jueves, 9 de febrero de 2012

Algo más que un año (3)

Una sola persona no puede cambiar nada, solamente somos una gota en un infinito océano que es la humanidad.  Esa mentalidad es la que me había tenido sumido en una espiral de fracasos durante toda mi vida. Estaba cansado, me desquiciaba ver pasar la vida delante de mis narices y esconder mis manos por miedo. Gran parte de mis problemas actuales se debían a esa actitud a ese pensamiento derrotista. Este comportamiento y mi precaria salud me habían llevado a donde estaba con Ángela, lo había hecho mal. Rendirse ya no era una opción, tenía claro que es lo que había aprendido durante este año y especialmente lo que tenía que hacer. No estaba seguro de que fuera lo correcto, los hechos, las palabras estaban ahí, pero mi cabeza y algo que va más allá de esta me pedía que hiciera lo que debía hacer. Era consciente de que no debía equivocarme, que cuando llegara el momento podría acobardarme, que mis palabras no podrían llegar a ser entendidas por mis nervios... Tenía que preveer todos los posibles errores, la solución estaba clara. Iba a escribir, Ángela ya había recibido muchos escritos mios durante todo este tiempo, pero este tenía que ser el escrito que lo cambiase todo, el escrito que marcara un antes y un después, tomé un buen fajo de folios y me puse delante de mi máquina de escribir.

Cuando terminé, estaba exhausto. Tomé lo escrito y bien doblado lo metí en un sobre, estaba contento con los resultados. Tardé varios días en escribir pero no creo que pudiera expresar mejor todo lo que quise plasmar. Miré el escrito, lo leí dos o tres veces y finalmente me decidí. Salí de casa victorioso como si hubiera algo que celebrar, volvería con un peso menos encima y con la incertidumbre del qué pasará. Cuando llegué al portal de Ángela tuve la suerte de que la puerta de la entrada estaba abierta, entré y busqué su buzón, introduje la carta y salí sigilosamente como si acabara de cometer un delito. En aquel buzón dejé todo lo que se podía dejar, ahí dentro se encontraba parte de mi, de mi mente, de mis conocimientos y sentimientos. En cuanto sus ojos se posaran sobre aquel escrito todo cambiaría. El final habría comenzado en cuanto comenzara lenyendo...

      El único por qué a esta carta es la honestidad. Una honestidad que si hubieramos tenido no estaríamos como estamos. Si fuéramos capaces de haber dicho todo lo que tuvimos que habernos dicho las cosas habrían sido diferentes. Somos dos críos que se creyeron capaces de vivir como adultos. Ahora las cosas han cambiado entre nosotros, en muchos casos para mal.

 La última vez que nos vimos se decidió que nuestros caminos se separaban, no entiendo como pude pensar  por un instante que eso podría ser lo correcto. ¿Huir de la realidad es una solución? Eso es lo que nos ha llevado al punto donde nos encontramos, al punto en el que solo podemos ser felices el uno con el otro mintiéndonos, haciéndonos daño. Es ilógico pensar que de alguna manera esto puede ser para bien.

 Ahora mismo por tu mente estará pasando la frase "Ahora es demasiado tarde", lo entiendo. Saber darse por vencido es una virtud, pero tener la fuerza y las ganas de luchar por lo que uno quiere de verdad es algo más importante. Durante mucho tiempo sé que quisiste más de mi, pero yo era un cascarón vacío que solamente sentía dolor, un terrible dolor al que no te quise arrastrar, ahora lo que necesitas es que yo vuelva a ser ese cascarón vacío que no tuvo el valor de tomarte de la mano y decirte lo importante que eres para mi, pero ahora ya extendí mi mano hacia ti y sé exactamente lo que tengo que decir. Todo esto se resume en cómo quiero que sea mi vida y la forma de solucionar o enmendar los errores de la misma. Cuando yo estaba mal fuiste la inspiración para querer ser mejor persona, ahora que estoy bien te quiero a mi lado pero unicamente mejoraré por mi mismo, pero comprendí lo importante que eres para mi.

