lunes, 27 de enero de 2025

Piedra

                             Ya somos pocos los que recordamos que hubo un tiempo donde los seres mágicos formaban parte del día a día de la humanidad. La convivencia con hadas, enanos, elfos y centauros era total y otros seres cuya transcendencia temporal fue menor influyeron en el tipo de sociedad que tenemos hoy. Una de esas criaturas fueron los Gólem de lágrimas o también conocidos como Psykos. Eran unas criaturas solitarias de tres o más metros de piedra que se dedicaban a visitar a los poblados que tenían cerca y ayudaban a sus habitantes a regular sus emociones. Al contacto físico absorbían esa felicidad, tristeza o ira desmedida y la transformaban en lágrimas que se acumulaban en su interior. Esa habilidad ayudaba a mantener la tranquilidad y la paz entre muchas de esas personas. Eso hizo que muchos líderes ávidos de poder los cazaran y los destruyeran y con el tiempo quedaran muy pocos en nuestro mundo hasta que al final desaparecieron. 

Uno de estos Gólem vivió siglos atrás en las tierras donde vivo en la actualidad y dejó una historia sobre su existencia que se pasó de boca en boca hasta mis tiempos. El mito dice que ocurrió cuando los Psykos ya eran perseguidos y por lo tanto el ser de piedra vivía alejado de cualquier poblado y cada mañana visitaba a las gentes para realizar su "magia". Que un día tras su jornada de recogida de lágrimas se volvió a los bosques para pasar el resto del día alejado de posibles depredadores y por el camino se encontró un pequeño jardín de margaritas. El Gólem se quedó observando aquellas flores y se percató que algunas de ellas habían sido dañadas por pisadas y aunque sus habilidades no tenían nada que ver con la jardinería decidió ayudar. Con sus manos de piedra escarbó un pequeño surco alrededor de todas las flores. Recogió ramas, palos y troncos de madera caídos por el bosque y con ellos montó una cerca para evitar que volvieran a dañar las flores. Inclinándose sobre las flores las regó con las lágrimas que acumulaba en su interior. Cada mañana visitaba a las personas que necesitaban de sus poderes y cada tarde volvía al jardín. Poco a poco el Gólem construyó un hogar alrededor del jardín. Lo protegía, lo regaba, le hablaba y pasaba gran parte de su tiempo con el jardín. Cuando granizaba intentaba que no se dañara con su cuerpo y cuando el Sol apretaba le daba un poco más de sus lágrimas y sombra.

Pasó el tiempo y el jardín floreció más hermoso que cuando el Gólem lo encontró. Las margaritas parecían responder a los cuidados del Psykos. Una tarde cuando le hablaba el jardín le contestó. Parecía que las lágrimas con las que lo regaba tenían propiedades mágicas y no solo sirvieron para que se recuperase. Esto reforzó los cuidados del Gólem que por primera vez en mucho tiempo no estaba solo. Cada mañana ayudaba a personas sabiendo que eso le venía bien al jardín y por las tardes hablaban hasta que llegaba la noche. Transcurría el tiempo rápido como cuando eres feliz y una tarde cuando el Gólem regresó las margaritas no le hablaban. La criatura de piedra le preguntó repetidas veces que ocurría y tras mucho insistir las margaritas le pidieron que arrancara una de las flores y la deshojara preguntando si era querido o no. El Psykos hizo lo que le habían pedido y cogió una de las flores que había ayudado a crecer. Uno a uno fue retirando los pétalos mientras decía aquello de "me quiere, no me quiere". Cuando llegó al último pétalo tocaba decir que no le querían y el Gólem dejó caer la flor sobre el resto del jardín con el último pétalo sin retirar. El Gólem caminó alejándose de aquel lugar que consideraba su hogar. Las margaritas se mantuvieron en silencio. La barrera que puso su cuidador la protegió largo tiempo pero sin el riego de lágrimas con el tiempo perdió la capacidad de hablar. Las flores se mantuvieron durante mucho tiempo hermosas sin que nadie las molestara. Por su parte el Psykos caminó durante días hasta unas tierras que no conocía. En cuanto decidió que ya había tomado la suficiente distancia se sentó y se hizo bola en el suelo. Allí de sus ojos empezaron a brotar lágrimas de barro. Lloró tanto que el barro empezó a cubrir su cuerpo mientras permanecía inmóvil. Y así se quedó. Lo que un día fue un gigante que recibía las emociones de todo el mundo ahora era una piedra inerte. No puedo decir si murió de pena, si al perder todas las lágrimas de su interior se esfumó la magia que lo mantenía con vida o si sigue vivo incapaz de moverse por la tristeza. Por eso cada sábado salgo a caminar por la naturaleza y cuando veo una piedra de un tamaño enorme me siento a su lado y le hablo. Le cuento como ha ido mi semana y termino abrazándola deseando que si algún día fue un Gólem de lágrimas vuelva a estar entre nosotros.

