jueves, 14 de octubre de 2021

La noche

     Nunca creí en las segundas oportunidades hasta que la vida me dio a mi una. Durante meses Lara y yo nos habíamos tratado como desconocidos. Rara era la ocasión en la que uno de nosotros intentaba ponerse en contacto con el otro y cuando eso llegaba a suceder era el otro el que con una excusa o simplemente ignorando el acercamiento cortaba las alas a un reencuentro. Puede que ambos evitáramos empañar el recuerdo de aquella noche en la playa o que nuestro momento se había esfumado. No la había olvidado pero me negaba a creer que después de aquella noche valiera la pena tener una continuación. En la vida hasta las cosas buenas se acaban y si tengo que esperar a empezar pasar página que sea con una cerveza en la mano. Llevaba una hora solo en el bar pensando en llamar a alguien cuando me llegó un mensaje de Lara "¿Estás en el bar?", decidí llamarla y decirle que viniera. Cuando llegó me transportó a hace unos meses cuando gran parte de mi vida giraba en torno a esos pequeños encuentros que teníamos.


-Pensé que me seguirías ignorando.

-No te he ignorado en ningún momento Lara, ¿la verdad? No tenía claro si tú me querías volver a ver. No te culparía de ser el caso y tampoco quería que la lástima te arrastrase a volver a vernos.

-Eres bobo y para eso no hay cura. Hace bastante tiempo que dejamos atrás esa fase de tener que demostrar que queremos ver al otro, deberías haberme llamado si de verdad querías verme. ¿Es que ahora te has vuelto inseguro?

-Sabes que no es eso, pero no me apetece obligar a nadie estar en mi vida. Y es más fácil echarte que ver como te vas. 

-Por esa tontería te va a tocar invitarme a la próxima ronda y cuando acabemos me vas a llevar a bailar. No me importa que quieras estar un tiempo a tu bola, hasta prefiero que me dejes mi espacio; pero eres idiota si de verdad crees que me estás obligando a estar aquí contigo.


Bebimos entre risas dos rondas más antes de tener que cumplir mi promesa de "llevarla a bailar". Volvíamos a tener la misma química, la misma sensación de alegría tonta que me embriagaba cuando estaba a su lado. Bailamos a nuestra bola lanzándonos miradas y tras terminarme la cerveza de un trago me acerqué y la rodee con mi brazo por la cintura. Me miró y siguió bailando pegada a mi. Continuamos durante tres canciones seguidas hasta que ella se apartó sin decirme nada y siguió a su rollo. Me iba a ir a pillar otra ronda para los dos pero me agarró del brazo, me giré y me agarró del pelo arrastrándome hacia abajo para besarme. Me pilló de sorpresa y tardé dos segundos en reaccionar. No tengo claro cuanto duró el beso pero si aquella noche en la playa fue magia, esta noche fue fuego. Puso su mano en mi cuello y me llevo contra una pared y no podíamos separar nuestros labios. Cuando por fin paramos, yo respiraba entrecortado y me ardía todo el cuerpo. Me agarro de la muñeca y me sacó fuera del local. Me dijo que me acompañaba a casa. Por el camino me hablaba de su trabajo, que estaba ilusionada y que quizás se iba a ir de viaje en unos meses. Yo la escuchaba y me costaba creer que pudiera estar tan tranquila después de lo que acababa de pasar. Llegamos a mi portal.


-Bueno, ha sido una buena noche.

-¿Quieres subir a tomar una última?

-Estoy cansada y la verdad...- Se acercó, me agarró por fuera del pantalón y me soltó un breve beso en la boca. -Creo que es mejor que nos vayamos a dormir con el recuerdo de esta noche.

-Lara...

-No te hagas el remolón y llámame.


