Era un misterio el porqué dos personas tan diferentes como Carlos y yo salíamos juntos y formábamos tan buen equipo. Por aquel entonces yo había dejado la bebida y él ya se encargaba de beber por los dos. La gente nos miraba raro al principio, parecía imposible que dos personas a priori tan distintas pudieran tener tal conexión, nos dedicábamos a salir y disfrutar de la noche y sus frutos, era muy sencillo para nosotros. Él era más alto, más apuesto y más lanzado que yo, eso atraía a las mujeres que se dejaban engatusar por su físico, sus ojos verdes y por mi forma de venderlo. Yo era su cerebro de respuesto, cuando el suyo empezaba a fallar por ingesta de whisky. No fallaba en el aspecto de perder el equilibrio o defectos en el habla, quizás eso mejoraba; Carlos cuando bebía carecía de la capacidad de la memoria tanto a largo como a cortísimo plazo, ese era el problema que yo con paciencia y habilidad contrarrestaba.
Esa noche podría ser una noche de sábado normal y corriente, salimos los dos con el mismo ritual de siempre. Quedamos a las doce y media de la noche en el lugar de siempre, él llegó con la botella de Ballantine's, vasos de plástico y una lata de Red Bull. Nos sentamos en los bancos de siempre y empezamos a charlar sobre lo que charlan un borracho y un sereno, mamonadas graciosas. Le recordé sucesos importantes de la noche anterior a las que al principio respondía con incredulidad pero terminaba confiando en los efectos del alcohol en su persona. Siempre se terminaba la botella de whisky y siempre sobraba lata de refresco que me daba a mi para que la terminara, éramos una dupla muy curiosa. Eran las tres de la mañana y como siempre nos dirigíamos al local de siempre a ver que deparaba la noche. Mientras caminábamos hacia nuestro destino, le avisaba a mi socio que tuviera cuidado con las personas que pudieran estar, especialmente con las que podría tener conflicto, ya sea de faldas o de duelo de machos. Sabía que no se acordaría, pero me sentía culpable si no se lo recordaba cada noche.
Entramos en el local tras el saludo de rigor a los porteros y camareras, Carlos era casi un VIP y a mi me empezaban a coger cariño al verme siempre con él. Yo no estaba tan metido en ese mundo como él y la ausencia absoluta de alcohol me retraía más. Parecía imposible que yo pudiera encajar con Carlos, pero cuando empezábamos a hablar no había quien nos parara, nos complementábamos y dábamos un juego que pocas veces he visto. Carlos ya estaba pidiendo su segunda copa, de whisky como no; y comentó de ir a la pista a bailar, ¿por qué no? Yo era un iniciado en estos términos, me ponía tenso, notaba las miradas burlonas de todo el mundo, en esos momentos solía tomarme una copa o una cerveza, pero ahora no bebebía y complicaba el asunto. Intentaba relajarme y soltar mi cuerpo, Carlos bailaba con soltura, lo hacía bien sin la bebida, con ella duplicaba su talento y desparpajo.
Comenzaba a pasar el tiempo y con ello a terminarse mis energías, me apoyé en una de las paredes del local donde solía colocarme cuando el agotamiento comenzaba a aparecer, desde aquella posición podía mantener vigilado a mi compañero y de paso tener una visión de todo el local en cuestión. Miré a mi derecha, ahí estaba la barra con sus camareras de un lado a otro fingiendo su mejor sonrisa para la hilera de borrachos babosos cuyos intentos de piropos mientras piden una copa invitaban a perder la esperanza en la especie humana y de paso comprender el sufrido trabajo de camarera. Miro a mi izquierda y veo a dos parejas en pleno auge lascivo y a una chica solitaria en medio de ambas. Me fijo en ella, pelirroja, altura media, un bonito vestido floral y un pronunciado escote que poco dejaba a la imaginación, una curva entre la cintura y la cadera sensual... Antes que pudiera seguir analizando noté como ella me empezó a mirar y por acto reflejo disimulé y miré para otro lado. Menuda cazada compañero, pensé para mis adentros. La chica estaba sola, podría ir allí y decirle algo, estábamos los dos solos, con un poco de gracia seguro que por lo menos tendría un poco de compañía y charla mientras mi amigo seguía ingiriendo whisky y bailando.
La chica en cuestión debía ser amiga de una de las chicas que estaba con un tio contra la pared. La amiga y su acompañante se pusieron a bailar y ella forzó una sonrisa como aprobando que la dejaran sola. ¡Menuda amiga de mierda! Volví a fijarme en ella, no estaba seguro si era pelirroja natural o teñida, le quedaba bien de todas formas. Tenía unos ojos grandes y expresivos, se podía notar lo incómoda que estaba siendo la soledad en esos momentos admirando un segundo esos ojos. Sus carnosos labios perdían cierto encanto con esa sonrisa forzada, pero había que reconocer que era una pequeña joyita adornada con flores. Me quedé contemplando sus ojos y se giró notando mi mirada, esta vez aguanté y nuestras miradas se cruzaron por un rato, ambos giramos las caras al mismo tiempo. ¿Qué estaba pasando? Empecé a notar como me miraba de nuevo y cuando me volví a buscar su mirada fue ella la que se hizo la despistada. Resultaba casi cómico ver como nos evitábamos el uno al otro. Tengo que ir a por ella, algo en mi le habrá interesado o se está burlando de mi, ¿qué le digo? Empezar una conversación con un desconocido es tan horriblemente incómodo... Antes de que pudiera continuar con este hilo de pensamientos Carlos apareció y me instó a que le acompañara, le gustaba mucho la canción que estaba sonando. Le dije que me sentía cansado y le dije que me dijera que le parecía la chica. A pesar de llevar una borrachera considerable analizó bien sus detalles y me dijo que fuera a decirle algo, le dije que no me jodiera y que fuera a bailar. Me estaba empezando a frustrar, ¿a decirle qué?
La amiga había vuelto a junto de la chica, le había dicho si quería pasar un rato con ella y su acompañante y ella negó, parecía que quería quedarse allí y eso me alegró un poco por dentro. Necesitaba aclarar mis pensamientos y fui al baño, me refresqué la cabeza y con ello las ideas, a la salida Carlos me trajo un Red Bull y mientras me lo bebía me volví al muro pero esta vez un poco más cerca de ella. Acababa de dar un paso muy importante o eso creía, la miré y ella me sonrió, parecía estar esperando mi acercamiento. ¿Qué tenía que hacer ahora? No era la primera vez que había una mujer en mi vida, pero nunca supe que hacer con ellas, que clase de código hay para iniciar algo... Me estaba volviendo loco y miré a Carlos que estaba atento a todos mis pasos buscando una respuesta. No encontré nada, me separé del muro para ir a preguntarle a él, a mitad de camino me giré y volví al muro más cerca de ella, podía alcanzarla estirando mi brazo. Volvimos a cruzar miradas y eso era magia, el deseo nos instaba a acercarnos el uno al otro, pero había una especie de energía superior que convertía la unión en imposible. Miré como su mano se acercaba y yo separé la mia de mi cuerpo, nuestras manos se tocaron levemente y me volví a sentir como un adolescente frente a su primer amor. Esto era tan inocente, tan puro, tan utópico. Cada paso era tan lento, como si el miedo a precipitarnos por un acantilado imaginario frustrara el deseo tan grande que había en esos momentos. Estuvimos mirándonos un buen rato, no sabría decir con exactitud el tiempo concreto. Su amiga vino y le debió decir que se tenían que ir, mientras se iba intentó buscar mi mano por última vez, no alcancé a tocarla. Me sentí frustrado y me odié a mi mismo por mi falta de coraje de esa noche. Antes de que cruzara la puerta pude ver como se giraba una última vez y nos despedíamos con la mirada mientras empezaba a notar cierta tristeza por lo corta que se nos había hecho la noche. Carlos vino a reprenderme por mi falta de sangre en las venas. Ya era tarde y nos tendríamos que ir.
Esa noche apenas pude dormir pensando en ella, no conocía su nombre, no habíamos intercambiado nada más que unas miradas, unas sonrisas y una pequeña caricia, quizás eso fuera lo que había convertido a esa chica en algo tan especial. No hubo nada que lo estropeara, ni un nombre, ni un pasado, ni un momento triste... Tenía ganas de volver a verla, durante toda la semana estuve deseando volver a verla aunque no sabía bien que haría si eso ocurriese. Años más tarde la volví a ver, por el día, en la calle, ella iba con dos chicas más y yo venía de comprar un libro. La miré fijamente buscando su reconocimiento y durante un segundo nuestras miradas volvieron a enfrentarse, aprecié una chispa de reconocimiento por su parte, quizás fuera mi imaginación o mis deseos pero por un momento volvimos a estar en aquella noche de sábado.
lunes, 26 de diciembre de 2011
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Mi primera vez
Aquella mañana me desperté con la misma sensación que me había acostado, mierda dura acumulándose en mi estómago. Si eso eran las mariposas les podían dar bien por el culo a todas y cada una de ellas. A mis doce años ya tenía un cuerpo casi de adulto y un montón de pelo en piernas y cojones. Lo había decidido, hoy iba a ser el día. No recuerdo cuando lo había elegido y tampoco como había llegado hasta ese día, pero era EL día. Era mi primer año en secundaria y los cambios no eran solo a nivel educacional, las clases eran mucho más rigurosas y el nivel era más alto, es cierto; pero algo había cambiado en mi y en mis amigos. Nuestro cuerpo estaba cambiando, nuestra forma de pensar nos distanciaba y nos unía de una manera que no alcanzabamos a comprender y las mujeres... ¿Qué pasaba con ellas? Hace un año no eran nada y ahora estaban ahí, con sus gráciles cuerpos, sus sedosos cabellos y sus maravillosos perfumes. Entre todas ellas yo había encontrado a una joya, Fabiola. Era alta, esbelta y tenía una gracia particular que me dejaba embelesado. Estábamos en la misma clase y compartíamos pupitre en alternativa a la religión, otro motivo para ser agnóstico pensaba. Hoy le diría que algo me pasaba con ella, que ella era especial para mi. ¿Qué me pasaba con esa chica? No estaba seguro de ello, me había besado con chicas anteriormente pero sin ningún tipo de interés por mi parte, con esta tenía el convencimiento que en sus labios encontraría algo que las demás no tenía.
Estaba perdido, durante la ducha mañanera no sabía qué decir o cómo decirlo. Ese día no habría alternativa a la religión pero como cada mañana vino a saludar nada más entrar en clase, yo estaba en mi pupitre y no pude ni mirarla a los ojos, el miedo me estaba axfisiando, contesté rápido y ella se fue a su pupitre dos filas más atrás de la mía. Había ensayado la tarde de ayer mil discursos delante del espejo, ninguno parecía válido, ¿cómo se actuaba en este tipo de situaciones? Me miraba ridículo y sobretodo mis manos, ¿qué se hace con las manos? ¿Las tengo en los bolsillos? ¿Las muevo alocadamente para darle énfasis a lo que digo? Estaba seguro de que hoy era el día y estaba seguro de que pasaría una de mas mayores vergüenzas de mi corta existencia. Tenía decidido decírselo en el recreo, no podía prestar atención a las palabras de ninguno de los profesores, incluso una nota de un compañero que me llegó la guardé en mi estuche para responderla cuando mi mente no fuera un huracán de indecisiones que luchaba por destrozar mi convicción de decirle lo que le tenía que decir a Fabiola. ¿Qué le tenía que decir? Realmente no sabía que quería decirle, ella era especial pero, ¿de qué forma? No podía dudar, no ahora. Geografía era la última hora antes del recreo, el profesor ya había entrado y mi voluntad se deshinchaba con el movimiento del secundero del reloj. Esto a los diez años no sucedía, ¿qué narices podría haber cambiado tanto en dos años? La deseaba, pero no de la misma manera que extraño a mis amigos cuando nos despedimos hasta el día siguiente después de una tarde jugando al fútbol en el parque de delante de mi casa. Algo había cambiado con las mujeres, no lo comprendía pero iba a empezar a actuar, ¿sería capaz? Ahora o nunca.
Sonó el timbre y me despertó de batalla de ideas que se forjaba en mi interior. Me levanté apocado, bajé al patio como si me encaminara al patíbulo de fusilamiento. Algo me asustaba lo que pudiera pasar, lo que pudiera decir yo, lo que pudiera decir ella, que los cambios que se produjeran no fueran a bien. Roberto contra el mundo, eres un caballero andante, tu armadura reluce más allá del horizonte, no puedes caer derrotado. Con esas palabras intentaba borrar mi expresión de vergüenza mientras me acercaba a ella en el patio lentamente. Estaba acompañada de dos chicas más de clase, me intimidó un poco la presencia de ellas y dudé un instante. Avancé y escuché a uno de mis amigos llamarme porque necesitaban un portero para el partido en el patio, hice un gesto con la mano para indicarles que no contaran conmigo. No me salía la voz, ¿Me había quedado mudo presa del pánico? Rober, tienes que pensar, tranquilo, solo es una chica. Se sienta a tu lado en alternativa a la religión y hablaís, te viene a saludar todas las mañanas, ¿qué puede ir mal? Va a salir bien, va a salir bien.
-Fabiola, ¿puedo hablar un momento contigo?
-Vale.-Las amigas se apartaron mientras me dirigían extrañas miradas, no me importó mucho, había llegado el momento, estaba decidido a pesar de lo tenso que se empezaba a poner mi cuerpo y las nauseas que sentía.-¿Qué quieres?
-La verdad es que no sé como decirte esto... No soy muy bueno para estas cosas...
-¿Pasa algo?
-Bueno, sí... Tú y yo hablamos mucho y está bien, ¿no?
-Si, ¿acaso no te gusta?
-¡No, no! Me encanta y es eso...
-¿Qué quieres decirme con eso?
-Pues que me gusta estar contigo, hablar contigo...-Cerré los ojos y deseando que todo terminará sentencié.-¡Me gustas!
-Ah, era eso...
-¿Qué?
-¿Qué quieres que te diga?
-No sé, pero si te gusto o si quieres algo... Realmente estoy un poco confuso con todo esto.
-Rober, creo que es mejor que sigamos como hasta ahora, yo estoy bien así.
-¿No te gusto?
-De esa forma no.
-Vale, perdona.
-Tranquilo, mañana hablamos en clase, ¿vale?
Durante ese día no pude atender a ninguna de las otras clases, que decepción. ¿Qué no podría gustarle de mi? Yo me consideraba apuesto por aquel entonces, era de los más altos, de los más fuertes e inteligentes. No entendía nada y quizás no lo entendiera nunca. Terminaron las clases y me fui con la idea de que nunca entendería que pasó durante ese recreo. Me sentí mal, sentía que todos mis méritos no eran nada. ¿Qué no le gustaba de mi a Fabiola? Me miré delante del espejo, me empecé a encontrar defectos. Tenía el pelo un poco largo demás, estaba un poco pálido, ¿me estaba saliendo tripa? ¿Cómo podría gustarle a Fabiola con este aspecto? Tranquilo, seguireís siendo amigos, ese es el consuelo, quizás siendo amigo de ella llegues a comprender el enigma de las mujeres que nació tan recientemente. Me fui a la cama, pasé mala noche.
Al día siguiente tuve que ir a clase, estaba un poco apático, no podía entender como me podía haber afectado tanto mi conversación con ella. Ese día comprendí que las palabras son peores que los puñetazos en la boca del estómago, la sensación de dolor dura más. Ahí entró ella por la puerta, alcé la mirada buscando su saludo, por primera vez en mucho tiempo no me saludó, no se habrá dado cuenta de mi presencia pensé. Dentro de dos clases es alternativa a la religión y ya se sentará a mi lado y hablaremos. Estaba impaciente porque llegara la clase, diez minutos antes de que sonara el timbre para que fueramos a alternativa a la religión ya tenía preparado el material para ir. Tocó el timbre y me senté en mi sitio de siempre, Fabiola por el contrario se sentó en otro, lejos de mi. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué me hacías esto Fabiola? Me pasé toda la clase mirándola como buscando una respuesta a este comportamiento. Esperaría al recreo para abordarla y preguntarle que pasaba. Cuando llegó el recreo volvía a estar con las mismas amigas que cuchicheaban mientras me acercaba a ellas, le hablé, pero continuó hablando con sus amigas ignorándome, me sentí morir por dentro, ¿qué le había hecho? ¿Crecer significaba esto? Me marché dolido mientras escuchaba como las amigas cuchicheaban. No volvió a hablarme en todo el curso, días más tarde empezó a salir con un amigo mio al que dejó con sopapo incluido delante de toda la clase después de que él difundiera que se dejaba toquetear, pero esa, es otra historia.
Estaba perdido, durante la ducha mañanera no sabía qué decir o cómo decirlo. Ese día no habría alternativa a la religión pero como cada mañana vino a saludar nada más entrar en clase, yo estaba en mi pupitre y no pude ni mirarla a los ojos, el miedo me estaba axfisiando, contesté rápido y ella se fue a su pupitre dos filas más atrás de la mía. Había ensayado la tarde de ayer mil discursos delante del espejo, ninguno parecía válido, ¿cómo se actuaba en este tipo de situaciones? Me miraba ridículo y sobretodo mis manos, ¿qué se hace con las manos? ¿Las tengo en los bolsillos? ¿Las muevo alocadamente para darle énfasis a lo que digo? Estaba seguro de que hoy era el día y estaba seguro de que pasaría una de mas mayores vergüenzas de mi corta existencia. Tenía decidido decírselo en el recreo, no podía prestar atención a las palabras de ninguno de los profesores, incluso una nota de un compañero que me llegó la guardé en mi estuche para responderla cuando mi mente no fuera un huracán de indecisiones que luchaba por destrozar mi convicción de decirle lo que le tenía que decir a Fabiola. ¿Qué le tenía que decir? Realmente no sabía que quería decirle, ella era especial pero, ¿de qué forma? No podía dudar, no ahora. Geografía era la última hora antes del recreo, el profesor ya había entrado y mi voluntad se deshinchaba con el movimiento del secundero del reloj. Esto a los diez años no sucedía, ¿qué narices podría haber cambiado tanto en dos años? La deseaba, pero no de la misma manera que extraño a mis amigos cuando nos despedimos hasta el día siguiente después de una tarde jugando al fútbol en el parque de delante de mi casa. Algo había cambiado con las mujeres, no lo comprendía pero iba a empezar a actuar, ¿sería capaz? Ahora o nunca.
Sonó el timbre y me despertó de batalla de ideas que se forjaba en mi interior. Me levanté apocado, bajé al patio como si me encaminara al patíbulo de fusilamiento. Algo me asustaba lo que pudiera pasar, lo que pudiera decir yo, lo que pudiera decir ella, que los cambios que se produjeran no fueran a bien. Roberto contra el mundo, eres un caballero andante, tu armadura reluce más allá del horizonte, no puedes caer derrotado. Con esas palabras intentaba borrar mi expresión de vergüenza mientras me acercaba a ella en el patio lentamente. Estaba acompañada de dos chicas más de clase, me intimidó un poco la presencia de ellas y dudé un instante. Avancé y escuché a uno de mis amigos llamarme porque necesitaban un portero para el partido en el patio, hice un gesto con la mano para indicarles que no contaran conmigo. No me salía la voz, ¿Me había quedado mudo presa del pánico? Rober, tienes que pensar, tranquilo, solo es una chica. Se sienta a tu lado en alternativa a la religión y hablaís, te viene a saludar todas las mañanas, ¿qué puede ir mal? Va a salir bien, va a salir bien.
-Fabiola, ¿puedo hablar un momento contigo?
-Vale.-Las amigas se apartaron mientras me dirigían extrañas miradas, no me importó mucho, había llegado el momento, estaba decidido a pesar de lo tenso que se empezaba a poner mi cuerpo y las nauseas que sentía.-¿Qué quieres?
-La verdad es que no sé como decirte esto... No soy muy bueno para estas cosas...
-¿Pasa algo?
-Bueno, sí... Tú y yo hablamos mucho y está bien, ¿no?
-Si, ¿acaso no te gusta?
-¡No, no! Me encanta y es eso...
-¿Qué quieres decirme con eso?
-Pues que me gusta estar contigo, hablar contigo...-Cerré los ojos y deseando que todo terminará sentencié.-¡Me gustas!
-Ah, era eso...
-¿Qué?
-¿Qué quieres que te diga?
-No sé, pero si te gusto o si quieres algo... Realmente estoy un poco confuso con todo esto.
-Rober, creo que es mejor que sigamos como hasta ahora, yo estoy bien así.
-¿No te gusto?
-De esa forma no.
-Vale, perdona.
-Tranquilo, mañana hablamos en clase, ¿vale?
Durante ese día no pude atender a ninguna de las otras clases, que decepción. ¿Qué no podría gustarle de mi? Yo me consideraba apuesto por aquel entonces, era de los más altos, de los más fuertes e inteligentes. No entendía nada y quizás no lo entendiera nunca. Terminaron las clases y me fui con la idea de que nunca entendería que pasó durante ese recreo. Me sentí mal, sentía que todos mis méritos no eran nada. ¿Qué no le gustaba de mi a Fabiola? Me miré delante del espejo, me empecé a encontrar defectos. Tenía el pelo un poco largo demás, estaba un poco pálido, ¿me estaba saliendo tripa? ¿Cómo podría gustarle a Fabiola con este aspecto? Tranquilo, seguireís siendo amigos, ese es el consuelo, quizás siendo amigo de ella llegues a comprender el enigma de las mujeres que nació tan recientemente. Me fui a la cama, pasé mala noche.
