sábado, 14 de diciembre de 2024

Todas las veces que no decimos te quiero

 Esta canción me recuerda a ti
escucha esto que creo que te gustará
creo que esto te puede gustar
me recuerda a ti.

Si para ti es importante también lo es para mi
puedes contármelo no es una tontería
podemos vernos aunque sea cinco minutos
podemos vernos aunque sea un minuto
aunque sea un ratito
podemos.
¿Te apetece si vamos a cenar?
¿Te apetece pasear?
¿Te apetece si hacemos de comer y vemos una película?
¿Te apetece juntos?
Te llamo que me apetece escuchar tu voz
sí, manda un audio que tengo ganas de escucharte.
Tengo ganas de verte
me acerco y me cuentas
cuenta conmigo
si quieres voy
si me necesitas voy
estoy para ti
te escucho
te veo
juntos.

Hice esto, espero que te guste
te hice de comer tu comida favorita
te compré un regalo
para ti
por ti.

Que bien te sienta
te ha salido muy bien
estás preciosa
gorda me la pones
estoy muy orgulloso de ti
me alegro mucho por ti
me pone muy feliz ver que las cosas te van bien
eres muy graciosa
tienes mucho talento
admiro la persona en la que te estás convirtiendo
te admiro
se me calienta el pecho de pensar en ti
eres un motivo de mi alegría
contigo siempre acabo teniendo una sonrisa
contigo puedo hablar de lo que sea
contigo puedo ser yo mismo y no sentirme juzgado
siento que puedo contarte todo
me siento escuchado
me siento visto
me siento arropado
contigo.

Presencia

                             Estaba en un sueño. Era uno de esos sueños en los que te persiguen. Estaba tan asustado que ni miraba atrás para identificar a mis perseguidores. No sé si era por los pasos que cada vez se escuchaban más fuerte a mis espaldas o por esa extraña sensación de sentirse observado que era como tenerlos a cada paso que daba más cerca de atraparme. La angustia era tal que no vi que en mi carrera me dirigía a un callejón sin salida. Al chocar contra el muro la desesperación se disparó en mi interior. Noté tres manos reteniendo mis piernas a mi espalda. No quería girarme. Golpee la pared como intentando derribarla. Dos manos más se sumaron al agarre a la altura de mis muslos. Intenté apartar las manos que me retenían las piernas pero era como apartar el agua cuando estás metido en el mar. Más manos empezaban a sujetar mi cuerpo que empezaba a ahogarse con tanto agarre como en arenas movedizas. En un último acto desesperado grité con todas mis fuerzas. Esperaba que alguien me rescatara. Cerré los ojos y comprobé que cada vez más manos me retenían hasta que mi cuerpo estaba totalmente aprisionado. Tiraban de mi por todos lados. Ya no era capaz ni de escuchar mi voz.

Abrí los ojos y estaba en mi habitación. Tenía la respiración acelerada. Debería estar a oscuras pero tenía un haz de luz frente a mi. No podía creer su origen. Delante de mi estaba ÉL. No soy creyente pero era la única forma de definir lo que estaba pasando. Un ser de luz blanca en mi habitación. Alrededor de dos metros de altura e irradiando por todo su cuerpo una luz blanca que impedía determinar ciertas facciones. No llevaba ropa y a la altura de donde deberían estar los ojos su cara se cortaba. Sobre el corte estaba el universo. Era como un cerebro flotante vestido con pamela y decoración cósmica. La imagen de esta entidad anuló la mayoría de capacidades ya que solo podía observarlo entre asombrado y aterrorizado. En el pecho, el corazón sonaba como tambores tribales. Aunque no tuviera ojos, podía notar su mirada. Me hablaba y el sonido de mi corazón no permitía escuchar nada. No podía parar de mirar el universo. Su mente, sus ojos y una parte de él era todo el universo. Omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia. Seguía hablando pero seguía sin poder escuchar nada y durante un instante me cuestioné si siendo incapaz de hacerme escuchar su voz podría ser ÉL. En cuanto ese pensamiento recorrió mi mente se paró de inmediato y levantó un dedo de su mano. Como en un truco de magia mi cuerpo reaccionó a su gesto y vi como poco a poco mi cuerpo empezó a transformarse. Se deformaba y se separaba. No dolía pero era grotesco. En un momento lo que era mi cuerpo se había transformado en una infinidad de pompas de jabón que flotaban sobre mi cama. Podía percibirme a través de cada una de ellas. Así debía de ser la mirada múltiple de una araña. Dirigí mi múltiple percepción a mi acompañante y bajó el dedo. Las pompas de los extremos comenzaron a explotar y otra vez la sensación de terror se apoderó de mi. ¿Iba a desaparecer? Como un efecto en cadena cada pompa que estallaba hacía que dos más la siguieran. En un momento mi cuerpo burbujeante desapareció y en el mismo instante que lo hizo mi cuerpo apareció como empujado de nuevo sobre la cama. Mi fe había sido restaurada. Empecé a hablar pero de mi boca no salieron palabras ni sonidos sino baldosas que se iban apilando frente a mi creando un camino flotante. Mi boca se movía pero solo contribuía a que el camino se extendiera más y más. Llegado un momento por más que moviera la boca intentando hablar ya no salían ni palabras, ni sonidos y tampoco baldosas. Ignoré lo absurdo de toda la situación y comencé a gatear por las baldosas. El camino ascendía atravesando el techo de mi habitación y el piso del vecino. Subía por el cielo más allá de las nubes. Como un bebé travieso yo gateaba por ellas. Al final me encontré una puerta en mitad de la nada. La abrí y las baldosas se desmoronaron como un castillo de naipes. Caí. Todo se volvió oscuro.

