jueves, 29 de marzo de 2012

Nos odio de cualquier forma

¿Qué había pasado aquella noche entre Eva y yo? De aquel encuentro nocturno me quedaba la anotación que borracho había escrito y la mitad de la ropa interior que me había dejado dentro de mi cuaderno de anotaciones. En un acto extraño y que quise considerar de buena fe, le había devuelto el sujetador que había dejado como pago por mis servicios, el culotte me impedí entregarlo. Era la única prueba física y real que me recordara lo que sucediera en mi cuarto aquella noche de la que no me acuerdo de nada y que Eva dice tampoco recordar. Apenas hablé con ella desde entonces, no es que quisiera, pero me habría gustado estar seguro que decía la verdad. Mi relación con Eva no llegaba a ser ni amistosa, no me atraía más allá de aquel cuerpo desnudo devolviéndole la vista a un hombre resacoso; pero tenía el presentimiento de la frialdad con la que nos tratábamos el uno al otro ocultaba algo más que diferencias personales. Que aquella mujer y yo no teníamos una relación precisamente de amigos lo tenía claro, nos habíamos acostado juntos y al día siguiente nuestro lado más racional repudiaba los hechos, ¿por qué habríamos acabado en la cama entonces? ¿Qué empuja a dos personas de distintos mundos a unirlos?

Era sábado y esa noche con toda seguridad me la encontraría por la noche. Sentí ganas de quedarme en casa y recibí un mensaje al teléfono de Bruno para salir, acepté. Cenaríamos en mi casa viendo fútbol, no era un partido que me llamara la atención pero era difícil que alguno lograra cautivarme a no ser que fuera de alguno de los equipos a los que sigo. Me toqué la cara y noté como rascaba, debía afeitarme y me puse a ello antes de que vinieran mis amigos. Mis ganas por salir no eran altas, las de afeitarme menores, pero la primera cerveza tras eliminar el bello de mi cara hizo que mis papilas gustativas le pidieran una oportunidad para salir al resto del cuerpo. Mi cuerpo, mi cuerpo volvía a empezar a perder la forma humana que había recuperado y que la dejadez de la vida monótona estaba matando. Empezaba a no sentirme bien con todo esto, conmigo mismo, con la rutina de emborracharse día si y otro también, de la gente, de echarla de menos. No recuerdo cuanto tiempo había pasado desde que nos dijimos el último adiós, pero ninguna de las mujeres que llegó tras su marcha fue capaz de conseguir que le diera la bienvenida. Todavía pienso en ella, todavía veo posibilidades en el infinito y árido desierto que quedó entre nosotros. Decidí que necesitaba otra cerveza y llegaron las visitas, mientras me habría una litrona les recibí y les dije que se fueran sentando.

Aquellas reuniones no tenían nada de especial, mofarse de futbolistas y sus errores, bromas de los unos a los otros y comida basura mezclada con bebidas no menos insanas. Esa sencillez era la clave del éxito. No había ningún tipo de formalidad y no la necesitábamos en absoluto. Unas pizzas, unas cervezas y algunos refrescos con un partido en abierto era la combinación perfecta. Durante el partido, durante esos momentos de charla distendida, se lograba mi absoluta desconexión del mundo y sus avatares. En esas cenas solían empezar las buenas noches, las que al sábado siguiente recordaríamos en la siguiente cena.