Al día siguiente tuve que ir a clase, estaba un poco apático, no podía entender como me podía haber afectado tanto mi conversación con ella. Ese día comprendí que las palabras son peores que los puñetazos en la boca del estómago, la sensación de dolor dura más. Ahí entró ella por la puerta, alcé la mirada buscando su saludo, por primera vez en mucho tiempo no me saludó, no se habrá dado cuenta de mi presencia pensé. Dentro de dos clases es alternativa a la religión y ya se sentará a mi lado y hablaremos. Estaba impaciente porque llegara la clase, diez minutos antes de que sonara el timbre para que fueramos a alternativa a la religión ya tenía preparado el material para ir. Tocó el timbre y me senté en mi sitio de siempre, Fabiola por el contrario se sentó en otro, lejos de mi. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué me hacías esto Fabiola? Me pasé toda la clase mirándola como buscando una respuesta a este comportamiento. Esperaría al recreo para abordarla y preguntarle que pasaba. Cuando llegó el recreo volvía a estar con las mismas amigas que cuchicheaban mientras me acercaba a ellas, le hablé, pero continuó hablando con sus amigas ignorándome, me sentí morir por dentro, ¿qué le había hecho? ¿Crecer significaba esto? Me marché dolido mientras escuchaba como las amigas cuchicheaban. No volvió a hablarme en todo el curso, días más tarde empezó a salir con un amigo mio al que dejó con sopapo incluido delante de toda la clase después de que él difundiera que se dejaba toquetear, pero esa, es otra historia.
lunes, 19 de diciembre de 2011
Mundo, tus pedos apestan
Quizás no os hayaís dado cuenta aún, pero cada mañana al despertar esta sensación se cuela en mis entrañas, no es cosa sólo del olfato, cada uno de mis sentidos clama a gritos esta sinestesia convertida en afirmación.
Estamos perdidos en la inmensidad de la vida, somos millones de almas chocando las unas contra las otras con la intención de no perder el tiempo, pero el tiempo es lo que más se escapa de nuestras manos. No aprobechamos ni uno de solo de los segundos que nos regalan en conocer a quienes nos rodean, de descubrir el sentido de las cosas, en vivir... Esta tragicomedia existencial se ve agrabada por las emociones, un pecado en nuestra sociedad. Se habla mucho de los sentimientos, pero los ocultamos, los negamos y poco a poco los matamos.
El amor se ha convertido en un dinosaurio, un ser gigante cuya fuerza es insuperable pero ya extinto. Carecemos del poder de amar, porque amar no es la locura emocional que todos creemos, amar es conocer y respetar y el ser humano no quiere conocer, la gente quiere encasillarse en un trabajo, en un grupo social o en una formación humana sin reconocer su propia individualidad. Esa carencia de personalidad nos está consumiendo día a día y moriremos desdichados por intentar conseguir un todo cuyo inicio se encuentra en nosotros mismos y que no logramos comprender.
Somos almas errantes, queremos encontrar nuestro rumbo, queremos un buen trabajo, queremos encontrar una persona que esté a nuestro lado, queremos buenos amigos y aproximarnos lo más posible a la vida de nuestros ídolos. ¿Por qué no queremos formarnos a nosotros mismos? ¿Por qué es tan difícil querer el YO por encima del TODO?
Pero tranquilos, vendrán días mejores, borracheras que nos harán sentir vivos y personas que convertirán una cama en nuestro propio Jardín del Edén durante una noche. De momento, abracemos con todas nuestras fuerzas cada momento de placer por vanal que sea, porque a día de hoy estamos encerrados en nuestra propia, como diría Celso Emilio Ferreiro; Longa Noite de Pedra.
Estamos perdidos en la inmensidad de la vida, somos millones de almas chocando las unas contra las otras con la intención de no perder el tiempo, pero el tiempo es lo que más se escapa de nuestras manos. No aprobechamos ni uno de solo de los segundos que nos regalan en conocer a quienes nos rodean, de descubrir el sentido de las cosas, en vivir... Esta tragicomedia existencial se ve agrabada por las emociones, un pecado en nuestra sociedad. Se habla mucho de los sentimientos, pero los ocultamos, los negamos y poco a poco los matamos.
El amor se ha convertido en un dinosaurio, un ser gigante cuya fuerza es insuperable pero ya extinto. Carecemos del poder de amar, porque amar no es la locura emocional que todos creemos, amar es conocer y respetar y el ser humano no quiere conocer, la gente quiere encasillarse en un trabajo, en un grupo social o en una formación humana sin reconocer su propia individualidad. Esa carencia de personalidad nos está consumiendo día a día y moriremos desdichados por intentar conseguir un todo cuyo inicio se encuentra en nosotros mismos y que no logramos comprender.
Somos almas errantes, queremos encontrar nuestro rumbo, queremos un buen trabajo, queremos encontrar una persona que esté a nuestro lado, queremos buenos amigos y aproximarnos lo más posible a la vida de nuestros ídolos. ¿Por qué no queremos formarnos a nosotros mismos? ¿Por qué es tan difícil querer el YO por encima del TODO?
Pero tranquilos, vendrán días mejores, borracheras que nos harán sentir vivos y personas que convertirán una cama en nuestro propio Jardín del Edén durante una noche. De momento, abracemos con todas nuestras fuerzas cada momento de placer por vanal que sea, porque a día de hoy estamos encerrados en nuestra propia, como diría Celso Emilio Ferreiro; Longa Noite de Pedra.
domingo, 18 de diciembre de 2011
El diamante y el ignorante
No hace tanto tiempo vivió un hombre al que todos conocían como "el ignorante". Era un tipo feliz que vivía un mundo mental con preceptos morales obsoletos y una importancia al conocimiento casi nula, de ahí vino el sobrenombre de ignorante. El ignorante era un hombre de costumbres arraigadas, se levantaba todas las mañanas, iba a su trabajo y al llegar a casa se dormía con la telebasura. Los fines de semana los destinaba a atiborrarse de televisión o el cortejo de mujeres.
Cierto día, un buen amigo del ignorante en su lecho de muerte le regaló un diamante del tamaño de su puño. El ignorante no conocía utilidad de la piedra preciosa y su amigo no tuvo fuerzas para explicárselo, pero era un buen amigo y seguro que él podría encontrarle utilidad al brillante objeto.
El primer día, tras llegar de trabajar el ignorante decidió ver si el diamante podría entretenerlo, si tenía algún tipo de dispositivo como un televisor para mostrarle algo interesante. Lo palpó por todos lados, pero nada se accionaba. Probó intentar con el mando a distancia de su televisor, pero el diamante seguía igual, frío y brillante. Nada ocurría, quizás tuviera otra utilidad.
Al segundo día, intentó averiguar si era algún tipo de objeto con el cual alcanzar una visión diferente de lo que le rodea. Miraba a través del cristalino diamente y lo único que conseguía alcanzar a ver era la misma imagen repetida como en un espejo roto. Su amigo no podría haberle dejado eso concluyó. Estaba perdido y no sabía de qué serviría el objeto que le había dejado su amigo.
Al tercer día, probó a intentar averiguar si el objeto le daba un mejor sabor a la comida o bebida al contacto con este, pero nada. El diamante parecía no tener utilidad alguna y esto empezaba a frustrar al ignorante que no entendía la broma de mal gusto de su fallecido amigo. Ese mismo día, el ignorante tuvo una visita y esta se quedó asombrado ante la belleza del diamante, pero no quiso comentarle nada porque conocía el origen del mismo.
Al cuarto día, el ignorante intentó mil cosas que le gustaban para ver si el diamante mejoraba las sensaciones que le producían al ejecutarlas. No pasaba nada. El ignorante desquiciado maldijo el último presente de su amigo y decidió deshacerse de esa broma de mal gusto y la tiró al contenedor de la basura.
El ignorante continuó con su vida y días más tarde recibió la visita del amigo que había visto el diamante de su anfitrión. El amigo, al no ver el precioso objeto preguntó por este.
-Ignorante, ¿dónde tienes el diamante?
-Lo tiré a la basura, eso no servía para nada, ¡maldito el momento en el que se le ocurrió regalármelo!
-¿Cómo puedes decir eso? ¡Era un diamante! ¡Una piedra preciosa! Y a juzgar por el tamaño de esta, posiblemente de un valor incalculable.
En ese mismo instante el ignorante comprendió todo y salió corriendo al contenedor de basura, el diamante no estaba por ningún lado. El ignorante había perdido algo de gran valor porque no parecía estar a su gusto, había dejado escapar una gran joya por querer que fuera a su medida en vez de admirar y apreciar su gran belleza.
Cierto día, un buen amigo del ignorante en su lecho de muerte le regaló un diamante del tamaño de su puño. El ignorante no conocía utilidad de la piedra preciosa y su amigo no tuvo fuerzas para explicárselo, pero era un buen amigo y seguro que él podría encontrarle utilidad al brillante objeto.
El primer día, tras llegar de trabajar el ignorante decidió ver si el diamante podría entretenerlo, si tenía algún tipo de dispositivo como un televisor para mostrarle algo interesante. Lo palpó por todos lados, pero nada se accionaba. Probó intentar con el mando a distancia de su televisor, pero el diamante seguía igual, frío y brillante. Nada ocurría, quizás tuviera otra utilidad.
Al segundo día, intentó averiguar si era algún tipo de objeto con el cual alcanzar una visión diferente de lo que le rodea. Miraba a través del cristalino diamente y lo único que conseguía alcanzar a ver era la misma imagen repetida como en un espejo roto. Su amigo no podría haberle dejado eso concluyó. Estaba perdido y no sabía de qué serviría el objeto que le había dejado su amigo.
Al tercer día, probó a intentar averiguar si el objeto le daba un mejor sabor a la comida o bebida al contacto con este, pero nada. El diamante parecía no tener utilidad alguna y esto empezaba a frustrar al ignorante que no entendía la broma de mal gusto de su fallecido amigo. Ese mismo día, el ignorante tuvo una visita y esta se quedó asombrado ante la belleza del diamante, pero no quiso comentarle nada porque conocía el origen del mismo.
Al cuarto día, el ignorante intentó mil cosas que le gustaban para ver si el diamante mejoraba las sensaciones que le producían al ejecutarlas. No pasaba nada. El ignorante desquiciado maldijo el último presente de su amigo y decidió deshacerse de esa broma de mal gusto y la tiró al contenedor de la basura.
El ignorante continuó con su vida y días más tarde recibió la visita del amigo que había visto el diamante de su anfitrión. El amigo, al no ver el precioso objeto preguntó por este.
-Ignorante, ¿dónde tienes el diamante?
-Lo tiré a la basura, eso no servía para nada, ¡maldito el momento en el que se le ocurrió regalármelo!
-¿Cómo puedes decir eso? ¡Era un diamante! ¡Una piedra preciosa! Y a juzgar por el tamaño de esta, posiblemente de un valor incalculable.
En ese mismo instante el ignorante comprendió todo y salió corriendo al contenedor de basura, el diamante no estaba por ningún lado. El ignorante había perdido algo de gran valor porque no parecía estar a su gusto, había dejado escapar una gran joya por querer que fuera a su medida en vez de admirar y apreciar su gran belleza.
lunes, 12 de diciembre de 2011
Silencio que llueve
Me pongo delante del espejo solo con unos gallumbos viejos. ¡Qué mal aspecto tengo! Me acaricio mi pelo, me lo había cortado recientemente y era agradable al tacto. Tengo que reconocer que tengo un pelo que da gusto tocarlo. Me toco la barriga, ¿había engordado? La váscula mostraba que no, pero a mi me daba la impresión de haber ganado peso. Me quité la última prenda y miré mi desnudo completo, ¡qué horror! Barba de varios días y una gran mata de pelo rizo ahí abajo, la monotonía, el invierno y la apatía me habían llevado a un estado de descuido personal vergonzoso. Me afeité. Tomé unas tijeras que tenía en el baño y retoqué mi vello. Ya parecía otra cosa, pero me seguía preocupando mi barriga, la miré desde todas las perspectivas posibles y no dejaba de inquietarme. Mi aspecto no es una gran preocupación, pero tampoco quiero descuidarme del todo. Me tumbé sobre la pequeña alfombra de la habitación e hice una serie de treinta abdominales, me incorporé con cierto grado de fatiga y me volví a mirar en el espejo; ahí seguía aunque unas pequeñas marcas rojas se situaban donde los actualmente denominados machos alfa tienen la "tableta de chocolate". Me miré decepcionado y me metí en la ducha. A pesar de ser un holgazán desordenado, tengo que reconocer que mi higiene no podría ser mejor a pesar de lo que puedo aparentar de primeras. ¿Qué hora es? Salgo del cuarto de baño solo con una toalla y me dirijo a la terraza, es de día pero está anocheciendo, es sábado. Me pongo algo de ropa para estar por casa y enciendo la tele para distraer mi oído. Había quedado con un antiguo compañero para tomar unas cervezas, nada formal; era un buen plan.
Me hice de cenar una pizza y miré entre mi ropa limpia algo abrigado, el frío húmedo de los últimos días entraba hasta los huesos si no te preparabas para él. Nunca cuidé demasiado mi aspecto exterior, prefería estar cómodo y resguardado de las inclemencias meteorológicas que intentar lucir unos atributos de los que carezco. Salí caminando de casa pensando en las buenas anécdotas que volverían a comentarse esta noche entre cervezas, los buenos tiempos pensé. Siempre he mirado mi pasado como los buenos tiempos, es estúpido quizás, pero incluso si pensara en lo que estaba haciendo hace dos horas pensaría en cosas buenas en contraposición a un presente que apesta. Quizás ensalzar estúpidamente el pasado me hace más humano. Las calles están mojadas y parece que va a volver esta noche. Acelero el paso, voy a llegar tarde, que típico. Mi pasión por detenerme a pensar en cualquier cosa siempre me hace llegar tarde a todos lados. ¿Qué preocupación puedo tener? Llevo una vida tranquila, soy un estudiante mantenido que pasa los fines de semana normalmente solo en casa. Tengo amigos que me respetan y cero problemas en cuanto a mujeres, yo no las molesto y ellas a mi tampoco. No paro de castigarme, como si le debiera algo al universo, ¡qué le jodan!
Llego tarde pero Javi ya me conoce, no he cambiado nada desde el instituto, él sigue siendo el carismático y deportista y yo el perezoso y artista. Por aquel entonces le pegaba a la poesía, especialmente a la romántica, pensaba que funcionaría para seducir a las mujeres, la adolescencia fue una etapa para olvidar; pero también la intercalaba con un poco de poesía existencial, me creía muy profundo y trataba de transmitir eso en panfletos que resultaban ser un poco de mierda adornado con frases muy sobadas. Javi era el típico tio que sin tener mucha confianza te podría sacar una hora de buena conversación y eso siempre se agradece. Subimos al bar de siempre y pedimos dos cervezas. Comenzamos a charlar sobre nuestro presente y él pasa al ron y yo sigo con la cerveza. ¿Recuerdas al profesor de filosofía? ¿Y tú te acuerdas de Jacobo y sus locuras? Entre intercambio de risas y recuerdos se nos pasaron las horas, estaba siendo una noche entretenida, hasta me había olvidado de la leve depresión al verme delante del espejo. Noté que empezaba a estar ebrio y me dijo que se tenía que ir, al día siguiente tenía partido, insistí en acompañarle a casa y me dijo que estaba bien, que teníamos que repetir otra noche así y para la próxima intentaría aguantar hasta el final. Decidí tomar una más, la penúltima. Pedí otra cerveza, me quedaba poco dinero y la verdad es que la bebida no me había afectado para nada, notaba como mis pensamientos fluían correctamente. Pensé en las anecdotas que nos dejamos en el tintero, quedarán para la próxima.
Me tomé la cerveza con calma, hablaba de música con el camarero. Me tocaron el hombro, me giré y ahí estaba Sofía. No había cambiado un ápice, su pelo oscuro, su perfume, sus ojos verdes y esa energía que me transmitía. La miré un poco sorprendido, habíamos sido algo grande pero nos distanciamos, no pudo soportarme y no la culpo por ello. Nos quisimos demasiado, podía pasarme horas a su lado, sin hacer nada, sin mediar palabra, deborándonos el alma el uno al otro. Fuímos uno, pero de eso hace mucho tiempo. Las cosas han cambiado entre nosotros. Ella sabía que casi seguro que estaría allí, no entendía que viniera a junto mia. Habíamos rehecho nuestra vida, no recuerdo el nombre de su novio y yo simplemente intento llegar a mi cama cada noche como en los buenos tiempos.
-Sabía que estarías aquí. Hola.
-Hola.
-¿No me dices nada más después de tanto tiempo?
-Precisamente después de tanto tiempo no sé exactamente que decir.
-Un "¿Qué tal estás?" habría estado bien, ¿no crees?
-Vale, ¿quieres tomar algo mientras hablamos?
-No tengo ganas de beber esta noche, quería hablar contigo.
-¿Prefieres que caminemos un poco?
-Mejor.-Me terminé mi cerveza, pedí mi cazadora y tras despedirme del camarero salí a su lado del local. Hacía un poco de frío pero de momento no llovía y eso estaba bien.-¿A dónde te apetece ir?
-Caminemos sin más. ¿Qué tal estás?
-La verdad, no me puedo quejar; cuando termine la carrera creo que podré conseguir trabajo por una amiga de mi madre. ¿Tú qué tal? ¿Sigues escribiendo?
-Sigo sin demasiada fortuna y estudiar sabes que nunca fue santo de mi devoción. ¿Has venido sola?
-Dani se ha tenido que ir, no le gusta dejarme sola, pero estaba realmente mal.
-Se pondría peor si te viera conmigo, de eso estoy seguro.
-Me quiere y confía en mi.
-¿Confías en ti misma?
-Hace ya mucho tiempo de lo nuestro, lo sabes.
-Por eso no entiendo que estamos haciendo hoy.
-¿No echabas de menos estar conmigo?
-Eso no importa...
-Importa, yo si te he echado mucho de menos, te sigo queriendo.
-Ahora estoy seguro de que se pondría más enfermo.
-¡No tiene nada que ver con él!
-Dime, ¿Qué es lo que pasa?-Empezó a llover con mucha fuerza y nos resguardamos lo más rápido posible en el primer portal un poco amplio que encontramos, nos habíamos empapado.-¿De qué va esto?
-Dímelo tú, ¿por qué no has venido a por mi en tanto tiempo?
-Te fuiste, dijiste que fue lo mejor... No te entiendo.
-Dani es un buen chico, me trata bien, trabaja, no me comparte con la bebida y me quiere, es perfecto. No puedo olvidarte, sigo sintiendo que nos precipitamos.
-¿Crees que yo no lo pensé? Ahora es tarde...
-Rober...-Me miró con aquellos ojos, estaba tiritando debido a la mojadura y al frío, ahora estábamos resguardados pero sentí la necesidad de abrazarla.-¿En qué nos equivocamos?
-Nos quisimos demasiado, no está bien visto.
-Bésame.
-Sabes que no puedo, no sigas.
-Solo una última vez.
-Esto está mal. Lo mejor será que me vaya.-Me abrazó más fuerte, ¿qué clase de castigo era este? Debía irme, su novio era un payaso y posiblemente pensaría lo mismo de mi pero mi ética me impedía continuar en esta tesitura.-No me lo pongas más difícil.
-¿Ya no me quieres?
-Nunca he dejado de hacerlo, pero ahora la situación es diferente, ambos somos diferentes. No me hagas esto y no te lo hagas a ti misma. Será mejor que me vaya, por nosotros, por los buenos momentos que pasamos juntos.-Tomé su cara por el mentón y la besé en la mejilla derecha, ella parecía haberse dado cuenta de toda la situación y tenía sus bonitos verdes humedecidos. Pasé mis pulgares por debajo de sus ojos para limpiar las primeras lágrimas. Estuvimos mirándonos a los ojos un buen rato, en silecio, por un momento volvimos a encender aquella llama silenciosa que tan enganchado me tenía, tuve que pararlo antes de que nos quemáramos.-Siempre nos quedarán los buenos recuerdos. Te quiero.
Me adentré en la lluvia, me daba igual. Si seguía allí con ella posiblemente lo jodería todo. Noté como ella permanecía en el portal y comenzaba a llorar, era doloroso irme, pero era lo correcto. Caminé a mi casa, ahora la cerveza aparecía y se asocia con la humedad de mi ropa para hacer mi andar más pesado. He hecho lo correcto, la amo pero he hecho lo correcto. Ahora necesito una ducha caliente y acostarme. Llegué a mi casa y me volví a mirar desnudo en el espejo mientras el agua de la ducha se calentaba, no estaba mal, algo había cambiado y me gustaba. La volatilidad de las opiniones. ¿Mañana pensaría que hice lo correcto al despertar? Me pongo algo abrigado y me acuesto. Habrá otros días para no ser un buen tipo, hoy he hecho lo correcto.
