El cine nos ha enseñado tres cosas sobre el amor: No hay error que no se pueda reparar con una declaración de amor buena en público; una invasión, guerra, problema climático devastador o situación crítica puedes acabar pillando cacho y que la lluvia es el elemento clave para producir un encuentro amoroso. Yo como lo de hablar en público no se me da demasiado bien y no creo que mis cualidades a la hora de sobrevivir a cualquier problema que no se pueda solucionar en un bar he decidido que es hora de tirar de la lluvia. Para ello he empezado a sacar mi paraguas, un día si y otro no cuando llueve para probar las dos caras de la moneda del momento romántico cinéfilo. El momento uno se produce con paraguas, cuando la chica desvalida a punto de pillar un horrible resfriado por la terrible lluvia que hay se encuentra contigo y tu paraguas que le das cobijo y, ¡din! amor a primera vista; el momento dos desde mi punto de vista es mejor, ya que no tienes que ir cargando con paraguas y además es más estético, llueve y te empapas, te refugias en cualquier portal y allí conoces a otra alocada y atractiva joven que como tú utiliza ese portal para guarecerse de las inclemencias climáticas y ya con un poco de suerte y tal malo será que el romanticismo implícito de la lluvia no haga que todo termine en un beso.
Yo llevo desde enero probando y tengo que decir que la lluvia y más en Galicia es lo mejor. En estos meses ya he pillado un par de resfriados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario