Somos tan pequeños que nos ahogamos en nuestro propio lamento. Aquella chica tenía tatuadas aquellas palabras por toda su cara, como si su tristeza la estuviera oprimiendo hasta dejarla sin respiración. Con la lluvia de fondo caminaba y yo corría intentando alcanzarla, la tomaba del brazo. Y como cada mañana me despierto sin poder encontrar en sus ojos la respuesta. Sofocado por el sueño recurrente que lleva acosándome durante varios meses miré que a mi derecha todavía Isa continuaba durmiendo, sin despertarla la besé en la mejilla y caminé a por un vaso de agua a la cocina. Eran las siete de la mañana de un sábado de mayo, el calor no castigaba pero obligaba a que la unión de nuestros cuerpos durante el tiempo de descanso pasara a dos espaldas chocando en una cama que con la subida de las temperaturas recibía una ola de frío emocional.
Este era el sábado en el que ella se iba a pasar el día con sus padres y yo me quedaría en casa leyendo los relatos para un concurso en el que soy jurado. Podría ir con ella, debería ir con ella tras tanto tiempo juntos, pero con el tiempo su padre había creado un muro de odio contra mi y le entiendo, todavía ni él ni yo podemos comprender por qué su hija pudo empezar una relación conmigo y formalizarla hasta el punto de estar viviendo juntos. Quizás ella tampoco podría ser capaz de responder nunca a eso. Le hago un zumo de naranja, un par de tostadas y se las llevo a la cama.
A la hora de la despedida la acompaño hasta donde tiene el coche y decido acercarme hasta la tienda de música para ver si hay algo interesante que amenice la sesión de lectura que me espera al llegar a casa. Nada en absoluto y al salir comienza a llover, de la nada y cuando todavía el calor se negaba a irse del todo. Sin paraguas empecé a caminar apresurdamente hacia mi casa y unos metros adelante la vi, la chica del sueño. Su pelo oscuro derramándose por su espalda, su forma de caminar, sus brazos, el lugar donde en el mundo onírico acababan mis manos. La curiosidad venció a la cobardía y me apresuré. Como en el sueño avancé intentando encontrar la respuesta, pero esta vez no estaba soñando y sabía que la encontraría. La tomé del brazo y durante un momento el tiempo se detuvo, ella se giró violentamente y pude ver la sorpresa en sus ojos y en ese preciso momento todo tuvo sentido. Pero, ¿por qué hoy? ¿Por qué aquí? ¿Por qué Ana?
No hay comentarios:
Publicar un comentario