miércoles, 23 de noviembre de 2011

Quise ser panadero

Ha pasado mucho tiempo, pero ahora lo recuerdo con más claridad que nunca. Tengo cinco años y estoy en la cocina de una casa típica del rural gallego. A mi lado, mi bisabuela; ambos tenemos masa de pan bajo nuestras manos, la amasamos sobre una gran cantidad de harina esparcida en la mesa. Enrollamos la masa como si fuera un spaguetti gigante, ella me ayuda y noto el tacto de sus frías manos. Unas manos que muestran el paso del tiempo más claro que cualquier calendario, marcas del trabajo en una casa de campo durante años y un cierto olor a ese jabón marrón claro que tiene al lado del fregadero, jabón de lagarto. La piel no es tersa como la de mis jóvenes manos y tiene durezas en las palmas de lavar a mano y de cavar la tierra. Me mira con cariño y un poco de comprensión ante mi poco manejo de la masa de pan. Con sus manos sobre las mias me indica como preparar mejor la masa de pan; su mirada transmite ternura a pesar de que sus ojos están casi apagados fruto del cansancio de tantos años y vivencias a sus espaldas. Ella le da forma de bollo y yo una especie de cruz que no paro de repetir que es una espada de pan. Metemos nuestras creaciones en el viejo horno de leña y esperamos. Al final estaba un poco tostado, pero sabía bien.

No recuerdo su nombre, pero recuerdo como siempre venía tranquila a junto mia antes de irme a mi casa y me daba a escondidas dinero, ¡mil pesetas!. Era nuestro secreto y yo era muy feliz de tener un secreto con ella y del dinero que me había dado que nunca dije a nadie de donde provenía. Recuerdo la cama donde dormía, tan blanda que siempre le decía que era como recostarse en las nubes, por la ventana de su cuarto podía salir directamente al exterior de la casa y esconderme en la caseta de la perra. Recuerdo que desayunaba leche a la que le añadía cola-cao y trozos de pan, yo nunca quise probarlo a pesar de que siempre me ofrecía. Era buena persona, mejor de lo que yo nunca seré. Un día no se acordaba de mi y de mi nombre, ese día me sentí muy desdichado y lloré como una magdalena al llegar a casa, ¿no se acordaba de cuándo hacíamos pan juntos? ¿No se acordaba de nuestro secreto? ¿De que su cama era una nube y su ventana mi lugar para escapar favorito? Ahora ya no está, hace mucho tiempo que pasó eso, años; no sabría decir cuantos. No sabría decir su nombre, como era o cuando nos dejó; pero todavía no he podido olvidar como hacíamos pan juntos.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Un día no tan cualquiera

Son las cinco de la tarde. Estoy en mi casa, en mi cuarto, con Carla. Ella había insistido en quedar aprovechando que estaba solo en casa todo el fin de semana. El plan parecía sencillo, no era la primera vez que nos quedábamos a solas y comprendía sus intenciones. De momento seguíamos una especie de pantomima previa que haría que se sintiera mejor consigo misma, un teatrillo en el que yo parece ser que la tengo que seducir antes de llegar a la situación por la que ambos estábamos en mi cama. Contaba cosas sobre su día a día, estoy seguro que ni a ella misma le interesaba lo que me estaba contando pero parecía muy concentrada en contármelo. Sigo con mi cara de póker ante su cantinela, hoy va a ser un día jodido y estar con Carla creí que lo haría más llevadero. Me besa, por fin se termina todo. Allí me hayaba yo besándola, acariciando sus dorados cabellos y escapando de este mundo montado en su perfume. Nos empezamos a quitar la ropa y allí mismo nos entregamos el uno al otro.

