desnudo de marfil en mi cama, con su cuerpo perfectamente colocado entre mis sábanas dispuesta a ser adorada como un ídolo de una cultura ya extinta. Entré en mi cuarto, me senté en mi silla y encendí el ordenador, miré mi cuaderno de notas y algo raro había. Lo abrí y me encontre la ropa interior de Eva, debajo de la misma y con mi letra de borracho ponía: Para el Rober del futuro, no me odies.
De camino a mi cuarto pensé en mil formas de despertar a la desconocida sin molestarla demasiado, aunque no creo que haya forma cómoda de echar a alguien de quien no te acuerdas su nombre de tu casa. Abrí la puerta de mi cuarto y miré en el suelo mis gallumbos, me los puse y con la luz del resto de la casa pude empezar a percibir rasgos de la joven que permanecía en mi cama. Lo primero que pude ver es en el suelo parte de su ropa: un vestido negro que parecía ser bastante ceñido, unas medias oscuras y unas bailarinas negras, no vi por ninguna parte su ropa interior, quizás no usaba, punto a su favor pensé. Alcé un poco más la vista y pude ver su cuerpo desnudo en mi cama, las sábanas tapaban algunas partes y se encontraba de espaldas pero con la poca luz que llegaba desde el pasillo pude ver su larga melena oscura que descendía por su espalda y que moría en el intento de alcanzar una delgada cintura. Su piel era clara, no más que mi blanco de teta de monja pero lo suficiente como para saber que tampoco le pegaba demasiado el sol a esa bonita figura. Las sábanas dejaban entrever unas piernas interesantes y la curiosidad por un instante casi me hace perder los papeles y lanzarme sobre ese regalo que me habían dejado los Dioses en mi cama. Era el momento de hacer algo. Me metí entre las sábanas y me acerqué lentamente a ella... ¿EVA? ¡Mierda! No podía ser Eva, ¿de todas las mujeres del mundo por qué tuve que meter a Eva en mi cama? Ahora estaba jodido por segunda vez en muy poco tiempo, no sólo tenía que sacar a Eva de mi cama, además tenía que despertar a Eva y descubrir qué había pasado. Antes de hacer nada eché una última mirada al cuerpo de Eva y me maravillé en la pequeña joyita que tenía delante y que pocas veces se mostraba bajo los focos para brillar pero no dejaba de ser Eva. Le toqué suavemente el hombro mientras la llamaba con voz temerosa por su nombre, se despertó y parecía tener resaca también, le ofrecí agua y mientras me miraba un poco alucinada dió un trago.
-Buenos días Evita.
-No fue un sueño, tú y yo.
-Supongo...
-Madre mia, madre mia...
-Me pasó lo mismo al despertarme si te sirve de consuelo.
-Pero, ¿cómo?
-Yo lo último de lo que me acuerdo es de empezar a beber ron con un amigo.
-¿Dónde está mi ropa?-Le señalé el suelo y tapada con mi sábana la recogió toda.-¿Qué hiciste con mi ropa interior?
-¿Usas ropa interior? Por un momento me ilusioné que le dabas libertad a toda tu sexualidad. Estará por alguna parte del cuarto o de la casa, ¿quieres que te traiga algo mientras la buscas?
-No me traigas nada, ¿qué vamos a hacer?
-Por mi parte podríamos hacer lo que creo que ninguno de los dos recordamos y luego olvidar todo, ¿qué te parece?
-Eres un guarro.
-Aquí ambos somos unos cochinillos Evita.-Ella seguía buscando su ropa por el suelo de mi cuarto y decidí encenderle la luz para hacerle la búsqueda más llevadera.-Para mi esto tampoco es agradable, no te creas. Intento llevarlo con buen humor pero somos dos causas perdidas que se juntaron en un movimiento bastante extraño del alcohol y el azar. Estoy de mierda hasta encima y sólo quiero que por lo menos no nos gritemos y hagamos más daño a nuestras cabezas resacosas.
-No encuentro el resto de mi ropa pero creo que me voy a ir.
-¿Así? ¿Sin hacerte una foto de recuerdo ni nada?
-No me hace gracia.
-A mi tampoco, ¿qué clase de borrachera pudimos tener ayer?
-¿Me estás llamando fea?
-Ni mucho menos, todo lo contrario tal vez. Me enamoré de tu desnudo hasta el momento que tuve que volver a la realidad y despertarte pero no puedo comprender como ambos pudimos acabar aquí. La belleza no tiene nada que ver en esto.
-Eres un adulador de mierda.
-Si quisiera adularte no habría hecho falta la bebida para esto y no querrías irte, en cambio esto de ahora está mal.
-Ahora estoy segura de que me voy a ir.
-¿No quieres nada?
-Date la vuelta que me voy a vestir.
-¿Sin ropa interior?
-¡No mires!-Me giré sin ninguna intención de mirar como se cambiaba, durante la conversación su gloriosa imagen había perdido fuerza en mi interior y no quería que se estropeara del todo, permanecí de espaldas.-Ya estoy.