martes, 21 de enero de 2025

Besarte con palabras

 Me gustas cuando sonríes al verme llegar,
me gustas cuando hablas de lo que te apasiona,
me gustas cuando te enfurruñas
y gesticulas como un dibujo animado,
me gustas cuando besas mi mano antes de dormir,
me gustas cuando cocinamos juntos
convirtiendo la cocina en nuestra zona de juego,
me gustas cuando tomas una decisión
porque te vuelves imparable,
me gustas cuando parece que adivino tus actos
y me gustas cuando me sorprendes,
me gustas cuando tienes un dato curioso
que puede expandir mis conocimientos
pero seguro que me hace reír,
me gustas cuando te enganchas a mi brazo,
me gustas cuando recorro tus lunares con mis labios
avanzando por el mapa del tesoro de tu piel,
me gustas cuando llegan los días tristes,
cuando llegan los días que duelen,
cuando llegan los días sin ti.
Me gusta pensar que leerás esto,
vendrás,
me abrazarás y me dirás
te quiero.

lunes, 20 de enero de 2025

Dolor de madrugada

 Quizás mañana me muera
pero es seguro que hoy me mate
ya no dejo nada al destino
no elijo como vine
pero decido yo como me marche.

Me consumo como hielo en copa vacía,
nadie me recoge,
soy el único para el que la fiesta termina
todos miran y nadie quiere que baile.

Pido perdón a todo aquel al que le duela,
me pido perdón a mí mismo,
le pido perdón a mi abuela.
Es posible que alguien llore,
es probable que alguien sufra
quien no miró la caída
no puede exigir que me levante,
quien no me tendió una mano
no puede pedir que no me marche.

Que se joda todo el mundo
ya no tendrán que aguantarme
que se joda todo el mundo
si me voy, este será mi último baile.

martes, 14 de enero de 2025

Juego

                             Saúl y yo pasamos gran parte de nuestro tiempo en el instituto siendo bobos y comportándonos en consecuencia. Cualquier rato libre era una oportunidad para disfrutar de nuestra tontuna típica de la adolescencia. Tras las clases caminábamos juntos en dirección a nuestras casas y con nuestras tonterías.


-A ver Rober, ¿qué prefieres? ¿Liarte con la chica que te gusta pero en el cuerpo de tu madre o el cuerpo de la chica que te gusta y dentro la mente de tu madre?

-Tío eres un puto cerdo, no pienso contestar a eso. Haz otra anda.

-Mmm vale. Tienes que elegir, pelear a muerte todos los días con un gallo que puede aparecer en cualquier momento y atacarte o solo una vez en tu vida sin que sepas cuando aparece una espada delante tuya y en el horizonte un gorila con el que tienes que pelearte a muerte.

-¿El gallo es de pelea? 

-Es un gallo al azar, unos días más grande y otros más pequeño. Puede aparecer incluso mientras duerme y te atacaría así al azar y con el gorila te enterarías porque la aparición de la espada te avisaría de que se acerca el gorila.

-¿Cuánto tiempo entre que aparece la espada y pelearme con el gorila?

-Buena pregunta, sobre un minuto más o menos para que te hagas un poco con el peso de la espada.

-Vale, vale. Tiene sentido. - Me paré en seco para pensar unos segundos la decisión. - Bueno, no quiero pelearme todos los días con un gallo porque seguro que alguna vez me pilla dormido y me saca un ojo o algo y lo otro es solo una vez, incluso puede que no llegue a pasar porque me muero antes. Además, el poder usar una espada. Elijo la espada y pelearme contra el gorila.


En cuanto verbalicé mi decisión un sonido metálico de choque de metal como el que se escucha en las películas nos asustó y a un metro nuestra apareció clavada en el suelo una espada. Miré a mi amigo esperando que fuera una broma suya pero el miraba para mi sin parecer tampoco entender lo que estaba pasando. Se empezaron a escuchar gritos en la distancia de personas asustadas y di un paso hacia la espada como si estuviera metido en el papel que me había tocado. En el horizonte apareció un gorila. Estaba a la suficiente distancia como para no poder describirlo en detalle pero su tamaño era mayor que el de las personas que escapaban de él. Volví a mirar a Saúl deseando que me dijera que era una broma.


-Tío, dime que es una broma tuya.