Volví a despertar en un lugar que no reconocía. Era oscuro y sucio. Miré mis manos y estaban totalmente cubiertas en ceniza oscura. Me incorporé y mi cuerpo estaba también cubierto entero por la misma ceniza. Caminé sin saber a donde iba. Podía sentir todavía que ÉL estaba ahí observando. Y buscaba con la mirada a mi alrededor al mismo tiempo que avanzaba. Intenté quitarme la ceniza de encima pero unos simples golpes no bastarían. Sin saber muy bien el origen apareció un fuego que me rodeó en forma de círculo. El círculo se fue estrechando a mi alrededor y aunque las llamas eran intensas no parecían dar calor. Estaba paralizado de nuevo y las llamas me alcanzaron. La primera lengua de fuego que me tocó quemó la ceniza de mi pie y la borró. A medida que se quemaba la ceniza que me cubría ante mis ojos se mostraban todos los errores de mi vida. Todos los actos oscuros que me manchaban. Los más leves se quemaron de cintura para abajo y a medida que la llama ascendía aparecían los más graves. La llama me cubrió entero. Me desperté. Estaba en mi habitación y ahora sí que parecía que todo estaba en orden. El sueño seguía en mi recuerdo. Quizás tenía una segunda oportunidad.

martes, 10 de diciembre de 2024

Cuentacuentos

                             Era el día después de mi noveno cumpleaños. No tenía clase. Tardé años en darme cuenta que nunca tendría clase el día después de mi cumpleaños. Viajo en el asiento de copiloto. Escuchando una historia que tardaré doce años en saber que está siendo improvisada sobre la marcha. La historia hablaba de un mundo de héroes y dragones, de villanos que siempre son derrotados y de victorias que conforman épicas leyendas. Siento que viajo en lo físico y en mi cabeza al mismo tiempo con dos rumbos distintos. Me habla con calma y con esa gracia que solo tenía él. Me pide que me esconda bajo la guantera para que no nos pille la policía, para él era nuestro juego y para mi nuestra aventura. Está especialmente animado porque me dice que tiene una sorpresa para mi y su alegría se contagia de la forma que solo se pueden contagiar las buenas emociones. Me vuelvo a sentar en el asiento colocándome el cinturón y me felicita por ser tan responsable. Hace frío y apenas hay personas por la carretera. ¿Quién estaría a las nueve de la mañana un seis de diciembre en la carretera a la playa? Solo "El hombre que venció al frío" y su nieto. Tiene una copia del periódico donde hablan de él en el asiento de atrás por si se encuentra con alguien enseñarla. Él es el hombre que vence al frío cada día nadando en el océano Atlántico. Y yo hoy su compañero de aventura. 

Aparca lo más cerca de la playa que puede y me dice que nos bajemos. Se queda en bañador como si la temperatura no fuera con él y se coloca el neopreno. Estoy helado hasta los huesos por la brisa marina y me sonríe. Me dice que hace buen tiempo para la fecha que es y no sé si se burla de mi o lo dice en serio. Saca un paquete envuelto en papel de regalo del maletero del coche. Se me ilumina la cara. Mientras lo abro no sé cual de los dos está más ilusionado. Es un neopreno. Me dice que me lo ponga. Tiemblo de frío durante todo el proceso. Vamos al mar. Meto un pie y tengo tanto frío que salgo corriendo. Él se mete de cuerpo entero. Lo miro como mirarían los ciudadanos de sus historias a los héroes que vencen al dragón. Me pide que me meta con él. Me da vergüenza reconocer mi debilidad y le digo que lo miro desde la arena. Se pierde en el mar durante un buen rato. Reaparece con dos peces en sus manos. Los acaba de pescar y me los enseña orgulloso. No me puedo creer que en ese agua helada haya podido no solo bucear sino pescar algo. Me dice que volvamos a casa que la abuela le echará la bronca si me pongo malo. Me dice que ha pescado su comida de hoy. Varios vecinos que se asomaron a observar su rutina acuática le saludan. Me subo al coche con el neopreno puesto y con una toalla en forma de capa. Le pido que continúe la historia. Me pide que le recuerde donde la dejó. Lo pienso ahora y no entiendo como se me pudo pasar que la estaba improvisando. Creo que está muy contento de que hayamos compartido ese momento. Yo lo estoy. Es El hombre que venció al frío. Es mi héroe. Es mi abuelo.

domingo, 8 de diciembre de 2024

¿Ganador?