-Te acompaño hasta la puerta, te acompañaría hasta casa a pesar de la tesitura pero ya ves como estoy.
-No hace falta, es un detalle pero ahora mismo verte es lo que menos necesito.
-Lo tomaré como un cumplido.-La acompañé hasta la puerta de mi casa.-Me gustaría decir que ha sido un placer, pero ni me acuerdo y no creo que en tu versión lo sea, te prometo discreción.
-Eso espero, adios Rober.
-Que tengas un buen viaje Eva.
Cerré la puerta y entré en la cocina a por otra botella de agua. Di un largo trago. Evita, Evita. Mujer peligrosa. Detrás de esa timidez casi semejante al odio hay un poco de fuego esperando a salir a flote con la bebida. Esto había sido solamente una noche, lo tenía claro. Yo estaba en mi mundo de autodestrucción y Eva, Eva ahora mismo se odiaría a si misma por acabar conmigo en la cama y me odiaría a mi sabe Dios por qué. Eran las cinco de la tarde de un domingo cualquiera, un domingo que habría sido cualquiera si Eva no se hubiese despertado con su magnífico desnudo de marfil en mi cama, con su cuerpo perfectamente colocado entre mis sábanas dispuesta a ser adorada como un ídolo de una cultura ya extinta. Entré en mi cuarto, me senté en mi silla y encendí el ordenador, miré mi cuaderno de notas y algo raro había. Lo abrí y me encontre la ropa interior de Eva, debajo de la misma y con mi letra de borracho ponía: Para el Rober del futuro, no me odies.
domingo, 11 de marzo de 2012
Carta de amor a la mujer del viernes diez de febrero
Querida chica del viernes diez de febrero,
La nostalgia y la culpa me obligan a escribirte. Desde la mayor de las sinceridades, no recuerdo tu nombre, creo que empezaba por "A", pero no quiero meter más la pata bautizándote de nuevo. Empiezo con mal pie pero tengo que reconocer que gran parte de la culpa la tiene el alcohol, soy un hombre de la bebida. Normalmente soy una persona con la que se puede hablar y con una gran capacidad de memoria pero el alcohol me transforma en algo que no entiendo como pudiste sorportar. La bebida me vuelve inseguro e olvidadizo, me hace pensar que el mundo es una gran masa de odio y depresión y que me tengo que alejar del mismo y de quien lo conforma para no caer en esa enferma confusión que creo que tiene corrompida a todas las personas. Me gustaría recordar tu nombre, no lo dudes; pero la verdad es que esta continua huída ha conseguido que no sea capaz de recordar nombres y que ni haya sido capaz de conseguir algún medio por el que volver a encontrarme contigo. Has estado con un ser vivo patetico en aquella fría noche de febrero.
No encuentro algún motivo coherente para que volvieras querer encontrarte con el hombre que ni siquiera es capaz de decir tu nombre, pero yo tengo montones para volver a por ti. Prometo que esta vez no habrá ni cerveza ni whisky de por medio. Tengo ganas de volver a ver tus ojos azules, de ellos si que me acuerdo, eran magníficos, profundos como la visión del mar desde la orilla, grandes y expresivos; recuerdo que la mitad de nuestra conversación de aquella noche provenía de tu mirada. Tu perfume era embriagador, olías a primavera o a lo que yo pienso que debería oler esta estación. De tu físico tengo pequeñas fotografías mentales, un cabello liso y que en algún momento recuerdo haber dicho que quería acariciar; tus manos pequeñas y delicadas, suaves y con las uñas sin pintar; tus mejillas sonrojadas, pensé que era de la bebida pero me dijiste que era por mi, lo tomé como un cumplido como el único en mucho tiempo y por último tus piernas, vestías pantalones vaqueros ceñidos y daba la impresión de que la prenda engañaba sobre la forma y el grado de estilización de tus piernas, pero en mi menté las dibujé hermosas, predispuestas a ser acariciadas y besadas como forma de rendirle pleitesía a tu belleza. Me hablaste de que había un hombre en tu vida, pero tu forma de hablar y tu mirada me mostraron que está en el umbral de la puerta de salida. Recuerdo una canción con la que te pusiste a bailar, no el nombre ni la letra pero si el ritmo de tus caderas y la calidez de tus manos cuando tomaron las mias. Recuerdo pocas de tus palabras pero si cada uno de los mensajes que interpreté en ellas.
La idea de volver a verte me atrae, la idea de volver a ser un naúfrago por voluntad propia en aquella conversación. Me gustaría saber de ti proximamente, me despido deseando que este escrito te llegue dentro de la botella de la discordia que hizo que tu nombre desapareciera de mis archivos mentales cuando la lance al mar.
Sin encontrar palabras que te puedan describir mejor que tu nombre perdido. Hasta siempre.