-Te juro que no sé que está pasando. - Empezó a correr en dirección contraria a la del gorila. - ¡Buena suerte tío!


Alcancé la espada mientras miraba como mi amigo me dejaba tirado. El gorila se dirigía a mi posición. La espada no pesaba demasiado pero los nervios hacían que temblara en mi mano. El gorila aterrorizaba a la gente a su paso. Notaba el sudor en mi frente. Respiré hondo intentando calmarme. Tenía una espada y yo era más inteligente que un gorila. Podía hacerlo. Cuanto más se acercaba más grande parecía el animal. Sostuve la espada entre mis dos manos y podía notar lo afilada que estaba. Solo necesitaba un golpe directo y se acabaría todo. No podía ser tan difícil, la humanidad lleva enfrentándose a los animales desde el principio de los tiempos. Se les puede vencer. Puedo ganarle. El gorila gruñía tan alto que mas que furioso parecía que ya estuviera herido de muerte. Tomé la espada con firmeza como había visto en las películas y decidí cual sería mi plan. Tenía que clavarle la espada en el pecho o en la garganta y producirle una herida mortal y luego escapar mientras agoniza. Solo un buen golpe me separaba de la gloria. Le iba a recordar durante el resto de mi vida mi victoria a Saúl. Doscientos kilos de pura bestia asesina corriendo a toda velocidad para destruirme. No creo que pudiera escapar en caso de querer intentarlo. Quizás era la adrenalina del momento pero mi cuerpo empezó a moverse como dirigido por una mano invisible. Corrí en dirección al gorila que mostraba sus dientes de manera intimidatoria. El choque se produciría en unos segundos. El gorila saltó alzando sus dos brazos. Yo alcé la punta de la espada apuntando a su corazón. Grité convertido en otro animal salvaje. Dos rugidos salvajes se cruzaron mientras mi espada se clavaba en el pecho de mi enemigo. No era en el corazón, demasiado a la derecha pero puede que fuera suficiente para adjudicarme la victoria. Sentí un mazazo fuerte sobre mi que me derribó y me hizo saborear mi propia sangre. Se me nubló la vista por el dolor. Recibí dos impactos más y se hizo la noche.



Escuchaba un monitor de signos vitales. El sonido era constante. Pi. Pi. Pi. Era lo único que percibía. Tenía como dormido todo el cuerpo. Me dolía todo. Intentaba moverme pero no era capaz. Y el sonido de la máquina de fondo. Escuchaba en ocasiones voces pero el pi permanecía. No sé cuanto tiempo estuve en ese letargo. Pero el sonido poco a poco se hizo más cercano. Estaba cavando la salida de un túnel cual prisionero fugado. Abrí los ojos. Me dolía todo. A mi derecha estaba la máquina del sonido que había mantenido mi mente en este mundo. Tenía el cuerpo completamente vendado e inmovilizado como esos personajes de las películas que sufren accidentes aparatosos. Cada bocanada de aire parecía quemarme por dentro. ¿Qué me había pasado? Antes de poder mirar a mi izquierda una voz reaccionó a mi despertar.


-¡Tío! ¡Rober! ¿Me escuchas? ¿Estás ahí? Dios, justo cuando tu madre se fue a comer. Pensamos que no volverías. Menuda locura. Dos semanas visitándote todos los días y justo hoy abres los ojos. ¿Me escuchas?

-s... s... i... - Intentaba hablar pero apenas era capaz de susurrar sonidos. Todavía no era capaz de ubicarme.

-Lo del gorila... Fue una locura. Te lo digo yo que soy tu amigo. ¿Cómo ibas a ganarle a un gorila? - En ese momento recordé el intento de pelea con el gorila. La máquina sonó durante unos momentos un poco más acelerada. - Tranquilo. Ya está, ya pasó. Te dio una paliza pero Coco es comprensivo.

-a... a... a... o... o... ?

-Perdona, supongo que no se presentó. Coco es el gorila, justo hoy vino conmigo a visitarte. - Giré un poco la vista y al lado de Saúl estaba el animal que me había dejado en este estado. Llevaba una venda alrededor del lugar en el que había clavado mi espada. Debí poner una cara de horror porque Saúl se puso delante de Coco intentando tranquilizarme. - Tío tranquilo. Coco ha venido para ver como te encuentras. - Saúl se giró y el gorila estaba comunicándose con lenguaje de signos. - Dice que está impresionado que eres el primero que elige la espada y se enfrenta a él y que además el primero que sobrevive. - Saúl volvió a comunicarse con el gorila. - Coco dice que se alegra mucho de que estés mejorando y que esperará a que te recuperes del todo para zanjar vuestro asunto e incluso te dejará usar dos espadas como muestra de respeto.

