El cine nos ha enseñado tres cosas sobre el amor: No hay error que no se pueda reparar con una declaración de amor buena en público; una invasión, guerra, problema climático devastador o situación crítica puedes acabar pillando cacho y que la lluvia es el elemento clave para producir un encuentro amoroso. Yo como lo de hablar en público no se me da demasiado bien y no creo que mis cualidades a la hora de sobrevivir a cualquier problema que no se pueda solucionar en un bar he decidido que es hora de tirar de la lluvia. Para ello he empezado a sacar mi paraguas, un día si y otro no cuando llueve para probar las dos caras de la moneda del momento romántico cinéfilo. El momento uno se produce con paraguas, cuando la chica desvalida a punto de pillar un horrible resfriado por la terrible lluvia que hay se encuentra contigo y tu paraguas que le das cobijo y, ¡din! amor a primera vista; el momento dos desde mi punto de vista es mejor, ya que no tienes que ir cargando con paraguas y además es más estético, llueve y te empapas, te refugias en cualquier portal y allí conoces a otra alocada y atractiva joven que como tú utiliza ese portal para guarecerse de las inclemencias climáticas y ya con un poco de suerte y tal malo será que el romanticismo implícito de la lluvia no haga que todo termine en un beso.
Yo llevo desde enero probando y tengo que decir que la lluvia y más en Galicia es lo mejor. En estos meses ya he pillado un par de resfriados.
martes, 23 de abril de 2013
martes, 16 de abril de 2013
Tú sabes quien eres...
Me enamoré de una mujer sin alma.
Un recipiente vacío al que con comprensión y dedicación quise humanizar.
Sus ojos eran lo único que mostraban que algún día hubo algo, que un día supo amar.
Me enamoré de una mujer sin alma.
Pasaba sus días bebiendo y esperando.
Su cuerpo era un poema borroso.
Me enamoré de una mujer sin alma.
Cuyo corazón no pertenecía a nadie y ya ni se sabía si latía.
Sus manos te herían en lugar de acariciarte.
Me enamoré de una mujer sin alma.
Yo cada noche la esperaba en el mismo lugar, con la misma tristeza sabiendo que no vendría.
Sus labios tenían el sabor de otros cada día.
Me enamoré de una mujer sin alma.
La quise cada noche y cada día.
Todavía la quiero.
Un recipiente vacío al que con comprensión y dedicación quise humanizar.
Sus ojos eran lo único que mostraban que algún día hubo algo, que un día supo amar.
Me enamoré de una mujer sin alma.
Pasaba sus días bebiendo y esperando.
Su cuerpo era un poema borroso.
Me enamoré de una mujer sin alma.
Cuyo corazón no pertenecía a nadie y ya ni se sabía si latía.
Sus manos te herían en lugar de acariciarte.
Me enamoré de una mujer sin alma.
Yo cada noche la esperaba en el mismo lugar, con la misma tristeza sabiendo que no vendría.
Sus labios tenían el sabor de otros cada día.
Me enamoré de una mujer sin alma.
La quise cada noche y cada día.
Todavía la quiero.
lunes, 15 de abril de 2013
¿Qué quieres que te diga?
Aquella noche me tocaría vivir con dos de las cosas que más odio pero todavía no lo sabía. Estaba de cervezas con dos amigos en un piso mientras ellos levantaban el pais y yo tumbado en el sofá pensando en las cosas que un hombre piensa cuando lleva unas cuantas cervezas encima y se queda cavilativo, mujeres. Aquella noche Nuria me dijo que nos veríamos y yo tenía puestas mis esperanzas en la bebida y en ella. De vez en cuando miraba el teléfono con la ilusión de que apareciese el lugar indicado y la hora perfecta pero ella no daba señales y decidí que ya había bebido bastante y que era hora de irnos a beber a otro lado antes de que la conversación entre Mario y Fran se transformara en una discusión o todavía peor, en querer irse a dormir.