La nostalgia y la culpa me obligan a escribirte. Desde la mayor de las sinceridades, no recuerdo tu nombre, creo que empezaba por "A", pero no quiero meter más la pata bautizándote de nuevo. Empiezo con mal pie pero tengo que reconocer que gran parte de la culpa la tiene el alcohol, soy un hombre de la bebida. Normalmente soy una persona con la que se puede hablar y con una gran capacidad de memoria pero el alcohol me transforma en algo que no entiendo como pudiste sorportar. La bebida me vuelve inseguro e olvidadizo, me hace pensar que el mundo es una gran masa de odio y depresión y que me tengo que alejar del mismo y de quien lo conforma para no caer en esa enferma confusión que creo que tiene corrompida a todas las personas. Me gustaría recordar tu nombre, no lo dudes; pero la verdad es que esta continua huída ha conseguido que no sea capaz de recordar nombres y que ni haya sido capaz de conseguir algún medio por el que volver a encontrarme contigo. Has estado con un ser vivo patetico en aquella fría noche de febrero.
No encuentro algún motivo coherente para que volvieras querer encontrarte con el hombre que ni siquiera es capaz de decir tu nombre, pero yo tengo montones para volver a por ti. Prometo que esta vez no habrá ni cerveza ni whisky de por medio. Tengo ganas de volver a ver tus ojos azules, de ellos si que me acuerdo, eran magníficos, profundos como la visión del mar desde la orilla, grandes y expresivos; recuerdo que la mitad de nuestra conversación de aquella noche provenía de tu mirada. Tu perfume era embriagador, olías a primavera o a lo que yo pienso que debería oler esta estación. De tu físico tengo pequeñas fotografías mentales, un cabello liso y que en algún momento recuerdo haber dicho que quería acariciar; tus manos pequeñas y delicadas, suaves y con las uñas sin pintar; tus mejillas sonrojadas, pensé que era de la bebida pero me dijiste que era por mi, lo tomé como un cumplido como el único en mucho tiempo y por último tus piernas, vestías pantalones vaqueros ceñidos y daba la impresión de que la prenda engañaba sobre la forma y el grado de estilización de tus piernas, pero en mi menté las dibujé hermosas, predispuestas a ser acariciadas y besadas como forma de rendirle pleitesía a tu belleza. Me hablaste de que había un hombre en tu vida, pero tu forma de hablar y tu mirada me mostraron que está en el umbral de la puerta de salida. Recuerdo una canción con la que te pusiste a bailar, no el nombre ni la letra pero si el ritmo de tus caderas y la calidez de tus manos cuando tomaron las mias. Recuerdo pocas de tus palabras pero si cada uno de los mensajes que interpreté en ellas.
La idea de volver a verte me atrae, la idea de volver a ser un naúfrago por voluntad propia en aquella conversación. Me gustaría saber de ti proximamente, me despido deseando que este escrito te llegue dentro de la botella de la discordia que hizo que tu nombre desapareciera de mis archivos mentales cuando la lance al mar.
Sin encontrar palabras que te puedan describir mejor que tu nombre perdido. Hasta siempre.
domingo, 4 de marzo de 2012
Febrero se nos hizo largo
Pasar página es una situación que cualquiera tiene que llegar a vivir y que siempre se replantea muy dura o a los ojos del derrotista, imposible. Esta expresión se utiliza en numerosas ocasiones para diversos tipos de sucesos; ya sean amorosos, laborales o de relaciones sociales el término "pasar página" acabará apareciendo. ¿Qué es realmente pasar página? Como para todo, cada uno tendrá su opinión:
Pasar página es ante todo vivir más y pensar menos, es aprender, es abandonar sin olvidar que tarde o temprano te puedes volver a topar en el mismo punto y debes saber como hacerlo mejor, es luchar y es algo natural. La vida te pondrá obstáculos, te hará llevar lastres y llegará el día en el que tendrás que romper con el pasado o liberarte de lo que te oprime. Llora, grita y lamétate todo lo que sea necesario; nadie debería judgarnos por ello. Nunca vivas del pasado y tampoco intentes alimentar tu alma con el futuro, avanza con el paso firme y seguro que te han dado las páginas escritas en el libro de tu vida pero con la cautela de la lógica. No destinifiques las casualidades y no menosprecies el poder de la casualidad. Pasa página.
Esto lo escribo para un lector imaginario, para mi mismo o para quien haya ya pasado página. Lo escribo para un febrero que nunca existió y para un libro que nunca escribimos.
Pasar página es ante todo vivir más y pensar menos, es aprender, es abandonar sin olvidar que tarde o temprano te puedes volver a topar en el mismo punto y debes saber como hacerlo mejor, es luchar y es algo natural. La vida te pondrá obstáculos, te hará llevar lastres y llegará el día en el que tendrás que romper con el pasado o liberarte de lo que te oprime. Llora, grita y lamétate todo lo que sea necesario; nadie debería judgarnos por ello. Nunca vivas del pasado y tampoco intentes alimentar tu alma con el futuro, avanza con el paso firme y seguro que te han dado las páginas escritas en el libro de tu vida pero con la cautela de la lógica. No destinifiques las casualidades y no menosprecies el poder de la casualidad. Pasa página.
Esto lo escribo para un lector imaginario, para mi mismo o para quien haya ya pasado página. Lo escribo para un febrero que nunca existió y para un libro que nunca escribimos.
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