-a... a... a... a...


La maquina de registro de signos vitales empezó a sonar como un claxon roto. La vista volvió a ser borrosa. ¿Zanjar nuestro asunto? ¿Recuperarme? Se volvió a hacer de noche.

jueves, 9 de enero de 2025

Invierno

 Mi piel se derrite por los pensamientos
pensamientos de muerte
pensamientos enfermos.
Retuerzo ideas negras
que escurren lágrimas
que no encuentran consuelo,
diluvia fuera
goteras dentro.

El verde ya no existe,
el rojo es un tormento,
el amarillo todavía duele
y soy ciego al resto.
Escucho voces
no oigo el silencio
la vida sabe amarga
y no huele el cielo.

Pedí una mano
y se fueron todas
necesité espacio
y conocí la soledad
si me ves dame un abrazo
es probable que no pueda más.

miércoles, 8 de enero de 2025

Amor propio

 Me odio tanto
que les digo a todos que estoy bien
para que no hagan nada,
me odio tanto
que ignoro todas las heridas
que todavía sangran,
me odio tanto
que por mi
ya no hago nada,
me odio tanto
que cada mañana te imagino sonriendo
a otras personas,
me odio tanto
que te espero en una estación
donde ya no hay llegadas,
me odio tanto
que quiero que todo cambie,
que alguien me rescate
que pase algo
aunque crea que no merezco nada.

martes, 7 de enero de 2025

El cuerpo del pánico

 Me despierto,
duele, duele, duele
y mucho.
¿Por qué estoy temblando?
En el pecho un agujero
el cuerpo se está aplastando
algo quiere salir
no sé si por arriba o por abajo.
Duele y no respiro
duele y no hay nadie conmigo
duele pero no lloro
duele y sufro solo
duele el pecho
duele la espalda
duelen los brazos
que no se levantan.
Duele tanto que vomito,
me tapo pero estoy ahogado en sudor frío
tiemblo
y lloro.
¿Qué me pasa? Duele.
Mi cuerpo es una trampa,
una jaula que duele
las noches son largas
y el dolor vuelve.
No me lo merezco repito
e igual duele
me encojo en una manta
e igual duele
duele, duele, duele,
me dicen que pasará
y el dolor vuelve
mañana será otro día
pero el dolor vuelve.

jueves, 2 de enero de 2025

Diciembre

 Eran mis Cuatro Fantásticos
y a la Antorcha se le apagó la llama,
la Mujer se volvió invisible,
la Cosa no tenía tiempo ni para tortas
y Mr. Fantástico se estiró lejos de mi lado.
Ellos salvaban mi mundo
porque no soy ni héroe ni villano
y tampoco Doctor pero la Muerte
me llega en solitario.





Ya son muchas despedidas
mi buen amigo,
no te digo adiós
si mañana volveremos a estar reunidos.

Te deseo suerte en todas tus aventuras,
aunque no somos guerreros
somos hermanos de armas
enfrentando a la vida y al karma.

Que te llegue tanta felicidad
como la que trajiste a nuestras vidas,
que no olvides el camino y sus gentes
y que rías, grites, llores y vivas
sabiendo que siempre tendrás un lugar donde compartirlo.
Buena vida y buena ventura,
no es un adiós si es un hasta luego
y no se dice adiós si se puede decir te quiero.




Se me van los años
como se me escapa el tiempo en la cama
mirando al techo,
mirando a la nada.
Nada de para lo que sirvo sirve
y cada vez más sirvo para nada,
mi cabeza me detiene
mientras las agujas avanzan,
la vida sigue
y yo... Nada.

Corazón de guerrero

                                 El Sol ardía con tanta intensidad que el guerrero era el único alma a la vista en quilómetros a la redonda en el desierto. Caminaba con un calzado desgastado por el uso y unas ropas llenas de manchas de sudor y sangre. Llevaba una espada envainada en su mano derecha que en ocasiones usaba como bastón para apoyarse. El pelo y la barba crecidos tapaban gran parte de su rostro. Trece puñales clavados en su pecho y en su espalda a la altura del corazón hacían brotar sangre. Cada paso que daba una gota asomaba por la empuñadura de alguno de los puñales que llevaba clavado al corazón. Cada aliento que tomaba le hacía toser un puñado de sangre por la boca. Era un castigo autoimpuesto, el dolor para recordar sus errores, sus derrotas y los seres perdidos. Hace varios siglos el guerrero abandonó a sus Dioses y estos le maldijeron con la inmortalidad. "Mientras sigamos en este mundo tu cuerpo no envejecerá o enfermará, tus heridas se curarán y tendrás que vivir viendo como todo muere", aquellas palabras le parecieron en el pasado un premio más que un castigo pero con el tiempo sufrió la pérdida de todos aquellos que había conocido. Su nombre ya no significaba nada para nadie y estaba obligado a vagar por un mundo que no era el suyo. Ahora caminaba en busca de la muerte que llevaba tanto tiempo evitándole. 