                             Aquel día otoñal caminando en solitario por el paseo de la playa sentí que estaba todo perdido. Acumular errores como si fuesen deudas me estaba pasando factura. Por mucho que pudiera reconocer mi culpa en los actos que me llevaron a esta situación no significa que no pesara. Perder personas importantes, perder el rumbo y perder poco a poco la vida era la fruta que recogía por un año siendo la peor versión de mi mismo. Un perdedor. Uno que solo sabía perder. No quiero volver a perder me decía internamente mientras pateaba una piedra que me había cruzado por el camino. Podía ver a personas caminando por la arena de la playa y dos hombres sentados en uno de los bancos que hay a lo largo del paseo. Estaba en ese punto que el torrente de pensamientos no me dejaba centrarme en nada en concreto. Quizás era eso lo que me impidió percibir que uno de los hombres del banco me saludaba con la mano desde la distancia. Mis pensamientos derrotistas me tenían tan acorralado que no pude ver como se acercaban ambos hasta que ya los tuve encima. Pegué un pequeño salto de sorpresa. Ellos parecían bastante calmados.


-¿Eres Rober? Sara nos dijo que estarías aquí.

-Disculpa, ¿quién eres? ¿Quién es Sara?

-Perdona, tienes razón. Me llamo José y él es Manuel. Por las indicaciones que nos dio Sara estamos convencidos de que te vas a unir a nuestra comunidad pronto. Sara es una compañera de la comunidad.

-¿Comunidad? No sé nada de una comunidad José. ¿No os confundís de persona? No recuerdo hablar con ninguna Sara de ninguna comunidad.

-José, déjame a mi por favor. - Manuel interrumpió a su compañero percibiendo que no estaba entendiendo nada. - Entendemos que toda esta situación es difícil de explicar y de entender pero formamos parte de una comunidad que según nuestras informaciones anhelas. Ahora mismo tendrás muchas dudas sobre nuestras intenciones pero somos un poco el comité de bienvenida para los nuevos. Somos un grupo "bastante particular" por así decirlo, somos gente que como tú perdimos mucho, perdimos tanto que sentimos que no podíamos más. ¿Crees que empatizas con esto que te describo?

-Bueno... No sé, esto me resulta muy extraño. Mejor me voy. - Me giré en para tomar dirección contraria a la de estos dos desconocidos pero la mano de Manuel se posó en mi hombro de manera calmada. Me giré pero me encontré dos caras comprensivas. No mentían cuando indicaron que eran el comité de bienvenida, se notaba que no era su primera experiencia de este  tipo. Me calmé un poco y me volví a girar hacia ellos expectante de escuchar lo que me tuvieran que decir. - Vale, os escucho.

-Gracias y de nuevo disculpas por toda esta información así de sorpresa. No hay forma fácil de enfocar todo esto. - Manuel miró a José que se encogió de hombros. - Para nosotros ya es algo a lo que estamos acostumbrados y hemos recibido todo tipo de respuestas, ya nada nos sorprende. Para vosotros en cambio suele ser todo lo contrario, nuestra bienvenida os resulta tan delirante que pensareis que nos hemos escapado de algún psiquiátrico. - Esperaron mi respuesta pero prefería mantenerme en silencio mientras me terminaban de contar la historia completa. - Empezaremos por la parte más inverosímil: venimos de un lugar "mágico" por así decirlo...

-¿Que? - No pude contener la respuesta ante la mención de un mundo mágico. ¿Acaso esperaban que me creyese eso? - ¿Un mundo mágico? ¿Estilo Señor de los Anillos o como el mundo de fantasía de Barbie? No podéis estar en serio.

-Sé que es difícil de creer pero esa es la realidad. - Repuso instintivamente Manuel. - No te pedimos que te lo creas ahora mismo pero haz como que sí hasta que te lo podamos demostrar. Como te decía, venimos de un lugar que podría calificarse como mágico. ¿Qué hace a este lugar mágico te preguntarás? Pues allí acabamos las personas que hemos perdido tanto en la vida que sentimos que no podemos perder más y este lugar nos concede ese deseo. El de no perder nunca más. Sé que es difícil de creer pero sin estar en el lugar nosotros todavía somos capaces de conservar parte de su magia. - Metió la mano en el bolsillo y sacó una moneda. No parecía tener nada especial la moneda y me la ofreció. La pillé y la miré como esperando que se transformase en algo distinto. - Elige cara o cruz y lánzala. Si quieres elijo yo, pero creo que entenderás mejor la situación si lo haces tú. Puedes hacerlo las veces que quieras para quedarte tranquilo. - Los miré extrañado pero no perdía nada por comprobarlo. Pensé cara y lancé la moneda. Al caer en mi mano y comprobé. CARA. Bueno, podía ser suerte pensé. Manuel y José estaban callados y sonrieron. Esta vez dije en alto mi elección y volví a lanzar la moneda. Al comprobar lo que había salido, había vuelto a fallar. Podía ser un golpe de suerte, al final las probabilidades no eran tan bajas. Repetí y ganaron. Repetí y volvieron a ganar. Repetí y repetí y repetí y repetí. En cada uno de los lanzamientos da igual si decía en alto o para mis adentros el resultado era el mismo, ellos nunca perdían. - ¿Estás satisfecho con la prueba? Puedes repetir las veces que quieras pero el resultado será el mismo. Sé que esto no es prueba suficiente, pero aquí no podemos hacer mucho más. Retomando la explicación, en el lugar del que procedemos hemos dejado de perder. No sabemos muy bien como funciona pero no puede ocurrir en ninguna de sus formas. Es un refugio para personas que perdimos tanto que llegamos al punto de aceptar que no podíamos más. Si vienes con nosotros te lo podemos enseñar.

-¿Ahora?

-Sí, cuanto antes te mostremos antes empezaremos con los siguientes pasos. Acompáñanos.


