sábado, 14 de diciembre de 2024

Presencia

                             Estaba en un sueño. Era uno de esos sueños en los que te persiguen. Estaba tan asustado que ni miraba atrás para identificar a mis perseguidores. No sé si era por los pasos que cada vez se escuchaban más fuerte a mis espaldas o por esa extraña sensación de sentirse observado que era como tenerlos a cada paso que daba más cerca de atraparme. La angustia era tal que no vi que en mi carrera me dirigía a un callejón sin salida. Al chocar contra el muro la desesperación se disparó en mi interior. Noté tres manos reteniendo mis piernas a mi espalda. No quería girarme. Golpee la pared como intentando derribarla. Dos manos más se sumaron al agarre a la altura de mis muslos. Intenté apartar las manos que me retenían las piernas pero era como apartar el agua cuando estás metido en el mar. Más manos empezaban a sujetar mi cuerpo que empezaba a ahogarse con tanto agarre como en arenas movedizas. En un último acto desesperado grité con todas mis fuerzas. Esperaba que alguien me rescatara. Cerré los ojos y comprobé que cada vez más manos me retenían hasta que mi cuerpo estaba totalmente aprisionado. Tiraban de mi por todos lados. Ya no era capaz ni de escuchar mi voz.

Abrí los ojos y estaba en mi habitación. Tenía la respiración acelerada. Debería estar a oscuras pero tenía un haz de luz frente a mi. No podía creer su origen. Delante de mi estaba ÉL. No soy creyente pero era la única forma de definir lo que estaba pasando. Un ser de luz blanca en mi habitación. Alrededor de dos metros de altura e irradiando por todo su cuerpo una luz blanca que impedía determinar ciertas facciones. No llevaba ropa y a la altura de donde deberían estar los ojos su cara se cortaba. Sobre el corte estaba el universo. Era como un cerebro flotante vestido con pamela y decoración cósmica. La imagen de esta entidad anuló la mayoría de capacidades ya que solo podía observarlo entre asombrado y aterrorizado. En el pecho, el corazón sonaba como tambores tribales. Aunque no tuviera ojos, podía notar su mirada. Me hablaba y el sonido de mi corazón no permitía escuchar nada. No podía parar de mirar el universo. Su mente, sus ojos y una parte de él era todo el universo. Omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia. Seguía hablando pero seguía sin poder escuchar nada y durante un instante me cuestioné si siendo incapaz de hacerme escuchar su voz podría ser ÉL. En cuanto ese pensamiento recorrió mi mente se paró de inmediato y levantó un dedo de su mano. Como en un truco de magia mi cuerpo reaccionó a su gesto y vi como poco a poco mi cuerpo empezó a transformarse. Se deformaba y se separaba. No dolía pero era grotesco. En un momento lo que era mi cuerpo se había transformado en una infinidad de pompas de jabón que flotaban sobre mi cama. Podía percibirme a través de cada una de ellas. Así debía de ser la mirada múltiple de una araña. Dirigí mi múltiple percepción a mi acompañante y bajó el dedo. Las pompas de los extremos comenzaron a explotar y otra vez la sensación de terror se apoderó de mi. ¿Iba a desaparecer? Como un efecto en cadena cada pompa que estallaba hacía que dos más la siguieran. En un momento mi cuerpo burbujeante desapareció y en el mismo instante que lo hizo mi cuerpo apareció como empujado de nuevo sobre la cama. Mi fe había sido restaurada. Empecé a hablar pero de mi boca no salieron palabras ni sonidos sino baldosas que se iban apilando frente a mi creando un camino flotante. Mi boca se movía pero solo contribuía a que el camino se extendiera más y más. Llegado un momento por más que moviera la boca intentando hablar ya no salían ni palabras, ni sonidos y tampoco baldosas. Ignoré lo absurdo de toda la situación y comencé a gatear por las baldosas. El camino ascendía atravesando el techo de mi habitación y el piso del vecino. Subía por el cielo más allá de las nubes. Como un bebé travieso yo gateaba por ellas. Al final me encontré una puerta en mitad de la nada. La abrí y las baldosas se desmoronaron como un castillo de naipes. Caí. Todo se volvió oscuro.

Volví a despertar en un lugar que no reconocía. Era oscuro y sucio. Miré mis manos y estaban totalmente cubiertas en ceniza oscura. Me incorporé y mi cuerpo estaba también cubierto entero por la misma ceniza. Caminé sin saber a donde iba. Podía sentir todavía que ÉL estaba ahí observando. Y buscaba con la mirada a mi alrededor al mismo tiempo que avanzaba. Intenté quitarme la ceniza de encima pero unos simples golpes no bastarían. Sin saber muy bien el origen apareció un fuego que me rodeó en forma de círculo. El círculo se fue estrechando a mi alrededor y aunque las llamas eran intensas no parecían dar calor. Estaba paralizado de nuevo y las llamas me alcanzaron. La primera lengua de fuego que me tocó quemó la ceniza de mi pie y la borró. A medida que se quemaba la ceniza que me cubría ante mis ojos se mostraban todos los errores de mi vida. Todos los actos oscuros que me manchaban. Los más leves se quemaron de cintura para abajo y a medida que la llama ascendía aparecían los más graves. La llama me cubrió entero. Me desperté. Estaba en mi habitación y ahora sí que parecía que todo estaba en orden. El sueño seguía en mi recuerdo. Quizás tenía una segunda oportunidad.

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