Varias décadas en el pasado el guerrero sin nombre descubrió que la muerte le encontraría si conseguía exiliar a los Dioses del mundo. El vínculo que los ataba a este mundo eran los lugares de culto a ellos. En el momento que descubrió que su maldición podría llegar a su fin emprendió un camino sin retorno para acabar con todos sus templos y con él mismo. Tras varias décadas de viaje que hicieron que sumase puñales clavados a su corazón, el guerrero se adentró en el desierto para prender en llamas al último de los templos que existían en nuestro mundo. En ocasiones el guerrero fruto de la locura de vivir tantas vidas olvidaba hasta su nombre pero el dolor constante de los puñales en su corazón era el recordatorio necesario para hacerle continuar. Renunció incluso a su nombre en beneficio de su misión. Lo único que conservaba eran los puñales clavados a su corazón y la espada que le acompañaba desde tiempos inmemoriales. Al principio necesitó de su filo para destruir la protección que tenían los templos pero a medida que avanzaba en su objetivo menos oposición se encontraba y la espada había pasado de ser un arma a hacer en ocasiones de bastón. Sabía que estaba cerca de su objetivo, cada respiración ahogada por sangre, cada paso que abrasaba la planta de sus pies y cada gota de sudor y sangre que caían de su cuerpo los sentía como un mensaje de ánimo ante una meta a cada paso más próxima.

No hizo falta que llegara la noche en el desierto para que el guerrero encontrase el último templo. Comprobó que no residía nadie en él. Parecía largo tiempo abandonado, solo las antorchas encendidas daban crédito de que algún día ese lugar fue habitado. El guerrero respiró aliviado por no tener que luchar una última vez antes de llevar a cabo su cometido. Recogió las antorchas y las colocó alrededor del templo. Se alejó unos cien metros del templo e hizo un agujero en el suelo del desierto apartando con sus manos la arena. Retiró uno a uno los puñales de su cuerpo. Retirarlos suponía un gran dolor por el corte del filo a través de su cuerpo y por el proceso de curar la herida. En cuanto los trece filos fueron retirados de su cuerpo los limpió con sus ropas hasta retirarles cualquier rastro de su cuerpo. Introdujo las armas en el orificio que había cavado con sus manos y por último introdujo su espada. Las cubrió con la arena que había apartado hasta que no quedaba ni rastro de los catorce filos. Para sus adentros les dedicó unas palabras de despedida y en cierto modo esperando por fin reencontrarse con ellos. Al fin su largo camino parecía terminar. Volvió al templo y roció sus paredes con el alquitrán que encontró en el almacén y que se usaba para mantener encendidas las antorchas. Sin los cuchillos clavados se movía como si hubiese rejuvenecido treinta años de los que aparentaba. En cuanto el templo estuvo embadurnado caminó rodeando el templo y recogiendo las antorchas al mismo tiempo que las lanzaba contra el mismo. Antes de completar el círculo las lenguas de fuego parecían lamer las estrellas y aunque no notaba nada distinto el guerrero sabía que había llegado su momento. Avanzó por las escaleras de su entrada como si no significase adentrarse en las llamas. En cuanto su cuerpo estaba por completo en llamas comprobó que las heridas del fuego no se curaban. Sonrió y se sentó en el escalón más alto. El recuerdo de los ídolos que algún día veneró estaban desapareciendo entre las llamas junto a él. Podría reunirse con sus seres queridos. Podría dejar atrás todo el dolor. Podría volver a empezar. Podía por fin morir. En algún momento entre las llamas y las cenizas el corazón de un guerrero dejó de latir.

miércoles, 1 de enero de 2025

Que pasaría...

 Si te pido que nos abracemos,
si pongo flores en tu ventana,
si compartiéramos todas las lágrimas,
si envío ese mensaje,
si te pido que me abraces,
si las ganas vencen al silencio,
si decidimos compartir nuestro tiempo,
si no puedo pero quiero,
si hablamos y no solo con la mirada,
si vienes y me abrazas,
si no nos pedimos nada
y nos lo damos todo,
si guardamos los recuerdos
y construimos otros,
si voy y te abrazo,
si me pides que nos abracemos,
si me pides que te abrace.
Si...
¿Qué pasaría?