Les acompañé. Caminamos hasta un coche negro. Ellos se sentaron en los asientos delanteros y yo atrás. Estuvimos un buen tiempo en silencio. Manuel conducía. Durante diez minutos me dediqué a ver por la ventana mientras me llevaban a un lugar del que lo único que sabía era que es mágico. Pero no había nada distinto ni especial en la zona por la que avanzábamos y tampoco quería cargar el ambiente con mis preguntas si estaba de camino a recibir una explicación. No tardamos en alcanzar el lugar en el que pararon el coche. Como con el paisaje que se miraba desde el coche, este lugar no parecía tener nada especial. Era un pueblo normal y corriente en los alrededores de la ciudad. Me invitaron a acompañarles. Volví a caminar detrás de ellos hasta el bar del pueblo. En la entrada estaba una mujer. En cuanto la vieron la saludaron con la mano y nos acercamos a ella.


-Sara, ya estamos de vuelta. Era todo tal como dijiste. - Le dijo José a la mujer que estaba en la entrada. Esa mujer parecía ser Sara, la que les había hablado de mi. No la conocía. No había visto a esa persona en mi vida. - Estamos aquí para ya terminar el proceso de conocer el pueblo, ¿nos acompañas?

-Sí. ¿Te gusta este lugar Rober?

-Bueno, parece un sitio tranquilo. Pero no parece tener nada especial ni mágico.

-Ahora es cuando desarrollamos un poco más esto. - Repuso al momento Manuel. - En realidad el lugar en el que estamos sigue siendo el lugar del que venimos y al mismo tiempo no. ¿Ves a la mujer que está cantando en el escenario? Acércate y mira por la ventana. Ella es la fundadora de este lugar. Hace mucho tiempo perdió a su familia y amigos por una enfermedad que asoló donde vivía. Perdió a su hijo que apenas tenía cuatro años y como sobrevivió a todos los que la rodeaban los vecinos empezaron a hablar de ella como si los hubiera matado. Perdió tanto que un día escapó de su casa llorando y caminó hasta que su calzado se rompió. Durante el camino deseo que su dolor terminara, no quería perder nada más. Su deseo fue tan fuerte que este mundo apareció para ella. Fue como si el mundo en el que viviera se doblase a la mitad y ella pudiese habitar en la nueva mitad. Estas casas, estos bares que ves son los del mundo del que venimos pero al mismo tiempo no lo son, están aquí solo para nosotros para cubrir nuestras necesidades. Al igual que con la moneda, lo irás entendiendo en cuanto lo veas en acción. Poco después de la fundadora empezaron poco a poco a llegar más gente. Personas que habían perdido demasiado en la vida y no querían que se repitiese. Aquí no perdemos. Ni partidas como con la moneda pero tampoco tiempo de nuestra vida. No envejecemos y no podemos conducir nuestra vida a la pérdida, si quiero ir a un lugar llegaré a ese lugar porque no me puedo perder. Si tengo que elegir algo esa decisión seguirá conmigo para siempre. Y por eso estás aquí Rober.

-Todo esto... No tiene sentido. Es cierto que cuando me encontrasteis estaba pensando justo en que no podía perder más, que estaba abrumado por el sentimiento de pérdida. Pero este lugar, ¿cómo puede existir?

-No puedo responderte a eso mucho mejor que con la historia de Manuel. - Esta vez fue Sara la que me dio respuesta. - Imagino que ya te han dicho que todo esto suele ser una sorpresa para los nuevos. Aquí te acabas acostumbrando a descubrir cada vez más cosas nuevas.

-Como dice Sara, en este lugar ocurren muchas cosas que te sorprenderán. Hay respuestas que no se pueden dar y otras que solo tú podrás descubrir. - Añadió Manuel.

-¿Qué significa que esté yo aquí? - Pregunté dejándome llevar por la locura de todo lo que estaba pasando.

-Quizás nada y quizás todo. - Contestó Sara con una sonrisa burlona. - Entremos al bar, hoy habrá baile.

-Perdona el tono misterioso de Laura. - Me dijo en bajo José mientras buscábamos mesa donde sentarnos en el local. - Este lugar es todavía más especial para las mujeres. En la historia nadie ha perdido más que las mujeres del mundo y por eso este lugar se comporta mejor con ellas. Tienen más poder y más conocimiento pero aquí eso significa también más restricciones. Saber que tus decisiones te comprometen a no perder lo que decidas nunca más es un peso muy grande para muchos. Ellas conocen este lugar y entienden mejor que nadie su poder y por eso son más cautas. Ese es el precio de no poder perder.

-Pero eso parece un castigo.

