lunes, 16 de mayo de 2011

Ardiendo

Estaba bebiendo, ¿por qué no lo iba a hacer? Ella ya no estaba a mi lado para impedírmelo. Se había marchado, para siempre dijo, otra vez. No quiero que vuelva, hoy escojo la bebida antes que mil noches a su lado. Doy un buen trago a mi copa, la barra es un lugar tétrico pero ahora mismo no podría sentirme más cómodo en ningún otro lugar. En el escenario toca la banda, nada que llame mi atención. La mayoría de la gente en sus asientos y pocas parejas valientes se atreven a bailar algo en la pequeña pista. Sigo bebiendo, se marchó, ¿qué más da? ¡No la necesito! Ella cree que si, ¡qué se vaya a la mierda! Vuelvo a beber. Necesito distraerme, pido otra copa. Parece que va a ser una noche muy larga.


Sigo bebiendo, ya son las dos de la mañana. Mi estado, preocupante; el camarero cada vez le cuesta más servirme una copa. Un tipo sube al escenario y anuncia algo, una cantante o algo así. Entonces aparece, ¡qué mujer! Zapatos rojos, piernas largas de ensueño, vestido rojo ajustado que empieza en la mitad de sus muslos y termina justo por encima de sus senos, labios muy rojos y un cabello de un rojo que semeja sangre. Tengo que cerrar la mandíbula. Doy un trago largo y la vuelvo a mirar sin olvidarme ni uno de sus detalles. Se presenta con una voz dulce, no alcanzo a escuchar su nombre. Suena la música y se empieza a mover a su son. Canta. ¡Qué hermosa voz! No puedo apartar la mirada, mi copa se ha terminado y no puedo sacar mis ojos de esa mujer. Es como una llama en la noche, su movimiento embruja y su sonido semeja al de una sirena. Termina su primera canción, la mayoría de los hombres del local aplauden calurosamente. Estaba claro, una mujer así no solo captaría mi atención, esa lengua de fuego ha calentado a todos los hombres del local. Desde esos zapatos rojos hasta esa melena que hace que la ira y la vergüenza tengan que cambiar de color. Sus caderas se mueven como la llama de una fogata en el desierto. ¡Y sus labios! Esos labios tan rojos y tan apetecibles como la manzana del pecado de Adán y Eva. ¿Qué podría hacer yo ante una mujer así? Todos los hombres del local a su merced y yo sueño con un ángel de esa magnitud, soy un pobre diablo al que acaban de abandonar y que apenas es capaz de ganar el dinero suficiente como para vivir. Pido otra copa desalentado.

Pasan las canciones. Termina su actuación, tomo otra copa más. Pago, me levanto y me voy. Durante su canto de sirena apenas bebí,
apenas noto los efectos del alcohol, mejor; el camino a mi casa va a ser largo. Pienso en lo triste de que te abandonen y en la cantante. ¡Qué hermosa mujer! Quizás valió la pena ser abandonado por haberla descubierto. Sigo caminando. Debo de estar bastante borracho, ¡la estoy viendo! ¡La mujer de rojo delante de mis ojos! ¿Es un espejismo? Me acerco incrédulo, está sentada en un portal y parece que está llorando. ¿Qué le podría pasar a esta belleza para llorar en medio de la noche en la calle? Me acerco un poco más y se percata de mi presencia. Se limpia las lágrimas de las mejillas. Sigue siendo igual de hermosa que en el bar.

-¿Estás bien?-¿Cómo va a estar bien si está llorando? No me había percatado de lo estúpido de esta pregunta hasta hoy.-Si quieres...
-No pasa nada, gracias
-Has estado muy bien.
-¿Qué?
-Antes, en el bar. Disfruté mucho con tu actuación, fue un válsamo para un corazón roto.
-Ah, gracias.
-Lo digo enserio, si puedo hacer algo por ti.
-No hace falta, de verdad.
-Entonces nada.-Continuo mi camino con el alma por los suelos. ¿Cómo se me podía haber pasado por la cabeza que una mujer así iba a querer pasar un rato siquiera conmigo? Mi estupidez no conoces límites. 

-¡Espera! ¿Cómo te llamas?-En ese momento me giro ante su llamada, ella se había levantado y podía ver más cerca que nunca esa belleza rojiza en todo su esplendor. 
-Roberto, pero me llaman Rober.-Intenté esbozar una sonrisa.-¿Y tú?
-Carol, ¿y qué te ha pasado a ti?
-¿A mi?
-Claro, ¿qué clase de herida de corazón he aliviado?-Parecía que su tristeza se había marchado, a veces me sorprende la fortaleza de las mujeres, pasan de la más absoluta tristeza a un estado de entereza loable. 

-Es una larga historia, no se si te puede interesar.
-¿Te apetece subir a mi casa y tomar una copa mientras me lo cuentas?

Subimos a su apartamento, es un lugar pequeño pero acojedor, tiene montones de discos de música en sus estanterías en contraposición a los libros que llenan las mias. Me sirve un combinado con vodka y se prepara otro para ella. Bebemos y charlamos. Le cuento como he sido abandonado y permanece atenta a toda mi historia, le pregunto por la suya y se hace un pequeño silencio. Me cuenta que ella también había sido abandonada, pero por su productor, le había prometido conciertos, sacar un disco, giras por todo el pais y se había largado con su sueño y bastante dinero. Seguimos bebiendo, hablamos sobre nosotros; sobre como ella quería cantar y como yo iría a todos sus conciertos. Me besa, sus rojos labios hacen que mi cuerpo arda. Me abraso y me lanzo a por esa llama con toda mi alma. Esta noche quiero arder. Me lleva a su cuarto y me zambullo en su fragancia, que hermoso perfume que embota mis sentidos. Hemos bebido mucho, no sé si esto está bien, pero lo estamos haciendo. Su cuerpo es espectácular, la beso. Nos quemamos. Dormimos.

Me despierto en mi piso, en mi cama. ¿Cómo he llegado aquí? No entiendo nada, me levanto y busco indicios de ella por las habitaciones. Nada. Vuelvo a mi cuarto y encuentro un disco con su foto y la marca de un beso con carmín rojo, huele a ella.