lunes, 26 de diciembre de 2011

Quizás era amor

Era un misterio el porqué dos personas tan diferentes como Carlos y yo salíamos juntos y formábamos tan buen equipo. Por aquel entonces yo había dejado la bebida y él ya se encargaba de beber por los dos. La gente nos miraba raro al principio, parecía imposible que dos personas a priori tan distintas pudieran tener tal conexión, nos dedicábamos a salir y disfrutar de la noche y sus frutos, era muy sencillo para nosotros. Él era más alto, más apuesto y más lanzado que yo, eso atraía a las mujeres que se dejaban engatusar por su físico, sus ojos verdes y por mi forma de venderlo. Yo era su cerebro de respuesto, cuando el suyo empezaba a fallar por ingesta de whisky. No fallaba en el aspecto de perder el equilibrio o defectos en el habla, quizás eso mejoraba; Carlos cuando bebía carecía de la capacidad de la memoria tanto a largo como a cortísimo plazo, ese era el problema que yo con paciencia y habilidad contrarrestaba.

Esa noche podría ser una noche de sábado normal y corriente, salimos los dos con el mismo ritual de siempre. Quedamos a las doce y media de la noche en el lugar de siempre, él llegó con la botella de Ballantine's, vasos de plástico y una lata de Red Bull. Nos sentamos en los bancos de siempre y empezamos a charlar sobre lo que charlan un borracho y un sereno, mamonadas graciosas. Le recordé sucesos importantes de la noche anterior a las que al principio respondía con incredulidad pero terminaba confiando en los efectos del alcohol en su persona. Siempre se terminaba la botella de whisky y siempre sobraba lata de refresco que me daba a mi para que la terminara, éramos una dupla muy curiosa. Eran las tres de la mañana y como siempre nos dirigíamos al local de siempre a ver que deparaba la noche. Mientras caminábamos hacia nuestro destino, le avisaba a mi socio que tuviera cuidado con las personas que pudieran estar, especialmente con las que podría tener conflicto, ya sea de faldas o de duelo de machos. Sabía que no se acordaría, pero me sentía culpable si no se lo recordaba cada noche.

Entramos en el local tras el saludo de rigor a los porteros y camareras, Carlos era casi un VIP y a mi me empezaban a coger cariño al verme siempre con él. Yo no estaba tan metido en ese mundo como él y la ausencia absoluta de alcohol me retraía más. Parecía imposible que yo pudiera encajar con Carlos, pero cuando empezábamos a hablar no había quien nos parara, nos complementábamos y dábamos un juego que pocas veces he visto. Carlos ya estaba pidiendo su segunda copa, de whisky como no; y comentó de ir a la pista a bailar, ¿por qué no? Yo era un iniciado en estos términos, me ponía tenso, notaba las miradas burlonas de todo el mundo, en esos momentos solía tomarme una copa o una cerveza, pero ahora no bebebía y complicaba el asunto. Intentaba relajarme y soltar mi cuerpo, Carlos bailaba con soltura, lo hacía bien sin la bebida, con ella duplicaba su talento y desparpajo.

Comenzaba a pasar el tiempo y con ello a terminarse mis energías, me apoyé en una de las paredes del local donde solía colocarme cuando el agotamiento comenzaba a aparecer, desde aquella posición podía mantener vigilado a mi compañero y de paso tener una visión de todo el local en cuestión. Miré a mi derecha, ahí estaba la barra con sus camareras de un lado a otro fingiendo su mejor sonrisa para la hilera de borrachos babosos cuyos intentos de piropos mientras piden una copa invitaban a perder la esperanza en la especie humana y de paso comprender el sufrido trabajo de camarera. Miro a mi izquierda y veo a dos parejas en pleno auge lascivo y a una chica solitaria en medio de ambas. Me fijo en ella, pelirroja, altura media, un bonito vestido floral y un pronunciado escote que poco dejaba a la imaginación, una curva entre la cintura y la cadera sensual... Antes que pudiera seguir analizando noté como ella me empezó a mirar y por acto reflejo disimulé y miré para otro lado. Menuda cazada compañero, pensé para mis adentros. La chica estaba sola, podría ir allí y decirle algo, estábamos los dos solos, con un poco de gracia seguro que por lo menos tendría un poco de compañía y charla mientras mi amigo seguía ingiriendo whisky y bailando.