Me hice de cenar una pizza y miré entre mi ropa limpia algo abrigado, el frío húmedo de los últimos días entraba hasta los huesos si no te preparabas para él. Nunca cuidé demasiado mi aspecto exterior, prefería estar cómodo y resguardado de las inclemencias meteorológicas que intentar lucir unos atributos de los que carezco. Salí caminando de casa pensando en las buenas anécdotas que volverían a comentarse esta noche entre cervezas, los buenos tiempos pensé. Siempre he mirado mi pasado como los buenos tiempos, es estúpido quizás, pero incluso si pensara en lo que estaba haciendo hace dos horas pensaría en cosas buenas en contraposición a un presente que apesta. Quizás ensalzar estúpidamente el pasado me hace más humano. Las calles están mojadas y parece que va a volver esta noche. Acelero el paso, voy a llegar tarde, que típico. Mi pasión por detenerme a pensar en cualquier cosa siempre me hace llegar tarde a todos lados. ¿Qué preocupación puedo tener? Llevo una vida tranquila, soy un estudiante mantenido que pasa los fines de semana normalmente solo en casa. Tengo amigos que me respetan y cero problemas en cuanto a mujeres, yo no las molesto y ellas a mi tampoco. No paro de castigarme, como si le debiera algo al universo, ¡qué le jodan!
Llego tarde pero Javi ya me conoce, no he cambiado nada desde el instituto, él sigue siendo el carismático y deportista y yo el perezoso y artista. Por aquel entonces le pegaba a la poesía, especialmente a la romántica, pensaba que funcionaría para seducir a las mujeres, la adolescencia fue una etapa para olvidar; pero también la intercalaba con un poco de poesía existencial, me creía muy profundo y trataba de transmitir eso en panfletos que resultaban ser un poco de mierda adornado con frases muy sobadas. Javi era el típico tio que sin tener mucha confianza te podría sacar una hora de buena conversación y eso siempre se agradece. Subimos al bar de siempre y pedimos dos cervezas. Comenzamos a charlar sobre nuestro presente y él pasa al ron y yo sigo con la cerveza. ¿Recuerdas al profesor de filosofía? ¿Y tú te acuerdas de Jacobo y sus locuras? Entre intercambio de risas y recuerdos se nos pasaron las horas, estaba siendo una noche entretenida, hasta me había olvidado de la leve depresión al verme delante del espejo. Noté que empezaba a estar ebrio y me dijo que se tenía que ir, al día siguiente tenía partido, insistí en acompañarle a casa y me dijo que estaba bien, que teníamos que repetir otra noche así y para la próxima intentaría aguantar hasta el final. Decidí tomar una más, la penúltima. Pedí otra cerveza, me quedaba poco dinero y la verdad es que la bebida no me había afectado para nada, notaba como mis pensamientos fluían correctamente. Pensé en las anecdotas que nos dejamos en el tintero, quedarán para la próxima.
Me tomé la cerveza con calma, hablaba de música con el camarero. Me tocaron el hombro, me giré y ahí estaba Sofía. No había cambiado un ápice, su pelo oscuro, su perfume, sus ojos verdes y esa energía que me transmitía. La miré un poco sorprendido, habíamos sido algo grande pero nos distanciamos, no pudo soportarme y no la culpo por ello. Nos quisimos demasiado, podía pasarme horas a su lado, sin hacer nada, sin mediar palabra, deborándonos el alma el uno al otro. Fuímos uno, pero de eso hace mucho tiempo. Las cosas han cambiado entre nosotros. Ella sabía que casi seguro que estaría allí, no entendía que viniera a junto mia. Habíamos rehecho nuestra vida, no recuerdo el nombre de su novio y yo simplemente intento llegar a mi cama cada noche como en los buenos tiempos.
-Sabía que estarías aquí. Hola.
-Hola.
-¿No me dices nada más después de tanto tiempo?
-Precisamente después de tanto tiempo no sé exactamente que decir.
-Un "¿Qué tal estás?" habría estado bien, ¿no crees?
-Vale, ¿quieres tomar algo mientras hablamos?
-No tengo ganas de beber esta noche, quería hablar contigo.
-¿Prefieres que caminemos un poco?
-Mejor.-Me terminé mi cerveza, pedí mi cazadora y tras despedirme del camarero salí a su lado del local. Hacía un poco de frío pero de momento no llovía y eso estaba bien.-¿A dónde te apetece ir?
-Caminemos sin más. ¿Qué tal estás?
-La verdad, no me puedo quejar; cuando termine la carrera creo que podré conseguir trabajo por una amiga de mi madre. ¿Tú qué tal? ¿Sigues escribiendo?
-Sigo sin demasiada fortuna y estudiar sabes que nunca fue santo de mi devoción. ¿Has venido sola?
-Dani se ha tenido que ir, no le gusta dejarme sola, pero estaba realmente mal.
-Se pondría peor si te viera conmigo, de eso estoy seguro.
-Me quiere y confía en mi.
-¿Confías en ti misma?
-Hace ya mucho tiempo de lo nuestro, lo sabes.
-Por eso no entiendo que estamos haciendo hoy.
-¿No echabas de menos estar conmigo?
-Eso no importa...
-Importa, yo si te he echado mucho de menos, te sigo queriendo.
-Ahora estoy seguro de que se pondría más enfermo.
-¡No tiene nada que ver con él!
-Dime, ¿Qué es lo que pasa?-Empezó a llover con mucha fuerza y nos resguardamos lo más rápido posible en el primer portal un poco amplio que encontramos, nos habíamos empapado.-¿De qué va esto?
-Dímelo tú, ¿por qué no has venido a por mi en tanto tiempo?
-Te fuiste, dijiste que fue lo mejor... No te entiendo.
-Dani es un buen chico, me trata bien, trabaja, no me comparte con la bebida y me quiere, es perfecto. No puedo olvidarte, sigo sintiendo que nos precipitamos.
-¿Crees que yo no lo pensé? Ahora es tarde...
-Rober...-Me miró con aquellos ojos, estaba tiritando debido a la mojadura y al frío, ahora estábamos resguardados pero sentí la necesidad de abrazarla.-¿En qué nos equivocamos?
-Nos quisimos demasiado, no está bien visto.
-Bésame.
-Sabes que no puedo, no sigas.
-Solo una última vez.
-Esto está mal. Lo mejor será que me vaya.-Me abrazó más fuerte, ¿qué clase de castigo era este? Debía irme, su novio era un payaso y posiblemente pensaría lo mismo de mi pero mi ética me impedía continuar en esta tesitura.-No me lo pongas más difícil.
-¿Ya no me quieres?
-Nunca he dejado de hacerlo, pero ahora la situación es diferente, ambos somos diferentes. No me hagas esto y no te lo hagas a ti misma. Será mejor que me vaya, por nosotros, por los buenos momentos que pasamos juntos.-Tomé su cara por el mentón y la besé en la mejilla derecha, ella parecía haberse dado cuenta de toda la situación y tenía sus bonitos verdes humedecidos. Pasé mis pulgares por debajo de sus ojos para limpiar las primeras lágrimas. Estuvimos mirándonos a los ojos un buen rato, en silecio, por un momento volvimos a encender aquella llama silenciosa que tan enganchado me tenía, tuve que pararlo antes de que nos quemáramos.-Siempre nos quedarán los buenos recuerdos. Te quiero.
Me adentré en la lluvia, me daba igual. Si seguía allí con ella posiblemente lo jodería todo. Noté como ella permanecía en el portal y comenzaba a llorar, era doloroso irme, pero era lo correcto. Caminé a mi casa, ahora la cerveza aparecía y se asocia con la humedad de mi ropa para hacer mi andar más pesado. He hecho lo correcto, la amo pero he hecho lo correcto. Ahora necesito una ducha caliente y acostarme. Llegué a mi casa y me volví a mirar desnudo en el espejo mientras el agua de la ducha se calentaba, no estaba mal, algo había cambiado y me gustaba. La volatilidad de las opiniones. ¿Mañana pensaría que hice lo correcto al despertar? Me pongo algo abrigado y me acuesto. Habrá otros días para no ser un buen tipo, hoy he hecho lo correcto.
miércoles, 23 de noviembre de 2011
Quise ser panadero
Ha pasado mucho tiempo, pero ahora lo recuerdo con más claridad que nunca. Tengo cinco años y estoy en la cocina de una casa típica del rural gallego. A mi lado, mi bisabuela; ambos tenemos masa de pan bajo nuestras manos, la amasamos sobre una gran cantidad de harina esparcida en la mesa. Enrollamos la masa como si fuera un spaguetti gigante, ella me ayuda y noto el tacto de sus frías manos. Unas manos que muestran el paso del tiempo más claro que cualquier calendario, marcas del trabajo en una casa de campo durante años y un cierto olor a ese jabón marrón claro que tiene al lado del fregadero, jabón de lagarto. La piel no es tersa como la de mis jóvenes manos y tiene durezas en las palmas de lavar a mano y de cavar la tierra. Me mira con cariño y un poco de comprensión ante mi poco manejo de la masa de pan. Con sus manos sobre las mias me indica como preparar mejor la masa de pan; su mirada transmite ternura a pesar de que sus ojos están casi apagados fruto del cansancio de tantos años y vivencias a sus espaldas. Ella le da forma de bollo y yo una especie de cruz que no paro de repetir que es una espada de pan. Metemos nuestras creaciones en el viejo horno de leña y esperamos. Al final estaba un poco tostado, pero sabía bien.
No recuerdo su nombre, pero recuerdo como siempre venía tranquila a junto mia antes de irme a mi casa y me daba a escondidas dinero, ¡mil pesetas!. Era nuestro secreto y yo era muy feliz de tener un secreto con ella y del dinero que me había dado que nunca dije a nadie de donde provenía. Recuerdo la cama donde dormía, tan blanda que siempre le decía que era como recostarse en las nubes, por la ventana de su cuarto podía salir directamente al exterior de la casa y esconderme en la caseta de la perra. Recuerdo que desayunaba leche a la que le añadía cola-cao y trozos de pan, yo nunca quise probarlo a pesar de que siempre me ofrecía. Era buena persona, mejor de lo que yo nunca seré. Un día no se acordaba de mi y de mi nombre, ese día me sentí muy desdichado y lloré como una magdalena al llegar a casa, ¿no se acordaba de cuándo hacíamos pan juntos? ¿No se acordaba de nuestro secreto? ¿De que su cama era una nube y su ventana mi lugar para escapar favorito? Ahora ya no está, hace mucho tiempo que pasó eso, años; no sabría decir cuantos. No sabría decir su nombre, como era o cuando nos dejó; pero todavía no he podido olvidar como hacíamos pan juntos.
No recuerdo su nombre, pero recuerdo como siempre venía tranquila a junto mia antes de irme a mi casa y me daba a escondidas dinero, ¡mil pesetas!. Era nuestro secreto y yo era muy feliz de tener un secreto con ella y del dinero que me había dado que nunca dije a nadie de donde provenía. Recuerdo la cama donde dormía, tan blanda que siempre le decía que era como recostarse en las nubes, por la ventana de su cuarto podía salir directamente al exterior de la casa y esconderme en la caseta de la perra. Recuerdo que desayunaba leche a la que le añadía cola-cao y trozos de pan, yo nunca quise probarlo a pesar de que siempre me ofrecía. Era buena persona, mejor de lo que yo nunca seré. Un día no se acordaba de mi y de mi nombre, ese día me sentí muy desdichado y lloré como una magdalena al llegar a casa, ¿no se acordaba de cuándo hacíamos pan juntos? ¿No se acordaba de nuestro secreto? ¿De que su cama era una nube y su ventana mi lugar para escapar favorito? Ahora ya no está, hace mucho tiempo que pasó eso, años; no sabría decir cuantos. No sabría decir su nombre, como era o cuando nos dejó; pero todavía no he podido olvidar como hacíamos pan juntos.
jueves, 17 de noviembre de 2011
Un día no tan cualquiera
Son las cinco de la tarde. Estoy en mi casa, en mi cuarto, con Carla. Ella había insistido en quedar aprovechando que estaba solo en casa todo el fin de semana. El plan parecía sencillo, no era la primera vez que nos quedábamos a solas y comprendía sus intenciones. De momento seguíamos una especie de pantomima previa que haría que se sintiera mejor consigo misma, un teatrillo en el que yo parece ser que la tengo que seducir antes de llegar a la situación por la que ambos estábamos en mi cama. Contaba cosas sobre su día a día, estoy seguro que ni a ella misma le interesaba lo que me estaba contando pero parecía muy concentrada en contármelo. Sigo con mi cara de póker ante su cantinela, hoy va a ser un día jodido y estar con Carla creí que lo haría más llevadero. Me besa, por fin se termina todo. Allí me hayaba yo besándola, acariciando sus dorados cabellos y escapando de este mundo montado en su perfume. Nos empezamos a quitar la ropa y allí mismo nos entregamos el uno al otro.
Las ocho, Carla y yo en mi cama desnudos. Le traigo un vaso de agua y me meto en la ducha. Mientras estoy en la ducha Carla entra en el cuarto de baño y se despide de mi con un cariñoso beso, se tiene que ir. Por mi parte no pongo problema, ambos estábamos ahí con un solo motivo y ya se había cumplido, me dice que hay que repetirlo mientras me guiña un ojo y muestra un poco de escote pícara. No hacía ni un cuarto de hora cuando formábamos la bestia de dos espaldas y yo jugueteaba con sus senos. Escuché como cerraba la puerta y seguí duchándome. Al salir de la ducha encontré en mi cuarto la cama hecha por cortesía de Carla, sonreí. Me vestí, en una hora llegarían algunos amigos a cenar y ver el fútbol en la televisión.
Faltaba poco para las diez y llegaron mis amigos comentando sobre el partido que íbamos a ver, con unas cervezas y dos botellas de vodka. Yo había metido varias pizzas en el horno y estaban terminando de prepararse, esta noche tocaría vodka. Nos sentamos en el salón los cuatro y chalamos mientras la comida, la cerveza y la primera botella de vodka desaparecía. Ellos ya venían vestidos para la noche y a mi solo me faltaban los últimos retoques. El partido no fue gran cosa, victoria del favorito que no nos dejó muy satisfechos. La bebida empezaba a afectarnos y las risas se sucedían, hoy sabía que tendría que superar un mal trago y no quería ir borracho al cumpleaños que tendríamos posteriormente. Cojí el regalo en mi cuarto y nos marchamos caminando al lugar de encuentro. Apenas nos quedaba bebida y paramos por el camino a comprar más vodka, hielos y vasos. Llegamos tarde como siempre, saludamos a la cumpleañera y al resto de la gente, decidimos el lugar para beber. Ya estábamos todos bebiendo tranquilos y le dimos los regalos a la anfitriona que nos lo agradeció con bebida y abrazos a todos. La noche estaba siendo tranquila, pero yo sabía que no iba a ser así durante toda la noche.
Eran casi las dos y apenas había bebido, pronto llegarían mis problemas. La cumpleañera notó mi desasosiego y vino con una copa de vodka con lima para mi y con un beso en la mejilla y unas palabras de consuelo intentó animarme, intenté esbozar una sonrisa en agradecimiento por su intento. No había terminado la copa y apareció ella, Lara; no hacía ni tres meses que lo dejáramos y ella estaba oficialmente con otro, yo estaba extraoficialmente con muchas. Aun no se había consumido lo que teníamos entre nosotros, pero cada uno lo ahogaba como podía, mi método estaba claro, mucha bebida y muchas mujeres; hoy no tenía la bebida de mi lado, no quería joder la fiesta. Fue uno a uno saludando a todos dejándome para el final con un frío saludo. Indicó su tardanza porque estaba con su nueva pareja y que había venido un rato para estar con nosotros y darle el regalo a la cumpleañera. Yo seguí atento a lo poco que me quedaba de aquella copa que me había obsequiado la cumpleañera un poco alejado del resto. Yo no podía reprocharle nada a ella, yo estaba ahora mismo entre varias mujeres con las que nunca iba a tener nada, pero tenía lo suficiente como para que Lara no quisiera nada conmigo y ella ahora estaba con otro, había luchado por lo nuestro, pero mi orgullo me impidió querer otra intentona. Ahora me sentía un poco más estúpido, un poco menos hombre y sobretodo indefenso. Yo intentaba que la vida fuera algo sencilla, pero lejos de serlo se complicaba; sabía que no ninguno de los dos era feliz y no podía hacer nada. A mi alrededor discutían sobre el partido los hombres y ellas hablaban sobre lo bien que le quedaba la cazadora que le habíamos regalado. No sabía que hacer, la bebida no iba a mejorar mis pensamientos y la compañía tampoco; esta corriente de ideas se vio interrumpida por Lara que se presentó ante mi. El resto del grupo intentaba disimular que nos observaba pero estaban atentos a todos nuestros movimientos, le indiqué que nos fueramos a otro lado, dejé mi copa y caminamos a unos bancos un poco alejados.
-Siento que estés incómodo por mi.-Comenzó.-Espero que mi presencia no te moleste.
-No me molestas, no me has molestado nunca. ¿Dónde has dejado a...?
-Me acompañó, pero no quiso estar en la celebración.-En ese momento sonó su teléfono. Ella lo sacó del bolso, miró quien llamaba y colgó.-Es él, tranquilo, no nos va a interrumpir.
-No hay nada que interrumpir.
-Entonces, ¿por qué estamos aquí?
-Dímelo tú.
-Quería saber como estabas, estoy preocupada; eres importante para mi y no se como te has tomado todo esto...
-Supongo que es ley de vida, ¿no eres feliz?
-¿Lo eres tú?
-Soy joven y estoy medianamente sereno, es lo que ahora mismo estoy seguro que soy. ¿Quieres que te diga que me gustaría que todo hubiera sido diferente? Es cierto, me habría gustado, pero no es así. Pero ahora ya no importa.
-Si que importa, me importa a mi, me importas. ¿Crees que ha sido fácil para mi?
-¿Y tú piensas que lo fue para mi? Me jodería que pensaras que lo fue, te quería y creo que nunca supiste cuanto, pero ahora ya da igual repito.
-No te pongas a la defensiva, durante semanas no pude dejar de llorar, te echaba de menos. Todo me recordaba a ti, a cuando estábamos juntos. Aun te extraño demasiado.
-No lo parece...
-Eso ha sido cruel, él estaba ahí cuando necesitaba a alguien a mi lado, ¿dónde estabas tú?
-Sobreviviendo. Podría hablarte de como ha sido toda esta mierda para mi, no valdría de nada. Ya te dije que quiero que seas feliz y no eres capaz de decirme si lo eres...
-¿Tanto te importa?
-Tanto como tú. Pero nunca lo llegaste a entender. Así acabamos.
-No fue culpa mía.
-Fue de los dos, pero si lo prefieres seré yo el cabrón, el tipo al que criticar, ¿para eso viniste?
-No tergiverses mis palabras, yo nunca...
-¿Yo nunca? Por favor, ¡no me jodas! No quería perder los papeles, pero parece que esta noche quieres que discutamos, que yo sea el malo y lo estás consiguiendo. ¡Qué jodidas podeís ser las mujeres!
-Rober...-Lara me tomó de la mano, como en los buenos tiempos y me miró directamente a los ojos con una mirada triste, siempre fui un blando ante sus ojos verdes.-No nos hagamos más daño...
-Lo siento.-Solté mi mano de la suya y como si fuera la consecuencia de mi acción volvió a sonar el teléfono dentro de su bolso. Repitió el acto de cojerlo, de mirar quien llamaba y de colgarlo ante mi mirada espectante.-Parece que te reclaman. Yo no soy quien de retenerte.
-No seas idiota, sabes que estoy donde quiero estar y ahora estoy contigo.
-No me gusta como estamos, pero yo ya no voy a hacer nada para cambiarlo, es demasiado tarde.
-No hay nada que cambiar, somos amigos. Está bien así.
-A unos amigos no los miran como a expresidiarios cuando se acercan el uno al otro y mucho menos...-Por un momento cruzamos nuestras miradas, aun teníamos la chispa, ambos los sabíamos y eso hizo que este instante fuera un infierno eterno.-Creo que se ha hecho tarde.
-Deberíamos volver.
-Son las cuatro, llevamos demasiado tiempo alejados, no estarán odiando. Me has creado una fama de tardón que tardaré mucho en limpiar.
-Disculpa, no creo que esa fama te la ganaráspor mi culpa.
-Si tú lo dices...-En ese momento tomó por un instante mi mano, solo para que me fijara en ella y poder darme un beso en la mejilla. En ese momento lo comprendí todo, no hacían falta más palabras. Era su despedida, la que no nos pudimos dar y que nos merecíamos. Se había acabado para nosotros, otros vendrían y en ese momento me precipité en esa idea, en el futuro, ¿qué me depararía? Ella soltó mi mano y continuamos caminando como si nada.-Allí están el resto, esperándonos.
Cuando llegamos a junto el resto, nos esperaban con cierta molestia por la tardanza. Comprendían que teníamos mucho que hablar, pero a muchos les había entrado el sueño y apenas tenían ganas de continuar la fiesta. Lara se despidió de todos sin ningún gesto especial para mi, volvía a ser uno más, quizás no. Quedamos tres, nos fuimos a un local cercano a tomar la penúltima. Mientras me despedía de los que se iban a casa, me disculpaba por mi tardanza y prometía noches mejores. Éramos jóvenes, quedan demasiadas noches de felicidad pensaba. De camino al local sonó mi teléfono, me llamaban. Miré y no conocía el número. Por un momento pensé en Lara. Descolgué.
-¿Quién es?
-¿No ibas a llamarme para estar juntos?
-Se me pasó supongo.-No tenía idea de quien era, por lo menos era una voz femenina y a pesar de un leve tono de enfado, no pude reconocer nada sobre ella.-Pásame a buscarme.
-¿Crees que puedes tratarme así?
-¿Vas a venir a buscarme?
-¿Dónde estás?
