martes, 10 de diciembre de 2024

Cuentacuentos

                             Era el día después de mi noveno cumpleaños. No tenía clase. Tardé años en darme cuenta que nunca tendría clase el día después de mi cumpleaños. Viajo en el asiento de copiloto. Escuchando una historia que tardaré doce años en saber que está siendo improvisada sobre la marcha. La historia hablaba de un mundo de héroes y dragones, de villanos que siempre son derrotados y de victorias que conforman épicas leyendas. Siento que viajo en lo físico y en mi cabeza al mismo tiempo con dos rumbos distintos. Me habla con calma y con esa gracia que solo tenía él. Me pide que me esconda bajo la guantera para que no nos pille la policía, para él era nuestro juego y para mi nuestra aventura. Está especialmente animado porque me dice que tiene una sorpresa para mi y su alegría se contagia de la forma que solo se pueden contagiar las buenas emociones. Me vuelvo a sentar en el asiento colocándome el cinturón y me felicita por ser tan responsable. Hace frío y apenas hay personas por la carretera. ¿Quién estaría a las nueve de la mañana un seis de diciembre en la carretera a la playa? Solo "El hombre que venció al frío" y su nieto. Tiene una copia del periódico donde hablan de él en el asiento de atrás por si se encuentra con alguien enseñarla. Él es el hombre que vence al frío cada día nadando en el océano Atlántico. Y yo hoy su compañero de aventura. 

Aparca lo más cerca de la playa que puede y me dice que nos bajemos. Se queda en bañador como si la temperatura no fuera con él y se coloca el neopreno. Estoy helado hasta los huesos por la brisa marina y me sonríe. Me dice que hace buen tiempo para la fecha que es y no sé si se burla de mi o lo dice en serio. Saca un paquete envuelto en papel de regalo del maletero del coche. Se me ilumina la cara. Mientras lo abro no sé cual de los dos está más ilusionado. Es un neopreno. Me dice que me lo ponga. Tiemblo de frío durante todo el proceso. Vamos al mar. Meto un pie y tengo tanto frío que salgo corriendo. Él se mete de cuerpo entero. Lo miro como mirarían los ciudadanos de sus historias a los héroes que vencen al dragón. Me pide que me meta con él. Me da vergüenza reconocer mi debilidad y le digo que lo miro desde la arena. Se pierde en el mar durante un buen rato. Reaparece con dos peces en sus manos. Los acaba de pescar y me los enseña orgulloso. No me puedo creer que en ese agua helada haya podido no solo bucear sino pescar algo. Me dice que volvamos a casa que la abuela le echará la bronca si me pongo malo. Me dice que ha pescado su comida de hoy. Varios vecinos que se asomaron a observar su rutina acuática le saludan. Me subo al coche con el neopreno puesto y con una toalla en forma de capa. Le pido que continúe la historia. Me pide que le recuerde donde la dejó. Lo pienso ahora y no entiendo como se me pudo pasar que la estaba improvisando. Creo que está muy contento de que hayamos compartido ese momento. Yo lo estoy. Es El hombre que venció al frío. Es mi héroe. Es mi abuelo.

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