La chica en cuestión debía ser amiga de una de las chicas que estaba con un tio contra la pared. La amiga y su acompañante se pusieron a bailar y ella forzó una sonrisa como aprobando que la dejaran sola. ¡Menuda amiga de mierda! Volví a fijarme en ella, no estaba seguro si era pelirroja natural o teñida, le quedaba bien de todas formas. Tenía unos ojos grandes y expresivos, se podía notar lo incómoda que estaba siendo la soledad en esos momentos admirando un segundo esos ojos. Sus carnosos labios perdían cierto encanto con esa sonrisa forzada, pero había que reconocer que era una pequeña joyita adornada con flores. Me quedé contemplando sus ojos y se giró notando mi mirada, esta vez aguanté y nuestras miradas se cruzaron por un rato, ambos giramos las caras al mismo tiempo. ¿Qué estaba pasando? Empecé a notar como me miraba de nuevo y cuando me volví a buscar su mirada fue ella la que se hizo la despistada. Resultaba casi cómico ver como nos evitábamos el uno al otro. Tengo que ir a por ella, algo en mi le habrá interesado o se está burlando de mi, ¿qué le digo? Empezar una conversación con un desconocido es tan horriblemente incómodo... Antes de que pudiera continuar con este hilo de pensamientos Carlos apareció y me instó a que le acompañara, le gustaba mucho la canción que estaba sonando. Le dije que me sentía cansado y le dije que me dijera que le parecía la chica. A pesar de llevar una borrachera considerable analizó bien sus detalles y me dijo que fuera a decirle algo, le dije que no me jodiera y que fuera a bailar. Me estaba empezando a frustrar, ¿a decirle qué?

La amiga había vuelto a junto de la chica, le había dicho si quería pasar un rato con ella y su acompañante y ella negó, parecía que quería quedarse allí y eso me alegró un poco por dentro. Necesitaba aclarar mis pensamientos y fui al baño, me refresqué la cabeza y con ello las ideas, a la salida Carlos me trajo un Red Bull y mientras me lo bebía me volví al muro pero esta vez un poco más cerca de ella. Acababa de dar un paso muy importante o eso creía, la miré y ella me sonrió, parecía estar esperando mi acercamiento. ¿Qué tenía que hacer ahora? No era la primera vez que había una mujer en mi vida, pero nunca supe que hacer con ellas, que clase de código hay para iniciar algo... Me estaba volviendo loco y miré a Carlos que estaba atento a todos mis pasos buscando una respuesta. No encontré nada, me separé del muro para ir a preguntarle a él, a mitad de camino me giré y volví al muro más cerca de ella, podía alcanzarla estirando mi brazo. Volvimos a cruzar miradas y eso era magia, el deseo nos instaba a acercarnos el uno al otro, pero había una especie de energía superior que convertía la unión en imposible. Miré como su mano se acercaba y yo separé la mia de mi cuerpo, nuestras manos se tocaron levemente y me volví a sentir como un adolescente frente a su primer amor. Esto era tan inocente, tan puro, tan utópico. Cada paso era tan lento, como si el miedo a precipitarnos por un acantilado imaginario frustrara el deseo tan grande que había en esos momentos. Estuvimos mirándonos un buen rato, no sabría decir con exactitud el tiempo concreto. Su amiga vino y le debió decir que se tenían que ir, mientras se iba intentó buscar mi mano por última vez, no alcancé a tocarla. Me sentí frustrado y me odié a mi mismo por mi falta de coraje de esa noche. Antes de que cruzara la puerta pude ver como se giraba una última vez y nos despedíamos con la mirada mientras empezaba a notar cierta tristeza por lo corta que se nos había hecho la noche. Carlos vino a reprenderme por mi falta de sangre en las venas. Ya era tarde y nos tendríamos que ir.