Acordamos un sitio para quedar, no sabía quien era pero la bebida me había vuelto un poco aventurero y le di una oportunidad a la desconocida. Cuando llegué al sitio acordado se me acercó una chica rubia, no era gran cosa, seguía sin sonarme. Me tomó de la mano y me dijo que me diera prisa que sus amigos estaban dentro, no entedía nada. ¿La conocía? Ella a mi por lo menos parecía que si. Dentro me senté en unos asientos, intentaba ponerme cómodo, la rubia se me acercó con dos cervezas y me dio una. Me sacó a bailar, tengo que reconocer mi buen sentido del ritmo pero mi nula psicomotricidad. Intenté bailar como podía, ella notaría mi incomodidad y se acercó más a mi. Me empezó a besar, me había ofrecido la bebida gratuitamente así que accedí y respondí a sus besos. No sabría decir exactamente cuanto tiempo pasamos allí, ella no me gustaba y yo no creo que le gustase a ella. Sus amigos nos trajeron un par de cervezas más que acepté gustosamente. Me dijo que eran las ocho de la mañana, empezaba a estar cansado, le dije que me iba, insistió en llevarme a casa, uno de sus amigos había traido coche. Acepté, a ciertas horas ni la bebida quita el lastre del cansancio de las piernas. Entramos en el coche, el conductor y una chica en la parte de alante y mi anfitriona y yo en los asientos de atrás, les indiqué donde vivía y me llevaron. Ya empezaba a ser de día, deseaba no encontrarme con ningún vecino en cuanto me dejaran. Llegamos al destino.
-¿Es aquí?
-Si, gracias por traerme. Bueno, me voy a ir.-Me acerqué para despedirme de ella, pero me besó anticipándose a cualquiera de mis intenciones. Tenía que despedirme de alguien cuyo nombre desconocía y que me había estado besando y regalando bebida, estaba en un buen lío.-Bueno... Adiós... Chica.
Salí por la puerta alegremente y sin mirar atrás, no quería saber si había notado que no sabía su nombre y si le había molestado. Abrí mi portal y entré pesadamente, subí en el ascensor. Llegué a mi casa y me quité la ropa. ¿Cómo podía alguien con este cuerpo haber tenido alguna mujer en su vida? Pensé en Lara y tuve una arcada, salí disparado al baño, falsa alarma. Me puse algo de ropa para dormir y me metí en la cama pensando en ella, en sus hermosos cabellos, su perfume y en como me sentía cuando me miraba. Creo que eran las ocho y media de la mañana. Lara, te echaré de menos.
Las ocho, Carla y yo en mi cama desnudos. Le traigo un vaso de agua y me meto en la ducha. Mientras estoy en la ducha Carla entra en el cuarto de baño y se despide de mi con un cariñoso beso, se tiene que ir. Por mi parte no pongo problema, ambos estábamos ahí con un solo motivo y ya se había cumplido, me dice que hay que repetirlo mientras me guiña un ojo y muestra un poco de escote pícara. No hacía ni un cuarto de hora cuando formábamos la bestia de dos espaldas y yo jugueteaba con sus senos. Escuché como cerraba la puerta y seguí duchándome. Al salir de la ducha encontré en mi cuarto la cama hecha por cortesía de Carla, sonreí. Me vestí, en una hora llegarían algunos amigos a cenar y ver el fútbol en la televisión.
Faltaba poco para las diez y llegaron mis amigos comentando sobre el partido que íbamos a ver, con unas cervezas y dos botellas de vodka. Yo había metido varias pizzas en el horno y estaban terminando de prepararse, esta noche tocaría vodka. Nos sentamos en el salón los cuatro y chalamos mientras la comida, la cerveza y la primera botella de vodka desaparecía. Ellos ya venían vestidos para la noche y a mi solo me faltaban los últimos retoques. El partido no fue gran cosa, victoria del favorito que no nos dejó muy satisfechos. La bebida empezaba a afectarnos y las risas se sucedían, hoy sabía que tendría que superar un mal trago y no quería ir borracho al cumpleaños que tendríamos posteriormente. Cojí el regalo en mi cuarto y nos marchamos caminando al lugar de encuentro. Apenas nos quedaba bebida y paramos por el camino a comprar más vodka, hielos y vasos. Llegamos tarde como siempre, saludamos a la cumpleañera y al resto de la gente, decidimos el lugar para beber. Ya estábamos todos bebiendo tranquilos y le dimos los regalos a la anfitriona que nos lo agradeció con bebida y abrazos a todos. La noche estaba siendo tranquila, pero yo sabía que no iba a ser así durante toda la noche.
Eran casi las dos y apenas había bebido, pronto llegarían mis problemas. La cumpleañera notó mi desasosiego y vino con una copa de vodka con lima para mi y con un beso en la mejilla y unas palabras de consuelo intentó animarme, intenté esbozar una sonrisa en agradecimiento por su intento. No había terminado la copa y apareció ella, Lara; no hacía ni tres meses que lo dejáramos y ella estaba oficialmente con otro, yo estaba extraoficialmente con muchas. Aun no se había consumido lo que teníamos entre nosotros, pero cada uno lo ahogaba como podía, mi método estaba claro, mucha bebida y muchas mujeres; hoy no tenía la bebida de mi lado, no quería joder la fiesta. Fue uno a uno saludando a todos dejándome para el final con un frío saludo. Indicó su tardanza porque estaba con su nueva pareja y que había venido un rato para estar con nosotros y darle el regalo a la cumpleañera. Yo seguí atento a lo poco que me quedaba de aquella copa que me había obsequiado la cumpleañera un poco alejado del resto. Yo no podía reprocharle nada a ella, yo estaba ahora mismo entre varias mujeres con las que nunca iba a tener nada, pero tenía lo suficiente como para que Lara no quisiera nada conmigo y ella ahora estaba con otro, había luchado por lo nuestro, pero mi orgullo me impidió querer otra intentona. Ahora me sentía un poco más estúpido, un poco menos hombre y sobretodo indefenso. Yo intentaba que la vida fuera algo sencilla, pero lejos de serlo se complicaba; sabía que no ninguno de los dos era feliz y no podía hacer nada. A mi alrededor discutían sobre el partido los hombres y ellas hablaban sobre lo bien que le quedaba la cazadora que le habíamos regalado. No sabía que hacer, la bebida no iba a mejorar mis pensamientos y la compañía tampoco; esta corriente de ideas se vio interrumpida por Lara que se presentó ante mi. El resto del grupo intentaba disimular que nos observaba pero estaban atentos a todos nuestros movimientos, le indiqué que nos fueramos a otro lado, dejé mi copa y caminamos a unos bancos un poco alejados.
-Siento que estés incómodo por mi.-Comenzó.-Espero que mi presencia no te moleste.
-No me molestas, no me has molestado nunca. ¿Dónde has dejado a...?
-Me acompañó, pero no quiso estar en la celebración.-En ese momento sonó su teléfono. Ella lo sacó del bolso, miró quien llamaba y colgó.-Es él, tranquilo, no nos va a interrumpir.
-No hay nada que interrumpir.
-Entonces, ¿por qué estamos aquí?
-Dímelo tú.
-Quería saber como estabas, estoy preocupada; eres importante para mi y no se como te has tomado todo esto...
-Supongo que es ley de vida, ¿no eres feliz?
-¿Lo eres tú?
-Soy joven y estoy medianamente sereno, es lo que ahora mismo estoy seguro que soy. ¿Quieres que te diga que me gustaría que todo hubiera sido diferente? Es cierto, me habría gustado, pero no es así. Pero ahora ya no importa.
-Si que importa, me importa a mi, me importas. ¿Crees que ha sido fácil para mi?
-¿Y tú piensas que lo fue para mi? Me jodería que pensaras que lo fue, te quería y creo que nunca supiste cuanto, pero ahora ya da igual repito.
-No te pongas a la defensiva, durante semanas no pude dejar de llorar, te echaba de menos. Todo me recordaba a ti, a cuando estábamos juntos. Aun te extraño demasiado.
-No lo parece...
-Eso ha sido cruel, él estaba ahí cuando necesitaba a alguien a mi lado, ¿dónde estabas tú?
-Sobreviviendo. Podría hablarte de como ha sido toda esta mierda para mi, no valdría de nada. Ya te dije que quiero que seas feliz y no eres capaz de decirme si lo eres...
-¿Tanto te importa?
-Tanto como tú. Pero nunca lo llegaste a entender. Así acabamos.
-No fue culpa mía.
-Fue de los dos, pero si lo prefieres seré yo el cabrón, el tipo al que criticar, ¿para eso viniste?
-No tergiverses mis palabras, yo nunca...
-¿Yo nunca? Por favor, ¡no me jodas! No quería perder los papeles, pero parece que esta noche quieres que discutamos, que yo sea el malo y lo estás consiguiendo. ¡Qué jodidas podeís ser las mujeres!
-Rober...-Lara me tomó de la mano, como en los buenos tiempos y me miró directamente a los ojos con una mirada triste, siempre fui un blando ante sus ojos verdes.-No nos hagamos más daño...
-Lo siento.-Solté mi mano de la suya y como si fuera la consecuencia de mi acción volvió a sonar el teléfono dentro de su bolso. Repitió el acto de cojerlo, de mirar quien llamaba y de colgarlo ante mi mirada espectante.-Parece que te reclaman. Yo no soy quien de retenerte.
-No seas idiota, sabes que estoy donde quiero estar y ahora estoy contigo.
-No me gusta como estamos, pero yo ya no voy a hacer nada para cambiarlo, es demasiado tarde.
-No hay nada que cambiar, somos amigos. Está bien así.
-A unos amigos no los miran como a expresidiarios cuando se acercan el uno al otro y mucho menos...-Por un momento cruzamos nuestras miradas, aun teníamos la chispa, ambos los sabíamos y eso hizo que este instante fuera un infierno eterno.-Creo que se ha hecho tarde.
-Deberíamos volver.
-Son las cuatro, llevamos demasiado tiempo alejados, no estarán odiando. Me has creado una fama de tardón que tardaré mucho en limpiar.
-Disculpa, no creo que esa fama te la ganaráspor mi culpa.
-Si tú lo dices...-En ese momento tomó por un instante mi mano, solo para que me fijara en ella y poder darme un beso en la mejilla. En ese momento lo comprendí todo, no hacían falta más palabras. Era su despedida, la que no nos pudimos dar y que nos merecíamos. Se había acabado para nosotros, otros vendrían y en ese momento me precipité en esa idea, en el futuro, ¿qué me depararía? Ella soltó mi mano y continuamos caminando como si nada.-Allí están el resto, esperándonos.
Cuando llegamos a junto el resto, nos esperaban con cierta molestia por la tardanza. Comprendían que teníamos mucho que hablar, pero a muchos les había entrado el sueño y apenas tenían ganas de continuar la fiesta. Lara se despidió de todos sin ningún gesto especial para mi, volvía a ser uno más, quizás no. Quedamos tres, nos fuimos a un local cercano a tomar la penúltima. Mientras me despedía de los que se iban a casa, me disculpaba por mi tardanza y prometía noches mejores. Éramos jóvenes, quedan demasiadas noches de felicidad pensaba. De camino al local sonó mi teléfono, me llamaban. Miré y no conocía el número. Por un momento pensé en Lara. Descolgué.
-¿Quién es?
-¿No ibas a llamarme para estar juntos?
-Se me pasó supongo.-No tenía idea de quien era, por lo menos era una voz femenina y a pesar de un leve tono de enfado, no pude reconocer nada sobre ella.-Pásame a buscarme.
-¿Crees que puedes tratarme así?
-¿Vas a venir a buscarme?
-¿Dónde estás?
Acordamos un sitio para quedar, no sabía quien era pero la bebida me había vuelto un poco aventurero y le di una oportunidad a la desconocida. Cuando llegué al sitio acordado se me acercó una chica rubia, no era gran cosa, seguía sin sonarme. Me tomó de la mano y me dijo que me diera prisa que sus amigos estaban dentro, no entedía nada. ¿La conocía? Ella a mi por lo menos parecía que si. Dentro me senté en unos asientos, intentaba ponerme cómodo, la rubia se me acercó con dos cervezas y me dio una. Me sacó a bailar, tengo que reconocer mi buen sentido del ritmo pero mi nula psicomotricidad. Intenté bailar como podía, ella notaría mi incomodidad y se acercó más a mi. Me empezó a besar, me había ofrecido la bebida gratuitamente así que accedí y respondí a sus besos. No sabría decir exactamente cuanto tiempo pasamos allí, ella no me gustaba y yo no creo que le gustase a ella. Sus amigos nos trajeron un par de cervezas más que acepté gustosamente. Me dijo que eran las ocho de la mañana, empezaba a estar cansado, le dije que me iba, insistió en llevarme a casa, uno de sus amigos había traido coche. Acepté, a ciertas horas ni la bebida quita el lastre del cansancio de las piernas. Entramos en el coche, el conductor y una chica en la parte de alante y mi anfitriona y yo en los asientos de atrás, les indiqué donde vivía y me llevaron. Ya empezaba a ser de día, deseaba no encontrarme con ningún vecino en cuanto me dejaran. Llegamos al destino.
-¿Es aquí?
-Si, gracias por traerme. Bueno, me voy a ir.-Me acerqué para despedirme de ella, pero me besó anticipándose a cualquiera de mis intenciones. Tenía que despedirme de alguien cuyo nombre desconocía y que me había estado besando y regalando bebida, estaba en un buen lío.-Bueno... Adiós... Chica.
Salí por la puerta alegremente y sin mirar atrás, no quería saber si había notado que no sabía su nombre y si le había molestado. Abrí mi portal y entré pesadamente, subí en el ascensor. Llegué a mi casa y me quité la ropa. ¿Cómo podía alguien con este cuerpo haber tenido alguna mujer en su vida? Pensé en Lara y tuve una arcada, salí disparado al baño, falsa alarma. Me puse algo de ropa para dormir y me metí en la cama pensando en ella, en sus hermosos cabellos, su perfume y en como me sentía cuando me miraba. Creo que eran las ocho y media de la mañana. Lara, te echaré de menos.
miércoles, 26 de octubre de 2011
Decisiones
Separé el cigarrillo de mis labios. ¿Qué cojones hacía fumando? No se fumar, me atraganto con cada calada y lo peor de todo: Odio el tabaco, odio el humo y odio el decoloramiento de dientes y dedos que te proboca fumar. El alcohol y la vida me idiotizan hasta el punto de estar fumando sin ningún motivo. ¿Hacen falta motivos para fumar? Miro el cigarro que tengo entre mis dedos y asqueado lo tiro al suelo del bar. Me bajo del taburete y lo apago pisándolo. El alcohol me está volviendo idiota, me despido de mis ensoñaciones y vuelvo a concentrar en mi entorno. Allí seguía la cerveza y mis dos acompañantes. Saúl y Bárbara, ¡qué pareja tan adorable! Buena gente, no te hacen sentir en ningún momento el tercero en discordia a pesar de que yo lo estaba siendo. Ellos apenas bebían y por eso yo solo iba con cervezas esta noche mientras conversábamos sobre lo acontecido durante la semana.
Se nos hizo tarde hablando y decidimos levantar campamento. Llevaba una buena cantidad de cervezas y me notaba ciertamente aturdido, no como para cojer otro cigarrillo del camarero, pero lo suficiente como para pensar con mayor lentitud. Decidí caminar un poco del camino de vuelta con la parejita para que se me despejara la mente. Una tranquila noche de viernes, era la buena vida. Ellos no parecían nada incómodos ante mi presencia y mis historietas que se renuevan cada semana. Suena mi teléfono.
-¿Quién es?
-¿Me vienes a buscar?-Era la voz de una mujer y la reconocí al instante, Lorena.
-¿Sabes la hora qué es?
-¿Me vienes a buscar? Te lo pido por favor.
-¿Dónde estás?-Ya sabía la respuesta, se escuchaba la música de fondo y posiblemente estuviera en la zona de las discotecas, no demasiado lejos, pero lo suficiente como para que se me quitaran las pocas ganas que tenía de verla.
-Ya sabes donde estoy. Ven a buscarme.
-Creo que no, me voy a mi jodida casa.
-¡Espera! ¡Espera! ¡No cuelgues!-Colgué. Estaba cansado de ella y de su juego, nunca me gustó, pero cuanto mayor parecía mi desprecio más su interés en conseguirme. Soy un débil y más con las mujeres y en ocasiones le daba una pequeña concesión. En cierto modo me doy asco por mi comportamiento. Vuelve a sonar el teléfono, es de nuevo ella, cuelgo. Se repite la llamada y cojo.-¿Dónde estás tú?
-De camino a mi casa.
-Estoy con tacones... Por favor...
-Creo que me iré a dormir.
-Te voy a buscar, espérame.
-Te espero en diez minutos en donde nos conocímos.
-Gracias.-Colgué. Mis amigos estuvieron observando el espectáculo anonadados. Conocían a a Lorena, sabían lo que había pero no llegaban a entender su resistencia a la hora de aguantarme. Bárbara iba a empezar con la arenga.
-Rober tio, la tratas fatal. No es gran cosa, pero no se si te has pasado de gilipollas o con la bebida.
-Su voz me taladra el cerebro, no tengo ganas de escucharla y todas las noches que bebe tengo que soportar sus mamonadas, ¡qué se busque un novio!-Me estaba calentando y ellos no tenían la culpa, les miré intentando dibujar una sonrisa de confianza en mi cara.-Lo siento, esto no va con vosotros, voy a terminar esto de una vez. Cuidaos.-Nos despedimos con un abrazo y Bárbara acompañó el beso de despedida con una advertencia de que me portara bien.-¿Cuándo he sido yo malo?
Caminé hasta el lugar donde había acordado el encuentro. Tenía dos cosas importantes a mi favor, me quedaba de camino a casa y hay sitios donde sentarse. Llegué dos minutos antes y me senté en uno de los bancos iluminados, para que me viera con claridad. ¿Qué estaba haciendo? No quiero estar ahí, tenía que estar con mis amigos o durmiendo en mi casa. Antes de que pudiera levantarme e irme allí estaba ella, venía acelerada, no le había dado demasiado tiempo y no tenía mucho estilo con los tacones. Se sentó a mi lado, intentó besarme pero solo consiguió un beso en la mejilla. Le apestaba el aliento a ron.
-¿Qué te pasa? ¿No te gusto?
-Me iba a dormir.
-Estás muy borde.
-Amo el arte de dormir.
-¿Y a mi?
-Prefiero la cama.-Me cojió la cabeza con ambas manos y me besó. No podía escapar, pero tampoco iba a facilitarle nada, ella lo notó y se apartó.
-¿Te pasa algo?
-¿Qué es lo que quieres?
-Solo quería verte, no es tan complicado... Dame un besito.
-Estás borracha.
-Tú sabes a cerveza.
-Esto no tiene sentido, me voy.-Volvió a repetir la jugada del beso, pero esta vez sin la agresividad de la vez anterior. Con una dulzura inesperada. Bárbara me lo había dicho, tengo que dejar de ser tan cabrón, la besé. Ella se entregó por completa con el beso y yo me dejé llevar. De pronto, noté como alguien se sentaba sobre mi y empezaba a besarme el cuello, sobresaltado abrí un ojo. Era una mujer y bastante atractiva. No entendía nada.
-Robertito, Robertito. ¿Eres el famoso Robertito?
-¡Marta joder! ¡Déjalo en paz! Te dije que no vinieras.
-¿Qué pasa aquí?
-Es mi amiga Marta, está borracha y vino conmigo.-Ella seguía sentada en mi regazo, borracha y con una sonrisa juguetona. No estaba seguro de que realmente me deseara, pero yo la empecé a desear a ella. La besé ante la mirada atónita de Lorena. Fue un buen beso. Me separé y besé a Lorena, parecía dolida pero no se resistió.
-Chicas, me voy a dormir. Hasta la próxima.
Marta se incorporó y dejó que me levantara. Ambas no parecían creerse que me fuera a largar de verdad. Yo había tenido suficiente, no podía aguantar más. Ellas permanecieron mirándome sentadas desde el banco mientras me marchaba, ¿esperaban que fuera una broma? Continué caminando y me despedí agitando la mano sin mirar atrás. Esa noche dormí genial. No las volví a ver.
Se nos hizo tarde hablando y decidimos levantar campamento. Llevaba una buena cantidad de cervezas y me notaba ciertamente aturdido, no como para cojer otro cigarrillo del camarero, pero lo suficiente como para pensar con mayor lentitud. Decidí caminar un poco del camino de vuelta con la parejita para que se me despejara la mente. Una tranquila noche de viernes, era la buena vida. Ellos no parecían nada incómodos ante mi presencia y mis historietas que se renuevan cada semana. Suena mi teléfono.
-¿Quién es?
-¿Me vienes a buscar?-Era la voz de una mujer y la reconocí al instante, Lorena.
-¿Sabes la hora qué es?
-¿Me vienes a buscar? Te lo pido por favor.
-¿Dónde estás?-Ya sabía la respuesta, se escuchaba la música de fondo y posiblemente estuviera en la zona de las discotecas, no demasiado lejos, pero lo suficiente como para que se me quitaran las pocas ganas que tenía de verla.
-Ya sabes donde estoy. Ven a buscarme.
-Creo que no, me voy a mi jodida casa.
-¡Espera! ¡Espera! ¡No cuelgues!-Colgué. Estaba cansado de ella y de su juego, nunca me gustó, pero cuanto mayor parecía mi desprecio más su interés en conseguirme. Soy un débil y más con las mujeres y en ocasiones le daba una pequeña concesión. En cierto modo me doy asco por mi comportamiento. Vuelve a sonar el teléfono, es de nuevo ella, cuelgo. Se repite la llamada y cojo.-¿Dónde estás tú?