Cruzando la puerta sonó mi teléfono y todo mi ser quiso que fuera Nuria, lo era. Se disculpó por la tardanza y sin preguntar a mis amigos fuimos al lugar donde estaba con sus amigas. Me las presentó y prometo que intenté recordar los nombres, pero a fin de cuentas son nombres. Bebimos un rato y tuvieron la horrible idea de ir a una discoteca. Si quieres joder a un hombre que ha bebido demasiado, mételo en una discoteca. Un laberinto inhumano formado por personas. Eso necesitó otra cerveza más. Por el camino tuvimos que dar un rodeo porque una de las chicas había quedado con un amigo, resultó que era Nuria la chica y el amigo era un gilipollas. Me enfadé, estaba en mi derecho, quería ser el centro de atención, ¿qué tenía eso de malo? Me situé tres pasos por detrás de todo el mundo mientras miraba como el gilipollas en cuestión se dedicaba a arrastra sus tentáculos sobre ella, me enfermó. Seguí distante y cabizbajo por la derrota sin haber comenzado la lucha y noté como alguien se me agarraba al brazo y tiraba de mi, no quería que me quedara atrás.
Entramos en el local y decidí que ese no era mi mundo, pero que había bebido y si la chica no quería formar parte de la película me lo pasaría bien yo solo. Hice el idiota como nunca, mis amigos estaban disfrutando y ambos tenían una copa en la mano, yo estaba sin dinero. Noté como una chica se nos unió y se reía ante la imagen tan dantesca de verme bailar. Le ofrecí la mano y la tomó. Nuria se había ido, sus amigas y el otro tipo desaparecieron con ella. Bailé con la desconocida.
-Me llamo Rober, ¿cómo te llamas?
-...
-¿Eres de aquí?
-...
-¿Me entiendes?
-...
-¿Podrías decir algo? ¿Nombre?
-...
-Ambos estamos muy borrachos, pero joder...
En ese momento puso sus brazos sobre mi hombro y a pesar de mi terrible miedo a lo nuevo decidí que en el peor de los casos ya había bebido lo suficiente para curar las heridas de un posible sopapo. La besé, me respondió timidamente, casi rozando la inocencia. Parecíamos dos primerizos sin saber bien que hacer, volví a hacercarme y esta vez fue ella quien me besó y puso tras ello aire entre nuestros cuerpos. No entendía nada, la tomé de la mano y nos fuimos a la entrada del local. Le dije de nuevo mi nombre, le pregunté el suyo, le pregunté si estaba sola, si pasaba algo. La única respuesta que recibí fue el pestañeo de sus dos enormes ojos. Nos quedamos mirándonos un buen rato y decidí que si no estaba sola lo mejor sería entrar dentro, bailamos y me di cuenta que quería marcharme. Le dije mi nombre, le pregunté el suyo, le pregunté si estaba sola, si pasaba algo, si necesitaba algo y me despedí con un beso en la mejilla. Nos fuimos a otro lado. Me marché triste por mi y por ella. Quizás soy un monstruo y nadie le dice su nombre a los horrores de la noche, quizás bebimos demasiado. Aquella noche estuve en una discoteca y sufrí un largo silencio incómodo con una desconocida, si lo sé vuelvo a salir de casa.
Cruzando la puerta sonó mi teléfono y todo mi ser quiso que fuera Nuria, lo era. Se disculpó por la tardanza y sin preguntar a mis amigos fuimos al lugar donde estaba con sus amigas. Me las presentó y prometo que intenté recordar los nombres, pero a fin de cuentas son nombres. Bebimos un rato y tuvieron la horrible idea de ir a una discoteca. Si quieres joder a un hombre que ha bebido demasiado, mételo en una discoteca. Un laberinto inhumano formado por personas. Eso necesitó otra cerveza más. Por el camino tuvimos que dar un rodeo porque una de las chicas había quedado con un amigo, resultó que era Nuria la chica y el amigo era un gilipollas. Me enfadé, estaba en mi derecho, quería ser el centro de atención, ¿qué tenía eso de malo? Me situé tres pasos por detrás de todo el mundo mientras miraba como el gilipollas en cuestión se dedicaba a arrastra sus tentáculos sobre ella, me enfermó. Seguí distante y cabizbajo por la derrota sin haber comenzado la lucha y noté como alguien se me agarraba al brazo y tiraba de mi, no quería que me quedara atrás.
Entramos en el local y decidí que ese no era mi mundo, pero que había bebido y si la chica no quería formar parte de la película me lo pasaría bien yo solo. Hice el idiota como nunca, mis amigos estaban disfrutando y ambos tenían una copa en la mano, yo estaba sin dinero. Noté como una chica se nos unió y se reía ante la imagen tan dantesca de verme bailar. Le ofrecí la mano y la tomó. Nuria se había ido, sus amigas y el otro tipo desaparecieron con ella. Bailé con la desconocida.
