martes, 28 de febrero de 2012

Mi castillo, mi cárcel

En ocasiones, pienso en ella. Suele ser en domingos o festivos, pero no necesariamente en estos días ocurre; esta situación aparece en esos días en los que la gente está ocupada o inhabilitada y la soledad de cuatro paredes semejan mejor que una resacosa o simplemente una mala compañía. Pienso en ella, no con nostalgia, tampoco con odio. Me tumbo en mi cama, en silencio, mirando al techo y pienso en ella. ¿Qué tal estará? ¿Qué estará haciendo ella? ¿Estará en una cama? ¿Pensará en mi?

Pienso en que nunca volverá a mi cama, pienso sobre el sabor de su piel, el antojo de nacimiento en su muslo izquierdo, pienso en la forma que tenía de mirarme, en la primera erección que me produjo, pienso en sus labios, pienso en la manera que se fue de mi vida, en la curva de su cadera con su cintura, pienso en la primera vez que pensé que algo de eso podría ser real, en cuando me di cuenta de lo equivocado que estaba, pienso en su ropa interior en el suelo, en cuando con mis manos se la quitaba lentamente como quien saborea un buen whisky, pienso en como compartimos sonrisas, en como compartimos lágrimas, pienso en el cosquilleo de su vello púbico sobre la palma de mi mano, pienso en el último lugar en el que la vi, pienso en cada una de las palabras que dijo acompañando mi nombre, pienso que estos pensamientos no merecen la pena y sigo pensando en ella. Pienso en el mundo secreto que me abrió poco a poco, en nuestro silencio, pienso en como mordía su nalga, pienso en su cuerpo desnudo, húmedo y salvaje al salir de la ducha; en como me llamaba cariñosamente, pienso en nuestro primer desayuno juntos, en nuestra última cena, pienso en el primer regalo que le hice, pienso en su perfume, pienso en como apretaba mi cabeza entre sus piernas, pienso en la primera foto que nos hicimos juntos, pienso en sus celos, en mi indiferencia, pienso que nunca tuvimos una canción, pienso en ella.

A veces pienso en ella. Normalmente todo acaba como empieza, me levanto de la cama y me masturbo, ese es el final feliz de esta historia. No creo que hubiera otro destino para nosotros, no hay opción de que ninguno vuelva a la vida del otro y mucho menos que nos volvamos a amar, ¿eso importa para que piense en ella?

jueves, 9 de febrero de 2012

Algo más que un año (3)

Una sola persona no puede cambiar nada, solamente somos una gota en un infinito océano que es la humanidad.  Esa mentalidad es la que me había tenido sumido en una espiral de fracasos durante toda mi vida. Estaba cansado, me desquiciaba ver pasar la vida delante de mis narices y esconder mis manos por miedo. Gran parte de mis problemas actuales se debían a esa actitud a ese pensamiento derrotista. Este comportamiento y mi precaria salud me habían llevado a donde estaba con Ángela, lo había hecho mal. Rendirse ya no era una opción, tenía claro que es lo que había aprendido durante este año y especialmente lo que tenía que hacer. No estaba seguro de que fuera lo correcto, los hechos, las palabras estaban ahí, pero mi cabeza y algo que va más allá de esta me pedía que hiciera lo que debía hacer. Era consciente de que no debía equivocarme, que cuando llegara el momento podría acobardarme, que mis palabras no podrían llegar a ser entendidas por mis nervios... Tenía que preveer todos los posibles errores, la solución estaba clara. Iba a escribir, Ángela ya había recibido muchos escritos mios durante todo este tiempo, pero este tenía que ser el escrito que lo cambiase todo, el escrito que marcara un antes y un después, tomé un buen fajo de folios y me puse delante de mi máquina de escribir.

Cuando terminé, estaba exhausto. Tomé lo escrito y bien doblado lo metí en un sobre, estaba contento con los resultados. Tardé varios días en escribir pero no creo que pudiera expresar mejor todo lo que quise plasmar. Miré el escrito, lo leí dos o tres veces y finalmente me decidí. Salí de casa victorioso como si hubiera algo que celebrar, volvería con un peso menos encima y con la incertidumbre del qué pasará. Cuando llegué al portal de Ángela tuve la suerte de que la puerta de la entrada estaba abierta, entré y busqué su buzón, introduje la carta y salí sigilosamente como si acabara de cometer un delito. En aquel buzón dejé todo lo que se podía dejar, ahí dentro se encontraba parte de mi, de mi mente, de mis conocimientos y sentimientos. En cuanto sus ojos se posaran sobre aquel escrito todo cambiaría. El final habría comenzado en cuanto comenzara lenyendo...