Las ocho, Carla y yo en mi cama desnudos. Le traigo un vaso de agua y me meto en la ducha. Mientras estoy en la ducha Carla entra en el cuarto de baño y se despide de mi con un cariñoso beso, se tiene que ir. Por mi parte no pongo problema, ambos estábamos ahí con un solo motivo y ya se había cumplido, me dice que hay que repetirlo mientras me guiña un ojo y muestra un poco de escote pícara. No hacía ni un cuarto de hora cuando formábamos la bestia de dos espaldas y yo jugueteaba con sus senos. Escuché como cerraba la puerta y seguí duchándome. Al salir de la ducha encontré en mi cuarto la cama hecha por cortesía de Carla, sonreí. Me vestí, en una hora llegarían algunos amigos a cenar y ver el fútbol en la televisión.

Faltaba poco para las diez y llegaron mis amigos comentando sobre el partido que íbamos a ver, con unas cervezas y dos botellas de vodka. Yo había metido varias pizzas en el horno y estaban terminando de prepararse, esta noche tocaría vodka. Nos sentamos en el salón los cuatro y chalamos mientras la comida, la cerveza y la primera botella de vodka desaparecía. Ellos ya venían vestidos para la noche y a mi solo me faltaban los últimos retoques. El partido no fue gran cosa, victoria del favorito que no nos dejó muy satisfechos. La bebida empezaba a afectarnos y las risas se sucedían, hoy sabía que tendría que superar un mal trago y no quería ir borracho al cumpleaños que tendríamos posteriormente. Cojí el regalo en mi cuarto y nos marchamos caminando al lugar de encuentro. Apenas nos quedaba bebida y paramos por el camino a comprar más vodka, hielos y vasos. Llegamos tarde como siempre, saludamos a la cumpleañera y al resto de la gente, decidimos el lugar para beber. Ya estábamos todos bebiendo tranquilos y le dimos los regalos a la anfitriona que nos lo agradeció con bebida y abrazos a todos. La noche estaba siendo tranquila, pero yo sabía que no iba a ser así durante toda la noche.

Eran casi las dos y apenas había bebido, pronto llegarían mis problemas. La cumpleañera notó mi desasosiego y vino con una copa de vodka con lima para mi y con un beso en la mejilla y unas palabras de consuelo intentó animarme, intenté esbozar una sonrisa en agradecimiento por su intento. No había terminado la copa y apareció ella, Lara; no hacía ni tres meses que lo dejáramos y ella estaba oficialmente con otro, yo estaba extraoficialmente con muchas. Aun no se había consumido lo que teníamos entre nosotros, pero cada uno lo ahogaba como podía, mi método estaba claro, mucha bebida y muchas mujeres; hoy no tenía la bebida de mi lado, no quería joder la fiesta. Fue uno a uno saludando a todos dejándome para el final con un frío saludo. Indicó su tardanza porque estaba con su nueva pareja y que había venido un rato para estar con nosotros y darle el regalo a la cumpleañera. Yo seguí atento a lo poco que me quedaba de aquella copa que me había obsequiado la cumpleañera un poco alejado del resto. Yo no podía reprocharle nada a ella, yo estaba ahora mismo entre varias mujeres con las que nunca iba a tener nada, pero tenía lo suficiente como para que Lara no quisiera nada conmigo y ella ahora estaba con otro, había luchado por lo nuestro, pero mi orgullo me impidió querer otra intentona. Ahora me sentía un poco más estúpido, un poco menos hombre y sobretodo indefenso. Yo intentaba que la vida fuera algo sencilla, pero lejos de serlo se complicaba; sabía que no ninguno de los dos era feliz y no podía hacer nada. A mi alrededor discutían sobre el partido los hombres y ellas hablaban sobre lo bien que le quedaba la cazadora que le habíamos regalado. No sabía que hacer, la bebida no iba a mejorar mis pensamientos y la compañía tampoco; esta corriente de ideas se vio interrumpida por Lara que se presentó ante mi. El resto del grupo intentaba disimular que nos observaba pero estaban atentos a todos nuestros movimientos, le indiqué que nos fueramos a otro lado, dejé mi copa y caminamos a unos bancos un poco alejados.