-De camino a mi casa.
-Estoy con tacones... Por favor...
-Creo que me iré a dormir.
-Te voy a buscar, espérame.
-Te espero en diez minutos en donde nos conocímos.
-Gracias.-Colgué. Mis amigos estuvieron observando el espectáculo anonadados. Conocían a a Lorena, sabían lo que había pero no llegaban a entender su resistencia a la hora de aguantarme. Bárbara iba a empezar con la arenga.
-Rober tio, la tratas fatal. No es gran cosa, pero no se si te has pasado de gilipollas o con la bebida.
-Su voz me taladra el cerebro, no tengo ganas de escucharla y todas las noches que bebe tengo que soportar sus mamonadas, ¡qué se busque un novio!-Me estaba calentando y ellos no tenían la culpa, les miré intentando dibujar una sonrisa de confianza en mi cara.-Lo siento, esto no va con vosotros, voy a terminar esto de una vez. Cuidaos.-Nos despedimos con un abrazo y Bárbara acompañó el beso de despedida con una advertencia de que me portara bien.-¿Cuándo he sido yo malo?
Caminé hasta el lugar donde había acordado el encuentro. Tenía dos cosas importantes a mi favor, me quedaba de camino a casa y hay sitios donde sentarse. Llegué dos minutos antes y me senté en uno de los bancos iluminados, para que me viera con claridad. ¿Qué estaba haciendo? No quiero estar ahí, tenía que estar con mis amigos o durmiendo en mi casa. Antes de que pudiera levantarme e irme allí estaba ella, venía acelerada, no le había dado demasiado tiempo y no tenía mucho estilo con los tacones. Se sentó a mi lado, intentó besarme pero solo consiguió un beso en la mejilla. Le apestaba el aliento a ron.
-¿Qué te pasa? ¿No te gusto?
-Me iba a dormir.
-Estás muy borde.
-Amo el arte de dormir.
-¿Y a mi?
-Prefiero la cama.-Me cojió la cabeza con ambas manos y me besó. No podía escapar, pero tampoco iba a facilitarle nada, ella lo notó y se apartó.
-¿Te pasa algo?
-¿Qué es lo que quieres?
-Solo quería verte, no es tan complicado... Dame un besito.
-Estás borracha.
-Tú sabes a cerveza.
-Esto no tiene sentido, me voy.-Volvió a repetir la jugada del beso, pero esta vez sin la agresividad de la vez anterior. Con una dulzura inesperada. Bárbara me lo había dicho, tengo que dejar de ser tan cabrón, la besé. Ella se entregó por completa con el beso y yo me dejé llevar. De pronto, noté como alguien se sentaba sobre mi y empezaba a besarme el cuello, sobresaltado abrí un ojo. Era una mujer y bastante atractiva. No entendía nada.
-Robertito, Robertito. ¿Eres el famoso Robertito?
-¡Marta joder! ¡Déjalo en paz! Te dije que no vinieras.
-¿Qué pasa aquí?
-Es mi amiga Marta, está borracha y vino conmigo.-Ella seguía sentada en mi regazo, borracha y con una sonrisa juguetona. No estaba seguro de que realmente me deseara, pero yo la empecé a desear a ella. La besé ante la mirada atónita de Lorena. Fue un buen beso. Me separé y besé a Lorena, parecía dolida pero no se resistió.
-Chicas, me voy a dormir. Hasta la próxima.
Marta se incorporó y dejó que me levantara. Ambas no parecían creerse que me fuera a largar de verdad. Yo había tenido suficiente, no podía aguantar más. Ellas permanecieron mirándome sentadas desde el banco mientras me marchaba, ¿esperaban que fuera una broma? Continué caminando y me despedí agitando la mano sin mirar atrás. Esa noche dormí genial. No las volví a ver.
viernes, 21 de octubre de 2011
Canción para tres
Estudiar y ahorrar dinero durante todo el año dió sus frutos. Ahí me encontraba, en la terraza de un hotel esperando a Toni mientras miraba el mar. En mi tierra hay playas, pero este clima tan bueno ni en sueños. ¡Qué tranquilidad se respira! Tercer día de la semana entera que tenemos. El hotel tiene de todo, bar, restaurante, karaoke, piscina; nuestra habitación tiene un mueble bar que he decidido no tocar aunque tengamos todo pago. No hemos salido de noche y tampoco he dado señales de vida en casa, seguro que piensan que es buena señal. Esto es la buena vida, una tumbona, esta temperatura, un combinado de frutas y grandes dosis de tranquilidad. No podría estar mejor. Me voy a tomar un rato más mientras mi compañero no vuelve, esta noche me dijo que deberíamos salir, habrá que salir.
Estaba ya mirando entre mis prendas para la noche y aparece Toni alterado. Que ha visto muchas chicas en la playa, que son todas muy atractivas. Toni la bebida y las mujeres te matarían si no estuviera contigo. Le digo que primero nos arreglaremos, luego iremos a cenar y ya nos vamos al bar del hotel y ahí empezará la fiesta. Como le conozco empecé yo primero con el ritual de prepararse. Me afeité, un pequeño corte en el lado derecho de la cara, pero nada grave y a la ducha. Me pongo algo sencillo, una camisa blanca, unos vaqueros y unos zapatos, clásico y elegante; no me hace falta más. Me tumbo en la cama y enciendo la televisión mientras la princesita se acicala. En el cuarto radicaba el único problema de la habitación, las dos camas estaban en la misma habitación, Toni parecía disgustado por ello, a mi no me importó demasiado, ya le dije que no tendría problema en irme a caminar por la playa si sus dotes seductoras le obligaran a traer a una mujer al cuarto.
Pasaron tres cuartos de hora cuando Toni salió del cuarto de baño, con un fuerte olor a perfume, una americana, una camisa abierta, vaqueros y zapatos. El chico tenía estilo, pero yo siempre le jodía diciéndole que la belleza la tengo yo. Esta noche no quise molestarle y le felicité y le apremuré para irnos a cenar. Cuando llegamos al comedor del hotel ya había bastante gente cenando. Me fijé que la mayoría de la gente eran jóvenes como nosotros o grupos de parejas de ancianos, se nota que es una zona turística. Nos sentamos en una mesa y pedimos, yo pasé directo al segundo y me pedí un buen chuletón con guarnición de patatas y para beber agua, Toni se pidió lo mismo pero ya empezó con cervezas durante la cena. La comida era buena y decidimos que nos recomendaran el postre, fue una especie de trozo de tarta con un sabor dulzón que me llenó todo el paladar. Toni ya llevaba cuatro cervezas cuando terminábamos de conversar durante la comida y decidió que nos fueramos al bar.
El bar era un lugar bastante acojedor, una barra muy larga con varios barmans, muchas mesas colocadas en posición al escenario donde estaba el karaoke. Desde la barra apenas se escuchaba a la gente cantar, pero si la música, decidimos ponernos en la barra. Toni empezó a darle duro al vodka con tónica y yo preferí que me pusieran de esos combinados de frutas sin alcohol. Lo estábamos pasando bien, viendo el énfasis que le ponían algunos cantando y conversando de muchas de nuestras anécdotas, estaba siendo una buena velada. Había cerca nuestro un grupo de tres chicas y Toni decidió acercarse, al rato volvía con ellas y me las presentaba.
-Patri, Raquel y... ¿Laura?
-Si, Laura.-Dijo la tercera, era bastante mona, rubia y unos cabellos muy largos y unos ojos castallos muy grandes. Patri era rubia, en cambio tenía el pelo corto, le quedaba bien; ojos azules y unas piernas muy largas. Raquel era la única morena, tenía el pelo casi tan largo como Laura y era la única que no llevaba falda de las tres.-¿Y tu amigo es...?
-Rober.-Me anticipé a decir.-Compañero y socio de Toni, nuestro anfitrión de esta noche.
-Teneís un acento muy mono.-Dijo Patri. Se sentaron de manera que estaba rodeado por Patri y Laura y esta estaba al lado de Raquel que tenía izquierda a Toni que parecía haberse fijado en la morena.
-Nos lo dicen mucho, ¿a qué si Rober?
-No tanto. Pero es llamativo cuanto menos, si.
-¿Qué hacen dos chicos de tan al norte por aquí?-Patri volvió a preguntar mirándome a los ojos, en ese momento pensé que su curiosidad no iba a tener límites.
-Viaje de placer, Rober y yo nos hemos pegado un año muy jodido para llegar a donde estamos ahora mismo.
-Sereís unos chicos muy trabajadores entonces.-Raquel le respondió con cierto tono pícaro. Me parecía casi magia que Toni hubiera pescado tan pronto.
-¿Qué bebes?-Por fin dijo algo Laura, se refería a mi exótica bebida multicolor sin alcohol.
-Combinado de frutas, muy sano.
-¿Sin alcohol?
-Muy sano.
-¿Eres marica?
-Creo que solo soy muy sano. Deberías probarlo.-Pusieron cara de no entenderme y se pidieron bebidas con alcohol, no me interesó demasiado, cuando ya tenían sus copas continué.-Estas vitaminas me convertirán en el jodido Rey del karaoke.
-No creo que seas ni capaz de subir.-Patri parecía dispuesta a retarme y Laura también parecía metida en el ajo mientras Toni y Raquel mantenían una conversación privada.
-Me atrevo con cualquier cosa y realmente os deleitaría.
-¡Venga! ¡Demuéstralo!-Ambas se pusieron de acuerdo para retarme. No podía acojonarme ahora.-¿No es para eso el zumito?
-¡Ahora vereís! Preparaos para aplaudir...
Me levanté aun con mi tercer combinado de frutas en la mano y me dirigí directamente a hacer una petición de una canción, pedí cualquiera en inglés, la primera que se le ocurriera. Era el siguiente el subir y ya me quedé cerca del escenario mientras las tres chicas y Toni me miraban espectantes. ¡Les iba a callar! Estaba preparado, un poco nervioso, ahora si que podría venirme bien una copa, pero borré esa idea de la mente cuando dijeron mi nombre. Subí convencido y alcé mi bebida multicolor hacia mis acompañantes mientras empezaba a sonar la música. ¿Qué canción era esa? No la conocía, estaba bien jodido, menos mal que había un par de pantallas con la letra. Iba a tocar improvisar, di un trago y comencé el recital, parecía que iba bien de ritmo, poca gente parecía conocer la canción y eso hizo que me dejara llevar, nadie podría recriminarme por una canción que no conocían. Mi pronunciación habría conseguido que la que fuera mi profesora de inglés consiguiera una orden de detención y lapidación contra mi por destrozar el idioma de Shakespeare, pero yo estaba disfrutando y por lo que podía ver a la gente no le disgustaba del todo. Terminó la canción, me permití el lujo de despedirme agradeciendo al público su comportamiento y me volví convencido a la barra con lo poco que me quedaba de mi bebida.
-¿Impresionadas chicas?
-Oye, no lo haces nada mal.-Patri me sonreía mientras decía eso y antes de que dijera nada fue cortada por Laura.
-La verdad es que tu inglés me ha impresionado, esa bebida parece que funciona.-Ambas parecían contentas por mi demostración de falta de vergüenza, mientras que Toni y Raquel retomaron su conversación.
-Gracias, en cuanto tenga motivos, sereís a las primeras a las que les firme un autógrafo.-En ese momento tuve que callar, el ruido de un tremendo sopapo había sonado no muy lejos de mi posición. Giré la cara intentando buscar el problema y miré como Toni tenía las manos en su mejilla y Raquel molesta se había levantado del taburete. Mierda, la ha vuelto a cagar.
-¡Vámonos chicas!-Raquel parecía bastante molesta y un poco borracha. A saber que habría hecho Toni para joderla, la tenía en el bote. Las otras dos chicas se despidieron de mi y se fueron pasando de Toni como si fuese un apestado.
-Tio, ¿qué mierda has hecho? ¡La tenías! ¡Joder si la tenías!
-La bebida se me fue de las manos, ahora solo quiero otra copa.
Toni me contó que le había dicho algo que le molestara o que se le había escapado la mano y le había molestado, ni él estaba seguro y la bebida empezó a hacerle efecto. Seguimos en el bar charlando durante horas, Toni parecía cada vez más deprimido y estaba cada vez más borracho. Yo seguí con mis combinados de frutas y él entre trago y trago gimoteaba sobre lo dura que es la vida y lo jodidas que son las mujeres. Yo armado de paciencia intentaba animarlo, estaba demasiado borracho no iba a conseguir nada. En cierto punto de la noche el camarero le vió tan borracho que me comentó que no le pondría ni una sola copa más. Toni se molestó bastante, pero le dije que la noche ya no daba para más, le ayudé a levantarse y mientras se apoyaba en mi lo subí al cuarto donde se quitó la ropa, se puso una camiseta y una muda de ropa interior y se metió en su cama. Mientras mi compañero aun continuaba criticando el género femenino me puse la típica ropa vieja que me pongo para dormir, una camiseta de cuando era más joven y ropa interior cómoda, con pitrina por delante para las urgencias nocturnas, me cepillé los dientes y me metí en cama y Toni ya estaba medio dormido. Llamaron a la puerta, decidí no abrir y me mantuve en silencio. Volvieron a llamar y encendí una pequeña luz mientras me levantaba y me iba a la puerta preocupado por si era algo urgente. Empezaron a llamar y abrí. Allí estaban Patri y Laura, un poco más borrachas que cuando estaban en el bar pero poco más había cambiado en ellas.
-¿Estabas dormido?-Empezó Patri.
-No
-Lo pareces.
-¿Podemos pasar?-Miré dentro del cuarto y ahí estaba Toni, medio dormido y con una borrachera tremenda. ¿Qué podía hacer? Meterlas dentro está claro que no, piensa, piensa, ¡piensa!
-¿Podemos ir mejor a vuestro cuarto? Aquí tengo un pequeño problema.
-Nuestra amiga no creo que tenga ganas ni de verte a ti después de lo ocurrido.-Patri fue la que me dió la mala noticia. Estaba contra la espada y la pared, ¿qué podía hacer? Las vitaminas de mi combinado me había ayudado a cantar, ¿dónde estaban ahora?
-¿Qué os parece que nos quedemos en el pasillo?-Su cara tenía pinta de que la respuesta iba a ser no, antes de que eso sucediera dije.-Bueno, siempre nos podemos ver mañana.
-Lo siento, nos vamos mañana, hoy es nuestra última noche aquí, por eso le preguntamos a Raquel cual era vuestro cuarto.-Patri parecía haber llevado la iniciativa en este plan. Y me alegró, la chica tenía unas piernas preciosas y un desparpajo interesante.-Estabas muy gracioso cantando, pero ahora estás muy mono. No te molestamos más, descansa.
Ambas me dieron un beso de despedida y se fueron. Yo me metí en mi cuarto, la bebida lo había jodido todo. Primero con Toni y ahora con estas chicas. Me dormí. A la mañana siguiente me desperté y pude escuchar como Toni vomitaba en el baño, le dije si necesitaba algo pero apenas podía decir nada. Que forma tan estúpida de echar a perder el chuletón de ayer. Miré en la entrada y parecía haber una especie de papel que habían metido por debajo de la puerta. Lo cojí y era una despedida de las chicas. Guardé la nota en mi maleta y empecé a cojer la ropa para ducharme, "ya nos cantaremos de nuevo" pensé. Me metí en la ducha con el ruido de mi compañero vomitando de fondo.
Estaba ya mirando entre mis prendas para la noche y aparece Toni alterado. Que ha visto muchas chicas en la playa, que son todas muy atractivas. Toni la bebida y las mujeres te matarían si no estuviera contigo. Le digo que primero nos arreglaremos, luego iremos a cenar y ya nos vamos al bar del hotel y ahí empezará la fiesta. Como le conozco empecé yo primero con el ritual de prepararse. Me afeité, un pequeño corte en el lado derecho de la cara, pero nada grave y a la ducha. Me pongo algo sencillo, una camisa blanca, unos vaqueros y unos zapatos, clásico y elegante; no me hace falta más. Me tumbo en la cama y enciendo la televisión mientras la princesita se acicala. En el cuarto radicaba el único problema de la habitación, las dos camas estaban en la misma habitación, Toni parecía disgustado por ello, a mi no me importó demasiado, ya le dije que no tendría problema en irme a caminar por la playa si sus dotes seductoras le obligaran a traer a una mujer al cuarto.
Pasaron tres cuartos de hora cuando Toni salió del cuarto de baño, con un fuerte olor a perfume, una americana, una camisa abierta, vaqueros y zapatos. El chico tenía estilo, pero yo siempre le jodía diciéndole que la belleza la tengo yo. Esta noche no quise molestarle y le felicité y le apremuré para irnos a cenar. Cuando llegamos al comedor del hotel ya había bastante gente cenando. Me fijé que la mayoría de la gente eran jóvenes como nosotros o grupos de parejas de ancianos, se nota que es una zona turística. Nos sentamos en una mesa y pedimos, yo pasé directo al segundo y me pedí un buen chuletón con guarnición de patatas y para beber agua, Toni se pidió lo mismo pero ya empezó con cervezas durante la cena. La comida era buena y decidimos que nos recomendaran el postre, fue una especie de trozo de tarta con un sabor dulzón que me llenó todo el paladar. Toni ya llevaba cuatro cervezas cuando terminábamos de conversar durante la comida y decidió que nos fueramos al bar.
El bar era un lugar bastante acojedor, una barra muy larga con varios barmans, muchas mesas colocadas en posición al escenario donde estaba el karaoke. Desde la barra apenas se escuchaba a la gente cantar, pero si la música, decidimos ponernos en la barra. Toni empezó a darle duro al vodka con tónica y yo preferí que me pusieran de esos combinados de frutas sin alcohol. Lo estábamos pasando bien, viendo el énfasis que le ponían algunos cantando y conversando de muchas de nuestras anécdotas, estaba siendo una buena velada. Había cerca nuestro un grupo de tres chicas y Toni decidió acercarse, al rato volvía con ellas y me las presentaba.
-Patri, Raquel y... ¿Laura?
-Si, Laura.-Dijo la tercera, era bastante mona, rubia y unos cabellos muy largos y unos ojos castallos muy grandes. Patri era rubia, en cambio tenía el pelo corto, le quedaba bien; ojos azules y unas piernas muy largas. Raquel era la única morena, tenía el pelo casi tan largo como Laura y era la única que no llevaba falda de las tres.-¿Y tu amigo es...?
-Rober.-Me anticipé a decir.-Compañero y socio de Toni, nuestro anfitrión de esta noche.
-Teneís un acento muy mono.-Dijo Patri. Se sentaron de manera que estaba rodeado por Patri y Laura y esta estaba al lado de Raquel que tenía izquierda a Toni que parecía haberse fijado en la morena.
-Nos lo dicen mucho, ¿a qué si Rober?
-No tanto. Pero es llamativo cuanto menos, si.
-¿Qué hacen dos chicos de tan al norte por aquí?-Patri volvió a preguntar mirándome a los ojos, en ese momento pensé que su curiosidad no iba a tener límites.
-Viaje de placer, Rober y yo nos hemos pegado un año muy jodido para llegar a donde estamos ahora mismo.
-Sereís unos chicos muy trabajadores entonces.-Raquel le respondió con cierto tono pícaro. Me parecía casi magia que Toni hubiera pescado tan pronto.
-¿Qué bebes?-Por fin dijo algo Laura, se refería a mi exótica bebida multicolor sin alcohol.
-Combinado de frutas, muy sano.
-¿Sin alcohol?
-Muy sano.
-¿Eres marica?
-Creo que solo soy muy sano. Deberías probarlo.-Pusieron cara de no entenderme y se pidieron bebidas con alcohol, no me interesó demasiado, cuando ya tenían sus copas continué.-Estas vitaminas me convertirán en el jodido Rey del karaoke.
-No creo que seas ni capaz de subir.-Patri parecía dispuesta a retarme y Laura también parecía metida en el ajo mientras Toni y Raquel mantenían una conversación privada.
-Me atrevo con cualquier cosa y realmente os deleitaría.
-¡Venga! ¡Demuéstralo!-Ambas se pusieron de acuerdo para retarme. No podía acojonarme ahora.-¿No es para eso el zumito?
-¡Ahora vereís! Preparaos para aplaudir...
Me levanté aun con mi tercer combinado de frutas en la mano y me dirigí directamente a hacer una petición de una canción, pedí cualquiera en inglés, la primera que se le ocurriera. Era el siguiente el subir y ya me quedé cerca del escenario mientras las tres chicas y Toni me miraban espectantes. ¡Les iba a callar! Estaba preparado, un poco nervioso, ahora si que podría venirme bien una copa, pero borré esa idea de la mente cuando dijeron mi nombre. Subí convencido y alcé mi bebida multicolor hacia mis acompañantes mientras empezaba a sonar la música. ¿Qué canción era esa? No la conocía, estaba bien jodido, menos mal que había un par de pantallas con la letra. Iba a tocar improvisar, di un trago y comencé el recital, parecía que iba bien de ritmo, poca gente parecía conocer la canción y eso hizo que me dejara llevar, nadie podría recriminarme por una canción que no conocían. Mi pronunciación habría conseguido que la que fuera mi profesora de inglés consiguiera una orden de detención y lapidación contra mi por destrozar el idioma de Shakespeare, pero yo estaba disfrutando y por lo que podía ver a la gente no le disgustaba del todo. Terminó la canción, me permití el lujo de despedirme agradeciendo al público su comportamiento y me volví convencido a la barra con lo poco que me quedaba de mi bebida.