Esa noche apenas pude dormir pensando en ella, no conocía su nombre, no habíamos intercambiado nada más que unas miradas, unas sonrisas y una pequeña caricia, quizás eso fuera lo que había convertido a esa chica en algo tan especial. No hubo nada que lo estropeara, ni un nombre, ni un pasado, ni un momento triste... Tenía ganas de volver a verla, durante toda la semana estuve deseando volver a verla aunque no sabía bien que haría si eso ocurriese. Años más tarde la volví a ver, por el día, en la calle, ella iba con dos chicas más y yo venía de comprar un libro. La miré fijamente buscando su reconocimiento y durante un segundo nuestras miradas volvieron a enfrentarse, aprecié una chispa de reconocimiento por su parte, quizás fuera mi imaginación o mis deseos pero por un momento volvimos a estar en aquella noche de sábado.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Mi primera vez

Aquella mañana me desperté con la misma sensación que me había acostado, mierda dura acumulándose en mi estómago. Si eso eran las mariposas les podían dar bien por el culo a todas y cada una de ellas. A mis doce años ya tenía un cuerpo casi de adulto y un montón de pelo en piernas y cojones. Lo había decidido, hoy iba a ser el día. No recuerdo cuando lo había elegido y tampoco como había llegado hasta ese día, pero era EL día. Era mi primer año en secundaria y los cambios no eran solo a nivel educacional, las clases eran mucho más rigurosas y el nivel era más alto, es cierto; pero algo había cambiado en mi y en mis amigos. Nuestro cuerpo estaba cambiando, nuestra forma de pensar nos distanciaba y nos unía de una manera que no alcanzabamos a comprender y las mujeres... ¿Qué pasaba con ellas? Hace un año no eran nada y ahora estaban ahí, con sus gráciles cuerpos, sus sedosos cabellos y sus maravillosos perfumes. Entre todas ellas yo había encontrado a una joya, Fabiola. Era alta, esbelta y tenía una gracia particular que me dejaba embelesado. Estábamos en la misma clase y compartíamos pupitre en alternativa a la religión, otro motivo para ser agnóstico pensaba. Hoy le diría que algo me pasaba con ella, que ella era especial para mi. ¿Qué me pasaba con esa chica? No estaba seguro de ello, me había besado con chicas anteriormente pero sin ningún tipo de interés por mi parte, con esta tenía el convencimiento que en sus labios encontraría algo que las demás no tenía.

Estaba perdido, durante la ducha mañanera no sabía qué decir o cómo decirlo. Ese día no habría alternativa a la religión pero como cada mañana vino a saludar nada más entrar en clase, yo estaba en mi pupitre y no pude ni mirarla a los ojos, el miedo me estaba axfisiando, contesté rápido y ella se fue a su pupitre dos filas más atrás de la mía. Había ensayado la tarde de ayer mil discursos delante del espejo, ninguno parecía válido, ¿cómo se actuaba en este tipo de situaciones? Me miraba ridículo y sobretodo mis manos, ¿qué se hace con las manos? ¿Las tengo en los bolsillos? ¿Las muevo alocadamente para darle énfasis a lo que digo? Estaba seguro de que hoy era el día y estaba seguro de que pasaría una de mas mayores vergüenzas de mi corta existencia. Tenía decidido decírselo en el recreo, no podía prestar atención a las palabras de ninguno de los profesores, incluso una nota de un compañero que me llegó la guardé en mi estuche para responderla cuando mi mente no fuera un huracán de indecisiones que luchaba por destrozar mi convicción de decirle lo que le tenía que decir a Fabiola. ¿Qué le tenía que decir? Realmente no sabía que quería decirle, ella era especial pero, ¿de qué forma? No podía dudar, no ahora. Geografía era la última hora antes del recreo, el profesor ya había entrado y mi voluntad se deshinchaba con el movimiento del secundero del reloj. Esto a los diez años no sucedía, ¿qué narices podría haber cambiado tanto en dos años? La deseaba, pero no de la misma manera que extraño a mis amigos cuando nos despedimos hasta el día siguiente después de una tarde jugando al fútbol en el parque de delante de mi casa. Algo había cambiado con las mujeres, no lo comprendía pero iba a empezar a actuar, ¿sería capaz? Ahora o nunca.