      Tú ya tienes tu vida que parece encaminada y yo empiezo a colocar los cimientos de la mia y podría parecer injusto pedirte nada; cuando nos conocimos, ¿acaso cada uno no tenía su vida? ¿Acaso esta vida no se trata de personas que se meten en la vida de otras personas, se equivocan y comienzan de cero hasta encontrar a la persona correcta? Si en tu fuero interno no pensaras que yo soy esa persona habrías dejado de leer esto hace mucho tiempo. Estoy completamente seguro que una pequeña parte de ti se está alegrando por las palabras que está leyendo, que en el fondo deseabas que llegara este momento, quizás no ahora; pero que llegara.


Por mi parte, ya sabes lo que hay, soy lo que has conocido y millones de cosas que te faltan por conocer. Soy esas palabras que te sacan tu mejor sonrisa tras el llanto, soy ese abrazo que me hace querer vivir, esas palabras de ánimo que alegran tu mañana y la refrescan como el rocío, un adiós que quiere ser un hasta mañana y el deseo de unas palabras que han causado estragos en nosotros al convertirse en silencio. En ti encontré la tranquilidad que tanto anhelaba, la ilusión que me hizo rejuvenecer, el cariño que nunca tuve y el concepto de felicidad escrito en tus ojos verdes. No tengo la fórmula perfecta para que esto funcione, por el contrario; tengo las ganas y la predisposición para que lo haga.

 Llegados a este punto te pareceré un idiota sin solución o un adorable a la par que tardón hombre. No soy ninguna de esas cosas, soy el hombre que ha llorado tu ausencia durante muchas noches, que ha querido anteponer su felicidad a tu bienestar y que en todo momento ha deseado que nuestros labios se volvieran a juntar bajo la lluvia. El daño está hecho y ya no puede ser, esto es una declaración de lo que siempre quise decirte y también la despedida que te mereces. La última vez que nos vimos me deseaste lo mejor, yo te dije que escribiría sobre ti algún día. No me veo capaz de escribir sin desmerecer cada momento a solas, cada mirada cómplice, cada silencio y cada beso. Yo quiero pedirte que te acuerdes de mi, que recuerdes que por un momento fuimos uno y que la felicidad que me diste era real. Abraza la vida y cada momento; no especules y lánzate por lo que quieres, no cometas el mismo error que yo tuve contigo; no dejes que los sueños sean sólo sueños y recuerda que después de cada lágrima siempre aparece tu bonita sonrisa.

Me habría gustado un último beso bajo la lluvia, gracias por haber formado parte de mi vida.

Cada palabra estaba grabada en mi memoria. Podría haber escrito más, podría no haber puesto la despedida, podría... Empieza a llover, parece cosa del destino. Me meto en un portal, como siempre salgo de casa sin paraguas. Como empieza a llover muy fuerte me resguardo en un portal, estoy a mitad del largo camino andando hasta mi casa. Sigo pensando en todo lo que escribí, ¿tendré respuesta? ¿Para qué la quería? Estaba decidido a continuar mi vida a seguir adelante, había tantas ilusiones puestas en el futuro. Mientras mis ideas flotan por el limbo de mi psique una chica sin paraguas y más o menos de mi edad se resguarda en el mismo portal que yo, ambos nos miramos y nos sonreímos cómplices del mismo despiste.

-En esta ciudad deberíamos nacer con un paraguas bajo el brazo.
-¿Qué?
-Digo que veo que no soy el único osado que sale de casa sin paraguas.
-Por la mañana hacía buen tiempo.
-Otra cosa en la que coincidimos.

-¿Y cómo no conozco el nombre del que parece ser mi alma gemela?
-Puedes llamarme Rober. Pero lo realmente importante parece ser que tengo una alma gemela anónima y cuya existencia desconocia.
-Diana, encantada.
-Esta lluvia parece que va para rato, conozco un bar aquí cerca, nos mojaremos un poco pero... ¿te apetecería tomar algo mientras?
-Me parece bien.
-Vamos.

En aquel momento comprendí que no hay nada predistinado, que todo es fruto de la mera casualidad. Los milagros solo ocurren para los que están al pie del cañón luchando por ellos. Aquella lluvia, aquella persona y aquel portal no estaban escritos en ningún lado, ¿destino? Si el destino existiera no valdría la pena levantarse cada mañana y seguir luchando.

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