-Me llamo Rober, ¿cómo te llamas?
-...
-¿Eres de aquí?
-...
-¿Me entiendes?
-...
-¿Podrías decir algo? ¿Nombre?
-...
-Ambos estamos muy borrachos, pero joder...
En ese momento puso sus brazos sobre mi hombro y a pesar de mi terrible miedo a lo nuevo decidí que en el peor de los casos ya había bebido lo suficiente para curar las heridas de un posible sopapo. La besé, me respondió timidamente, casi rozando la inocencia. Parecíamos dos primerizos sin saber bien que hacer, volví a hacercarme y esta vez fue ella quien me besó y puso tras ello aire entre nuestros cuerpos. No entendía nada, la tomé de la mano y nos fuimos a la entrada del local. Le dije de nuevo mi nombre, le pregunté el suyo, le pregunté si estaba sola, si pasaba algo. La única respuesta que recibí fue el pestañeo de sus dos enormes ojos. Nos quedamos mirándonos un buen rato y decidí que si no estaba sola lo mejor sería entrar dentro, bailamos y me di cuenta que quería marcharme. Le dije mi nombre, le pregunté el suyo, le pregunté si estaba sola, si pasaba algo, si necesitaba algo y me despedí con un beso en la mejilla. Nos fuimos a otro lado. Me marché triste por mi y por ella. Quizás soy un monstruo y nadie le dice su nombre a los horrores de la noche, quizás bebimos demasiado. Aquella noche estuve en una discoteca y sufrí un largo silencio incómodo con una desconocida, si lo sé vuelvo a salir de casa.
martes, 2 de abril de 2013
Hamar y no ser hamado
Hay tres cosas muy jodidas de conseguir en esta vida: un buen grupo de gente de la que rodearte, una buena motivación en la vida y la más difícil y más importante a la hora de salvarte de los fracasos en las dos anteriores, un buen bar al que ir. Yo en ese momento estaba disfrutando de un bar, de mi bar. El dueño ya me conocía y ya sabía que ponerme dependiendo de las horas o de si estaba solo o acompañado, esa es la definición de un buen bar. Un jueves a las doce era hora de una cerveza y allí me encontraba yo, con el bar casi vacío con una cerveza en mi mano, intercambiando críticas muy sobadas sobre política con el dueño mientras él esperaba que los estudiantes empezaran a venir.
Con el sonido de la puerta las miradas de los dos gatos del local se tornó y pude ver como entraba un antiguo compañero de clase acompañado de una chica a la que no conocía. Álvaro, un tipo que por haberse sentado a mi lado durante tres años se consideró mi amigo a pesar de lanzarme toneladas de mierda en cuanto tenía oportunidad para como él decía "encajar". Al ver su cara supe que venía a verme y si no fuera por la acompañante y por llevar pocas cervezas encima la única respuesta que habría obtenido sería un dedo bien levantado indicando por donde se podía ir.
-¡Joder tio! Cuanto tiempo, ¿no? Estaba en el piso con unos amigos escuchando música y Lara comentó algo sobre un chaval de nuestra ciudad que estaba ganando cierta familla con un blog y resulta que eras tú. Nada, le dije que te conocía y bueno, yo supuse que estarías aquí y ella quiso conocerte.
-¿Te gusta lo que escribo?
-No está mal.
-A mi no me gusta y por las nulas respuestas que he recibido en el mundo no virtual creo que fuera de mi blog no gusto demasiado tampoco. De todas formas, gracias; una fan siempre es bien recibida.
-¿Es verdad que eres amigo de Álvaro?
-Nos sentamos juntos un par de años. Pero las historias mejor sentados y con una cerveza, la mia se está acabando.
