lunes, 24 de febrero de 2025

Tres sueños

                                 Allí está ella. El pelo suelto, un vestido largo de flores y descalza sobre una tierra baldía. No sé donde estoy pero no puedo ver su cara. Camina y aunque levanta polvo no se mancha ni un poco. El vestido tiene algún remiendo sobre alguna parte de la tela rasgada. No puedo ver su cara. Llega hasta un desfiladero y camina hasta el borde. No hay puente. No puedo ver su cara. Delante de sus pies aparezco yo flotando y sin mirarme camina sobre mi para comenzar a cruzar el vacío. Siento a mi espalda la oscuridad de la caída y sobre mi sus pisadas. Son frías. No mira abajo mientras camina. No puedo ver su cara. Cuando pisa mi cara vuelvo a aparecer delante de sus pies. Sigue caminando sobre mi otro yo. Sus pisadas dejan frío mi cuerpo allá donde pisa. No puedo ver su cara. Continua caminando sobre una sucesión de yoes hasta alcanzar el otro lado. Deja atrás el puente sin mirarme en ningún momento. Todavía siento el frío de sus pisadas mientras se aleja. No puedo ver su cara. Hay una casa. Abre la puerta y al contrario que Orfeo se adentra sin mirar atrás. Todos mis yoes que conformamos el puente nos derramamos sobre la oscuridad del vacío. Todavía siento el frío de sus pisadas. No recuerdo su cara.




                                Hay una gran mesa en la habitación. Una mesa que se alarga por todo el gran salón de ceremonias. Presido la mesa y puedo ver como se distribuyen mi familia y mis amigos a lo largo de sus laterales. Sobre la mesa manjares de todo tipo. Todo tipo de carne preparado de distintas formas, pescados que no llego a reconocer y fruta y verdura de temporada. Todo está listo para una gran velada. Al fondo de la mesa uno de mis amigos se levanta y se retira de la mesa mientras se lleva en brazos su silla. Antes de que pueda preguntarle los motivos de que se vaya su plato desaparece de la mesa y la mesa mengua en su tamaño. Como en un efecto dominó una a una de las personas se empieza a levantar y se retiran de la habitación mientras se lleva su silla. Cada vez que eso ocurre parte de la comida desaparece y la mesa pierde tamaño. A cuentagotas el gran salón parece todavía más grande frente a la mesa que encoge con cada persona que abandona la festividad. Quedamos dos personas y la mesa apenas tiene un metro cuadrado de tamaño. Solo queda una manzana sobre ella. Quiero pedirle a la persona que no se marche pero como el resto se levanta y se retira con su silla en manos. La mesa desaparece del todo. Queda un plato sobre mis piernas y tengo en mis manos el tenedor y el cuchillo. Estoy solo a oscuras en un gran salón. Se acabó la fiesta.






                                    Estoy en una fiesta en una casa. Conozco a muchas personas y hay unas cuantas que desconozco. Uno de mis amigos me dice de presentarme a unos conocidos suyos. Me dice sus nombres y cuando intento saludar al primero con un abrazo mis brazos se desvanecen. Sin querer le doy un cabezazo a la otra persona. En cuanto me alejo mis brazos reaparecen. Me disculpo. Les digo que no entiendo qué está pasando. Al intentar el abrazo de nuevo mis brazos se vuelven a desvanecer. Me asustó y pruebo a abrazar a mi amigo. En cuanto me acerco mis brazos se esfuman. La angustia me aprieta. Intento abrazar a otro de los desconocidos pero como en las dos anteriores ocasiones mis brazos no están. Ya frenético corro entre personas de la fiesta pidiéndoles que me abracen pero en cuanto lo intentan me quedo sin brazos con los que abrazar. La gente me mira como si fuese un bicho raro. Salgo por la puerta de la casa y me siento en las escaleras del descansillo. Tengo la frente empapada en sudor y noto como el cerebro me palpita en el interior de la cabeza. Estoy temblando. Intento abrazar mi propio cuerpo para consolarme. Mis brazos se desvanecen. Nadie viene.

lunes, 17 de febrero de 2025

No lo quieres saber

 ¿En qué momento mi mente
se convirtió en arenas movedizas de mi cuerpo?
Y el llanto no termina
aunque mi cabeza me diga que todo es una mentira
no puedo parar de llorar
será una mentira pero lo que siento es de verdad.

viernes, 14 de febrero de 2025

Un año

 De la última vez que nos reímos,
después ha sido
yo contigo
y tú conmigo
muy poco juntos
y nunca lo que fuimos.

jueves, 13 de febrero de 2025

Voy lentín

 Quise tanto
y aún así no se pudo,
quiero todavía
y no se puede,
sé que querré
y ojalá se pueda.
No tengo nada de lo que arrepentirme
entonces, ¿por qué todavía duele?

martes, 11 de febrero de 2025

El precio de no dormir

 Cada día más pastillas
lloro de noche
lloro de día
ahógalo con química
soy yo el que se ahoga
y la química no seca las lágrimas.

