viernes, 4 de enero de 2013

Estamos muertos hasta que se demuestre lo contrario

Estamos muertos. Emanando un calor que no es nuestro, que no nos corresponde. Porque nos hemos convertido en tumbas que se desplazan, que han perdido todo lo que un día nos convirtió en personas. Hemos abandonado la individualidad y el pensamiento propio, deciden por nosotros a la hora de hablar, pensar e incluso sobre nuestra ropa. Si alguna vez el ser humano sintió empatía por sus semejantes a día de hoy es un borroso recuerdo de lo que parece un mito; a pesar de que día a día se ven gestos que hacen que se piense que hay esperanza para el ser humano no son más que anécdoticos y llegan a parecer más un defecto del individuo en si en lugar de un comportamiento natural como debiera ser.

Estamos muertos. Por todas las veces que decidimos no cometer un error porque es un error. Porque somos presos de los actos que no cometimos y de las palabras que nunca diremos. Porque nunca los sentimientos han importado tan poco y nunca nos hemos engañado diciendo que valen tanto. Porque nada nos conmueve de verdad, ya nada realmente nos enfurece ni hay una pena que dure cien años.

Estamos muertos. Porque nos despertamos con la idea del "yo especial" y nuestro único motivo para serlo es decir que lo somos. Leemos sin comprender, caminamos sin avanzar y vivimos sin aprender. No tenemos ideales.

Estamos muertos. Y somos felices con ello. Somos infelices con nosotros mismos. Ya no sabemos reir ni llorar. Hemos olvidado como se ama y ni el odio es capaz de dominar un corazón que ya no late.

Estamos muertos. Yo sigo con mi lápida a cuestas, ingénuo pensando que algún día de nosotros, los muertos; nacerá algo. Descansemos en paz.

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