      El único por qué a esta carta es la honestidad. Una honestidad que si hubieramos tenido no estaríamos como estamos. Si fuéramos capaces de haber dicho todo lo que tuvimos que habernos dicho las cosas habrían sido diferentes. Somos dos críos que se creyeron capaces de vivir como adultos. Ahora las cosas han cambiado entre nosotros, en muchos casos para mal.

 La última vez que nos vimos se decidió que nuestros caminos se separaban, no entiendo como pude pensar  por un instante que eso podría ser lo correcto. ¿Huir de la realidad es una solución? Eso es lo que nos ha llevado al punto donde nos encontramos, al punto en el que solo podemos ser felices el uno con el otro mintiéndonos, haciéndonos daño. Es ilógico pensar que de alguna manera esto puede ser para bien.

 Ahora mismo por tu mente estará pasando la frase "Ahora es demasiado tarde", lo entiendo. Saber darse por vencido es una virtud, pero tener la fuerza y las ganas de luchar por lo que uno quiere de verdad es algo más importante. Durante mucho tiempo sé que quisiste más de mi, pero yo era un cascarón vacío que solamente sentía dolor, un terrible dolor al que no te quise arrastrar, ahora lo que necesitas es que yo vuelva a ser ese cascarón vacío que no tuvo el valor de tomarte de la mano y decirte lo importante que eres para mi, pero ahora ya extendí mi mano hacia ti y sé exactamente lo que tengo que decir. Todo esto se resume en cómo quiero que sea mi vida y la forma de solucionar o enmendar los errores de la misma. Cuando yo estaba mal fuiste la inspiración para querer ser mejor persona, ahora que estoy bien te quiero a mi lado pero unicamente mejoraré por mi mismo, pero comprendí lo importante que eres para mi.

      Tú ya tienes tu vida que parece encaminada y yo empiezo a colocar los cimientos de la mia y podría parecer injusto pedirte nada; cuando nos conocimos, ¿acaso cada uno no tenía su vida? ¿Acaso esta vida no se trata de personas que se meten en la vida de otras personas, se equivocan y comienzan de cero hasta encontrar a la persona correcta? Si en tu fuero interno no pensaras que yo soy esa persona habrías dejado de leer esto hace mucho tiempo. Estoy completamente seguro que una pequeña parte de ti se está alegrando por las palabras que está leyendo, que en el fondo deseabas que llegara este momento, quizás no ahora; pero que llegara.


Por mi parte, ya sabes lo que hay, soy lo que has conocido y millones de cosas que te faltan por conocer. Soy esas palabras que te sacan tu mejor sonrisa tras el llanto, soy ese abrazo que me hace querer vivir, esas palabras de ánimo que alegran tu mañana y la refrescan como el rocío, un adiós que quiere ser un hasta mañana y el deseo de unas palabras que han causado estragos en nosotros al convertirse en silencio. En ti encontré la tranquilidad que tanto anhelaba, la ilusión que me hizo rejuvenecer, el cariño que nunca tuve y el concepto de felicidad escrito en tus ojos verdes. No tengo la fórmula perfecta para que esto funcione, por el contrario; tengo las ganas y la predisposición para que lo haga.

 Llegados a este punto te pareceré un idiota sin solución o un adorable a la par que tardón hombre. No soy ninguna de esas cosas, soy el hombre que ha llorado tu ausencia durante muchas noches, que ha querido anteponer su felicidad a tu bienestar y que en todo momento ha deseado que nuestros labios se volvieran a juntar bajo la lluvia. El daño está hecho y ya no puede ser, esto es una declaración de lo que siempre quise decirte y también la despedida que te mereces. La última vez que nos vimos me deseaste lo mejor, yo te dije que escribiría sobre ti algún día. No me veo capaz de escribir sin desmerecer cada momento a solas, cada mirada cómplice, cada silencio y cada beso. Yo quiero pedirte que te acuerdes de mi, que recuerdes que por un momento fuimos uno y que la felicidad que me diste era real. Abraza la vida y cada momento; no especules y lánzate por lo que quieres, no cometas el mismo error que yo tuve contigo; no dejes que los sueños sean sólo sueños y recuerda que después de cada lágrima siempre aparece tu bonita sonrisa.