Se fue sin decir nada más y sin mirar atrás. Subí a mi casa. Me di una ducha y me metí en cama. Que la llamara dice. No podía pensar en cada una de las facetas de Lara: la divertida, la que hacía que me sintiera como un adolescente, la que me aportaba tranquilidad con solo su presencia y ahora esta versión que dejó cada fibra de mi cuerpo deseándola. ¿La volví a llamar? Por supuesto. Pero nunca volvió a aceptar que nos viésemos. En ocasiones nos ponemos al día con nuestras vidas como si fuésemos dos viejos amigos, como si nada de esto hubiese pasado. Es imposible saber que habría pasado con nosotros de haber hecho las cosas de otra forma pero ha sido más difícil de lo que pensaba ver como se fue.

sábado, 5 de junio de 2021

Dos borrachos

     Estar con Lucas suponía dos cosas: beber y debatir sobre lo cotidiano hasta tener el corazón un poco más triste que cuando nos tomamos la primera copa. Esa noche no iba a ser distinta. La vida no nos estaba dando cuartel y no estábamos sabiendo jugar nuestras cartas. Esto se podría apreciar en el ritmo en el que se vaciaban las latas de cerveza y en que la pesadez que iba por dentro nos producía una incapacidad para que el debate se calentara. Las conversaciones se sucedían y con ellas llegó la melancolía. Esa melancolía que se produce cuando estás en territorio amigo y la bebida llega tanto al pecho como a la cabeza. Él llevaba un tiempo queriendo sacar un tema y rodeándolo con otros banales y yo tampoco sentí la necesidad de presionarlo. Su locura, sus tiempos. Cuando por fin se sintió capaz de ir a por el tema que le corroía no supe predecir que era un viaje para ambos.


-Tío, ¿cuándo crees que dejamos de odiar?

-No puedes pasar de hablar de fútbol a hacerme esta pregunta cabrón.

-A ver gilipollas.

-Vale, déjame aclarar los pensamientos. -Con solo tres palabras supe que la pregunta era importante para él y di un largo trago para ordenar todo lo que se me vino a la cabeza cuando hizo la pregunta. Era un tema sobre el que había pensado y que apareciera en mi vida en este momento parecía una mala casualidad.- No sé cuando dejamos de odiar pero, y déjame terminar; para mi tiene tres etapas. Sé que va a sonar a una de mis turras pero creo en las tres etapas. Recuerdo estar emponzoñado por el odio y vivir por y para él. Me consumía, me dolía cada día pero no era capaz de dejarlo ir. Odiar era lo único que daba sentido a que cada mañana me levantara de cama. Sé que suena patético y ahora lo pienso y lo es, pero cuando estás metido en ese pozo tiene sentido. Odiar de verdad a veces significa perder incluso el recuerdo de los motivos que te llevaron a ese punto y es en ese momento cuando no eres capaz de funcionar sin ese sentimiento amargando cada una de tus acciones de tu día a día. Pero el tiempo pasa y ese odio deja de tener sentido y da paso a la vergüenza. Si el odio duele la vergüenza pesa. Te obliga a cada día llevar el recuerdo de todos esos actos que hiciste en el pasado y te hace ver lo estúpido que has sido durante tanto tiempo. Es necesaria pero es desagradable, como tener todo el rato la ropa mojada. Si durante un tiempo no eres capaz de mirar atrás y ver que eras imbécil has hecho algo mal. Quizás es porque yo siempre he sido bastante sinvergüenza pero no dura tanto y menos mal, si lo paso mal en verano todo sudado imagíname con esa ropa metafórica eternamente mojada... Pero bueno, todo pasa. Y llega el perdón. El perdón es agradable, como un primer trago rodeado de amigos. No sé si todo el perdón se centra en el dolor inicial o también en perdonarte a ti mismo o un poco de todo. Es una reconciliación contigo y con el mundo y te diré que solo le falta sexo de reconciliación para ser perfecto. Te aligera y te reconforta. El día que te puedes perdonar es un día para recordar. Lo siento tío, me he liado con la respuesta pero lo dicho, no sé si dejamos en algún momento de odiar pero para mi tiene esas etapas.

-Deberías dejar de hacer el idiota con tu vida y escribir.