Sonó el timbre y me despertó de batalla de ideas que se forjaba en mi interior. Me levanté apocado, bajé al patio como si me encaminara al patíbulo de fusilamiento. Algo me asustaba lo que pudiera pasar, lo que pudiera decir yo, lo que pudiera decir ella, que los cambios que se produjeran no fueran a bien. Roberto contra el mundo, eres un caballero andante, tu armadura reluce más allá del horizonte, no puedes caer derrotado. Con esas palabras intentaba borrar mi expresión de vergüenza mientras me acercaba a ella en el patio lentamente. Estaba acompañada de dos chicas más de clase, me intimidó un poco la presencia de ellas y dudé un instante. Avancé y escuché a uno de mis amigos llamarme porque necesitaban un portero para el partido en el patio, hice un gesto con la mano para indicarles que no contaran conmigo. No me salía la voz, ¿Me había quedado mudo presa del pánico? Rober, tienes que pensar, tranquilo, solo es una chica. Se sienta a tu lado en alternativa a la religión y hablaís, te viene a saludar todas las mañanas, ¿qué puede ir mal? Va a salir bien, va a salir bien.

-Fabiola, ¿puedo hablar un momento contigo?
-Vale.-Las amigas se apartaron mientras me dirigían extrañas miradas, no me importó mucho, había llegado el momento, estaba decidido a pesar de lo tenso que se empezaba a poner mi cuerpo y las nauseas que sentía.-¿Qué quieres?
-La verdad es que no sé como decirte esto... No soy muy bueno para estas cosas...
-¿Pasa algo?
-Bueno, sí... Tú y yo hablamos mucho y está bien, ¿no?
-Si, ¿acaso no te gusta?
-¡No, no! Me encanta y es eso...
-¿Qué quieres decirme con eso?
-Pues que me gusta estar contigo, hablar contigo...-Cerré los ojos y deseando que todo terminará sentencié.-¡Me gustas!
-Ah, era eso...
-¿Qué?
-¿Qué quieres que te diga?
-No sé, pero si te gusto o si quieres algo... Realmente estoy un poco confuso con todo esto.
-Rober, creo que es mejor que sigamos como hasta ahora, yo estoy bien así.
-¿No te gusto?
-De esa forma no.
-Vale, perdona.
-Tranquilo, mañana hablamos en clase, ¿vale?

Durante ese día no pude atender a ninguna de las otras clases, que decepción. ¿Qué no podría gustarle de mi? Yo me consideraba apuesto por aquel entonces, era de los más altos, de los más fuertes e inteligentes. No entendía nada y quizás no lo entendiera nunca. Terminaron las clases y me fui con la idea de que nunca entendería que pasó durante ese recreo. Me sentí mal, sentía que todos mis méritos no eran nada. ¿Qué no le gustaba de mi a Fabiola? Me miré delante del espejo, me empecé a encontrar defectos. Tenía el pelo un poco largo demás, estaba un poco pálido, ¿me estaba saliendo tripa? ¿Cómo podría gustarle a Fabiola con este aspecto? Tranquilo, seguireís siendo amigos, ese es el consuelo, quizás siendo amigo de ella llegues a comprender el enigma de las mujeres que nació tan recientemente. Me fui a la cama, pasé mala noche.

