sábado, 8 de abril de 2023

El monstruo

         Ser miserable no debería hacerte ser un miserable. Tardé un tiempo en divorciar ambos conceptos porque conocí un monstruo. Este monstruo no tiene nombre y dárselo lo convertiría en una persona. El monstruo estuvo en mi vida tanto tiempo que engañados decidimos ponerle nombre y creer que era otra cosa y no un monstruo. "Sin Nombre" hacía de sus miedos un arma y tenerlo tan cerca me produjo muchas heridas. Una de esas heridas llegó en una tarde en la que nos quedamos a solas. El monstruo llevaba meses enfermándome inoculando su veneno en forma de susurros. Cuando me vio supo que tenía una nueva oportunidad. Aprovechó la diferencia de edad y mi ingenuidad para invitarme a su casa. Con la perspectiva del tiempo entiendo que el monstruo no quería que lo viesen, que alguien reconociese su monstruosidad y lo expusiera. En nuestro último encuentro me había opuesto a él. Me dijo que venía en son de paz. Que lo que había pasado no significaba nada. Era ingenuo y le creí. Era la primera vez que ocurría una confrontación de ese tipo, no tenía por que repetirse. 


En su casa, el monstruo se mostró más amable de lo habitual. Me repitió en varias ocasiones si quería algo de beber. Rechacé cada una de sus ofertas. Insistió en que lo de la última vez que nos vimos ya era cosa del pasado. Que tenía algo muy especial que mostrarme. Se me hacía rara tanta amabilidad acostumbrado a un trato más seco por su parte. La parquedad en palabras tan típica en él se había tornado en verborrea incontrolable. Tenía tantas ganas de mostrarme "una sorpresa" que apenas se podía contener. Tras unos minutos de introducción de la sorpresa me invitó a ir a su cuarto. Cuando entré cerró la puerta como si quisiera encerrarnos dentro. "Que raro" pensé. Buscó algo en el armario. Cuando lo encontró se situó entre mi y la salida. Puso "la sorpresa" en mi cara. Parecía que me lo estaba dando de comer.


-Es un arma... ¿Qué pretendes con esto?

-¿Qué pretendo? No pretendo nada. Es un recordatorio, de que puedo hacerte todo el daño que quieras. Pero más importante se lo puedo hacer a tus seres queridos. -Durante un instante me vinieron a la mente todas las personas que quería mantener alejadas de él. Lo debió notar porque esbozó una sonrisa.-Sí, ¿acaso crees que no sé quienes son?

-Eres...-Me paré a pensar en unas palabras. Noté que tenía mis puños muy apretados y que el objeto metálico seguía apuntando a mi frente. No había una forma de escapar. Estaba a merced del monstruo. Respiré hondo.-¿Y qué harás luego? Todo el mundo sabrá que fuiste tú. Y si no lo saben no tardarán mucho en descubrirlo.

-¿Te crees que me importa? Cuando haya terminado tú serás como yo. Yo no tendré nada más que hacer.

-Ya me has dicho muchas veces que te he decepcionado y creo que voy a seguir haciéndolo porque no creo que exista la forma que acabe siendo como tú. Si no tienes nada más que decir, aparta eso de mi cara.


Salí por la puerta sin mirar atrás. Cuando sentí que estaba a una distancia prudencial percibí que todo mi cuerpo estaba temblando y que mi espalda estaba encharcada. Estaba intoxicado del miedo. Hice un par de llamadas para asegurarme de que varias personas estaban bien. Les aseguré que nos veríamos en los próximos días si ellos querían. Esa fue la última vez que hablé con el monstruo. Se acercó con sonrisa maliciosa alguna que otra vez pero como si su parte del trabajo ya estuviera hecha no intentó nada más. Durante un tiempo su conducta me tenía desconcertado pero no le di mayor importancia. Los míos estaban bien y él se fue de mi vida. Y ese sentimiento raro se acabaría por borrar. 

Tuvieron que pasar unos meses hasta que me di cuenta de la realidad. El monstruo tenía razón. Me había vuelto arisco e incluso mezquino con mis seres queridos. Era más fácil que encontrase palabras hirientes que de agradecimiento. Tenía mucha rabia en mi interior. Poco a poco un monstruo crecía dentro de mi. El terror de tal descubrimiento me dejó muchas noches sin dormir. Y pasaron años hasta que pude descubrir una solución: no se le pone nombre, no se le hace caso y no se le deja salir. Podré ser miserable pero nunca un miserable.