Me pongo cemento
y mis pies clavados a las vías,
toca comprobar
si no para el tren de la vida.

Una persona se encierra en mi jaula
le pido perdón a cada momento
se ríe como si fuera jauja
solo yo odio pasar conmigo tiempo.

sábado, 8 de febrero de 2025

Ronin

                             Aquel lugar había sido una posada en el pasado aprovechando que tenía un pozo de agua a su lado. Ubicaron la edificación intentando aprovechar al máximo el acuífero tanto para beber como para los servicios del local. Pero ese tiempo había pasado. El ronin lo sabía y por eso decidió pasar aquella noche de verano en aquel lugar. La guerra había llegado a esas tierras y muchos edificios fueron abandonados. Esta era un lugar de reposo de una sola noche para el espadachín, por la mañana tendría que continuar su viaje hacia el territorio donde los vasallos de su antiguo señor habían formado la resistencia. Llevaba dos espadas en la zona izquierda de su cadera. La que le otorgaron cuando se le nombró guardián de aquella familia noble y la de su fallecido señor. Sus ropajes estaban impolutos y su pelo recogido como le habían enseñado. Toda una vida dedicada a la espada y al honor. Una vida que ahora se veía manchada por el asesinato de su señor a manos del autoproclamado señor de estas tierras. Aquel hombre atacó por la noche y a traición. Asesinó delante de todos los miembros del castillo. El ronin pudo recuperar el arma de aquel al que servía y salvar su vida a duras penas. Tuvo que rebanar a decenas de hombres para ello. Y aún así no fue suficiente. Su idea era reunirse con la resistencia, comprobar cuales eran sus intenciones y unirse a ellos en caso de que aquello tuviese posibilidades de restaurar su honor. Tenía que devolver la paz al espíritu de la familia que gobernaba estas tierras. Encendió varias velas en el cuarto en el que se hospedaba para meditar antes de dormir. Algo inquietó sus pensamientos. Algo parecía moverse entre las sombras. El instinto hizo que moviera su mano derecha a la empuñadura de su katana pero antes de alcanzarla dos sombras con forma humana asomaron. La primera desde atrás amenazando rebanar su cuello con un kunai y la segunda por delante desde abajo apuntando con una espada al corazón del guerrero. Aquello que le había alertado asomó como una tercera persona cubierta a excepción de los ojos en ropas negras. 


-¿Eres Hiro?

-¿Quién lo pregunta?

-Nuestro señor tiene una oferta para ti. - Con un movimiento de su mano los dos asesinos que tenían apresado al ronin desaparecieron entre las sombras. - Sabe al lugar que te diriges y cree tus habilidades serían más útiles a su lado.

-¿Acaso cree vuestro señor que no conozco el honor? ¿Cómo puede pretender que sirva a la persona que asesinó a aquel que me hizo quien soy? ¿Cómo puede creer que no es un insulto para mi aliarme con aquel que asesina niños a sangre fría?

-Tenemos el lugar rodeado. Somos los mismos asesinos que hicimos caer a tu señor. Si no te unes a nosotros no nos sirves para na...


Antes de que pudiera terminar la frase. Hiro se desplazó con la velocidad del rayo y apareció a las espaldas de su enemigo con la espada desenvainada. La cabeza del asesino se desplomó y una línea de sangre se dibujó en la pared. El ronin respiró hondo y percibió que con él se encontraban catorce asesinos más en la habitación. Ocultos en las sombras. Con su mano izquierda retiró la espada que había pertenecido a su señor. Y se sumergió en un estado de concentración cercano al trance. Las katanas y él se unieron en uno.

Durante cinco largos minutos se podían escuchar choques de metal y gritos de dolor desde fuera de la posada. Tras ese tiempo el ronin asomó por su puerta. Cubierto de la sangre de sus enemigos y en menor medida también de la suya. Un puñal clavado en el hombro izquierdo, tres tajos paralelos en el pecho y otro corte en su muslo derecho eran la factura del combate. A sus espaldas quince asesinos de élite muertos. Hiro limpió las espadas antes de volver a envainarlas. Recogió algunas prendas que quedaban en la posada e improvisó unos vendajes con ellas tras lavarse con la agua del pozo. Buscó el cuarto de las escobas y encontró una pala.