Me habría gustado un último beso bajo la lluvia, gracias por haber formado parte de mi vida.

Cada palabra estaba grabada en mi memoria. Podría haber escrito más, podría no haber puesto la despedida, podría... Empieza a llover, parece cosa del destino. Me meto en un portal, como siempre salgo de casa sin paraguas. Como empieza a llover muy fuerte me resguardo en un portal, estoy a mitad del largo camino andando hasta mi casa. Sigo pensando en todo lo que escribí, ¿tendré respuesta? ¿Para qué la quería? Estaba decidido a continuar mi vida a seguir adelante, había tantas ilusiones puestas en el futuro. Mientras mis ideas flotan por el limbo de mi psique una chica sin paraguas y más o menos de mi edad se resguarda en el mismo portal que yo, ambos nos miramos y nos sonreímos cómplices del mismo despiste.

-En esta ciudad deberíamos nacer con un paraguas bajo el brazo.
-¿Qué?
-Digo que veo que no soy el único osado que sale de casa sin paraguas.
-Por la mañana hacía buen tiempo.
-Otra cosa en la que coincidimos.

-¿Y cómo no conozco el nombre del que parece ser mi alma gemela?
-Puedes llamarme Rober. Pero lo realmente importante parece ser que tengo una alma gemela anónima y cuya existencia desconocia.
-Diana, encantada.
-Esta lluvia parece que va para rato, conozco un bar aquí cerca, nos mojaremos un poco pero... ¿te apetecería tomar algo mientras?
-Me parece bien.
-Vamos.

En aquel momento comprendí que no hay nada predistinado, que todo es fruto de la mera casualidad. Los milagros solo ocurren para los que están al pie del cañón luchando por ellos. Aquella lluvia, aquella persona y aquel portal no estaban escritos en ningún lado, ¿destino? Si el destino existiera no valdría la pena levantarse cada mañana y seguir luchando.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Algo más que un año (2)

Aquella noche, aquel beso lo cambió todo. Ángela seguía siendo la misma y yo tambien pero la situación había cambiado para ambos. Nos mirábamos el uno al otro en ese portal mientras la lluvia no cesaba sin comprender qué estábamos haciendo, pero su sonrisa indicaba que posiblemente era lo correcto o lo que ambos deseábamos en ese instante. ¿Era lo correcto? ¿Fui débil después de todo lo que había pasado? Mi cabeza era una legión de herreros que martilleaban incesantes dudas, pero tenía que sobreponerme a todo esto, ¿acaso no deseaba en mi fuero interno esto? Le estaba buscando complicaciones a algo que estaba arrancando, tenía que frenar mi mente, tenía que dejarme llevar por el embrujo de los besos. Estábamos cerca de su casa y decidimos correr hasta su portal agarrados de la mano mientras la lluvia nos volvía a calar la ropa. Al llegar, Ángela me instó a llamar a María, quería contarle lo que acababa de suceder y así hice. María un poco en tono de broma nos felicitó, ¿felicitar por qué? No entendría mucho, pero sabía que todo estaba cambiando muy rápido. Antes de sumergirme más en esa idea continuamos con los besos más resguardados en su portal. Sentía como si cada beso fuera el primero y el último al mismo tiempo. La electricidad de nuestros cuerpos cortocircuitaba nuestros sentidos cada vez que nuestras dos almas chocaban a través de los labios, nuestras manos como si acabaran de recuperar el sentido del tacto tras haber estado entumecidas por el frío disfrutaban de cada porción del cuerpo del otro. Así se nos pasaron las horas y sin darnos cuenta el día y la lluvia se fueron. Era muy tarde y se tenía que ir a dormir, con un último beso nos despedimos y me fui para mi casa sorteando charcos, algunas calles estaban inundadas, era impactante esta cantidad de lluvia en los últimos coletazos de verano. ¿Qué estaba pasando? Por un momento volví a ser el que era horas antes: ese saco de inseguridades y nerviosismo. ¿Qué debía hacer?