Cuando terminamos de cenar, se retiraron cada uno a su casa para cambiarse y yo entré en mi cuarto a escoger ropa. Era una tarea sencilla, aunque en muchas ocasiones me frustraba por intentar crear algo nuevo con mi ropa vieja. Unos vaqueros y una camiseta valdrían. Me echo colonia y cuando miro la hora vuelvo a llegar tarde. Bajo las escaleras y ya me están esperando con cara de pocos amigos, siempre tarde. Vamos caminando y saco de la cazadora mi cartera para ver cuanto dinero tengo, poco pero suficiente. Había bebido dos cervezas y una litrona antes de salir de casa, lo necesario para encender el pequeño motor en mi cabeza. Llegamos al bar y allí estaban más de nuestros amigos, mientras saludaba a todos, me acerqué a la barra y le pedí un whisky al camarero. Beber día si y otro también, ¿en eso se había convertido mi vida? Hablaba de mi día a día con la gente y pude percibir como entraba Eva con una amiga, un bonito vestido apretado, sin demasiado escote pero que dejaba ver unas bonitas piernas, seguí a lo mio y me pedí la segunda copa. Eva era mona, una belleza que no pretendía alcanzar la exuberancia de prostituta que muchas mujeres de mi generación lucen. Se acercó a mi y con una mirada me indicó que quería hablar en privado, me aparté del grupo de gente y vi como su amiga estaba con un chico. Salimos fuera.

-Ya te he dicho que no tengo tu ropa interior.
-No es eso imbécil.
-¿Has venido a darme otra sesión de insultos?
-No me has dado opción a otra cosa por el momento, ¿me dejas hablar?-Con un gesto indiqué que permanecería callado.-Gracias. Vine porque en realidad me acuerdo más o menos de lo de aquella noche, ¿tú no?
-Ojalá pudiera, ¿estuve bien?
-¿Qué más da eso? ¿No te das cuenta de lo insultante que es que no te acuerdes de nada?
-Yo... En realidad no sé que decir... Lo siento. Yo en tu lugar no querría acordarme.
-No sabes lo estúpida que me siento ahora.-En su expresión había un gesto triste, de indignación.-No sabes.
-Perdona, en realidad no es tu culpa, no eres tú. Es esta mierda que tengo dentro, esta vida de joderme lentamente y hacer lo mismo con quien me de algo. Tarde o temprano le pasa a todos, apenas te conozco y ya te lo hice, lo siento. Esta historia no es nueva para mi.

-Mira, no sé ni porque quise hablar de esto.
-Di lo que tengas que decir, no importa.
-Mejor me voy.
-Espera...-La tomé del brazo y la giré. Sin tiempo para que reaccionara puse uno de mis brazos alrededor de su cintura y la besé, con calma, tomándome mi tiempo, sin sentido pero bien.
-¿Qué cojones haces?-Me aparta de un empujón y me golpea con su mano la mejilla izquierda que me arde. ¿Qué demonios estaba haciendo?-¿Qué te has pensado que soy? ¿Pensabas en emborracharte y acostarte conmigo sin acordarte? ¡Una mierda para ti!
-¿A qué viene esto? En serio, ¿qué pasa por tu cabeza? ¿Para qué me sacas aquí fuera?
-¿Quién te crees que eres? ¡Eres un mierda!

Se va. En aquel momento pensé que Eva era como todas, otra más que no se merece mi semen. Borré eso de mi mente antes de parecer un despechado, disimulé la marca de la mejilla pellizcándome la otra para que parecieran ambas rojizas y entré en el bar. Pedí otra copa, la última de la noche. Me volví pronto caminando solo a casa, aquella noche no entendí nada. No entendí mi comportamiento, ni el suyo y no entendí como el azar había llegado a llevarme tras esa situación. Me senté en mi escritorio, vi su ropa interior colgada, la guardé en un cajón y arranqué la página donde me había escrito la noche que Eva había estado en mi cuarto para tirarla a la basura. No había nada con esa mujer, era yo. El problema estaba en mi, aquella nota tenía sentido, mi odio tenía un destinatario que era yo. Me fui a la cama, otra vez volví a acordarme de como se marchó hace meses de mi vida, esta vez de forma diferente, aquel odio venía de ese día, de ese momento. Pensé: "nos odio, no a ti Eva, no a tus golpes y tus desprecios; a las dos personas que parecemos cuando nos juntamos y me traen un pasado donde no debí nunca estar".

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