Para cuando amaneció el ronin ya había terminado de cavar y cubrir las quince tumbas de los asesinos. Sus ropas se había secado durante aquella calurosa noche de verano. Los vendajes no se habían manchado demasiado lo que era una buena señal y más cuando se pasó toda la noche haciendo esfuerzos. A pesar de no pegar ojo Hiro estaba de buen humor. Cuando empezó a meditar se cuestionaba si unirse a los rebeldes era el camino correcto. Tras el encuentro con los asesinos tenía su respuesta. Tenía varias horas de camino por delante. Tenía un objetivo. Tocaba la empuñadura de la katana de su señor mientras caminaba. Le susurraba que pronto podrían descansar en paz. Que esa era la senda del honor.

lunes, 3 de febrero de 2025

Michi

                             Todavía sonrío al recordar el día que decidieron venirse a mi casa. Ella y Pequeña daban un paso muy grande al compartir su vida conmigo. De ella he hablado tanto que cualquiera que me conozca podría describirla mejor que yo. Pequeña era su gata. Una gata negra muy peculiar. Como un pato con su imprimación al nacer, Peque seguía a ella por toda la casa. Cuando ella se sentaba en algún lado la gata se sentaba en su regazo con los ojos abiertos mirándola. Cuando ella volvía de algún lado Pequeña maullaba que pareciera que le ponía al día con todo lo que había sido en su día en su ausencia. Pequeña le tenía miedo a las personas pero con ella podría dormirse sobre cualquier parte de su cuerpo. Da igual la estación del año Pequeña se colocaba en su regazo con sus dos ojazos bien abiertos mirándola con una admiración que rozaba la adoración. A mi me gustaba esperar a que Pequeña le dejara de contar con sus maullidos lo su día para acercarme y saludarla con un abrazo para volver a dejar su lugar a la gata. Durante las primeras semanas me ignoraba pero poco a poco parecía que me agradecía que no quisiera robarle del todo a ella. A veces mientras ella trabajaba en su escritorio con la gata con los ojos como platos admirándola me gustaba contemplarlas a las dos con la misma admiración. Lucían preciosas y al mismo tiempo la estampa era graciosísima, una mamá canguro haciendo su vida y su hija apoyándola. A ella le encantaba contarme todas las cosas que le parecían graciosas de la gata y yo acababa riéndome con ella. Le hacía un montón de fotos que me encantaba recibir. La mayoría eran de Peque sentada en alguna parte de su cuerpo mirándola con los ojos abiertos de tal manera que no se perdiera ningún detalle. Eran tan hermosas las dos juntas que separarlas habría un crimen. 

Un día ella pasó el fin de semana fuera y la gata se pasó la primera hora en la puerta esperando a que volviera cual madre la primera noche que un hijo sale de fiesta. Al rato volvió a ser la gata independiente que era cuando ella no estaba y estuvo a su bola por la casa. A la mañana siguiente comprobó que ella no había vuelto buscándola por toda la casa. En ese momento por primera vez Pequeña se acercó a mi y me empezó a maullar como cuando lo hacía con ella. Estaba sentado leyendo, se subió a mi regazo y se echó una siesta. Era la primera vez que lo hacía. Le mandé una foto del momento a ella que le hizo mucha ilusión. Aquel día me sentí más unido a las dos y especialmente aceptado por Peque. Le había cogido tanto cariño a esa bolita de pelo negra que se me rompió el corazón el día que ambas se fueron de mi vida. Es triste y doloroso despedirse de personas que quieres pero pocas veces se habla de la pena cuando alguien tan especial como Pequeña ya no está en tu vida. Con ella puedo podría llamarla y preguntarle como está su vida pero tengo que convivir con la idea de no volver a saber nada de Pequeña. De saber que aunque sea verano mi regazo cogerá frío.

sábado, 1 de febrero de 2025

Enero

 Amar es una pesada carga,
hace un año nos llovían caramelos
y ahora me llueve solo.
Mi corazón se ensombrece
y bombea lodo,
fango en mis pies
y donde el pecho me calentabas
ahora el pecho arde
puede que el infierno me reclame
si allí me dan una habitación
tirad la llave.
No sé si llego a mi destino
o me alejo
no sé si avanzo
o me ahogo por quedarme quieto,
ya no me pregunto si os extraño
sabiendo cual es la respuesta,
telarañas en mi memoria
heridas en el pensamiento.
Sobrevivo cada día como un domingo
deseando que no llegue mañana,
si este es mi tren
me bajo en la siguiente parada
ya no tengo una canción
que merezca ser cantada.