Al día siguiente tuve que ir a clase, estaba un poco apático, no podía entender como me podía haber afectado tanto mi conversación con ella. Ese día comprendí que las palabras son peores que los puñetazos en la boca del estómago, la sensación de dolor dura más. Ahí entró ella por la puerta, alcé la mirada buscando su saludo, por primera vez en mucho tiempo no me saludó, no se habrá dado cuenta de mi presencia pensé. Dentro de dos clases es alternativa a la religión y ya se sentará a mi lado y hablaremos. Estaba impaciente porque llegara la clase, diez minutos antes de que sonara el timbre para que fueramos a alternativa a la religión ya tenía preparado el material para ir. Tocó el timbre y me senté en mi sitio de siempre, Fabiola por el contrario se sentó en otro, lejos de mi. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué me hacías esto Fabiola? Me pasé toda la clase mirándola como buscando una respuesta a este comportamiento. Esperaría al recreo para abordarla y preguntarle que pasaba. Cuando llegó el recreo volvía a estar con las mismas amigas que cuchicheaban mientras me acercaba a ellas, le hablé, pero continuó hablando con sus amigas ignorándome, me sentí morir por dentro, ¿qué le había hecho? ¿Crecer significaba esto? Me marché dolido mientras escuchaba como las amigas cuchicheaban. No volvió a hablarme en todo el curso, días más tarde empezó a salir con un amigo mio al que dejó con sopapo incluido delante de toda la clase después de que él difundiera que se dejaba toquetear, pero esa, es otra historia.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Mundo, tus pedos apestan

Quizás no os hayaís dado cuenta aún, pero cada mañana al despertar esta sensación se cuela en mis entrañas, no es cosa sólo del olfato, cada uno de mis sentidos clama a gritos esta sinestesia convertida en afirmación.

Estamos perdidos en la inmensidad de la vida, somos millones de almas chocando las unas contra las otras con la intención de no perder el tiempo, pero el tiempo es lo que más se escapa de nuestras manos. No aprobechamos ni uno de solo de los segundos que nos regalan en conocer a quienes nos rodean, de descubrir el sentido de las cosas, en vivir... Esta tragicomedia existencial se ve agrabada por las emociones, un pecado en nuestra sociedad. Se habla mucho de los sentimientos, pero los ocultamos, los negamos y poco a poco los matamos.

El amor se ha convertido en un dinosaurio, un ser gigante cuya fuerza es insuperable pero ya extinto. Carecemos del poder de amar, porque amar no es la locura emocional que todos creemos, amar es conocer y respetar y el ser humano no quiere conocer, la gente quiere encasillarse en un trabajo, en un grupo social o en una formación humana sin reconocer su propia individualidad. Esa carencia de personalidad nos está consumiendo día a día y moriremos desdichados por intentar conseguir un todo cuyo inicio se encuentra en nosotros mismos y que no logramos comprender.

Somos almas errantes, queremos encontrar nuestro rumbo, queremos un buen trabajo, queremos encontrar una persona que esté a nuestro lado, queremos buenos amigos y aproximarnos lo más posible a la vida de nuestros ídolos. ¿Por qué no queremos formarnos a nosotros mismos? ¿Por qué es tan difícil querer el YO por encima del TODO?

Pero tranquilos, vendrán días mejores, borracheras que nos harán sentir vivos y personas que convertirán una cama en nuestro propio Jardín del Edén durante una noche. De momento, abracemos con todas nuestras fuerzas cada momento de placer por vanal que sea, porque a día de hoy estamos encerrados en nuestra propia, como diría Celso Emilio Ferreiro; Longa Noite de Pedra.

domingo, 18 de diciembre de 2011

El diamante y el ignorante

No hace tanto tiempo vivió un hombre al que todos conocían como "el ignorante". Era un tipo feliz que vivía un mundo mental con preceptos morales obsoletos y una importancia al conocimiento casi nula, de ahí vino el sobrenombre de ignorante. El ignorante era un hombre de costumbres arraigadas, se levantaba todas las mañanas, iba a su trabajo y al llegar a casa se dormía con la telebasura. Los fines de semana los destinaba a atiborrarse de televisión o el cortejo de mujeres.

Cierto día, un buen amigo del ignorante en su lecho de muerte le regaló un diamante del tamaño de su puño. El ignorante no conocía utilidad de la piedra preciosa y su amigo no tuvo fuerzas para explicárselo, pero era un buen amigo y seguro que él podría encontrarle utilidad al brillante objeto.

El primer día, tras llegar de trabajar el ignorante decidió ver si el diamante podría entretenerlo, si tenía algún tipo de dispositivo como un televisor para mostrarle algo interesante. Lo palpó por todos lados, pero nada se accionaba. Probó intentar con el mando a distancia de su televisor, pero el diamante seguía igual, frío y brillante. Nada ocurría, quizás tuviera otra utilidad.