Lara resultó una chica de lo más interesante, una cara inocente con un cuerpo bastante desarrollado la convertían en una damita bastante vistosa y comprendí al poco de hablar con ella por qué el capullo de Álvaro recorrería media ciudad para alardear de conocerme un jueves por la noche. Después de cuatro cervezas ella y yo estábamos sumergidos en una conversación en la que cualquier estupidez era transcendental y en la que pude levantar el dedo que Álvaro llevaba tanto tiempo pidiendo. Se fue y nos dejó solos, bañándonos en nuestra propia salsa de cerveza. El bar estaba bastante lleno y yo empezaba a notar que el tiempo y la bebida empezaba a castigarnos a ambos, le propuse ir como tortolitos de la mano al baño y aceptó, nos metimos con disimulo y ya dentro comenzamos a besarnos. La pasión apenas se podía contener en ese cuarto tan pequeño y que además de un poco borracho estuviera con una de las peores épocas de ausencia de mujeres de mi vida hizo el resto. Con la poca fuerza de mis brazos la levanté sobre el lavadero de manos y le quité violentamente toda la ropa de cintura para abajo, la besé mientras notaba como mi pelo le hacía cosquillas en los muslos, la deboré mientras colocaba una pierna sobre mi hombro y no paré mientras mi apretaba contra ella. Parecía un borracho pegado al grifo y no paraba, ella me soltó y supe que llegaba mi momento. Se hizo de rogar mientras se volvía a colocar la ropa y yo empecé por bajarme un poco el pantalón. Me miró pícara y supe que era mi momento. Me besó en la mejilla.
-Ha sido un placer Rober, le pediré tu número a Álvaro.
Me dejó en un cuarto de baño con menos carne por fuera que amor propio perdido. Vovlí a la barra y me tomé una última cerveza, las anteriores estaban demasiado calientes. Nunca me llamó.
Con el sonido de la puerta las miradas de los dos gatos del local se tornó y pude ver como entraba un antiguo compañero de clase acompañado de una chica a la que no conocía. Álvaro, un tipo que por haberse sentado a mi lado durante tres años se consideró mi amigo a pesar de lanzarme toneladas de mierda en cuanto tenía oportunidad para como él decía "encajar". Al ver su cara supe que venía a verme y si no fuera por la acompañante y por llevar pocas cervezas encima la única respuesta que habría obtenido sería un dedo bien levantado indicando por donde se podía ir.
-¡Joder tio! Cuanto tiempo, ¿no? Estaba en el piso con unos amigos escuchando música y Lara comentó algo sobre un chaval de nuestra ciudad que estaba ganando cierta familla con un blog y resulta que eras tú. Nada, le dije que te conocía y bueno, yo supuse que estarías aquí y ella quiso conocerte.
-¿Te gusta lo que escribo?
-No está mal.
-A mi no me gusta y por las nulas respuestas que he recibido en el mundo no virtual creo que fuera de mi blog no gusto demasiado tampoco. De todas formas, gracias; una fan siempre es bien recibida.
-¿Es verdad que eres amigo de Álvaro?
-Nos sentamos juntos un par de años. Pero las historias mejor sentados y con una cerveza, la mia se está acabando.
Lara resultó una chica de lo más interesante, una cara inocente con un cuerpo bastante desarrollado la convertían en una damita bastante vistosa y comprendí al poco de hablar con ella por qué el capullo de Álvaro recorrería media ciudad para alardear de conocerme un jueves por la noche. Después de cuatro cervezas ella y yo estábamos sumergidos en una conversación en la que cualquier estupidez era transcendental y en la que pude levantar el dedo que Álvaro llevaba tanto tiempo pidiendo. Se fue y nos dejó solos, bañándonos en nuestra propia salsa de cerveza. El bar estaba bastante lleno y yo empezaba a notar que el tiempo y la bebida empezaba a castigarnos a ambos, le propuse ir como tortolitos de la mano al baño y aceptó, nos metimos con disimulo y ya dentro comenzamos a besarnos. La pasión apenas se podía contener en ese cuarto tan pequeño y que además de un poco borracho estuviera con una de las peores épocas de ausencia de mujeres de mi vida hizo el resto. Con la poca fuerza de mis brazos la levanté sobre el lavadero de manos y le quité violentamente toda la ropa de cintura para abajo, la besé mientras notaba como mi pelo le hacía cosquillas en los muslos, la deboré mientras colocaba una pierna sobre mi hombro y no paré mientras mi apretaba contra ella. Parecía un borracho pegado al grifo y no paraba, ella me soltó y supe que llegaba mi momento. Se hizo de rogar mientras se volvía a colocar la ropa y yo empecé por bajarme un poco el pantalón. Me miró pícara y supe que era mi momento. Me besó en la mejilla.
-Ha sido un placer Rober, le pediré tu número a Álvaro.
Me dejó en un cuarto de baño con menos carne por fuera que amor propio perdido. Vovlí a la barra y me tomé una última cerveza, las anteriores estaban demasiado calientes. Nunca me llamó.
domingo, 6 de enero de 2013
Volver
Léelo en alto cuando sientas que el silencio te ahoga:
Yo ya me he despedido con un beso robado de ti mientras duermes, creo que así será más sencillo. Se acaban los "buenos días" y sufrir juntos los piés fríos, eres la primera vez a la hora de que mi cuerpo no sea un remanso cálido por las noches, espero que con este hasta luego no sea la última.