-Puede parecerlo desde luego. Muchas hemos debatido sobre ello. Para las más conservadoras es un precio más que justo, perdieron tanto en su anterior vida que darían lo que fuera porque no se repitiera. Para el otro sector es una jaula, es cierto que este lugar cubre tus necesidades pero también puede hacer que te niegues a tener deseos por miedo a no poder perderlos. - Empezó a sonar en la sala una música y la cara de Sara se iluminó. - Me encanta esta canción, ¿te apetece bailar conmigo Rober? - Me ofreció su mano para seguirla al baile y no fui capaz de responder así que tomé su mano y me llevó a la pista donde ya había otras personas bailando. - Tranquilo, da igual que no se te de bien, aquí no puedes perderte. - Era cierto, en cuanto empezamos a bailar, nos movíamos como si no fuese nuestro primer baile juntos. - Tú todavía no formas parte de este lugar pero sus efectos ya empiezan a estar en ti. Al principio este lugar te atraía pero las mujeres de aquí somos capaces de saber quienes pueden ser los nuevos habitantes y podemos mandar a algunos a que vayan a enseñarles el lugar antes de que este lugar llegue a ellos porque están totalmente perdidos. - Se acercó a mi cuello y empezó a susurrarme al oído. - Porque Rober, tú todavía puedes elegir. Todavía no lo has perdido todo, mañana por la mañana haremos junto a ti el ritual de pase pero todavía puedes elegir no formar parte de este lugar. - Quizás era el ambiente o que hacía mucho tiempo que no bailaba así con nadie pero acerqué mi cara como intentando besarla. Ella giró su cara y la alejó un poco. Más con pena que con rechazo. - ¿Podrías elegir besarme sabiendo que ese beso haría que no nos pudiéramos perder nunca? ¿Podríamos amarnos sin la posibilidad de que se pueda terminar en el horizonte? Si te besara, nuestras vidas estarían atadas para siempre por obligación y no por elección.

-Lo... Lo siento.

-No pasa nada. Pero tienes que entender como es este lugar. Ahora te llevaremos a tu cuarto, mañana por la mañana haremos el ritual de decisión. Elegirás si te unes a este lugar con nosotros o vuelves a tu vida. Nosotros estaremos para ti durante la decisión y te acompañaremos en todo momento. Vamos.


Abandonamos la zona de baile y el local. Me llevaron hasta una casa vacía y me indicaron donde estaban las habitaciones. Me metí en cama pensando en todo lo que había vivido durante ese día. Había visto como me ganaban a la moneda más de una docena de veces, a gente en el local participando en juegos donde todos ganaban y la cara de Sara mientras me contaba todo lo relacionado con este lugar. Por el camino pregunté si era un lugar fijo en el espacio y aunque ellos tampoco lo entendían bien, el lugar estaba localizado a menos de media hora de su próximo habitante. Que el hecho de estar en ese plano que tiene como esqueleto nuestro mundo pero que luego es ajeno a él le permite desplazarse. Nadie ajeno a este lugar puede descubrirlo sin estar acompañado de un nativo. Cuanta más información tenía de este lugar más entendía su etiqueta de lugar mágico. Intenté despejar la cabeza para poder dormir y poco a poco los pensamientos me dejaron descansar.

A la mañana siguiente Manuel, José y Sara me esperaban en la entrada de la casa donde me había hospedado. Parecían un poco inquietos frente a la absoluta tranquilidad del día anterior. Me pidieron que les acompañara y caminamos alejándonos de la zona de viviendas. Llegados a un punto ya bastante alejado los tres dibujaron sobre el suelo una línea y me pidieron que me alejara de la misma con ellos. Me explicaron que ellos serían mi puente de entrada o de salida del lugar. Que yo tendría que caminar desde su posición hasta la línea y en cuanto la atravesara tomar una decisión. Que no me preocupara que en caso de que decidiera volver a mi vida, no habría consecuencias negativas. Que ellos me acompañarían en todo el proceso. En cuanto terminaron las explicaciones intenté ordenar mis pensamientos sobre este lugar. No volver a perder. Sonaba tan tentador. Caminé con paso lento en dirección a la línea dibujada en el suelo. No perder no significaba ganar a veces también significaba no intentarlo. Estaba frente a frente con la línea del suelo. Cerré los ojos. Respiré hondo. Di el paso.

Cuando abrí los ojos me encontraba en el paseo de la playa donde empezó todo. Como si hubiera sido un sueño despierto a mi alrededor ya no estaban ni las casas ni las personas con las que me encontraba. Supongo que era la decisión correcta, había perdido tanto pero, ¿era ese lugar dónde sentiría un cambio a mejor? Caminé un poco y vi a lo lejos un coche negro como en el que me habían llevado José y Manuel. Corrí hacia él pero su interior estaba vacío, ¿había sido todo un delirio de mi cabeza? Me tocaron el hombro y al girarme me encontré con los dos hombres que esperaba encontrarme en el interior del vehículo. Me abrazaron y me agradecieron la decisión, me dijeron que se iban a una nueva vida. Me recomendaron caminar por la arena en lugar de el paseo, que ayuda a despejar la mente. Tras despedirnos seguí su consejo y me descalcé para caminar por la arena. Caminé durante un rato hasta ver en la distancia una figura frente al mar que pude reconocer al momento. Era Sara. Corrí hasta ella con tal velocidad que en varias ocasiones estuve a punto de caer. Cuando la alcancé tenía los ojos llorosos pero sonreía. Le iba a preguntar qué estaba pasando pero me indicó con un gesto que mirase el mar con ella. Permanecimos así un buen rato en silencio.