-Debería abrirme otra cerveza y ponerte otra a ti en la mano antes de que sigas diciendo tonterías.

-Eres un cobarde.

-Ahora mismo te odio por ello pero que sepas que algún día nos perdonaré.


Se rio como solo un buen amigo se ríe cuando tu broma es terrible. Aceptó la cerveza que le puse en la mano y continuamos bebiendo. Aquella noche nos quedamos bebiendo hasta casi el amanecer. Fue divertido. No creo que se pueda rescatar alguna conversación más de esa noche pero sí que mi pequeño discurso pareció reparar algo en Lucas. También algo en mi. No escribí pero tardé mucho tiempo en volver a odiar.

viernes, 23 de abril de 2021

No volver

     Podría esperar que mi pasado intentase atraparme una noche mientras estaba borracho pero nunca imaginé que llegaría durante una resaca. Era consciente de que en las últimas semanas Marta rondaba a mi entorno preguntando por mi y decidí que la mejor estrategia era ignorar todos los cantos de sirena que anunciaban su proximidad. Fingir que no pasaba nada duró un tiempo y el aciago día del abordaje que llegó por sorpresa en medio de una resaca. Era un mensaje. Uno bastante largo. La mitad de lo que decía no tenía sentido para mi en ese momento pero me dejaba claro una cosa: quería hablar. Durante un buen rato me quedé mirando la pantalla de mi teléfono sin saber muy bien que hacer, la situación y la resaca me tenían embotado. Fui a por dos cervezas a la nevera y me senté delante del ordenador dispuesto a escribirle. Hicieron tres visitas más a la nevera hasta poder encontrar las palabras.


    "Me gustaría pensar que este es el inicio de una disculpa por todas las veces que pude haberte alejado de nosotros pero de la misma manera que cuando nos conocimos, no sé hacia donde voy. Creo que tu mensaje no me pilló por sorpresa pero si desprevenido. Ya ha pasado bastante tiempo desde que no pienso y no quiero pensar en ti. He sufrido bastante por tu recuerdo y sentía que no podía avanzar, que era preso de los buenos momentos y seguía encadenado a todos los recuerdos dolorosos que nos dejamos. Ha sido muy difícil compaginar recordar nuestras conversaciones en la cama hasta altas horas de la noche con la última conversación que tuvimos llena de reproches, tu sonrisa cada vez que quedábamos con tu mirada de desprecio la última vez que nos vimos, el calor que me dejaba en el pecho tu olor y como me heló hasta el alma todo el daño que nos hicimos. Si ahora fuésemos a tomar una café es probable que lo que parece una reunión sin maldad se convierta en una colisión que termine por arruinar todos los recuerdos buenos que atesoro de nosotros. Me gustaría verte, saber que te va bien en la vida y poder tener la posibilidad de crear un buen recuerdo juntos que derrumbe la amarga despedida. Son incontables las noches que he pensado yo en dar ese paso pero quiero pensar que si no lo hice era lo mejor para ti y también para mi. Te "


Cuando desperté encontré una buena cantidad de cervezas vacías y un texto sin terminar. ¿Qué quería decir después de ese "Te"? ¿Te quiero? ¿Te extraño? ¿Te odio? ¿Te olvidé? ¿Cómo me sentía con respecto a Marta? La cabeza me dolía demasiado y me di una ducha en la que no dejé de pensar en cómo podría terminar ese texto. De la misma manera que yo me sentí durante mucho tiempo incompleto al irse Marta de mi vida solo había sido capaz de escribir una despedida a medias. ¿O era la puerta a una posible reunión? Cuando salí de la ducha me sonaba el móvil. Era Lucas. No me había olvidado que había quedado con él pero tenía la cabeza tan alborotada y me dolía del segundo día de resaca. Le dije que estaba en mi portal en cinco minutos. Me puse lo primero que encontré. Volvía mirar la pantalla del ordenador. Borré el texto y lo apagué. Salí por la puerta tranquilo. Era mejor no volver.