Al segundo día, intentó averiguar si era algún tipo de objeto con el cual alcanzar una visión diferente de lo que le rodea. Miraba a través del cristalino diamente y lo único que conseguía alcanzar a ver era la misma imagen repetida como en un espejo roto. Su amigo no podría haberle dejado eso concluyó. Estaba perdido y no sabía de qué serviría el objeto que le había dejado su amigo.

Al tercer día, probó a intentar averiguar si el objeto le daba un mejor sabor a la comida o bebida al contacto con este, pero nada. El diamante parecía no tener utilidad alguna y esto empezaba a frustrar al ignorante que no entendía la broma de mal gusto de su fallecido amigo. Ese mismo día, el ignorante tuvo una visita y esta se quedó asombrado ante la belleza del diamante, pero no quiso comentarle nada porque conocía el origen del mismo.

Al cuarto día, el ignorante intentó mil cosas que le gustaban para ver si el diamante mejoraba las sensaciones que le producían al ejecutarlas. No pasaba nada. El ignorante desquiciado maldijo el último presente de su amigo y decidió deshacerse de esa broma de mal gusto y la tiró al contenedor de la basura.

El ignorante continuó con su vida y días más tarde recibió la visita del amigo que había visto el diamante de su anfitrión. El amigo, al no ver el precioso objeto preguntó por este.

-Ignorante, ¿dónde tienes el diamante?
-Lo tiré a la basura, eso no servía para nada, ¡maldito el momento en el que se le ocurrió regalármelo!
-¿Cómo puedes decir eso? ¡Era un diamante! ¡Una piedra preciosa! Y a juzgar por el tamaño de esta, posiblemente de un valor incalculable.

En ese mismo instante el ignorante comprendió todo y salió corriendo al contenedor de basura, el diamante no estaba por ningún lado. El ignorante había perdido algo de gran valor porque no parecía estar a su gusto, había dejado escapar una gran joya por querer que fuera a su medida en vez de admirar y apreciar su gran belleza.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Silencio que llueve

Me pongo delante del espejo solo con unos gallumbos viejos. ¡Qué mal aspecto tengo! Me acaricio mi pelo, me lo había cortado recientemente y era agradable al tacto. Tengo que reconocer que tengo un pelo que da gusto tocarlo. Me toco la barriga, ¿había engordado? La váscula mostraba que no, pero a mi me daba la impresión de haber ganado peso. Me quité la última prenda y miré mi desnudo completo, ¡qué horror! Barba de varios días y una gran mata de pelo rizo ahí abajo, la monotonía, el invierno y la apatía me habían llevado a un estado de descuido personal vergonzoso. Me afeité. Tomé unas tijeras que tenía en el baño y retoqué mi vello. Ya parecía otra cosa, pero me seguía preocupando mi barriga, la miré desde todas las perspectivas posibles y no dejaba de inquietarme. Mi aspecto no es una gran preocupación, pero tampoco quiero descuidarme del todo. Me tumbé sobre la pequeña alfombra de la habitación e hice una serie de treinta abdominales, me incorporé con cierto grado de fatiga y me volví a mirar en el espejo; ahí seguía aunque unas pequeñas marcas rojas se situaban donde los actualmente denominados machos alfa tienen la "tableta de chocolate". Me miré decepcionado y me metí en la ducha. A pesar de ser un holgazán desordenado, tengo que reconocer que mi higiene no podría ser mejor a pesar de lo que puedo aparentar de primeras. ¿Qué hora es? Salgo del cuarto de baño solo con una toalla y me dirijo a la terraza, es de día pero está anocheciendo, es sábado. Me pongo algo de ropa para estar por casa y enciendo la tele para distraer mi oído. Había quedado con un antiguo compañero para tomar unas cervezas, nada formal; era un buen plan.