-Gracias. - Me dijo casi como un susurro sin dejar de mirar el mar. Me agarró la mano con su mano. - Me gustaría comprobar si bailas tan mal.

miércoles, 4 de diciembre de 2024

Carnicería

                             El inspector Ramírez esperaba que se encontrase ante un asunto de vital importancia ya que lo habían despertado a las tres de la madrugada en una noche de martes de noviembre para ir al Tequila 666, el peor antro de la ciudad. El oficial que le llamó describió la situación como una carnicería y que eran necesarias sus capacidades. ¿Qué podría ser tan importante como para necesitarle? Ya se sabía que el bar era un centro de reuniones para varias bandas locales e incluso se tenían indicios de que se producían combates ilegales en su interior. Nada que se pudiese demostrar ante un juez y por lo tanto solo podían atacarles con pequeños mordiscos aquí y allá. Ramírez avisó de que estaría en unos veinte minutos en el lugar pero había tenido en cuenta la intensa lluvia que acompañaba al frío. En cuanto llegó a la escena del crimen salió de su coche tirando el cigarrillo a medio fumar al asfalto encharcado y mientras se empapaba echó un primer vistazo al lugar. Cinco coches de patrulla, dos de técnicos forenses y un montón de agentes de un lado para otro. En cuanto puso un pie cerca de la zona acordonada uno de los hombres se acercó para levantarla cinta y ponerle al día con el asunto.


-¡Inspector! Disculpe las horas y muchas gracias por venir, no sabíamos muy bien como gestionar un caso así. - Tras cruzar la cinta, ambos caminaron bajo la lluvia hasta la entrada del local. Había un agente joven con cara de mareo al que su compañera algo más veterana estaba tranquilizando. A Ramírez le llamó mucho la atención la escena, ¿qué podía haber ahí dentro que alterara tanto a un agente? - Recibimos hace unas dos horas una llamada de una vecina que se quejaba de gritos y ruidos provenientes del local, lo que no nos imaginábamos era lo que nos íbamos a encontrar ahí dentro. Hemos intentado mantener la escena lo más intacta posible pero hubo que mover un poco algunos cuerpos porque estaban agolpados en la entrada y era muy difícil el acceso. Por lo demás, está como la encontramos. Me gustaría que a pesar de las circunstancias es un honor contar con usted. - Un fan pensó Ramírez. Era lo que menos necesitaba con el sueño que tenía encima, le solían dar dolor de cabeza.

-Gracias por el informe agente. Veamos que tenemos aquí. Cuanto antes analicemos la escena antes podremos dejar a los de los muertos hacer su trabajo. - Ambos alcanzaron la zona donde el joven agente y su compañera estaban protegiendo la entrada. Ramírez se dirigió a ella viendo que era la que tenía más experiencia de los dos. - Vengo a ver que ha pasado aquí dentro, inspector Ramírez.


La agente les abrió la puerta y con un solo vistazo el inspector pudo comprobar que el término carnicería no era para nada exagerado. Entre veinte y treinta cuerpos inertes en el interior. Todos pegados a las pared de la entrada como si hubieran intentado escapar por la puerta o las ventanas. No presentaban heridas de bala pero si heridas como algún tipo de arma afilada. ¿Algún cuchillo, hacha, machete o espada quizás? Algunos tenían alguna parte del cuerpo totalmente amputada y la mayoría una incisión en la cabeza que podría ser la causa de la muerte. Como si hubieran sacrificado a un montón de animales. Un matadero de criminales. Algunos de ellos los conocía de vista y otros debían de ser peones del crimen de esta ciudad. Las personas encargadas de esto parecían haber salido indemnes ya que no se apreciaban manchas de sangre que no fueran de los cadáveres, ¿acaso la creme de la creme del crimen decidió no defenderse? Intentaron huir pero ¿por qué no lo consiguieron? ¿Estaban cerradas las puertas? Todavía les quedaban las ventanas si tanta urgencia tenían. El inspector caminó por la escena mirando a un lado y a otro. El arma le parecía mas cercana a un hacha que a un cuchillo. Había alguna pistola por el suelo, por lo tanto sí se habían intentado defender. Y observando el resto de la habitación había orificio de bala en la pared contraria. Se habían intentado defender pero fallaron. ¿Tantos disparos y ni siquiera una herida en el rival?


-Agente, ¿cuándo llegaron las puertas estaban atrancadas?

-Sabía que se daría cuenta. No, estaba todo tal como lo ve ahora. Las puertas abiertas, las ventanas sin ningún tipo de pestillo y esos orificios de bala del fondo sin ningún tipo de sangre. Por eso le llamamos. No entendíamos que pudo haber pasado aquí, al principio creímos que pudo ser una reunión entre bandas que acabó mal pero el tipo de heridas y que los hombres de ambos grupos estén mezclados entre las víctimas como si hubiesen colaborado para defenderse nos confundió.

-Comprendo. Si le soy completamente sincero ahora mismo estoy tan perdido como ustedes. Veo miembros de dos bandas asesinados a hachazos posiblemente y que no pudieron huir de un lugar que no les ponía ningún impedimento. Se defendieron con pistolas ante hachas y perdieron la vida sin causar ningún daño a los asesinos. No tiene ningún sentido. Si no supiera que son bobadas diría que es cosa de magia. Esta carnicería sin ninguna pista...