Durante los primeros días hablaré de ti, mostraré las marcas que me has dejado y que nunca se borrarán y aunque luego no estés en mi boca tienes que saber que en mis recuerdos has robado para ti situaciones que muy difícilmente se me escapen. Te hablo todavía con tu dulzura acariciando mi ser y sin que tu fragancia haya abandonado nuestras sábanas y muchas de mis prendas pero siento que eres como esa moneda que te encuentras en el preciso momento en el lugar menos indicado, no puedo describir lo mucho que has valido.
Me voy, volveré. Quizás no cuando me necesites, volveré cuando sea necesario. Me voy antes de que te vayas y antes de que nos cansemos el uno del otro. Antes que la monotonía nos intoxique. Nos toca descansar el uno del otro. Estoy seguro que no es lo más justo, pero si lo correcto.
Esta última noche me voy descalzo para tenerte presente, para poder decirte "buenos días".
Yo ya me he despedido con un beso robado de ti mientras duermes, creo que así será más sencillo. Se acaban los "buenos días" y sufrir juntos los piés fríos, eres la primera vez a la hora de que mi cuerpo no sea un remanso cálido por las noches, espero que con este hasta luego no sea la última.
Durante los primeros días hablaré de ti, mostraré las marcas que me has dejado y que nunca se borrarán y aunque luego no estés en mi boca tienes que saber que en mis recuerdos has robado para ti situaciones que muy difícilmente se me escapen. Te hablo todavía con tu dulzura acariciando mi ser y sin que tu fragancia haya abandonado nuestras sábanas y muchas de mis prendas pero siento que eres como esa moneda que te encuentras en el preciso momento en el lugar menos indicado, no puedo describir lo mucho que has valido.
Me voy, volveré. Quizás no cuando me necesites, volveré cuando sea necesario. Me voy antes de que te vayas y antes de que nos cansemos el uno del otro. Antes que la monotonía nos intoxique. Nos toca descansar el uno del otro. Estoy seguro que no es lo más justo, pero si lo correcto.
Esta última noche me voy descalzo para tenerte presente, para poder decirte "buenos días".
viernes, 4 de enero de 2013
Estamos muertos hasta que se demuestre lo contrario
Estamos muertos. Emanando un calor que no es nuestro, que no nos corresponde. Porque nos hemos convertido en tumbas que se desplazan, que han perdido todo lo que un día nos convirtió en personas. Hemos abandonado la individualidad y el pensamiento propio, deciden por nosotros a la hora de hablar, pensar e incluso sobre nuestra ropa. Si alguna vez el ser humano sintió empatía por sus semejantes a día de hoy es un borroso recuerdo de lo que parece un mito; a pesar de que día a día se ven gestos que hacen que se piense que hay esperanza para el ser humano no son más que anécdoticos y llegan a parecer más un defecto del individuo en si en lugar de un comportamiento natural como debiera ser.
Estamos muertos. Por todas las veces que decidimos no cometer un error porque es un error. Porque somos presos de los actos que no cometimos y de las palabras que nunca diremos. Porque nunca los sentimientos han importado tan poco y nunca nos hemos engañado diciendo que valen tanto. Porque nada nos conmueve de verdad, ya nada realmente nos enfurece ni hay una pena que dure cien años.
Estamos muertos. Porque nos despertamos con la idea del "yo especial" y nuestro único motivo para serlo es decir que lo somos. Leemos sin comprender, caminamos sin avanzar y vivimos sin aprender. No tenemos ideales.
Estamos muertos. Y somos felices con ello. Somos infelices con nosotros mismos. Ya no sabemos reir ni llorar. Hemos olvidado como se ama y ni el odio es capaz de dominar un corazón que ya no late.
Estamos muertos. Yo sigo con mi lápida a cuestas, ingénuo pensando que algún día de nosotros, los muertos; nacerá algo. Descansemos en paz.
Estamos muertos. Por todas las veces que decidimos no cometer un error porque es un error. Porque somos presos de los actos que no cometimos y de las palabras que nunca diremos. Porque nunca los sentimientos han importado tan poco y nunca nos hemos engañado diciendo que valen tanto. Porque nada nos conmueve de verdad, ya nada realmente nos enfurece ni hay una pena que dure cien años.