-Siento que estés incómodo por mi.-Comenzó.-Espero que mi presencia no te moleste.
-No me molestas, no me has molestado nunca. ¿Dónde has dejado a...?
-Me acompañó, pero no quiso estar en la celebración.-En ese momento sonó su teléfono. Ella lo sacó del bolso, miró quien llamaba y colgó.-Es él, tranquilo, no nos va a interrumpir.
-No hay nada que interrumpir.
-Entonces, ¿por qué estamos aquí?
-Dímelo tú.
-Quería saber como estabas, estoy preocupada; eres importante para mi y no se como te has tomado todo esto...
-Supongo que es ley de vida, ¿no eres feliz?
-¿Lo eres tú?
-Soy joven y estoy medianamente sereno, es lo que ahora mismo estoy seguro que soy. ¿Quieres que te diga que me gustaría que todo hubiera sido diferente? Es cierto, me habría gustado, pero no es así. Pero ahora ya no importa.
-Si que importa, me importa a mi, me importas. ¿Crees que ha sido fácil para mi?
-¿Y tú piensas que lo fue para mi? Me jodería que pensaras que lo fue, te quería y creo que nunca supiste cuanto, pero ahora ya da igual repito.
-No te pongas a la defensiva, durante semanas no pude dejar de llorar, te echaba de menos. Todo me recordaba a ti, a cuando estábamos juntos. Aun te extraño demasiado.
-No lo parece...
-Eso ha sido cruel, él estaba ahí cuando necesitaba a alguien a mi lado, ¿dónde estabas tú?
-Sobreviviendo. Podría hablarte de como ha sido toda esta mierda para mi, no valdría de nada. Ya te dije que quiero que seas feliz y no eres capaz de decirme si lo eres...
-¿Tanto te importa?
-Tanto como tú. Pero nunca lo llegaste a entender. Así acabamos.
-No fue culpa mía.
-Fue de los dos, pero si lo prefieres seré yo el cabrón, el tipo al que criticar, ¿para eso viniste?
-No tergiverses mis palabras, yo nunca...
-¿Yo nunca? Por favor, ¡no me jodas! No quería perder los papeles, pero parece que esta noche quieres que discutamos, que yo sea el malo y lo estás consiguiendo. ¡Qué jodidas podeís ser las mujeres!
-Rober...-Lara me tomó de la mano, como en los buenos tiempos y me miró directamente a los ojos con una mirada triste, siempre fui un blando ante sus ojos verdes.-No nos hagamos más daño...
-Lo siento.-Solté mi mano de la suya y como si fuera la consecuencia de mi acción volvió a sonar el teléfono dentro de su bolso. Repitió el acto de cojerlo, de mirar quien llamaba y de colgarlo ante mi mirada espectante.-Parece que te reclaman. Yo no soy quien de retenerte.
-No seas idiota, sabes que estoy donde quiero estar y ahora estoy contigo.
-No me gusta como estamos, pero yo ya no voy a hacer nada para cambiarlo, es demasiado tarde.
-No hay nada que cambiar, somos amigos. Está bien así.
-A unos amigos no los miran como a expresidiarios cuando se acercan el uno al otro y mucho menos...-Por un momento cruzamos nuestras miradas, aun teníamos la chispa, ambos los sabíamos y eso hizo que este instante fuera un infierno eterno.-Creo que se ha hecho tarde.
-Deberíamos volver.
-Son las cuatro, llevamos demasiado tiempo alejados, no estarán odiando. Me has creado una fama de tardón que tardaré mucho en limpiar.
-Disculpa, no creo que esa fama te la ganaráspor mi culpa.
-Si tú lo dices...-En ese momento tomó por un instante mi mano, solo para que me fijara en ella y poder darme un beso en la mejilla. En ese momento lo comprendí todo, no hacían falta más palabras. Era su despedida, la que no nos pudimos dar y que nos merecíamos. Se había acabado para nosotros, otros vendrían y en ese momento me precipité en esa idea, en el futuro, ¿qué me depararía? Ella soltó mi mano y continuamos caminando como si nada.-Allí están el resto, esperándonos.