Me desperté al día siguiente agotado, apenas pude dormir. Volvía todo a la normalidad pero nada era normal. Marcos se había enterado de la noticia y ya me había mandado un mensaje de felicitación cachondeándose un poco de mi. Yo me sentía más inquieto de lo que ya estaba normalmente, fui a vomitar al baño y me duché. Esa tarde quedé con unos amigos para tomar algo y a mitad de la misma me encontré con María y Ángela, decídimos quedar más tarde y así lo hicimos. Todo parecía marchar bien, Ángela me aportaba tranquilidad y mientras mi cabeza se volvía loca y mi cuerpo se embarcaba en un viaje por el continuo dolor, mis momentos a su lado eran un alivio. Cada una de sus caricias, sus miradas y sus palabras me hacían creer que había posibilidades para un pobre diablo como yo, que mis tormentos se podrían pasar si ella les ordenaba marcharse. Ella creía que podía ser mejor persona, yo quería ser mejor persona. Estaba totalmente hundido y cansado de fingir que no lo estaba, pero a su lado era como adentrarse en otro universo donde no había nada más, donde no tenía que fingir porque realmente estaba cómodo. Ángela convertía cosas tan sencillas como un paseo, una película o simplemente estar sentados juntos en algo rejuvenecedor. Ahí comprendí que era lo que no marchaba bien, ¿estaba obteniendo más de lo que le estaba dando? ¿Estaba siendo injusto con ella? Yo no soy así, estoy seguro de no ser así, ella realmente me gusta, había llegado al punto de que me gusta... Esto tenía que ser más sencillo o me volvería loco.

Marcos y María sugirieron irnos un par de días de viaje, Ángela aceptó de inmediato, yo era más reticente. Mis capacidades económicas no eran demasiado importantes como para afrontar unos días fuera de casa pero necesitaba desconectar, finalmente acepté. Y con muchas ilusiones nos fuimos de viaje, una habitación con dos camas de matrimonio, una para Marcos y María y la otra para la pareja novata formada por Ángela y yo. El cuarto era sencillo, pero era lo menos importante, después de cerciorarme de la higiene básica en los cuartos de baño pudimos salir a visitar la ciudad. Entre fotos, edificios antiguos e intentar descrifrar el mapa se nos pasó el primer día y nos metimos en cama pronto. A la mañana siguiente me desperté con mucho dolor y disimuladamente me metí en el baño a vomitar para posteriormente ducharme. Me sentía enfermo, me sentía de la misma manera que siempre e intentaba disimular el dolor que recorría mi cuerpo y las nauseas que tenía. A pesar de mi estado físico y anímico, estaba disfrutando del viaje, los cuatro formábamos un equipo interesante. Ángela estaba en todo momento a mi lado y yo al suyo. Disfrutamos de la gastronomía local, visitamos sitios emblemáticos, el estadio de fútbol de la ciudad. El día antes de marchanos, confabulé con María y Marcos para hacerle una sorpresa a Ángela, dejé una rosa y una carta sobre nuestra cama y ambos volvimos solos al cuarto, su sonrisa al ver el detalle fue el mejor regalo. El viaje fue un total acierto y con esa idea me fui la cama la última noche. Me desperté agoviado, pero quizás era por haber dormido poco pensé, durante el viaje de vuelta tener a Ángela a mi lado me empezaba a incomodar y sentía que era recíproco. Cuando nos despedimos sentí una frialdad por ambas partes preocupante.

Estaba preocupado por todo esto, aquella noche dormí fatal y al igual que durante el viaje mi cuerpo se resentía por el dolor y mis visitas al baño no menguaban. Llamé a María que estaba preparando la maleta para irse unos días con su familia y me dijo que me tranquilizara, que no era nada más que un pequeño escollo, que ambos estábamos genial el uno con el otro y que no deberíamos joderlo por algo así. Tenía razón, ¿en que podía estar pensando? Me tomaría unos días sin estar con Ángela y todo volvería a la normalidad. Acabamos de empezar, es normal que un viaje haya sido demasiado para ambos. Esa noche Ángela me llamó, quería que quedásemos al día siguiente, en ese mismo instante supe que lo nuestro se había acabado, me esperaba otra noche sin dormir.