El inspector no pudo terminar su frase porque en el momento que dijo la palabra carnicería las luces del local empezaron a parpadear y un ruido de metálico empezó a sonar por toda la habitación. Instintivamente se llevó la mano al arma mientras miraba para todos lados intentando ver de donde provenía el sonido que se hacía a cada segundo más fuerte. El agente intentó avisar a los compañeros que había fuera pero la puerta no se abría y parecía que nadie fuera del local se enteraba de lo que estaba pasando. Ramírez iba a comprobar las ventanas cuando su compañero le señaló la puerta trasera del local. Se giró y comprobó que no estaban solos. Dos seres de unos dos metros acababan de entrar en la habitación. Y la palabra ser era la correcta para definir a cada uno de ellos porque aunque querían parecer humanos el término sería tan correcto como llamarle fuego al agua. Con unos cuerpos de dos metros de altura parecían estar hecho de partes del cuerpo de distintas personas, una pierna larga y una pierna más corta y fuerte o brazos de distinto tamaño y forma. Llevaban un mandilón como los de los carniceros y donde debería estar el cuello y la cabeza un corte del que salía un liquido negro que manchaba la parte superior de la ropa  de carniceros que llevaban. En las manos cuchillos de carnicero que iban golpeando contra las paredes produciendo el ruido metálico que ya sonaba hasta el punto que lo mejor sería taparse los oídos. El agente sin mediar palabra empezó a dispararles pero las balas parecían esquivarlos. Ramírez estaba intentando racionalizar la escena pero dos gigantes decapitados estaban a punto de trocearle como a los miserables que tenía a su alrededor. Uno de ellos llegó hasta el agente y clavó el filo de su cuchillo en el cráneo. El policía se desplomó en cuanto la bestia humanoide desenterró su arma de su cabeza. Ramírez sintió pánico. Iba a morir. El ruido metálico no le dejaba pensar. Y al ruido de las armas de los monstruos se había unido un sonido agudo como de una alarma, quizás era la de incendios del local. La puerta y la ventana estaban atrancadas. Lo estaban empezando a arrinconar. El sonido de la alarma se hacía todavía más fuerte. Lo iba a dejar sordo. El inspector Ramírez despertó en su habitación empapado de sudor. Le estaban llamando por teléfono. Miró la hora en la pantalla y eran las tres de la madrugada y le llamaban de la comisaría. Se intentó sacar el miedo del cuerpo para atender la llamada.


-¿Diga?

-¿Inspector Ramírez? ¿Señor?

-Sí, soy yo.

-Señor, disculpe las horas y la molestia pero necesitamos que venga en cuanto pueda al Tequila 666. Se ha producido un crimen, no sabría muy bien como describir la escena salvo como una carniceria.

martes, 3 de diciembre de 2024

Cuenta cuentas

 Paz tiene tres letras
pero no las que crees.
Paz es el lugar
donde ya no me ves.

Miedo tiene seis letras
y no me confundo.
Miedo es renunciar
a aquello que forma mi mundo.

Futuro tiene cinco letras
y todavía sé contar.
Futuro es un destino
donde puedo sanar.

lunes, 2 de diciembre de 2024

Noviembre

 Las luces se encienden,
las personas se marchan,
se caen las caretas
y mía es la culpa.

Siento gritarte,
no quiero dejarte solo,
soy responsable de mis errores
y mía es la culpa.

Me ves con lágrimas en los ojos,
te enfadas porque no mejoro,
es cierto que apenas hago nada
pero no quiero más culpa.





Me dormí esperando que llegase mañana
y no desperté por mis sueños de ayer.
Soy ejemplo de que el que no avanza no gana,
tan estancado que solo puedo perder.
Me convertí en la canción que no suena,
en el tren que a la estación no llega,
puede que necesite encontrar un rumbo
y no veo nada con tanta niebla.
Todas mis tiradas parecen ser cruz
y por ello voy dando tumbos,
no creo que apostar por mi pueda,
¿acaso lo harías tú?





Tres puertas se cerraron
y ninguna ventana a la vista.
La puerta del corazón suena y nadie llama,
la puerta de la cabeza se aleja y esconde las llaves
y la puerta del tiempo se escapa entre mis dedos.
Nadie quiere bajar la cabeza en tiempo de ventanas,
nadie quiere cuidar cuando puedes cambiar,
nadie regala silencios cuando cualquiera te puede hablar
y nadie se queda con una puerta rota
cuando por una ventana puedes escapar.
Me da miedo pensar que mientras disfrutas de la brisa de la ventana
mi puerta se cerrará.

domingo, 1 de diciembre de 2024

Tres maneras de no decir adiós

 "Ojalá nunca hayas leído nada de lo que te he escrito,
porque me destrozaría saber que a pesar de eso no me has buscado."

Mario Benedetti.


                        Te vi hasta en tres ocasiones sonriendo. El cuando no creo que sea importante. Despertó en mi dos rutas de pensamiento. La primera fue alegrarme por tener la oportunidad de volver a verte sonreír ya que no quería que mi última imagen de ti fuera una despedida entre lágrimas. Y la otra fue la de estar triste sabiendo que no volveré a participar en que se te dibuje una. No me viste aunque pasaste tan cerca que con apenas un ligero movimiento nos habríamos tocado, quizás iniciado un abrazo como en el pasado. Y me sentí turista en tu vida. Tan ajeno a ella que me hice pequeño para no romper el momento y la sonrisa. Me convertí en una sombra. Para no ser visto. Para no molestar. No tuve intención de ser visto. Creo que si lo hiciera me convertiría en una mancha de ponzoña en el cristalino océano de tu día a día. No deseo romper nada más por muy cruel que sea saber que como en la canción "Ya no te hago falta". Alejé de mi mente cualquier idea de ponerme en contacto contigo. He vivido muchas noches entre lágrimas excepto esas cuatro donde aprendí que a veces para amar uno se tiene que apartar.