-¿Impresionadas chicas?
-Oye, no lo haces nada mal.-Patri me sonreía mientras decía eso y antes de que dijera nada fue cortada por Laura.
-La verdad es que tu inglés me ha impresionado, esa bebida parece que funciona.-Ambas parecían contentas por mi demostración de falta de vergüenza, mientras que Toni y Raquel retomaron su conversación.
-Gracias, en cuanto tenga motivos, sereís a las primeras a las que les firme un autógrafo.-En ese momento tuve que callar, el ruido de un tremendo sopapo había sonado no muy lejos de mi posición. Giré la cara intentando buscar el problema y miré como Toni tenía las manos en su mejilla y Raquel molesta se había levantado del taburete. Mierda, la ha vuelto a cagar.
-¡Vámonos chicas!-Raquel parecía bastante molesta y un poco borracha. A saber que habría hecho Toni para joderla, la tenía en el bote. Las otras dos chicas se despidieron de mi y se fueron pasando de Toni como si fuese un apestado.
-Tio, ¿qué mierda has hecho? ¡La tenías! ¡Joder si la tenías!
-La bebida se me fue de las manos, ahora solo quiero otra copa.
Toni me contó que le había dicho algo que le molestara o que se le había escapado la mano y le había molestado, ni él estaba seguro y la bebida empezó a hacerle efecto. Seguimos en el bar charlando durante horas, Toni parecía cada vez más deprimido y estaba cada vez más borracho. Yo seguí con mis combinados de frutas y él entre trago y trago gimoteaba sobre lo dura que es la vida y lo jodidas que son las mujeres. Yo armado de paciencia intentaba animarlo, estaba demasiado borracho no iba a conseguir nada. En cierto punto de la noche el camarero le vió tan borracho que me comentó que no le pondría ni una sola copa más. Toni se molestó bastante, pero le dije que la noche ya no daba para más, le ayudé a levantarse y mientras se apoyaba en mi lo subí al cuarto donde se quitó la ropa, se puso una camiseta y una muda de ropa interior y se metió en su cama. Mientras mi compañero aun continuaba criticando el género femenino me puse la típica ropa vieja que me pongo para dormir, una camiseta de cuando era más joven y ropa interior cómoda, con pitrina por delante para las urgencias nocturnas, me cepillé los dientes y me metí en cama y Toni ya estaba medio dormido. Llamaron a la puerta, decidí no abrir y me mantuve en silencio. Volvieron a llamar y encendí una pequeña luz mientras me levantaba y me iba a la puerta preocupado por si era algo urgente. Empezaron a llamar y abrí. Allí estaban Patri y Laura, un poco más borrachas que cuando estaban en el bar pero poco más había cambiado en ellas.
-¿Estabas dormido?-Empezó Patri.
-No
-Lo pareces.
-¿Podemos pasar?-Miré dentro del cuarto y ahí estaba Toni, medio dormido y con una borrachera tremenda. ¿Qué podía hacer? Meterlas dentro está claro que no, piensa, piensa, ¡piensa!
-¿Podemos ir mejor a vuestro cuarto? Aquí tengo un pequeño problema.
-Nuestra amiga no creo que tenga ganas ni de verte a ti después de lo ocurrido.-Patri fue la que me dió la mala noticia. Estaba contra la espada y la pared, ¿qué podía hacer? Las vitaminas de mi combinado me había ayudado a cantar, ¿dónde estaban ahora?
-¿Qué os parece que nos quedemos en el pasillo?-Su cara tenía pinta de que la respuesta iba a ser no, antes de que eso sucediera dije.-Bueno, siempre nos podemos ver mañana.
-Lo siento, nos vamos mañana, hoy es nuestra última noche aquí, por eso le preguntamos a Raquel cual era vuestro cuarto.-Patri parecía haber llevado la iniciativa en este plan. Y me alegró, la chica tenía unas piernas preciosas y un desparpajo interesante.-Estabas muy gracioso cantando, pero ahora estás muy mono. No te molestamos más, descansa.
Ambas me dieron un beso de despedida y se fueron. Yo me metí en mi cuarto, la bebida lo había jodido todo. Primero con Toni y ahora con estas chicas. Me dormí. A la mañana siguiente me desperté y pude escuchar como Toni vomitaba en el baño, le dije si necesitaba algo pero apenas podía decir nada. Que forma tan estúpida de echar a perder el chuletón de ayer. Miré en la entrada y parecía haber una especie de papel que habían metido por debajo de la puerta. Lo cojí y era una despedida de las chicas. Guardé la nota en mi maleta y empecé a cojer la ropa para ducharme, "ya nos cantaremos de nuevo" pensé. Me metí en la ducha con el ruido de mi compañero vomitando de fondo.
martes, 11 de octubre de 2011
Lo que nunca nos dijimos
Lo siento, he perdido la batalla. Ahora mismo no entenderás nada, no entenderás el motivo de esta carta y tampoco el dinero que la acompaña. Me voy. Esta será la única despedida que te puede dar un cobarde como yo. Tranquila Sara, seguirás sin entender nada y un poco más alterada, pero todo tiene su explicación. Ahora mismo te veo en nuestra cama, con los primeros rayos de Sol golpeándote la mejilla y me dan ganas de quedarme, de un último beso; los perdedores no merecemos un último beso.
Estoy sentado, mirándote tomando una cerveza que compré a escondidas. La última y la primera en casi dos años después de prometerte que solo tú serías mi único vicio. Me viene a la mente la noche que te conocí, estabas con unos amigos en común a los que intentaba impresionar con alguno de mis relatos o intentos de guiones y podía notar como tus dos ojos verdes no dejaban de mirarme con fascinación; aquella sonrisa pícara tuya y tu cabello, recuerdo como deseé acariciarlo. No entiendo como una chica perfecta como tú, de buena familia y mejor porvenir se pudo interesar en un fracasado como yo, a día de hoy no puedo parar de sorprenderme y agradecer que llegaras a mi vida y te quisieras quedar. Eres un ángel.
Ahora mismo apenas encuentro las palabras con las que quiero describir todas las emociones que tengo dentro. La vergüenza de dejarte con tan poco; de haber sido tan poca cosa, una carga. No haber sido mejor hijo y haber podido tratar como se merecía a esa gran referencia de valores y cariño que ha sido mi madre. Me gustaría que estuvieras a su lado en estos momentos, ella te quiere y necesitará a alguien a su lado para superar otro quebradero de cabeza que le ha dado su primogénito. Las dos mujeres de mi vida, tan duro es desprenderme de vosotras...
Siento que dejo tras de mi muchas cosas sin hacer, aquel viaje que te prometí, hacer que tus padres no cuestionaran nuestra relación, tantas promesas, tantos amigos, convertir a mi madre en abuela; pero todo esto me supera, el mundo me supera. Dejo tras de mi una larga lista de despedidas sin completar, un gran amor, otra gran mujer y la idea de que este mundo es para los valientes y los locos: no he podido ser ni lo uno ni lo otro.
Me despido como el hombre que te ha amado y que la vida le ha quedado grande y ahora se enfrenta ante la incertidumbre de la muerte. Te quiero.
Estoy sentado, mirándote tomando una cerveza que compré a escondidas. La última y la primera en casi dos años después de prometerte que solo tú serías mi único vicio. Me viene a la mente la noche que te conocí, estabas con unos amigos en común a los que intentaba impresionar con alguno de mis relatos o intentos de guiones y podía notar como tus dos ojos verdes no dejaban de mirarme con fascinación; aquella sonrisa pícara tuya y tu cabello, recuerdo como deseé acariciarlo. No entiendo como una chica perfecta como tú, de buena familia y mejor porvenir se pudo interesar en un fracasado como yo, a día de hoy no puedo parar de sorprenderme y agradecer que llegaras a mi vida y te quisieras quedar. Eres un ángel.
Ahora mismo apenas encuentro las palabras con las que quiero describir todas las emociones que tengo dentro. La vergüenza de dejarte con tan poco; de haber sido tan poca cosa, una carga. No haber sido mejor hijo y haber podido tratar como se merecía a esa gran referencia de valores y cariño que ha sido mi madre. Me gustaría que estuvieras a su lado en estos momentos, ella te quiere y necesitará a alguien a su lado para superar otro quebradero de cabeza que le ha dado su primogénito. Las dos mujeres de mi vida, tan duro es desprenderme de vosotras...
Siento que dejo tras de mi muchas cosas sin hacer, aquel viaje que te prometí, hacer que tus padres no cuestionaran nuestra relación, tantas promesas, tantos amigos, convertir a mi madre en abuela; pero todo esto me supera, el mundo me supera. Dejo tras de mi una larga lista de despedidas sin completar, un gran amor, otra gran mujer y la idea de que este mundo es para los valientes y los locos: no he podido ser ni lo uno ni lo otro.
Me despido como el hombre que te ha amado y que la vida le ha quedado grande y ahora se enfrenta ante la incertidumbre de la muerte. Te quiero.
lunes, 26 de septiembre de 2011
Resaca
Me despierto con el Sol de mediodía en la cara, un miércoles. Me levanto y voy directamente al baño. Orino y me miro en el espejo, barba de pocos días, pelo revuelto y aliento de resaca o incluso de haber vomitado; no lo recuerdo. No tenía dolor de cabeza, pero si cierto malestar estomacal, me siento en el baño y me pongo a tararear una canción mientras tanto. La gente canta en la ducha, yo mientras cago. Empezaba un nuevo día, ¿qué podía hacer? Había perdido mi empleo la semana pasada y no tenía ganas de buscar otro nuevo. El poco dinero que me queda aumenta mi holgazanería y hará que dure durante una semana más por lo menos. Me paso un poco de agua por el cuerpo y me cambio de ropa, es hora de salir a la calle.
Camino por la calle enfrascado en mi mismo, no tengo una mujer, no tengo un empleo y tampoco un rumbo que tomar de la vida. Me marché de mi casa tras pelearme con mi padre mientras mi madre entre lágrimas intentaba retenerme, no puedo volver allí. ¿Qué puedo hacer de mi vida? Soy joven, he superado el cuarto de siglo pero no llego a la treintena y mi vida semeja un camino en el que no se alcanza ver lo que hay adelante, una senda llena de tinieblas e incertidumbres. Con estos pensamientos entré en mi bar de siempre, con el camarero de siempre y todo como siempre. Pedí una cerveza como era costumbre y continué mis pensamientos sin hacer menor caso a la gente que me rodeaba y sus conversaciones insípidas.
Incluso la bebida se me antojó aguada y caliente, posiblemente debido a mi estado de ánimo y decidí darle una oportunidad a la gente del local. Miré a mi alrededor, un grupo de tres hombres hablando acaloradamente supongo que de dinero o de deportes, nada interesante; otro grupo un poco más alejado de cuatro hombres que beben y juegan a las cartas; en la barra tres hombres a mi izquierda y uno a mi derecha todos hipnotizados por la bebida y por último un hombre al fondo con una cerveza como yo, por la mitad, solitario y con un halo de tristeza. Lo único interesante del local, me acercaría a charlar con él, pero tengo preocupaciones más importantes y decido continuar bebiendo.
El Sol vuelve a ser mi despertador, otra vez un terrible aliento y vacíos de memoria sobre la noche anterior. Vomito, me cepillo los dientes y mientras resisto el dolor de cabeza miro si la noche anterior ha causado daños en mi economía. Nada importante, aun me queda un pellizco para ir tirando. Es demasiado tarde para salir a buscar trabajo, mi aspecto no es mejor que el de el día anterior, estoy empezando a tocar fondo. Las paredes de mi piso me resultan agobiantes y decido asearme un poco y volver al bar de ayer a tomar una cerveza para superar la resaca.
Entro de nuevo y el mismo panorama del día anterior, en este tipo de locales nunca parece importar el día en el que te encuentres. Podría entrar un uno de enero y estarían los mismos tipos haciendo las mismas cosas que cualquier otro día. Pedí mi cerveza y miré a mi alrededor para ver si había algo interesante. Estaba el mismo tipo de ayer, con una cerveza por la mitad, el mismo halo de tristeza y la misma mirada perdida. Realmente no estaba perdida, parecía sumida en un caos, eran los ojos de un pez muerto, unos ojos que habían perdido esa pasión que hace que quieras abrazar la vida, esa chispa; el tipo realmente no llamaría la atención de nadie si no fuera por esos ojos que demuestran el desgaste de una vida cruel. Me acerco con mi bebida.
-¿Le puedo invitar a algo?
-Estoy servido, gracias.
-¿Puedo acompañarle por lo menos?
-Como veas.
-Roberto, encantado.
-Miguel.
-Usted no es como los demás de este bar.
-No hace falta que me trates de usted, debo llevarte cinco años a lo sumo.
-Disculpa, ¿cómo has acabado aquí?
-Solo quería una copa.
-¿Solo una copa?
-Bueno, es complicado, pero esto.-Levanta la cerveza.-Lo hace más sencillo.
-Yo perdí mi trabajo, mi familia, mis amigos...
-Y crees que contarlo lo solucionará.
-Bueno, no... Simplemente...
-No me malinterpretes, entiendo lo que haces pero todo el mundo pierde y todo el mundo gana, ¿no crees?
-No entiendo.
-No hace falta que entiendas, bebe.
Empezamos a hablar de todo, primero temas nimios como antiguos trabajos o gustos musicales. Después sobre nuestras vidas, todo acompañado de copas. Mientras yo no paraba de beber él parecía tener en su mano una cerveza medio vacía. Me contó que fue un hombre casado y dueño de una pequeña pero ambiciosa empresa de transportes de mercancías y que de la noche a la mañana todo se fue al traste. Uno de sus conductores estuvo involucrado en un accidente estando hebrio y se culpó de todo a la empresa y perdió mucho dinero y prestigio, su mujer se suicidó y le quitaron la custodia de su hija de tan solo tres años a la que no había vuelto a ver. Realmente este hombre había perdido todo, le quedaba unos pequeños ingresos de unas inversiones pero toda su vida se había borrado en pocos meses hace cinco años. Bebimos.
Suena el despertador. ¿Las ocho de la mañana del viernes? Voy corriendo al baño a vomitar. Que aspecto tan terrible por tercer día consecutivo. Me encontraba muy enfermo, pero necesitaba conseguir un trabajo, tras mi visita al bar de ayer me quedaba dinero para unos pocos días. Me afeité, me duché, expulsé todo lo que tenía que expulsar y me preparé un poco de leche caliente que bebí antes de salir de casa dispuesto a buscar trabajo.
Llegué por la noche a casa, me habían cojido en la cadena de montaje de una empresa de envasado de alimentos. No parecía gran cosa, pero sin curriculum y mi aspecto no creo que pudiera escojer mucho más. Era un comienzo, me tomé dos cervezas que comprara de camino a casa para celebrarlo antes de ir a dormir.
La vida cambia muy deprisa y mis últimos seis meses son una referencia de la sociedad alocada en la que vivimos. Apenas tuve tiempo para beber, el trabajo era agotador pero mis esfuerzos, que me agotaban hasta el punto de tener que echarme a dormir hasta el día siguiente al llegar a casa; me llevaron a un ascenso en la cadena de mando de la empresa y de paso conocer a Raquel. Ella formaba parte de la zona administrativa de la empresa, en la sección comercial que se encarga de acordar los pedidos con las tiendas. Fue todo tan rápido, nos conocimos y a las pocas horas de empezar a hablar con ella la estaba invitando a cenar y a los dos meses me instalé a vivir en su piso. La vida me empezaba a sonreír, incluso tuve el valor de mandarle una carte a mi madre con un poco de dinero para mostrarle que no tenía motivos para estar preocupada por mi. La vida era sencilla, un buen trabajo, una buena mujer e incluso mi salud mejoró. Echaba de menos mis borracheras y extrañé durante muchos días a aquel hombre con el que conecté en una noche hasta el punto de creer ser yo mismo.
Era viernes y tenía tiempo para tomar algo, avisé a Raquel de que iba a llegar tarde y me dirigí al bar. Seguro que todo estaba como siempre, los mismos tipos y sus discusiones sobre memeces, los jugadores de cartas, los borrachos de la barra y ese hombre cuya carcasa sigue viva pero con un alma que se esfumó hace muchos años, aquel compañero de bebida que por unas horas fue como un hermano. Quizás algo más que un hermano, podría ser yo mismo. Abría la puerta y todo estaba igual, el mismo camarero en la barra, los mismos borrachos delante del camarero, los que discutían y los que estaban con las cartas... ¿Dónde estaba Miguel? Me sorprendió no verlo en su mesa, quizás la vida le fuera ahora mejor, quizás encontrara una mujer o un buen trabajo y saliera del pozo al mismo tiempo que yo. Los dos estabamos en un momento crítico de nuestras vidas y ambos salimos adelante, suena a perfecta historia. Me acerqué a la barra y pregunté al camarero tras pedirle una cerveza.
-¿Miguel? ¡Ah! El tipo que se sentaba solo al fondo con una cerveza, ya recuerdo. ¿Era amigo tuyo?
-Algo así, ¿sabes algo de él?
-Lo siento tio, murió. Su corazón dijo basta, aquí mismo. Hará cosa de cinco meses o así, al poco que dejaras de visitarnos. Ese tipo lo perdió todo hace mucho tiempo y parece que tanta pena lo mató.
-Algo se, si.
-Lo siento, a esta te invito yo.
Esa noche bebí como no recordaba hacerlo en mucho tiempo, ¿cómo había podido morir? Amigo, compañero, perdóname, te abandoné. Las cervezas se convirtieron en vodca con tónica y terminaron en whisky solo. Sentía su pérdida como algo muy mio.
Me desperté en mi piso al lado de Raquel, me levanté corriendo hacia el baño y vomité; me cepillé los dientes. Apenas recordaba nada de la noche anterior, tenía los ojos rojos. Me metí en la cama con las palabras del camarero grabadas en mi mente. Miguel había muerto, ¿podía ser cierto? Deseaba que todo fuera producto de la bebida, un mal sueño. Con un par de lágrimas en los ojos me abracé a Raquel, su perfume me tranquilizó un poco, eran las diez de la mañana de un sábado, no tenía que trabajar y volví a dormirme.
Camino por la calle enfrascado en mi mismo, no tengo una mujer, no tengo un empleo y tampoco un rumbo que tomar de la vida. Me marché de mi casa tras pelearme con mi padre mientras mi madre entre lágrimas intentaba retenerme, no puedo volver allí. ¿Qué puedo hacer de mi vida? Soy joven, he superado el cuarto de siglo pero no llego a la treintena y mi vida semeja un camino en el que no se alcanza ver lo que hay adelante, una senda llena de tinieblas e incertidumbres. Con estos pensamientos entré en mi bar de siempre, con el camarero de siempre y todo como siempre. Pedí una cerveza como era costumbre y continué mis pensamientos sin hacer menor caso a la gente que me rodeaba y sus conversaciones insípidas.
Incluso la bebida se me antojó aguada y caliente, posiblemente debido a mi estado de ánimo y decidí darle una oportunidad a la gente del local. Miré a mi alrededor, un grupo de tres hombres hablando acaloradamente supongo que de dinero o de deportes, nada interesante; otro grupo un poco más alejado de cuatro hombres que beben y juegan a las cartas; en la barra tres hombres a mi izquierda y uno a mi derecha todos hipnotizados por la bebida y por último un hombre al fondo con una cerveza como yo, por la mitad, solitario y con un halo de tristeza. Lo único interesante del local, me acercaría a charlar con él, pero tengo preocupaciones más importantes y decido continuar bebiendo.
El Sol vuelve a ser mi despertador, otra vez un terrible aliento y vacíos de memoria sobre la noche anterior. Vomito, me cepillo los dientes y mientras resisto el dolor de cabeza miro si la noche anterior ha causado daños en mi economía. Nada importante, aun me queda un pellizco para ir tirando. Es demasiado tarde para salir a buscar trabajo, mi aspecto no es mejor que el de el día anterior, estoy empezando a tocar fondo. Las paredes de mi piso me resultan agobiantes y decido asearme un poco y volver al bar de ayer a tomar una cerveza para superar la resaca.
Entro de nuevo y el mismo panorama del día anterior, en este tipo de locales nunca parece importar el día en el que te encuentres. Podría entrar un uno de enero y estarían los mismos tipos haciendo las mismas cosas que cualquier otro día. Pedí mi cerveza y miré a mi alrededor para ver si había algo interesante. Estaba el mismo tipo de ayer, con una cerveza por la mitad, el mismo halo de tristeza y la misma mirada perdida. Realmente no estaba perdida, parecía sumida en un caos, eran los ojos de un pez muerto, unos ojos que habían perdido esa pasión que hace que quieras abrazar la vida, esa chispa; el tipo realmente no llamaría la atención de nadie si no fuera por esos ojos que demuestran el desgaste de una vida cruel. Me acerco con mi bebida.
-¿Le puedo invitar a algo?
-Estoy servido, gracias.
-¿Puedo acompañarle por lo menos?
-Como veas.
-Roberto, encantado.
-Miguel.
-Usted no es como los demás de este bar.
-No hace falta que me trates de usted, debo llevarte cinco años a lo sumo.
-Disculpa, ¿cómo has acabado aquí?
-Solo quería una copa.
-¿Solo una copa?
-Bueno, es complicado, pero esto.-Levanta la cerveza.-Lo hace más sencillo.
-Yo perdí mi trabajo, mi familia, mis amigos...
-Y crees que contarlo lo solucionará.
-Bueno, no... Simplemente...