En la tarde del día siguiente Ángela y yo quedamos a solas. Lo que iba a suceder era obvio y cada segundo me hacía sentir como si estuviera escapando de mi sombra, lo que iba a suceder era inevitable y me sentía terriblemente culpable de la situación. Aquella tarde nos dijimos muchas cosas, había muchas dudas en nuestras palabras, había mucho miedo en nuestros actos, al final sucedió, se terminó. La empecé a acompañar a su casa y a mitad de camino comenzó a llover, como recordando el inicio de esta historia. Me dijo que no hacía falta que la acompañara y nos dimos un último beso. Saboreamos cada instante antes del mismo, nos dijimos todo lo que nos faltó por decir durante el mismo y nos herimos como nunca al terminarlo. La abracé y sentí que me quebraba por dentro, tenía que resistir. La vi marcharse, vi como se giraba un par de veces mientras se alejaba entre la lluvia y finalmente decidí caminar hasta mi casa. Avisé a María y luego a Marcos que me instó a quedar para tomarnos una copa. Aquella noche Marcos y yo bebimos muy poco pero hablamos mucho, yo no entendía nada y en cierto modo una gran parte de mi había sentido lo mismo que había alejado a Ángela de mi.

Durante las siguientes semanas Ángela y yo actuamos como extraños amigos, quedábamos tanto o más que cuando estábamos juntos, hablábamos de como llevar nuestra relación a un punto de comodidad en común, pero solamente cuando estábamos solos encontrábamos la normalidad a los continuos desacuerdos que se comenzaban a formar entre nosotros. ¿Éramos amigos así de golpe? No podía entender nada y mientras esto sucedía mis ánimos y estado físico empeoraban por momentos. Pasaba días en los que apenas podía salir de cama, en los que el dolor era insoportable, donde quise terminar con todo. Ángela intentaba estar para mi, pero ella no podía comprender de ninguna forma como de duro estaba siendo todo, yo no podía mostrar el horror de mi salud a nadie, me avergonzaba no poder controlar mi propio cuerpo. Y todo no hacía más que empeorar, discutíamos, quedábamos y lo "solucionábamos". Había días en los que parecía que íbamos a volver a besarnos, en los que la farsa de la amistad bajaría el telón pero nos acobardábamos, temíamos volver a tener que finiquitar algo que nunca comenzó. Y así seguimos durante meses en una espiral de indecisión que no llevaba a ninguna parte.

Hubo una noche en la que Ángela y María decidieron salir juntas con unas cuantas amigas más, aquella noche supe que la perdería. Salí con un amigo y entre cervezas se lo comentaba mientras entre risas me llamaba paranoico, aquella noche tampoco dormí. Y durante una semana mis miedos se hicieron gigantes, sabía que algo malo iba a pasar. Al fin de semana siguiente salimos María, Ángela y yo. Una noche normal, pero en un momento todo cambió, Ángela se acercó a otra persona y empezó a besarse con él, ¿qué? ¿Qué cojones estaba pasando? Me sentí engañado, me sentí frustrado, me sentí idiota. Mantuve la compostura lo mejor que pude e intenté seguir a mi manera hasta el final. Cuando volvimos aparté a María a un lado y le pedí para charlar sobre el tema. María, en su infinita paciencia volvió a ser mi confidente y consejera, durante horas escuchó mis lamentos y mis dudas, comprendí que lo mio con Ángela empezaba a afectar a otras personas y me asusté más, pero en un acto egoista recordaba la situación vivida esta noche y toda mi frustración volvía a dominar mi ser. Era muy tardé y María tenía que irse, ya me había soportado lo suficiente. De camino para casa sentía que la culpa era mia y antes de que pudiera fragelarme por ello me encontré con Ángela en mi portal, medio dormida esperándome. Entramos y entre lágrimas se disculpó, yo siempre he sido un débil y sentía que no podía enfadarme con ella. Me sentía como una mierda, pero también miraba culpa real por su parte, no podía... ¿Por qué tenía que pasar así? Aquella noche podría haberla hecho mia, pero ella ya no era mia... Realmente nunca fue mia.

