lunes, 11 de septiembre de 2023

Rendición

             Era tan tarde que en lugar del sueño apareció la vigilia en forma de recordatorio de que la ciudad estaba despertando. La cabeza a punto de estallar por la pelea interna que se vivió durante toda la noche y los ojos rojos y empapados porque la batalla se perdió. "No vale la pena pensar más en ello" se dijo tras una larga sesión de pensamientos intrusivos y autoflagelación. Tenía una hora para ducharse, desayunar y empezar la jornada de evasión de la realidad. Otro día más. No puedes pedirle al agua que no moje y a un ansioso que no piense. Intento tararear en su cabeza alguna canción mientras el agua de la ducha elevaba su temperatura corporal. No era capaz de recordar ninguna canción entera, eso le molestó. Cuando salió de casa estaba tan cansado que bajar cada escalón de los cuatro pisos que lo separaban del nivel del suelo le pareció en si mismo un piso entero en subida. Tenía un trabajo, uno sencillo por suerte pensó. Con la cabeza bajo mínimos no se sentía capaz de poder hacer algo más que sentarse en su silla y ver en la pantalla del ordenador letras y números. Salió del trabajo quince minutos tarde. Era la primera vez en estos seis meses que lo hacía pero llegado cierto momento de la mañana llegó a tal estado de trance que se podría decir que estaba dormido con los ojos abiertos. Comió los restos de la cena de la noche anterior. Se tumbó en el sofá y llegó a la conclusión de que tocaba otra noche sin dormir.


-He abandonado todos mis sueños.


Se llevo las dos manos a la cara y las fue cerrando como si quisiera encogerla. Sollozaba. Sabía que esa vida no era la que quería. Lejos de todo lo que le importaba. Lejos de todos los que le importaban. Lejos de sus sueños. No era capaz de mirar una hoja en blanco sin sentir nauseas. Ya ni se acuerda de la última vez que fue capaz de escribir algo que no mereciera un hueco en el fondo de la papelera. ¿Escribir o vivir? Llegados a este punto parecían lo mismo. Se lamentaba. Se enfadaba. Miraba en la agenda de su teléfono para compartir la carga de su desgracia. No había nadie. Todos fueron abandonados. Aquellos amigos, aquella madre, aquella pareja... Todos quedaron en el pasado y en otra ciudad que parece otra vida. Pegó un grito. Escuchó los golpes a través de la pared del vecino. Se dijo que no más. Acercó una silla a su antiguo escritorio. No encendió el ordenador, directamente buscó un papel en blanco y un bolígrafo que pintase. La miró en silencio durante cinco minutos. Suspiró y apoyó el bolígrafo en el papel. Dibujó una "t" mayúscula. No la dibujó, la escribió. "Puedo hacerlo" se escuchó en el mismo origen de sus pensamientos. Cuando las primeras palabras empezaron a precipitarse sobre el papel la adrenalina de la emoción pareció devolverle la confianza. Era una carta. Una carta para una persona que no existía. Estaba disfrutando del proceso. Las ideas se derramaban sobre el papel. Un folio. Dos folios. Cinco folios.

Se despertó con el sonido del despertador. Tenía una hora para ducharse y desayunar. Miró los papeles bajo sus brazos. Todos llenos de palabras. No podía creer que fuera posible pero ahí estaban. Se duchó tan rápido que el agua no llegó a cubrir todo su cuerpo y ya estaba saliendo. Se puso a leer. Primero una carta, luego un cuento y también una historia corta sobre dos amantes que se despiden. No era posible y al mismo tiempo lo estaba leyendo. Como arte de magia su mente se despejó. La bandera blanca se ondeó. La guerra interna había terminado por el momento. No le puedes pedir al agua que no moje pero puedes conseguir que un ansioso no sobrepiense.