-No me malinterpretes, entiendo lo que haces pero todo el mundo pierde y todo el mundo gana, ¿no crees?
-No entiendo.
-No hace falta que entiendas, bebe.
Empezamos a hablar de todo, primero temas nimios como antiguos trabajos o gustos musicales. Después sobre nuestras vidas, todo acompañado de copas. Mientras yo no paraba de beber él parecía tener en su mano una cerveza medio vacía. Me contó que fue un hombre casado y dueño de una pequeña pero ambiciosa empresa de transportes de mercancías y que de la noche a la mañana todo se fue al traste. Uno de sus conductores estuvo involucrado en un accidente estando hebrio y se culpó de todo a la empresa y perdió mucho dinero y prestigio, su mujer se suicidó y le quitaron la custodia de su hija de tan solo tres años a la que no había vuelto a ver. Realmente este hombre había perdido todo, le quedaba unos pequeños ingresos de unas inversiones pero toda su vida se había borrado en pocos meses hace cinco años. Bebimos.
Suena el despertador. ¿Las ocho de la mañana del viernes? Voy corriendo al baño a vomitar. Que aspecto tan terrible por tercer día consecutivo. Me encontraba muy enfermo, pero necesitaba conseguir un trabajo, tras mi visita al bar de ayer me quedaba dinero para unos pocos días. Me afeité, me duché, expulsé todo lo que tenía que expulsar y me preparé un poco de leche caliente que bebí antes de salir de casa dispuesto a buscar trabajo.
Llegué por la noche a casa, me habían cojido en la cadena de montaje de una empresa de envasado de alimentos. No parecía gran cosa, pero sin curriculum y mi aspecto no creo que pudiera escojer mucho más. Era un comienzo, me tomé dos cervezas que comprara de camino a casa para celebrarlo antes de ir a dormir.
La vida cambia muy deprisa y mis últimos seis meses son una referencia de la sociedad alocada en la que vivimos. Apenas tuve tiempo para beber, el trabajo era agotador pero mis esfuerzos, que me agotaban hasta el punto de tener que echarme a dormir hasta el día siguiente al llegar a casa; me llevaron a un ascenso en la cadena de mando de la empresa y de paso conocer a Raquel. Ella formaba parte de la zona administrativa de la empresa, en la sección comercial que se encarga de acordar los pedidos con las tiendas. Fue todo tan rápido, nos conocimos y a las pocas horas de empezar a hablar con ella la estaba invitando a cenar y a los dos meses me instalé a vivir en su piso. La vida me empezaba a sonreír, incluso tuve el valor de mandarle una carte a mi madre con un poco de dinero para mostrarle que no tenía motivos para estar preocupada por mi. La vida era sencilla, un buen trabajo, una buena mujer e incluso mi salud mejoró. Echaba de menos mis borracheras y extrañé durante muchos días a aquel hombre con el que conecté en una noche hasta el punto de creer ser yo mismo.
Era viernes y tenía tiempo para tomar algo, avisé a Raquel de que iba a llegar tarde y me dirigí al bar. Seguro que todo estaba como siempre, los mismos tipos y sus discusiones sobre memeces, los jugadores de cartas, los borrachos de la barra y ese hombre cuya carcasa sigue viva pero con un alma que se esfumó hace muchos años, aquel compañero de bebida que por unas horas fue como un hermano. Quizás algo más que un hermano, podría ser yo mismo. Abría la puerta y todo estaba igual, el mismo camarero en la barra, los mismos borrachos delante del camarero, los que discutían y los que estaban con las cartas... ¿Dónde estaba Miguel? Me sorprendió no verlo en su mesa, quizás la vida le fuera ahora mejor, quizás encontrara una mujer o un buen trabajo y saliera del pozo al mismo tiempo que yo. Los dos estabamos en un momento crítico de nuestras vidas y ambos salimos adelante, suena a perfecta historia. Me acerqué a la barra y pregunté al camarero tras pedirle una cerveza.
-¿Miguel? ¡Ah! El tipo que se sentaba solo al fondo con una cerveza, ya recuerdo. ¿Era amigo tuyo?
-Algo así, ¿sabes algo de él?
-Lo siento tio, murió. Su corazón dijo basta, aquí mismo. Hará cosa de cinco meses o así, al poco que dejaras de visitarnos. Ese tipo lo perdió todo hace mucho tiempo y parece que tanta pena lo mató.
-Algo se, si.
-Lo siento, a esta te invito yo.
Esa noche bebí como no recordaba hacerlo en mucho tiempo, ¿cómo había podido morir? Amigo, compañero, perdóname, te abandoné. Las cervezas se convirtieron en vodca con tónica y terminaron en whisky solo. Sentía su pérdida como algo muy mio.
Me desperté en mi piso al lado de Raquel, me levanté corriendo hacia el baño y vomité; me cepillé los dientes. Apenas recordaba nada de la noche anterior, tenía los ojos rojos. Me metí en la cama con las palabras del camarero grabadas en mi mente. Miguel había muerto, ¿podía ser cierto? Deseaba que todo fuera producto de la bebida, un mal sueño. Con un par de lágrimas en los ojos me abracé a Raquel, su perfume me tranquilizó un poco, eran las diez de la mañana de un sábado, no tenía que trabajar y volví a dormirme.
lunes, 8 de agosto de 2011
Ella... (3)
Tras varias semanas sin dar señales de vida, empezaba a temer el hecho de no volver a saber nada de aquella joven tan hermosa que se había ido de mi vida más repentinamente de como entró. Ni una sola carta me respondió y fueron tres escritos los que le había enviado. Mi preocupación iba en aumento a medida que pasaban los días y estaba a punto de pasar un mes desde aquel fatídico día. Mis preocupaciones eran descargadas sobre el papel y en eso estaba mejorando todo. Empezaban a publicarme cosas que habían sido rechazadas e incluso me llamaron para dar unas charlas y unos recitales. Querían que escribiera periodicamente para una revista y bastantes cosas más, todo parecía tomar rumbo y yo no podía sentirme más vacío.
Tras dos meses sin noticias de Verónica y cuando pensaba que iba a tocar fondo recibo una postal suya. Aparecía el Museo del Louvre y supuse que estaría en París, cosa que me confirmaba en su escrito. Se disculpaba por no haber tenido la posibilidad de una despedida mejor y por no contestar a mis cartas, pero que estaba triste por tener que marcharse tan de golpe. Contaba que llevaba un par de semanas en la capital francesa y estaba aprendiendo mucho, no se había adaptado del todo y en unas cuantas semanas cambiaría de ciudad. Me alegré por ella y, por otro lado, me sentí demasiado solo, estaba consiguiendo todo lo que deseaba hace un año en cuanto al mundo de la escritura, pero la había perdido a ella. Ella no estaba hace un año y ahora no concibo mi vida sin sus ojos verdes. Cojí una cerveza de la nevera, la abrí y me senté sobre la cama. Estaba en la mierda más vil anímicamente hablando. El destino se presentaba cruel conmigo, debería ser feliz, vivo de lo que siempre había soñado y no puedo dejar de añorarla. No podía ir tras ella, París es muy grande, además podría irse en cualquier momento y tengo compromisos que ya he cobrado que tengo que cumplir. Mi desesperación aumenta y no encuentro soluciones, voy a por otra cerveza. Otra noche muy larga y mis aspiraciones de dejar la bebida murieron semanas después de su marcha.
Un mes y medio después de su primera postal me llegó otra que parecía provenir de Londres con una imagen de sus famosos autobuses. Me alegré por no haber sido tan estúpido de ir a París en su búsqueda y comencé la lectura. No había gran cosa, estaba bien, conociendo muchas personas interesantes y poco más. ¿Ya no me echaba de menos? ¿Por qué no decía nada sobre eso? Guardé su postal y bajé al bar más cercano a meditar sobre el asunto con ayuda de un poco de whisky. Me alegraba por su éxito profesional y por el mío, pero no era feliz, ¿debería serlo? Cambiaría todo por volver al tiempo en el que no era nadie y apenas tenía dinero para comer por volver a ver las esmeraldas que tiene por ojos y disfrutar del intercambio de cartas o de uno de esos paseos que llegamos a dar juntos durante el tiempo que pasamos de lo que podría considerarse noviazgo. Lo peor de todo esto no era no poder verla, eso ya lo había vivido con las cartas, lo peor era no poder interactuar, quería preguntarle tantas cosas que no podían pasar del tintero. Me preocupaba no volver a recibir nada más.
Y ese sentimiento es el que más me castigó durante los siguientes seis meses hasta que me llegó otra postal, con una imagen de las góndolas venecianas. La que más texto tenía. En ella me contaba que había estado en Milán por temas de trabajo pero le habían dejado irse unos días a Venecia con un amigo que conoció en París. A partir de eso apenas presté atención a la lectura, ¿había conocido a alguien? ¿Durante todo este tiempo estaba con él? No pude contener mi tristeza y mi rabia que se transformó en un golpe desesperado contra la pared y varios sollozos sobre la cama donde me terminé durmiendo. Cuando desperté guardé rapidamente la postal junto a las otras y me puse a escribir, era lo que en ese momento necesitaba. Quería escapar de este mundo donde me acababan de despojar lo poco que quería. Escribí un relato corto, una carta a mi madre y otra a uno de los editores que más cosas me estaban publicando. Al terminar, abrí un par de cervezas antes de volver a acostarme para dormir de nuevo.
Dos meses después había perdido bastante peso y el dinero que no le enviaba a la santa que tengo por madre era gastado en su mayoría en bebida. No era capaz de hundir esa tristeza, pero seguía bregando por hacerlo. Tenía bastante dinero como para seguir manteniendo esta vida, escribir, beber y dormir era lo único que hacía. Una tarde llegué a casa bastante borracho tras una buena cantidad de cervezas y miré que tenía una carta en mi buzón. Verónica había vuelto, había cambiado de dirección, pero no estaba muy lejos de su anterior residencia. Decidí que no estaba en condiciones de leerla y la puse en mi escritorio para después acostarme. Al día siguiente abrí la carta mientras me tomaba algo para el dolor de cabeza que tenía. Verónica me contaba que se instaló en su nueva dirección con ese hombre, que era muy feliz y que había descubierto cosas que nunca habría pensado hacerlo... ¡Se iba a casar! ¿Cómo podía pasarme esto? Además me invitaba, pone fecha, lugar y... ¡Esto no podía ser cierto! Quería verla, pero no podía, ahora mismo tenía pensamientos enfrentados y podría estar ese diablo que me la ha arrebatado. Tenía que pensar friamente, debo actuar según correspondan las circunstancias. Me voy a comer fuera y a pensar en los dos meses que quedan de cara a la boda.
Llegó el terrible día y en mi mente estaba todo lo que tenía que hacer. Había comprado un buen traje, un bonito regalo y un pack de cervezas que tenía en la nevera. Me vestí, el barbero ayer se encargó de mi barba y de mi pelo. Durante estos dos meses recuperé parte de la forma perdida, tenía mucho mejor aspecto. Bajé a la calle con el traje ya puesto, el pack de cervezas frías en una mano y el regalo en otra y fui a por el coche que me había comprado hace dos semanas, nada ostentoso, un coche clásico; un capricho después de los últimos grandes ingresos por varios relatos publicados. Coloqué todo en el asiento trasero y me dispuse a conducir hasta el lugar del evento, no era una capilla al uso, ya que la boda sería al aire libre y por suerte para la pareja el tiempo les acompañaba. Llegué al lugar y aparqué, tras esto abrí la primera cerveza que poco tiempo me duró. De las seis cervezas que tenía al salir de casa solo quedaban dos cuando salí del coche con el regalo, la primera la bebí antes de entrar en la zona donde se realizaría el evento y con la segunda en mano caminé hasta donde tenía que hacerlo. Pregunté a varios invitados y al final supieron indicarme el lugar al que quería ir. Allí estaba, delante de la puerta donde iba a ocurrir una de las cosas más importantes de mi vida. Llamé a la puerta.
-¿Quién es?-Después de tanto tiempo su voz sonaba tan melodiosa como la primera vez, me mantuve callado saboreando sus palabras después de tanto tiempo.-¿Hay alguien?
-Perdona, soy Rober...-Se hizo el absoluto silencio tras la puerta.-¿Puedo pasar?
-Pasa.-Di un último trago antes de dejar la cerveza escondida tras el marco de la puerta. Abrí la puerta y allí estaba, radiante. El tiempo no había causado ni un mínimo estrago en su belleza y ese vestido parecía una cruel broma del destino dispuesta a castigarme duramente, no podía hacer nada más que mirar boquiabierto a la ninfa que tenía delante.-¿Qué tal estoy?
-Preciosa, pero no te hacía falta el vestido para estarlo. Cuánto tiempo, ¿no?-En ese momento ella se lanzó sobre mi y me dió un abrazo. Un gesto que fue como si me arrancara la piel a tiras en donde nuestros cuerpos contactaban. Respondí al abrazo y noté como la distancia que ahora mismo nos separaba nunca había sido tan grande. Nos separamos y le mostré lo que traía conmigo.-Te he traído un regalo, es un collar. Me van bien las cosas escribiendo.
-No hacía falta, de verdad.
-No pasa nada, tenía ganas de hacerlo. La verdad es que no sé exactamente que decir, es tan complicado. Me jodió mucho cuando me enviaste la invitación, fue un duro golpe...
-Fue todo tan rápido, no supe como decírtelo.
-Te entiendo, no te reprocho nada, ¿cómo fue?
-No sabría explicarlo, solo fue.
-Me alegro de que te vaya todo bien, extrañaba esos dos ojos verdes.-Volvió a abrazarme y en ese momento sabía lo que tenía que hacer. La miré de frente y supe que era mi momento, tomé sus mejillas con ambas manos y deposité un último beso en su frente. Era mi bendición. Ella con los ojos cerrados esbozó una leve sonrisa de aceptación. Me separé de ella y di un par de pasos alejándome de ella.-La verdad es que los extrañé demasiado.
-Rober... Espera...
-Deseo que seas muy feliz, es el mejor regalo que te puedo dar, si te gusta ponte el collar durante la ceremonia.-Caminé rumbo a la puerta.-Me alegro de saber que eres feliz y seguro que te lo dirán mil veces, pero estás preciosa. Gracias por regalarme una última sonrisa.-Cerré la puerta tras de mi, cojí la cerveza y la terminé de un trago. Me dirigí a mi coche aguantando el tipo estoicamente. Conduje a casa y me senté delante de mi máquina de escribir, no escribí nada. Me fui a dormir sabiendo que ella y solo ella era el amor de mi vida.
Tras dos meses sin noticias de Verónica y cuando pensaba que iba a tocar fondo recibo una postal suya. Aparecía el Museo del Louvre y supuse que estaría en París, cosa que me confirmaba en su escrito. Se disculpaba por no haber tenido la posibilidad de una despedida mejor y por no contestar a mis cartas, pero que estaba triste por tener que marcharse tan de golpe. Contaba que llevaba un par de semanas en la capital francesa y estaba aprendiendo mucho, no se había adaptado del todo y en unas cuantas semanas cambiaría de ciudad. Me alegré por ella y, por otro lado, me sentí demasiado solo, estaba consiguiendo todo lo que deseaba hace un año en cuanto al mundo de la escritura, pero la había perdido a ella. Ella no estaba hace un año y ahora no concibo mi vida sin sus ojos verdes. Cojí una cerveza de la nevera, la abrí y me senté sobre la cama. Estaba en la mierda más vil anímicamente hablando. El destino se presentaba cruel conmigo, debería ser feliz, vivo de lo que siempre había soñado y no puedo dejar de añorarla. No podía ir tras ella, París es muy grande, además podría irse en cualquier momento y tengo compromisos que ya he cobrado que tengo que cumplir. Mi desesperación aumenta y no encuentro soluciones, voy a por otra cerveza. Otra noche muy larga y mis aspiraciones de dejar la bebida murieron semanas después de su marcha.
Un mes y medio después de su primera postal me llegó otra que parecía provenir de Londres con una imagen de sus famosos autobuses. Me alegré por no haber sido tan estúpido de ir a París en su búsqueda y comencé la lectura. No había gran cosa, estaba bien, conociendo muchas personas interesantes y poco más. ¿Ya no me echaba de menos? ¿Por qué no decía nada sobre eso? Guardé su postal y bajé al bar más cercano a meditar sobre el asunto con ayuda de un poco de whisky. Me alegraba por su éxito profesional y por el mío, pero no era feliz, ¿debería serlo? Cambiaría todo por volver al tiempo en el que no era nadie y apenas tenía dinero para comer por volver a ver las esmeraldas que tiene por ojos y disfrutar del intercambio de cartas o de uno de esos paseos que llegamos a dar juntos durante el tiempo que pasamos de lo que podría considerarse noviazgo. Lo peor de todo esto no era no poder verla, eso ya lo había vivido con las cartas, lo peor era no poder interactuar, quería preguntarle tantas cosas que no podían pasar del tintero. Me preocupaba no volver a recibir nada más.
Y ese sentimiento es el que más me castigó durante los siguientes seis meses hasta que me llegó otra postal, con una imagen de las góndolas venecianas. La que más texto tenía. En ella me contaba que había estado en Milán por temas de trabajo pero le habían dejado irse unos días a Venecia con un amigo que conoció en París. A partir de eso apenas presté atención a la lectura, ¿había conocido a alguien? ¿Durante todo este tiempo estaba con él? No pude contener mi tristeza y mi rabia que se transformó en un golpe desesperado contra la pared y varios sollozos sobre la cama donde me terminé durmiendo. Cuando desperté guardé rapidamente la postal junto a las otras y me puse a escribir, era lo que en ese momento necesitaba. Quería escapar de este mundo donde me acababan de despojar lo poco que quería. Escribí un relato corto, una carta a mi madre y otra a uno de los editores que más cosas me estaban publicando. Al terminar, abrí un par de cervezas antes de volver a acostarme para dormir de nuevo.
Dos meses después había perdido bastante peso y el dinero que no le enviaba a la santa que tengo por madre era gastado en su mayoría en bebida. No era capaz de hundir esa tristeza, pero seguía bregando por hacerlo. Tenía bastante dinero como para seguir manteniendo esta vida, escribir, beber y dormir era lo único que hacía. Una tarde llegué a casa bastante borracho tras una buena cantidad de cervezas y miré que tenía una carta en mi buzón. Verónica había vuelto, había cambiado de dirección, pero no estaba muy lejos de su anterior residencia. Decidí que no estaba en condiciones de leerla y la puse en mi escritorio para después acostarme. Al día siguiente abrí la carta mientras me tomaba algo para el dolor de cabeza que tenía. Verónica me contaba que se instaló en su nueva dirección con ese hombre, que era muy feliz y que había descubierto cosas que nunca habría pensado hacerlo... ¡Se iba a casar! ¿Cómo podía pasarme esto? Además me invitaba, pone fecha, lugar y... ¡Esto no podía ser cierto! Quería verla, pero no podía, ahora mismo tenía pensamientos enfrentados y podría estar ese diablo que me la ha arrebatado. Tenía que pensar friamente, debo actuar según correspondan las circunstancias. Me voy a comer fuera y a pensar en los dos meses que quedan de cara a la boda.
Llegó el terrible día y en mi mente estaba todo lo que tenía que hacer. Había comprado un buen traje, un bonito regalo y un pack de cervezas que tenía en la nevera. Me vestí, el barbero ayer se encargó de mi barba y de mi pelo. Durante estos dos meses recuperé parte de la forma perdida, tenía mucho mejor aspecto. Bajé a la calle con el traje ya puesto, el pack de cervezas frías en una mano y el regalo en otra y fui a por el coche que me había comprado hace dos semanas, nada ostentoso, un coche clásico; un capricho después de los últimos grandes ingresos por varios relatos publicados. Coloqué todo en el asiento trasero y me dispuse a conducir hasta el lugar del evento, no era una capilla al uso, ya que la boda sería al aire libre y por suerte para la pareja el tiempo les acompañaba. Llegué al lugar y aparqué, tras esto abrí la primera cerveza que poco tiempo me duró. De las seis cervezas que tenía al salir de casa solo quedaban dos cuando salí del coche con el regalo, la primera la bebí antes de entrar en la zona donde se realizaría el evento y con la segunda en mano caminé hasta donde tenía que hacerlo. Pregunté a varios invitados y al final supieron indicarme el lugar al que quería ir. Allí estaba, delante de la puerta donde iba a ocurrir una de las cosas más importantes de mi vida. Llamé a la puerta.
-¿Quién es?-Después de tanto tiempo su voz sonaba tan melodiosa como la primera vez, me mantuve callado saboreando sus palabras después de tanto tiempo.-¿Hay alguien?
-Perdona, soy Rober...-Se hizo el absoluto silencio tras la puerta.-¿Puedo pasar?
-Pasa.-Di un último trago antes de dejar la cerveza escondida tras el marco de la puerta. Abrí la puerta y allí estaba, radiante. El tiempo no había causado ni un mínimo estrago en su belleza y ese vestido parecía una cruel broma del destino dispuesta a castigarme duramente, no podía hacer nada más que mirar boquiabierto a la ninfa que tenía delante.-¿Qué tal estoy?
-Preciosa, pero no te hacía falta el vestido para estarlo. Cuánto tiempo, ¿no?-En ese momento ella se lanzó sobre mi y me dió un abrazo. Un gesto que fue como si me arrancara la piel a tiras en donde nuestros cuerpos contactaban. Respondí al abrazo y noté como la distancia que ahora mismo nos separaba nunca había sido tan grande. Nos separamos y le mostré lo que traía conmigo.-Te he traído un regalo, es un collar. Me van bien las cosas escribiendo.