Aquel chico pasó de ser un desconocido a frecuentar la compañía de Ángela y mi relación con ella empeoraba por momentos. Pásabamos ratos muy agradables en soledad, pero luego de alguna manera terminaba torciéndose de la peor de las maneras. Se sucedían situaciones que recordaban al primer beso pero escapábamos de ellas lo más rápido posible, ¿y mi salud? Mi salud se había vuelto un gran problema. Mi cuerpo ya no era mio, era un atajo de nervios, inseguridades y dolor que se movía ocasionalmente bajo mi mando. Había empezado un tratamiento, pero avanzaba lentamente y apenas notaba mejorías. Mientras tanto, me sentía estancado en tierra de nadie mientras el mundo avanzaba sin mi. Marcos y María finalmente convirtieron los rumores en realidad al empezar una relación juntos, me alegré por ellos. Pero yo estaba jodido y sentía que Ángela no me había dado la oportunidad que todo había sido tan fugaz. Simplemente tenía que esperar.

Pasó el tiempo y me empezaba a encontrar mejor, estaba terminando el año y me sentía pletórico a pesar de todo. Recuperé las fuerzas que había perdido y decidí hablar directamente con Ángela de todo lo que había pasado, tenía que comprender el error que habíamos cometido, tenía... Aquel día hacía demasiado calor para ser invierno.

-Hola Ángela.
-Hola, ¿de qué quieres hablar?
-Veo que no quieres perder el tiempo...
-No es eso, ¿no hemos hablado bastantes veces ya? Nada hemos solucionado hablando.
-Tienes razón, ¿por qué no le damos una última oportunidad al diálogo?
-Rober, sabes bien que esto no está bien.
-Lo sé, por eso quiero arreglarlo, tendrías que ver lo bien que estoy...
-Me alegro.
-¿Qué tal estás?
-Como siempre, con las clases y esas cosas muy ocupada.
-Entiendo, ¿qué nos ha pasado?
-Ahora ya es tarde, ¿qué solucionamos machacándonos con eso?
-No puedo comprender como parece importarte tan poco.
-Si no me importara, ¿estaría aquí?
-No entiendes nada, sabes que lo que hay entre nosotros no se ha terminado.
-Lo ha hecho, estoy con otra persona, yo soy diferente, estoy enamorada.
-Me cuesta creerlo.
-Ese es tu problema, crees tener siempre la razón y cuando no es así te ries menospreciando a los demás.
-Mi problema es que hemos negado durante demasiado tiempo lo que hay entre nosotros.
-Ya no hay nada más que una amistad.
-¿Amigos? ¡No me jodas! No somos amigos, ¿qué clase de amigos están a punto de besarse en cuanto se quedan solos?
-Eso no es así.
-Es verdad, como no ha sucedido, como alguien en algún momento fue cuerdo y quiso continuar la farsa de la amistad nunca ha sucedido, engañémosnos.
-Sabes como va a terminar esto.
-De la peor forma posible, no quiero que nos hagamos más daño.
-Yo tampoco, pero ahora la situación está así.
-Me iré de tu vida.
-No dejaremos de ser amigos.
-Lo dejaremos, nunca será lo mismo. De todas formas me iré para siempre.
-No sabes lo que vendrá en el futuro.
-Sé lo que quiero ahora, con eso me basta.
-Te deseo lo mejor, de verdad.-Me abrazó y lloré por dentro. ¿Cómo había permitido que esto llegara a este punto? Sus palabras estaban siendo sinceras, esto era horrible.-Intenta ser feliz.
-Muchas gracias por todo Ángela, si algún día soy escritor escribiré sobre ti, no lo dudes. También te deseo lo mejor.

Me marché a mi casa cabizbajo, derrotado, sabiendo que no podía aceptar esto, este no podía ser el final. Aquel día volví a sentir dolor en mi cuerpo y volví a vomitar.
Si de verdad existía el destino, si alguien estaba manejando todo y el libre albedrío era una ilusión, se debería estar regodeando con mi desgracia. Me tenía que anteponer a esa mierda, lo iba a hacer si. Espérame.