Estamos muertos. Porque nos despertamos con la idea del "yo especial" y nuestro único motivo para serlo es decir que lo somos. Leemos sin comprender, caminamos sin avanzar y vivimos sin aprender. No tenemos ideales.
Estamos muertos. Y somos felices con ello. Somos infelices con nosotros mismos. Ya no sabemos reir ni llorar. Hemos olvidado como se ama y ni el odio es capaz de dominar un corazón que ya no late.
Estamos muertos. Yo sigo con mi lápida a cuestas, ingénuo pensando que algún día de nosotros, los muertos; nacerá algo. Descansemos en paz.
martes, 1 de enero de 2013
Aire
Aquella mañana se despertó con el puro convencimiento de que estaba enamorado de Claudia, enamorado. No ilusionado, enamorado; con la única idea de unir sus pecas escribiendo una historia juntos. No eran mariposas lo de su interior, era la imperiosa necesidad de ella. Con los pulsos del deseo marcando el ritmo, salió de su casa. No era un secreto que Claudia sentía predilección por él y ya lo dejó claro en alguna cena entre amigos donde un par de copas hicieron que aquella cosita de niña tuviera instintos de mujer.
Pisó el portal de ella y la hizo bajar, pudo escuchar el ritmo alegre de sus pasos por las escaleras y agachó la cabeza buscando las palabras, con ambas manos en los bolsillos como si el amor se escondiera bajo las llaves. Tenía el pelo revuelto, poco pelo le quedaba desde su último corte de pelo pero Claudia solo cuidaba y lucía su sonrisa y en esta ocasión no fue diferente. Sacó las manos de los bolsillos y en el momento del saludo treparon hasta sus mejillas, ella entendió todo. Frío. Algo estaba pasando, las manos estaban pero no tocaban, los cuerpos se juntaban pero no se calentaban. Por más que lo intentara el contacto no llegaba a producirse, no sentía su calidez y solo los alientos danzaban entre ellos mientras ellos luchaban contra una barrera invisible que convertía las voces en secretos. Los ojos de Claudia mostraban tristeza e incredulidad, él se negaba a rendirse. Nunca una caricia valió tan poco.
Se sentaron en las escaleras uno al lado del otro, en silencio contemplando sus pies. No entendían nada, él intentó acariciar a escondidas la mano que tenía apoyada en el suelo, intentando engañar a esta nueva ley, no sintió nada. Él sabía que las palabras no significaban nada y tuvo que tragarse todo su pesar para intentar que aquella dulce chiquilla no derramara sus lágrimas sobre un regazo en el que no se podía posar.
Aquella mañana él se despertó sabiendo que estaba enamorado de Claudia. Aquella mañana el mundo amaneció sin saber que aquel era el primer último amor.
Pisó el portal de ella y la hizo bajar, pudo escuchar el ritmo alegre de sus pasos por las escaleras y agachó la cabeza buscando las palabras, con ambas manos en los bolsillos como si el amor se escondiera bajo las llaves. Tenía el pelo revuelto, poco pelo le quedaba desde su último corte de pelo pero Claudia solo cuidaba y lucía su sonrisa y en esta ocasión no fue diferente. Sacó las manos de los bolsillos y en el momento del saludo treparon hasta sus mejillas, ella entendió todo. Frío. Algo estaba pasando, las manos estaban pero no tocaban, los cuerpos se juntaban pero no se calentaban. Por más que lo intentara el contacto no llegaba a producirse, no sentía su calidez y solo los alientos danzaban entre ellos mientras ellos luchaban contra una barrera invisible que convertía las voces en secretos. Los ojos de Claudia mostraban tristeza e incredulidad, él se negaba a rendirse. Nunca una caricia valió tan poco.
Se sentaron en las escaleras uno al lado del otro, en silencio contemplando sus pies. No entendían nada, él intentó acariciar a escondidas la mano que tenía apoyada en el suelo, intentando engañar a esta nueva ley, no sintió nada. Él sabía que las palabras no significaban nada y tuvo que tragarse todo su pesar para intentar que aquella dulce chiquilla no derramara sus lágrimas sobre un regazo en el que no se podía posar.
Aquella mañana él se despertó sabiendo que estaba enamorado de Claudia. Aquella mañana el mundo amaneció sin saber que aquel era el primer último amor.
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