Querida chica del viernes diez de febrero,
La nostalgia y la culpa me obligan a escribirte. Desde la mayor de las sinceridades, no recuerdo tu nombre, creo que empezaba por "A", pero no quiero meter más la pata bautizándote de nuevo. Empiezo con mal pie pero tengo que reconocer que gran parte de la culpa la tiene el alcohol, soy un hombre de la bebida. Normalmente soy una persona con la que se puede hablar y con una gran capacidad de memoria pero el alcohol me transforma en algo que no entiendo como pudiste sorportar. La bebida me vuelve inseguro e olvidadizo, me hace pensar que el mundo es una gran masa de odio y depresión y que me tengo que alejar del mismo y de quien lo conforma para no caer en esa enferma confusión que creo que tiene corrompida a todas las personas. Me gustaría recordar tu nombre, no lo dudes; pero la verdad es que esta continua huída ha conseguido que no sea capaz de recordar nombres y que ni haya sido capaz de conseguir algún medio por el que volver a encontrarme contigo. Has estado con un ser vivo patetico en aquella fría noche de febrero.
No encuentro algún motivo coherente para que volvieras querer encontrarte con el hombre que ni siquiera es capaz de decir tu nombre, pero yo tengo montones para volver a por ti. Prometo que esta vez no habrá ni cerveza ni whisky de por medio. Tengo ganas de volver a ver tus ojos azules, de ellos si que me acuerdo, eran magníficos, profundos como la visión del mar desde la orilla, grandes y expresivos; recuerdo que la mitad de nuestra conversación de aquella noche provenía de tu mirada. Tu perfume era embriagador, olías a primavera o a lo que yo pienso que debería oler esta estación. De tu físico tengo pequeñas fotografías mentales, un cabello liso y que en algún momento recuerdo haber dicho que quería acariciar; tus manos pequeñas y delicadas, suaves y con las uñas sin pintar; tus mejillas sonrojadas, pensé que era de la bebida pero me dijiste que era por mi, lo tomé como un cumplido como el único en mucho tiempo y por último tus piernas, vestías pantalones vaqueros ceñidos y daba la impresión de que la prenda engañaba sobre la forma y el grado de estilización de tus piernas, pero en mi menté las dibujé hermosas, predispuestas a ser acariciadas y besadas como forma de rendirle pleitesía a tu belleza. Me hablaste de que había un hombre en tu vida, pero tu forma de hablar y tu mirada me mostraron que está en el umbral de la puerta de salida. Recuerdo una canción con la que te pusiste a bailar, no el nombre ni la letra pero si el ritmo de tus caderas y la calidez de tus manos cuando tomaron las mias. Recuerdo pocas de tus palabras pero si cada uno de los mensajes que interpreté en ellas.
La idea de volver a verte me atrae, la idea de volver a ser un naúfrago por voluntad propia en aquella conversación. Me gustaría saber de ti proximamente, me despido deseando que este escrito te llegue dentro de la botella de la discordia que hizo que tu nombre desapareciera de mis archivos mentales cuando la lance al mar.
Sin encontrar palabras que te puedan describir mejor que tu nombre perdido. Hasta siempre.
Wow, bastante profundo éste la verdad. Una lástima que no recordase el nombre, pero quién sabe, quizás algún día pueda ocurrir algo...
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