Me hice de cenar una pizza y miré entre mi ropa limpia algo abrigado, el frío húmedo de los últimos días entraba hasta los huesos si no te preparabas para él. Nunca cuidé demasiado mi aspecto exterior, prefería estar cómodo y resguardado de las inclemencias meteorológicas que intentar lucir unos atributos de los que carezco. Salí caminando de casa pensando en las buenas anécdotas que volverían a comentarse esta noche entre cervezas, los buenos tiempos pensé. Siempre he mirado mi pasado como los buenos tiempos, es estúpido quizás, pero incluso si pensara en lo que estaba haciendo hace dos horas pensaría en cosas buenas en contraposición a un presente que apesta. Quizás ensalzar estúpidamente el pasado me hace más humano. Las calles están mojadas y parece que va a volver esta noche. Acelero el paso, voy a llegar tarde, que típico. Mi pasión por detenerme a pensar en cualquier cosa siempre me hace llegar tarde a todos lados. ¿Qué preocupación puedo tener? Llevo una vida tranquila, soy un estudiante mantenido que pasa los fines de semana normalmente solo en casa. Tengo amigos que me respetan y cero problemas en cuanto a mujeres, yo no las molesto y ellas a mi tampoco. No paro de castigarme, como si le debiera algo al universo, ¡qué le jodan!

Llego tarde pero Javi ya me conoce, no he cambiado nada desde el instituto, él sigue siendo el carismático y deportista y yo el perezoso y artista. Por aquel entonces le pegaba a la poesía, especialmente a la romántica, pensaba que funcionaría para seducir a las mujeres, la adolescencia fue una etapa para olvidar; pero también la intercalaba con un poco de poesía existencial, me creía muy profundo y trataba de transmitir eso en panfletos que resultaban ser un poco de mierda adornado con frases muy sobadas. Javi era el típico tio que sin tener mucha confianza te podría sacar una hora de buena conversación y eso siempre se agradece. Subimos al bar de siempre y pedimos dos cervezas. Comenzamos a charlar sobre nuestro presente y él pasa al ron y yo sigo con la cerveza. ¿Recuerdas al profesor de filosofía? ¿Y tú te acuerdas de Jacobo y sus locuras? Entre intercambio de risas y recuerdos se nos pasaron las horas, estaba siendo una noche entretenida, hasta me había olvidado de la leve depresión al verme delante del espejo. Noté que empezaba a estar ebrio y me dijo que se tenía que ir, al día siguiente tenía partido, insistí en acompañarle a casa y me dijo que estaba bien, que teníamos que repetir otra noche así y para la próxima intentaría aguantar hasta el final. Decidí tomar una más, la penúltima. Pedí otra cerveza, me quedaba poco dinero y la verdad es que la bebida no me había afectado para nada, notaba como mis pensamientos fluían correctamente. Pensé en las anecdotas que nos dejamos en el tintero, quedarán para la próxima.

Me tomé la cerveza con calma, hablaba de música con el camarero. Me tocaron el hombro, me giré y ahí estaba Sofía. No había cambiado un ápice, su pelo oscuro, su perfume, sus ojos verdes y esa energía que me transmitía. La miré un poco sorprendido, habíamos sido algo grande pero nos distanciamos, no pudo soportarme y no la culpo por ello. Nos quisimos demasiado, podía pasarme horas a su lado, sin hacer nada, sin mediar palabra, deborándonos el alma el uno al otro. Fuímos uno, pero de eso hace mucho tiempo. Las cosas han cambiado entre nosotros. Ella sabía que casi seguro que estaría allí, no entendía que viniera a junto mia. Habíamos rehecho nuestra vida, no recuerdo el nombre de su novio y yo simplemente intento llegar a mi cama cada noche como en los buenos tiempos.


