viernes, 27 de septiembre de 2013

Despedida

    Llegará el día en el que sabré que estás con otro y me rompa. Ese día elegiré que pongas cristales en mi desayuno a digerir todo esto. Y retiro todo lo que se refiera a "nosotros", porque no hay nada más triste que autoengañarse. Ahora que te vas, veo como desvaneces entre mis dedos como la arena y terminas hundiéndote en una duna de desconocidos sin que yo pueda hacer nada para impedirlo. No puedo hacer otra cosa que reprocharme todos los errores que contigo no he cometido.

Te deseo, pero eso no es suficiente. Demasiados recuerdos se agolpan en mis ojos, sabemos que es mucho tiempo como para que no duela pero he decidido cerrar la puerta entre nosotros, no soy capaz de pedirte que la dejes así aunque crea que es lo correcto. Me voy con muchas cicatrices que espero llegar a recordar con una sonrisa y que el tiempo con mucha calma terminará borrando. Porque esto es un adiós, la despedida que ambos apostábamos durante años que no llegaría. Me despido sin grandes alardes, sin haber sido capaz de robar ese beso que nos debemos el uno al otro. Y sin olvidar la promesa, pero tu espalda ya no será el folio en blanco donde te escribiré nuestra historia, no sabes cuanto lo lamento. Echaré mucho de menos lo que más te agradezco que hayas compartido conmigo en todo este trayecto, las sonrisas. Ojalá ambos seamos muy felices.

viernes, 20 de septiembre de 2013

No puede besar a la novia

Ser el quinto en discordia nunca puede estar mal cuando hay licor café. De todas formas, yo no sabía qué pintaba allí, Jorge me invitó a pasar unos días con él pero pensé que el plan diferiría bastante de lo que estaba viviendo aquella noche. Mi amigo me arrastraba por una ciudad desconocida para mí mientras un conocido suyo y él se dedicaban en cuerpo y alma a una mujer cada uno, dos amigas que llevaban trabajándose durante un par de horas y unas cuantas copas más. Yo decidí abrazarme al elixir negro y seguir las velas que estaba sujetando. Jorge me dijo que nuestro siguiente destino era  uno de los locales de moda y no me quedó otra que aceptar y asentir. Al llegar a la puerta, la chica de Jorge saludó a otras dos que estaban fumando en la entrada del local que llevaban un buen rato buscando. Una de ellas se acercó bastante convencida.

-Me llamo Iria y estoy casada, ¿de qué conoces a mi amiga?
-No la conozco, yo soy la parte restante del séquito y soy viudo, mi licor café acaba de perder hasta la última gota de vida.
-¿Cómo te llamas?
-Roberto, ¿no eres un poco joven para estar casada?
-¿No eres un poco joven?
-Tengo 24 años.
-Eres un "yogurín".
-Quizás termines siendo adicta a esta marca de yogur.
-Tengo 30 años, no me voy a dejar embaucar por un jovenzuelo listillo como tú.
-Tampoco dije que pretendiera embaucarte, rompo corazones no parejas.
-Te lo tienes muy creído nene.
-No veo que te marches.
-Me caes bien.
-Te pediría matrimonio pero se me adelantaron.
-¿Sabes qué van a hacer estos cuatro?
-Seguir llevándome de sujetavelas a un sitio con cerveza.
-¿Me puedo unir?
-Me parece correcto.

Así, enganchada a mi brazo, Iria se nos unió y las verdaderas parejas decidieron cambiar de local sin haber entrado en el primero. Mientras caminábamos, Iria y yo decidimos que lo mejor que podíamos hacer era meter cizaña entre las parejas para que por fin la pasión contenida explotara de alguna forma, pero o ellas eran muy recatadas o ellos muy idiotas. Antes de que Iria y yo resolviéramos quiénes tenían la culpa de que la tensión sexual no se resolviera ya nos encontrábamos en el local y Jorge había depositado una cerveza en mis manos e Iria un chupito de licor café para que superara la viudez. Mantener las distancias era mi gran objetivo llegados a este punto de la noche, pero si una mujer te invita a beber todo se vuelve más complicado y cuando me dijo que la acompañara a fumar, lo primero fue decir que yo no fumaba pero luego mostré la poca caballerosidad que me quedaba y la acompañé. Se metió en un garaje a fumar con la excusa de que hacía mucho viento y le tuve que ofrecer mi parte de arriba para que no pasara frío y al final lo que no iba a pasar, pasó. Me lo advirtió la propia Iria, me lo advirtieron sus amigas y mi propio sentido común pero en cuanto nos ocultamos del viento ella se abalanzó sobre mi. Mi primer impulso fue rechazar, educación, respeto o falta de práctica; pero ante su segundo asalto me dejé llevar pensando que la oferta era bastante buena y el error aunque fuera raro no lo estaba cometiendo yo. La noche pudo ir a mejor pero decidimos ir por distintos caminos, ella estaba casada y yo recientemente viudo. La acompañé a un taxi y cuando volví me esperaban las dos parejas que seguían sin hacer nada y otro chupito de la bebida que originó todo. Ser el quinto en discordia nunca puede estar mal cuando hay licor café.