Cuando llegamos a junto el resto, nos esperaban con cierta molestia por la tardanza. Comprendían que teníamos mucho que hablar, pero a muchos les había entrado el sueño y apenas tenían ganas de continuar la fiesta. Lara se despidió de todos sin ningún gesto especial para mi, volvía a ser uno más, quizás no. Quedamos tres, nos fuimos a un local cercano a tomar la penúltima. Mientras me despedía de los que se iban a casa, me disculpaba por mi tardanza y prometía noches mejores. Éramos jóvenes, quedan demasiadas noches de felicidad pensaba. De camino al local sonó mi teléfono, me llamaban. Miré y no conocía el número. Por un momento pensé en Lara. Descolgué.


-¿Quién es?
-¿No ibas a llamarme para estar juntos?
-Se me pasó supongo.-No tenía idea de quien era, por lo menos era una voz femenina y a pesar de un leve tono de enfado, no pude reconocer nada sobre ella.-Pásame a buscarme.
-¿Crees que puedes tratarme así?
-¿Vas a venir a buscarme?
-¿Dónde estás?

Acordamos un sitio para quedar, no sabía quien era pero la bebida me había vuelto un poco aventurero y le di una oportunidad a la desconocida. Cuando llegué al sitio acordado se me acercó una chica rubia, no era gran cosa, seguía sin sonarme. Me tomó de la mano y me dijo que me diera prisa que sus amigos estaban dentro, no entedía nada. ¿La conocía? Ella a mi por lo menos parecía que si. Dentro me senté en unos asientos, intentaba ponerme cómodo, la rubia se me acercó con dos cervezas y me dio una. Me sacó a bailar, tengo que reconocer mi buen sentido del ritmo pero mi nula psicomotricidad. Intenté bailar como podía, ella notaría mi incomodidad y se acercó más a mi. Me empezó a besar, me había ofrecido la bebida gratuitamente así que accedí y respondí a sus besos. No sabría decir exactamente cuanto tiempo pasamos allí, ella no me gustaba y yo no creo que le gustase a ella. Sus amigos nos trajeron un par de cervezas más que acepté gustosamente. Me dijo que eran las ocho de la mañana, empezaba a estar cansado, le dije que me iba, insistió en llevarme a casa, uno de sus amigos había traido coche. Acepté, a ciertas horas ni la bebida quita el lastre del cansancio de las piernas. Entramos en el coche, el conductor y una chica en la parte de alante y mi anfitriona y yo en los asientos de atrás, les indiqué donde vivía y me llevaron. Ya empezaba a ser de día, deseaba no encontrarme con ningún vecino en cuanto me dejaran. Llegamos al destino.

-¿Es aquí?
-Si, gracias por traerme. Bueno, me voy a ir.-Me acerqué para despedirme de ella, pero me besó anticipándose a cualquiera de mis intenciones. Tenía que despedirme de alguien cuyo nombre desconocía y que me había estado besando y regalando bebida, estaba en un buen lío.-Bueno... Adiós... Chica.

Salí por la puerta alegremente y sin mirar atrás, no quería saber si había notado que no sabía su nombre y si le había molestado. Abrí mi portal y entré pesadamente, subí en el ascensor. Llegué a mi casa  y me quité la ropa. ¿Cómo podía alguien con este cuerpo haber tenido alguna mujer en su vida? Pensé en Lara y tuve una arcada, salí disparado al baño, falsa alarma. Me puse algo de ropa para dormir y me metí en la cama pensando en ella, en sus hermosos cabellos, su perfume y en como me sentía cuando me miraba. Creo que eran las ocho y media de la mañana. Lara, te echaré de menos.