-Sabía que estarías aquí. Hola.
-Hola.
-¿No me dices nada más después de tanto tiempo?
-Precisamente después de tanto tiempo no sé exactamente que decir.
-Un "¿Qué tal estás?" habría estado bien, ¿no crees?
-Vale, ¿quieres tomar algo mientras hablamos?
-No tengo ganas de beber esta noche, quería hablar contigo.
-¿Prefieres que caminemos un poco?
-Mejor.-Me terminé mi cerveza, pedí mi cazadora y tras despedirme del camarero salí a su lado del local. Hacía un poco de frío pero de momento no llovía y eso estaba bien.-¿A dónde te apetece ir?
-Caminemos sin más. ¿Qué tal estás?
-La verdad, no me puedo quejar; cuando termine la carrera creo que podré conseguir trabajo por una amiga de mi madre. ¿Tú qué tal? ¿Sigues escribiendo?
-Sigo sin demasiada fortuna y estudiar sabes que nunca fue santo de mi devoción. ¿Has venido sola?
-Dani se ha tenido que ir, no le gusta dejarme sola, pero estaba realmente mal.
-Se pondría peor si te viera conmigo, de eso estoy seguro.
-Me quiere y confía en mi.
-¿Confías en ti misma?
-Hace ya mucho tiempo de lo nuestro, lo sabes.
-Por eso no entiendo que estamos haciendo hoy.
-¿No echabas de menos estar conmigo?
-Eso no importa...
-Importa, yo si te he echado mucho de menos, te sigo queriendo.
-Ahora estoy seguro de que se pondría más enfermo.
-¡No tiene nada que ver con él!
-Dime, ¿Qué es lo que pasa?-Empezó a llover con mucha fuerza y nos resguardamos lo más rápido posible en el primer portal un poco amplio que encontramos, nos habíamos empapado.-¿De qué va esto?
-Dímelo tú, ¿por qué no has venido a por mi en tanto tiempo?
-Te fuiste, dijiste que fue lo mejor... No te entiendo.
-Dani es un buen chico, me trata bien, trabaja, no me comparte con la bebida y me quiere, es perfecto. No puedo olvidarte, sigo sintiendo que nos precipitamos.
-¿Crees que yo no lo pensé? Ahora es tarde...
-Rober...-Me miró con aquellos ojos, estaba tiritando debido a la mojadura y al frío, ahora estábamos resguardados pero sentí la necesidad de abrazarla.-¿En qué nos equivocamos?
-Nos quisimos demasiado, no está bien visto.
-Bésame.
-Sabes que no puedo, no sigas.
-Solo una última vez.
-Esto está mal. Lo mejor será que me vaya.-Me abrazó más fuerte, ¿qué clase de castigo era este? Debía irme, su novio era un payaso y posiblemente pensaría lo mismo de mi pero mi ética me impedía continuar en esta tesitura.-No me lo pongas más difícil.
-¿Ya no me quieres?
-Nunca he dejado de hacerlo, pero ahora la situación es diferente, ambos somos diferentes. No me hagas esto y no te lo hagas a ti misma. Será mejor que me vaya, por nosotros, por los buenos momentos que pasamos juntos.-Tomé su cara por el mentón y la besé en la mejilla derecha, ella parecía haberse dado cuenta de toda la situación y tenía sus bonitos verdes humedecidos. Pasé mis pulgares por debajo de sus ojos para limpiar las primeras lágrimas. Estuvimos mirándonos a los ojos un buen rato, en silecio, por un momento volvimos a encender aquella llama silenciosa que tan enganchado me tenía, tuve que pararlo antes de que nos quemáramos.-Siempre nos quedarán los buenos recuerdos. Te quiero.

Me adentré en la lluvia, me daba igual. Si seguía allí con ella posiblemente lo jodería todo. Noté como ella permanecía en el portal y comenzaba a llorar, era doloroso irme, pero era lo correcto. Caminé a mi casa, ahora la cerveza aparecía y se asocia con la humedad de mi ropa para hacer mi andar más pesado. He hecho lo correcto, la amo pero he hecho lo correcto. Ahora necesito una ducha caliente y acostarme. Llegué a mi casa y me volví a mirar desnudo en el espejo mientras el agua de la ducha se calentaba, no estaba mal, algo había cambiado y me gustaba. La volatilidad de las opiniones. ¿Mañana pensaría que hice lo correcto al despertar? Me pongo algo abrigado y me acuesto. Habrá otros días para no ser un buen tipo, hoy he hecho lo correcto.