-No hacía falta, de verdad.
-No pasa nada, tenía ganas de hacerlo. La verdad es que no sé exactamente que decir, es tan complicado. Me jodió mucho cuando me enviaste la invitación, fue un duro golpe...
-Fue todo tan rápido, no supe como decírtelo.
-Te entiendo, no te reprocho nada, ¿cómo fue?
-No sabría explicarlo, solo fue.
-Me alegro de que te vaya todo bien, extrañaba esos dos ojos verdes.-Volvió a abrazarme y en ese momento sabía lo que tenía que hacer. La miré de frente y supe que era mi momento, tomé sus mejillas con ambas manos y deposité un último beso en su frente. Era mi bendición. Ella con los ojos cerrados esbozó una leve sonrisa de aceptación. Me separé de ella y di un par de pasos alejándome de ella.-La verdad es que los extrañé demasiado.
-Rober... Espera...
-Deseo que seas muy feliz, es el mejor regalo que te puedo dar, si te gusta ponte el collar durante la ceremonia.-Caminé rumbo a la puerta.-Me alegro de saber que eres feliz y seguro que te lo dirán mil veces, pero estás preciosa. Gracias por regalarme una última sonrisa.-Cerré la puerta tras de mi, cojí la cerveza y la terminé de un trago. Me dirigí a mi coche aguantando el tipo estoicamente. Conduje a casa y me senté delante de mi máquina de escribir, no escribí nada. Me fui a dormir sabiendo que ella y solo ella era el amor de mi vida.
miércoles, 27 de julio de 2011
Ella... (2)
Pasaron tres meses desde aquel encuentro con Verónica, nos escribíamos asiduamente, una o dos cartas por semana. Quedamos en varias ocasiones, por las tardes paseábamos y por las noches cenábamos juntos. Pero sus escritos seguían estando por encima de los momentos que pasábamos juntos. Mis misivas iban con la misma ilusión que aquella primera carta que escribí al llegar a casa y que esperé dos días para enviar por pura vergüenza. Yo le cuento mi aburrido día a día y ella me habla sobre su trabajo, los diseños que hace e incluso una vez me envió un boceto de lo que sería un retrato mio. Lo había puesto en un marco que me compré en una tienda cerca de mi piso. La vida era sencilla, yo me sentía animado y había recuperado la pasión por la escritura. Envié muchas cosas, me aceptaron un par de relatos cortos y unos cuantos poemas, empezaba a ganar dinero y pude enviarle por primera vez algo a mi madre. En un par de días volvería a quedar con Verónica de nuevo, no podría ser más feliz.
Los días pasaban conmigo frente a la máquina de escribir o con un bolígrafo en la mano escribiendo o tomando anotaciones y finalmente llegó el día en el que habíamos fijado nuestro encuentro. La gente puede opinar que utilizar una máquina de escribir es manejar un utensilio obsoleto, pero yo disfruto escribiendo en ella como el primer día hace años cuando mi tio me trajo la primera que tuve. Estaba animado porque iba a verla, me afeité y me arreglé el pelo que me cortaron el día anterior. Me puse mis mejores prendas, hoy iba a ser un encuentro importante, le iba a contar que me habían publicado y que por fin convierto mi pasión en mi trabajo. En mis últimas cartas omití cualquier tipo de información con respecto a mis evoluciones como escritor a pesar de su interés, me fue difícil, pero espero que valga la pena. ¡Mi ángel de ojos esmeralda! Tanto tiempo esperando a tener una buena noticia. Primero iremos a pasear y la invitaré a un helado de esos que tanto te gustan, luego charlaremos sobre el paisaje y terminaremos cenando en el lugar donde te contaré la buena nueva. Allí espero recibir otra de esas sonrisas que me han tenido preso de la correspondencia estos últimos meses.
Avanzo caminando por la calle pensando en el plan para todo el día, tenía que ir a buscarla a su portal. De tiempo iba bien, sin problemas ni necesidad de apurarme. Nuestra relación avanzaba lenta, apenas unos besos y nuestros paseos de la mano, pero no le pedía más por el momento. Estoy embelesado por cada detalle de su ser, quiero descubrir hasta el más recóndito secreto de sus besos antes de avanzar a otros mundos. Había estado en su casa escuchando música y charlando, intercambiamos algunos besos y caricias pero me pidió tiempo y lo comprendí, esta mujer se respeta a si misma y no se debe hacer nada contra eso. Llegué a su portal antes de tiempo y ella estaba esperando, llevaba un vestido que superaba las rodillas y que le hacía una bonita figura, radiante. Me mostró una gran sonrisa y así pudo dar comienzo a la gran tarde que nos esperaba.
Caminar juntos sin apenas decirnos nada era agradable; normalmente nos reservamos a estar sentado uno frente al otro para comenzar a parlotear. Disfrutamos del helado mientras me comentaba lo bien que le iba ultimamente en su trabajo, sus diseños estaban gustando y sus superiores estaban muy orgullosos de ella. Esta conversación empezaba a impacientarme, quería contarle sobre mis escritos publicados y que estuviera orgullosa de mi, no podía; tenía que esperar. Llegamos a la cena y fuímos al mismo sitio de la primera vez, no era el mejor; pero creo que llevarla al lugar donde comenzamos a conocernos le hará recordar los buenos momentos de aquella noche y será la guinda a la gran tarde que hemos pasado juntos. Llegamos al postre y pedí unas copas de champán al camarero que me miró extrañado, era conocido en este lugar por no gastar demasiado las pocas veces que iba y el champán casi era el presupuesto entero de alguna de mis últimas visitas.
-¿Estás seguro que...?
-Tranquila, no pasa nada. Hoy quiero darte una buena noticia y por eso he pedido las copas.
-Yo también quería contarte algo, pero tú primero.
-Gracias, pues la verdad es que llevaba tiempo queriendo decirte esto, ¡me han publicado! Me han publicado unos cuantos relatos y unos poemas. Me enviaron un cheque en una carta donde me decían que esperaban más cosas mías. ¡Estoy tan contento!-Alzo la copa pero freno mi ímpetu al recordar que ella me tiene algo que contar y la tomo de la mano.-Pero antes, ¿qué me tenías que decir?
-La verdad es que no se como decirte esto...-De pronto separa su mano de la mía y sé que algo no va bien.-Mis jefes están muy contentos con mi trabajo, me han dicho si podía irme unos meses a Francia o Italia en los desfiles de la marca y de paso aprender del estilo de esos países.-Me mira a los ojos y descubro que esto es muy importante para ella aunque no quiera marcharse.-Esto puede ser un gran paso para mi carrera... No sabía como decírtelo, lo siento.-Se levanta de la mesa con los ojos llorosos y se acerca a mi, me dice algo ininteligible a modo de disculpa, me besa en la mejilla y se va. Otra vez con un beso en la mejilla, esta vez sin poder decirle nada. Se marcha. Yo de momento, pago y me vuelvo a casa caminando, de nuevo solo.
Los días pasaban conmigo frente a la máquina de escribir o con un bolígrafo en la mano escribiendo o tomando anotaciones y finalmente llegó el día en el que habíamos fijado nuestro encuentro. La gente puede opinar que utilizar una máquina de escribir es manejar un utensilio obsoleto, pero yo disfruto escribiendo en ella como el primer día hace años cuando mi tio me trajo la primera que tuve. Estaba animado porque iba a verla, me afeité y me arreglé el pelo que me cortaron el día anterior. Me puse mis mejores prendas, hoy iba a ser un encuentro importante, le iba a contar que me habían publicado y que por fin convierto mi pasión en mi trabajo. En mis últimas cartas omití cualquier tipo de información con respecto a mis evoluciones como escritor a pesar de su interés, me fue difícil, pero espero que valga la pena. ¡Mi ángel de ojos esmeralda! Tanto tiempo esperando a tener una buena noticia. Primero iremos a pasear y la invitaré a un helado de esos que tanto te gustan, luego charlaremos sobre el paisaje y terminaremos cenando en el lugar donde te contaré la buena nueva. Allí espero recibir otra de esas sonrisas que me han tenido preso de la correspondencia estos últimos meses.
Avanzo caminando por la calle pensando en el plan para todo el día, tenía que ir a buscarla a su portal. De tiempo iba bien, sin problemas ni necesidad de apurarme. Nuestra relación avanzaba lenta, apenas unos besos y nuestros paseos de la mano, pero no le pedía más por el momento. Estoy embelesado por cada detalle de su ser, quiero descubrir hasta el más recóndito secreto de sus besos antes de avanzar a otros mundos. Había estado en su casa escuchando música y charlando, intercambiamos algunos besos y caricias pero me pidió tiempo y lo comprendí, esta mujer se respeta a si misma y no se debe hacer nada contra eso. Llegué a su portal antes de tiempo y ella estaba esperando, llevaba un vestido que superaba las rodillas y que le hacía una bonita figura, radiante. Me mostró una gran sonrisa y así pudo dar comienzo a la gran tarde que nos esperaba.
Caminar juntos sin apenas decirnos nada era agradable; normalmente nos reservamos a estar sentado uno frente al otro para comenzar a parlotear. Disfrutamos del helado mientras me comentaba lo bien que le iba ultimamente en su trabajo, sus diseños estaban gustando y sus superiores estaban muy orgullosos de ella. Esta conversación empezaba a impacientarme, quería contarle sobre mis escritos publicados y que estuviera orgullosa de mi, no podía; tenía que esperar. Llegamos a la cena y fuímos al mismo sitio de la primera vez, no era el mejor; pero creo que llevarla al lugar donde comenzamos a conocernos le hará recordar los buenos momentos de aquella noche y será la guinda a la gran tarde que hemos pasado juntos. Llegamos al postre y pedí unas copas de champán al camarero que me miró extrañado, era conocido en este lugar por no gastar demasiado las pocas veces que iba y el champán casi era el presupuesto entero de alguna de mis últimas visitas.
-¿Estás seguro que...?
-Tranquila, no pasa nada. Hoy quiero darte una buena noticia y por eso he pedido las copas.
-Yo también quería contarte algo, pero tú primero.
-Gracias, pues la verdad es que llevaba tiempo queriendo decirte esto, ¡me han publicado! Me han publicado unos cuantos relatos y unos poemas. Me enviaron un cheque en una carta donde me decían que esperaban más cosas mías. ¡Estoy tan contento!-Alzo la copa pero freno mi ímpetu al recordar que ella me tiene algo que contar y la tomo de la mano.-Pero antes, ¿qué me tenías que decir?
-La verdad es que no se como decirte esto...-De pronto separa su mano de la mía y sé que algo no va bien.-Mis jefes están muy contentos con mi trabajo, me han dicho si podía irme unos meses a Francia o Italia en los desfiles de la marca y de paso aprender del estilo de esos países.-Me mira a los ojos y descubro que esto es muy importante para ella aunque no quiera marcharse.-Esto puede ser un gran paso para mi carrera... No sabía como decírtelo, lo siento.-Se levanta de la mesa con los ojos llorosos y se acerca a mi, me dice algo ininteligible a modo de disculpa, me besa en la mejilla y se va. Otra vez con un beso en la mejilla, esta vez sin poder decirle nada. Se marcha. Yo de momento, pago y me vuelvo a casa caminando, de nuevo solo.
miércoles, 20 de julio de 2011
Ella... (1)
No se cuanto tiempo llevo igual. Miro la hora, van a ser las nueve de la noche, ¿cuántas horas llevaré sin pulsar una tecla delante de esta pantalla? Necesito aire, necesito salir de este cuarto convertido en prisión. Si alguien estuviera esperando a que escribiera algo tendría problemas, pero todo ha sido rechazado hasta el momento y sobrevivo con el dinero que me deja mi madre. Paciencia infinita la suya, no entiendo como sigue manteniéndome después de tantos años. Quizás vea en mi lo que los editores o las mujeres no ven, ¡adoro a esa mujer! Me pongo unos vaqueros, me calzo y salgo a la calle sin rumbo fijo.
Deambulo por la calle sin un destino definido, no tengo demasiado dinero asique ni me molesto en pensar en un sitio al que ir a cenar y quizás los bares estén atiborrados de tipos estúpidos recién salidos de su trabajo con los que no podría compartir un trago. Continuo con la caminata intentando sacarme algo de lo que poder sacar una historia para escribir. No tengo ninguna buena idea, ¿qué me pasa? En el colegio todos mis profesores hablaban de mis grandes capacidades narrativas, yo podría ser un gran periodista o escritor por mi gran elocuencia narrativa. ¡Basura! Sus lametones en el culo de nada me sirven, no me van a dar de comer. Choco contra algo, una mujer. Le he tirado una carpeta con unos papeles durante el choque.
-Perdona...
-Tranquilo, yo también iba distraída.
-Espera que te ayudo a recojer este desastre que hemos forma...-Me fijo en ella. Es hermosa, no en la forma en la que esta sociedad idealiza a las mujeres; pero si en la forma que a mi me gustan. Tiene unos ojos verdes preciosos que transmiten calidez y una sonrisa fácil bastante alegre, rasgos faciales alargados pero nada toscos, un pelo castaño brillante y que parece bastante cuidado y un cuerpo largo con unas curvas delicadas pero femeninas. -Disculpa, ¿cómo te llamas?
-Verónica. -Me contesta absorta mientras sigue recojiendo las hojas esparcidas por el suelo mientras yo la ayudo un poco embobado por esos bonitos ojos suyos.
-Me gustaría compensarte por las molestias, ¿te apetece tomar algo?-Acababa de mostrar valor, algo sorprendente en mi. Ella al escuchar la pregunta posa sus dos esmeraldas sobre mi y antes de que pueda decir nada continuo. -A no ser que tengas algo que hacer...
-La verdad esque quería llegar a casa para guardar esto...
-Puedes ir a dejarlo y luego te invito a cenar que ya es la hora y seguro que aun no lo has hecho...
-No quiero ser molestia.
-Tranquila, no es molestia. La molestia fui yo tirando tus cosas.
-Vale gracias, por cierto, ¿cómo te llamas?
-Roberto, llámame Rober si prefieres.
La acompaño al portal de su casa, me dice que espere y sube con esa carpeta llena de papeles que nos llevó hasta esa situación. La chica parece magnífica y por suerte tengo algo de dinero para poder comer fuera aunque tendré que apretarme el cinturón hasta la próxima inyección monetaria de mi madre. No me importa, ahora mismo solo pienso en donde podríamos ir a cenar y tener una buena velada sin que se me escape del presupuesto. Baja y quizás sea la espera o que sea la primera mujer en meses que viene a junto mia, pero está radiante y en su aspecto solo ha cambiado la falta de los documentos que tenía cuando subió. Le indico a donde vamos y decidimos ir andando mientras charlamos.
Llegamos al restaurante, no es nada ostentoso pero es suficientemente bueno como para diferenciarlo de un local de comida rápida. Pedimos ambos agua para beber, yo de un tiempo para aquí estaba intentando beber menos y parece que a ella no le pareció apropiado pedir una bebida distinta a la mia. Mientras esperamos a que nos vuelvan a atender me cuenta sobre su trabajo en una tienda de diseño de moda y sus gustos. Parece una chica muy refinada, buenos gustos en lo musical y lo literario, no coincido en unos cuantos, pero hay que reconocer que es una mujer culta. Yo le comento mis intentos fallidos como escritor y como sobrevivo a pesar de no tener un trabajo propiamente dicho. Pedimos de comer, nada llamativo, carne para mi y una ensalada para ella. Seguimos charlando, esta mujer no puede ser de este mundo. Tan hermosa, tan interesante, tan real... Creo que es el único ataque de valor que ha dado buenos resultados en mi vida. Terminamos la comida y pago a pesar de que insiste en pagar su parte, la cuenta ha sido menos dolorosa de lo que esperaba pero esto me va a costar por lo menos un par de días de comer frutas. Decido acompañarla a su casa y a ella no parece molestarle, llegamos a su portal.
-Bueno, aquí estamos...-Parece ser que mi ingenio con el papel está siendo aplastado por mi ingenio con la lengua. -Ha sido una buena cena.
-Sí, me ha gustado mucho.
-Ha sido un placer chocar contigo.
-Lo mismo digo, se está haciendo tarde.
-Tienes razón, bueno...-Justo cuando iba a continuar me pone una mano en la mejilla y me besa, qué maravilloso beso. Me sentía pletórico y de pronto se separa de mi y se gira dirección su portal.-¡Espera! Podríamos escribirnos, ¿te parece bien?
-Vale.-Se acerca y saca un papel y un bolígrafo de su bolso, anota su dirección y repite el beso pero esta vez en mi mejilla.-Buenas noches.
-Buenas noches, te escribiré.-Se mete en su casa y yo me vuelvo a la mía caminando.
Deambulo por la calle sin un destino definido, no tengo demasiado dinero asique ni me molesto en pensar en un sitio al que ir a cenar y quizás los bares estén atiborrados de tipos estúpidos recién salidos de su trabajo con los que no podría compartir un trago. Continuo con la caminata intentando sacarme algo de lo que poder sacar una historia para escribir. No tengo ninguna buena idea, ¿qué me pasa? En el colegio todos mis profesores hablaban de mis grandes capacidades narrativas, yo podría ser un gran periodista o escritor por mi gran elocuencia narrativa. ¡Basura! Sus lametones en el culo de nada me sirven, no me van a dar de comer. Choco contra algo, una mujer. Le he tirado una carpeta con unos papeles durante el choque.
-Perdona...
-Tranquilo, yo también iba distraída.
-Espera que te ayudo a recojer este desastre que hemos forma...-Me fijo en ella. Es hermosa, no en la forma en la que esta sociedad idealiza a las mujeres; pero si en la forma que a mi me gustan. Tiene unos ojos verdes preciosos que transmiten calidez y una sonrisa fácil bastante alegre, rasgos faciales alargados pero nada toscos, un pelo castaño brillante y que parece bastante cuidado y un cuerpo largo con unas curvas delicadas pero femeninas. -Disculpa, ¿cómo te llamas?
-Verónica. -Me contesta absorta mientras sigue recojiendo las hojas esparcidas por el suelo mientras yo la ayudo un poco embobado por esos bonitos ojos suyos.
-Me gustaría compensarte por las molestias, ¿te apetece tomar algo?-Acababa de mostrar valor, algo sorprendente en mi. Ella al escuchar la pregunta posa sus dos esmeraldas sobre mi y antes de que pueda decir nada continuo. -A no ser que tengas algo que hacer...
-La verdad esque quería llegar a casa para guardar esto...
-Puedes ir a dejarlo y luego te invito a cenar que ya es la hora y seguro que aun no lo has hecho...
-No quiero ser molestia.
-Tranquila, no es molestia. La molestia fui yo tirando tus cosas.
-Vale gracias, por cierto, ¿cómo te llamas?
-Roberto, llámame Rober si prefieres.
La acompaño al portal de su casa, me dice que espere y sube con esa carpeta llena de papeles que nos llevó hasta esa situación. La chica parece magnífica y por suerte tengo algo de dinero para poder comer fuera aunque tendré que apretarme el cinturón hasta la próxima inyección monetaria de mi madre. No me importa, ahora mismo solo pienso en donde podríamos ir a cenar y tener una buena velada sin que se me escape del presupuesto. Baja y quizás sea la espera o que sea la primera mujer en meses que viene a junto mia, pero está radiante y en su aspecto solo ha cambiado la falta de los documentos que tenía cuando subió. Le indico a donde vamos y decidimos ir andando mientras charlamos.
Llegamos al restaurante, no es nada ostentoso pero es suficientemente bueno como para diferenciarlo de un local de comida rápida. Pedimos ambos agua para beber, yo de un tiempo para aquí estaba intentando beber menos y parece que a ella no le pareció apropiado pedir una bebida distinta a la mia. Mientras esperamos a que nos vuelvan a atender me cuenta sobre su trabajo en una tienda de diseño de moda y sus gustos. Parece una chica muy refinada, buenos gustos en lo musical y lo literario, no coincido en unos cuantos, pero hay que reconocer que es una mujer culta. Yo le comento mis intentos fallidos como escritor y como sobrevivo a pesar de no tener un trabajo propiamente dicho. Pedimos de comer, nada llamativo, carne para mi y una ensalada para ella. Seguimos charlando, esta mujer no puede ser de este mundo. Tan hermosa, tan interesante, tan real... Creo que es el único ataque de valor que ha dado buenos resultados en mi vida. Terminamos la comida y pago a pesar de que insiste en pagar su parte, la cuenta ha sido menos dolorosa de lo que esperaba pero esto me va a costar por lo menos un par de días de comer frutas. Decido acompañarla a su casa y a ella no parece molestarle, llegamos a su portal.
-Bueno, aquí estamos...-Parece ser que mi ingenio con el papel está siendo aplastado por mi ingenio con la lengua. -Ha sido una buena cena.
-Sí, me ha gustado mucho.
-Ha sido un placer chocar contigo.
-Lo mismo digo, se está haciendo tarde.
-Tienes razón, bueno...-Justo cuando iba a continuar me pone una mano en la mejilla y me besa, qué maravilloso beso. Me sentía pletórico y de pronto se separa de mi y se gira dirección su portal.-¡Espera! Podríamos escribirnos, ¿te parece bien?
-Vale.-Se acerca y saca un papel y un bolígrafo de su bolso, anota su dirección y repite el beso pero esta vez en mi mejilla.-Buenas noches.
-Buenas noches, te escribiré.-Se mete en su casa y yo me vuelvo a la mía caminando.
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