lunes, 15 de abril de 2013

¿Qué quieres que te diga?

Aquella noche me tocaría vivir con dos de las cosas que más odio pero todavía no lo sabía. Estaba de cervezas con dos amigos en un piso mientras ellos levantaban el pais y yo tumbado en el sofá pensando en las cosas que un hombre piensa cuando lleva unas cuantas cervezas encima y se queda cavilativo, mujeres. Aquella noche Nuria me dijo que nos veríamos y yo tenía puestas mis esperanzas en la bebida y en ella. De vez en cuando miraba el teléfono con la ilusión de que apareciese el lugar indicado y la hora perfecta pero ella no daba señales y decidí que ya había bebido bastante y que era hora de irnos a beber a otro lado antes de que la conversación entre Mario y Fran se transformara en una discusión o todavía peor, en querer irse a dormir.

Cruzando la puerta sonó mi teléfono y todo mi ser quiso que fuera Nuria, lo era. Se disculpó por la tardanza y sin preguntar a mis amigos fuimos al lugar donde estaba con sus amigas. Me las presentó y prometo que intenté recordar los nombres, pero a fin de cuentas son nombres. Bebimos un rato y tuvieron la horrible idea de ir a una discoteca. Si quieres joder a un hombre que ha bebido demasiado, mételo en una discoteca. Un laberinto inhumano formado por personas. Eso necesitó otra cerveza más. Por el camino tuvimos que dar un rodeo porque una de las chicas había quedado con un amigo, resultó que era Nuria la chica y el amigo era un gilipollas. Me enfadé, estaba en mi derecho, quería ser el centro de atención, ¿qué tenía eso de malo? Me situé tres pasos por detrás de todo el mundo mientras miraba como el gilipollas en cuestión se dedicaba a arrastra sus tentáculos sobre ella, me enfermó. Seguí distante y cabizbajo por la derrota sin haber comenzado la lucha y noté como alguien se me agarraba al brazo y tiraba de mi, no quería que me quedara atrás.

Entramos en el local y decidí que ese no era mi mundo, pero que había bebido y si la chica no quería formar parte de la película me lo pasaría bien yo solo. Hice el idiota como nunca, mis amigos estaban disfrutando y ambos tenían una copa en la mano, yo estaba sin dinero. Noté como una chica se nos unió y se reía ante la imagen tan dantesca de verme bailar. Le ofrecí la mano y la tomó. Nuria se había ido, sus amigas y el otro tipo desaparecieron con ella. Bailé con la desconocida.

-Me llamo Rober, ¿cómo te llamas?
-...
-¿Eres de aquí?
-...
-¿Me entiendes?
-...
-¿Podrías decir algo? ¿Nombre?
-...
-Ambos estamos muy borrachos, pero joder...

En ese momento puso sus brazos sobre mi hombro y a pesar de mi terrible miedo a lo nuevo decidí que en el peor de los casos ya había bebido lo suficiente para curar las heridas de un posible sopapo. La besé, me respondió timidamente, casi rozando la inocencia. Parecíamos dos primerizos sin saber bien que hacer, volví a hacercarme y esta vez fue ella quien me besó y puso tras ello aire entre nuestros cuerpos. No entendía nada, la tomé de la mano y nos fuimos a la entrada del local. Le dije de nuevo mi nombre, le pregunté el suyo, le pregunté si estaba sola, si pasaba algo. La única respuesta que recibí fue el pestañeo de sus dos enormes ojos. Nos quedamos mirándonos un buen rato y decidí que si no estaba sola lo mejor sería entrar dentro, bailamos y me di cuenta que quería marcharme. Le dije mi nombre, le pregunté el suyo, le pregunté si estaba sola, si pasaba algo, si necesitaba algo y me despedí con un beso en la mejilla. Nos fuimos a otro lado. Me marché triste por mi y por ella. Quizás soy un monstruo y nadie le dice su nombre a los horrores de la noche, quizás bebimos demasiado. Aquella noche estuve en una discoteca y sufrí un largo silencio incómodo con una desconocida, si lo sé vuelvo a salir de casa.

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