Te vi una noche triste. Casi al punto del llanto. Pasaste tan cerca que por un momento pensé que era yo la causa. Pero tal era la pena que ni te percataste de mi presencia. No me hizo falta empequeñecerme porque todo pasó en un suspiro y tan pronto te tenía al alcance de la mano y al momento te perdías entre las personas. Me escribieron que te vieron triste al rato y si tenía algo que ver. "Ojalá" fue mi primer pensamiento porque eso habría significado que la vida nos volvía a cruzar. Confirmé que aunque te vi no interactuamos. Que tuve ganas de preguntarte que necesitabas. Si te apetecía que nos fuésemos y cenásemos algo rico mientras veíamos alguna de las películas que nos gustaban. Sabía que en otro tiempo eso te habría ayudado a desconectar y te habría hecho reír. Quizás con eso bastaba. Pero yo ya no formaba parte del plan, era un evento de otro tiempo y para otro Rober. Éramos dos personas distintas cruzando nuevos ríos. La idea de que seamos desconocidos me revolvió el estómago. Por primera vez me cuestioné esto. ¿En que momento renunciar a las risas era el camino correcto? Me recordé que tengo que respetar tu decisión y que amar puede ser convertirse en un desconocido.




No te puedes imaginar lo orgulloso que estaba. El mismo día que lo supe fue a la librería con cara de haberme la lotería. Me alegraba tanto por ti que no podía esperar a contemplar el fruto de tu esfuerzo. En cuanto lo vi me temblaron un poco las manos. Viví ese momento como tenerte enfrente. Pillé el libro y casi sin mirarlo estaba pidiendo que me lo pusieran para regalo. Al llegar a casa el papel se rasgó como en mis navidades cuando era un niño. No pude sino devorarlo. Esa tarde fuimos el libro y yo. Cada vez que mis ojos pasaban por algo que me recordara al proceso de crearlo me detenía y disfrutaba del recuerdo que evocaba. Cada minuto de lectura era un momento más de orgullo. Y con la finalización del mismo llegó el bajón. Todos esos recuerdos me sobrepasaron. Era sábado de noche y todo se revolvía en mi interior. Había borrado tu número de la agenda de mi teléfono y no tenía forma de ponerme en contacto contigo. Era un acto demasiado egoísta. No debía. Sabía que no debía. Me ardía la cabeza de pensamientos contradictorios. Y me acordé que tenía tu contacto anotado en una libreta que uso como agenda. Me lancé sobre el cajón como un animal salvaje sobre su presa. Me comía la ansiedad. Sabía que no estaba bien y busqué en las páginas tu nombre. Ahí estaba como aparición divina. Como agua en el desierto. Dudé un instante. Este era el momento de parar o ya no habría vuelta atrás. Marqué el número en mi teléfono y esperé.


-Sé que esto no está bien y quiero disculparme. - Me sujeté la cabeza como si necesitase apretarla para que no se desmoronase. - No sé ni por donde empezar pero necesito que me escuches. Ojalá esto esté funcionando para ti porque para mi no lo está haciendo. Creo que te di la última pieza buena de mi como recuerdo cuando te fuiste y desde entonces lo que ha quedado de mi es una mierda. Lo estoy haciendo todo mal y he echado de mi vida a las pocas personas que le importaba. Les hago daño y los echo. Lo siento. Hoy leí tu libro y sentí la necesidad... La necesidad... De decirte lo orgulloso que estoy de que lo hayan publicado. Soy imbécil, no creo que necesites esto ahora mismo. De verdad lo siento. Me gustaría saber si estás bien porque ahora mismo siento que te has convertido en otra persona y yo sigo en el mismo lugar y momento en el que me dejaste. Alejado de ti y alejándome de todo. Sin saber quien soy como agua sin recipiente saltando de un lugar a otro intentando obtener una forma que me sostenga. La verdad es que aunque extrañe un montón de cosas creo que saber que estás bien sería suficiente. Sé que es tarde para muchas cosas pero me mataría saber que espero a que sea demasiado tarde. Me habría encantado sentir como me abrazas esta noche. Te quiero.


Apoyé mi cara sobre la pantalla del teléfono mientras me rompía del todo a llorar. La pantalla estaba oscura y en ella se empezaban a dibujar un texto de tristeza con las lágrimas que se derramaban. No pulsé el botón de llamar y quizás eso era lo correcto. Tras unos minutos con mi cabeza apoyada contra el teléfono como queriendo transmitir todo lo que se quedó sin decir a través del pensamiento me incorporé con la agenda en la mano. Arranqué la página con su número de teléfono y la trocee para tirarla a la papelera. Fui al baño y me lavé la cara. Me puse el pijama y me metí en la cama. Fue un proceso semi automático como si todo lo vivido hace unos minutos activara todo esto. Me metí en la cama y extrañé la forma en que frotabas tus piernas con las mías antes de irte a dormir y el último abrazo que me dabas por detrás por las noches. Todavía seguía hablando contigo en mi voz interna. Todavía era muy pronto para poner a prueba la fuerza de mi lealtad. Todavía me falta aprender que amar también puede ser soltar.