No puedo vivir sabiendo
que la lista de las cosas que no van a volver sigue creciendo.
Intento podar los malos pensamientos
pero tienen raíces profundas
se enredan en mi garganta
y silencian cuando intento pedir ayuda.
Es difícil comprender lo que no se siente
o aceptar que solo tienes tristeza
si me alejo es que no quiero que sufran
mientras compruebo que se me acaba el tiempo.
No quiero seguir sosteniendo un mundo que me rechaza
no quiero seguir congelado en el tiempo
no quiero que mis gritos se conviertan en silencio.
Solo quiero...
Quiero...
Ojalá saberlo.
martes, 1 de julio de 2025
Junio
lunes, 9 de junio de 2025
Viaje
Mis abuelos cada vez que les visito me repiten la historia de como ellos de jóvenes deseaban con todas sus fuerzas poder volver teletransportándose o que un transporte mágico les llevara de la discoteca a casa sin tener que caminar. También me repiten la decepcionante transformación que sufrió su sueño. Es cierto que el teletransporte se inventó pero está muy lejos de ser lo que ellos o la literatura de los superpoderes imaginaban. En el año 2088 puedo vivir en Vigo y trabajar de manera presencial en Cardiff. No vuelo, ni tengo un avión privado que me lleve y me traiga. Todo es gracias a la tecnología del salto espacial o como comúnmente se conoce "teletransporte". Ya la tenemos tan asumida que resulta un tanto difícil de explicar a los que no la han visto funcionar. De la misma manera que hay paradas de autobús y de metro, tenemos los lugares de salto distribuidos por las ciudades. Es allí donde se produce el salto de un lugar a otro. Ahora viene el pero de todo esto, no puedes ir a donde tú quieras. Necesitas un aparato del tamaño de un huevo que es aquel que indica entre que dos lugares de salto te mueves. Sin ese "huevo" no se inicia el proceso y cada uno de esos aparatos tienen codificados los dos lugares entre los que puede viajar. Como una línea de metro que siempre hace el mismo recorrido. Y cada activador de teletransporte suele tener un precio elevado, es raro que tengamos más de tres a nuestra disposición. El que te proporciona la empresa en caso de necesitarlo y el familiar si por los motivos que sea te toca vivir lejos de ellos suelen ser lo típico. En mi caso, esos dos son los que tengo. Mi familia decidió mudarse a Uruguay y dejarme su antigua vivienda y por suerte mi empresa me facilitó un aparato para poder ir y volver cada día.
Esta historia comienza un lunes marcado por tres errores que cometí. El primero fue la noche anterior que volví de visitar a mi familia, llegué tarde y me olvidé de organizar el día siguiente y por lo tanto de poner el despertador. Me desperté tarde y sin apenas tiempo para hacer nada si quería llegar a tiempo al trabajo. Ahí viene mi segundo error. Prepararme para el trabajo a toda prisa hizo que pillara lo primero que encontrara por casa, el maletín de trabajo, el aparato de teletransporte y la chaqueta que usé el día anterior. Bajé por las escaleras corriendo y me dirigí a toda velocidad a la estación de salto espacial más cercana. Por el camino no paraba de mirar al reloj deseando que por un casual avanzara en dirección contraria. Me maldecía por darme el capricho de haber pasado más tiempo del que tenía planeado con mis seres queridos y llegar tan agotado que dejé todo lo de hoy para el Rober del futuro. Llegué a la estación y todas mis prisas parecieron ganarme algo de tiempo. Aunque todavía estaba estresado respiré hondo en cuanto vi la plataforma de salto espacial. Sería llegar allí y con un paso estaría en la ciudad donde pasaría las próximas seis horas trabajando. Fácil y rápido. Llegué a la plataforma y al avanzar para el teletransporte la tecnología parecía rechazarme. Me empujaba hacia atrás. Y ahí mi tercer error. Insistí antes de que algún miembro de seguridad me asistiera. Avancé oponiéndome a la fuerza que parecía querer que volviera sobre mis pasos. Tenía el dispositivo del trabajo en mi mano derecha y parecía funcionar bien. Un pitido intenso paró mi avance. Podía ver mi parada de destino en Cardiff y al parpadear ¿la de Uruguay? ¡No! Palpé los bolsillos de la chaqueta y ahí estaba el otro dispositivo fruto de mi primer error. Estaba viajando a dos lugares al mismo tiempo. Notaba como en las caricaturas tiran de un personaje desde ambos lados y se estira. No había dolor pero bajo mi mirada mi cuerpo se agrandaba, se encogía y se deformaba de formas que solo podían verse en los dibujos. Por un momento pensé en volver sobre mis pasos pero ya no estaba en Vigo. Mi cuerpo oscilaba cual péndulo entre Cardiff y Uruguay. Permanecía en cada uno de ellos menos tiempo cada vez. El pitido me estaba volviendo loco. Escuchaba gritos a mi alrededor. Mi cuerpo parecía expandirse, no hincharse, expandirse. Intenté lanzar los dispositivos lejos para ver si aquella locura paraba. El pitido se acabó.
Cuando abrí los ojos por primera vez estaba todo negro. Tardé un tiempo que percibí como horas en poder ver algo que no fuera la absoluta oscuridad. No estaba en Cardiff, tampoco en Uruguay y desde luego no en Vigo. Por un instante pensé en que pudiera ser todo una pesadilla y que todavía permanecía en ella. En otro período largo de tiempo descubrí que aquello era la realidad, mi nueva realidad. Tras tres días fui capaz de recomponer mi forma tal como la recordaba. ¿Qué me estaba pasando? Lo más parecido a una respuesta es decir que me convertí en información. ¿Qué tipo de información? No lo sé, a veces pienso que es un espacio digital y la mayor parte del tiempo un tramo intermedio entre el mundo digital y el físico. ¿Puedo comunicarme con alguien? Hasta el momento no he podido a pesar de que me puedo mover alrededor del mundo e incluso visualizar a las personas del mundo real. ¿Qué voy a hacer? Me gustaría volver con los míos, decirles que estoy bien y volver a abrazarles. Mientras tanto solo puedo pensar en aquello que me decía mi abuela de "no se puede estar en dos lugares al mismo tiempo".
domingo, 1 de junio de 2025
Mayo
Era el momento del cambio
y me volvieron a paralizar
todos esos pensamientos
que me hacen dudar de la realidad.
Quise echar a andar
y acabé tirado en el barro
cuando el interior de mi cabeza
convirtió en mi enemigo a mi reflejo.
Ahora estoy en cama
sin saber que vendrá
no elijo camino
no elijo destino
solo soy un cuerpo que no quiero habitar.
Disfruto mi propia pesadilla
ver a todos los que quise
diciendo entre risas
que me debería matar.
Son las cuatro de la mañana
y mis miedos saben que es el momento,
no alcanzo a pulsar el botón de ayuda
y exploto reteniendo todo lo que siento.
Me retuerzo en la cama
ahogado en mis propios fluidos
sudo, lloro y sangro
y solo puedo pensar que me lo tengo merecido.
lunes, 26 de mayo de 2025
No lo haré
Escribir sobre ella es la única forma que me queda de recordar toda la felicidad que vivimos juntos. Esta no es una historia feliz. Ya compartíamos apartamento Bea, la gata y yo. La convivencia comenzó a tener pequeñas rutinas que todavía me sacan una sonrisa. Éramos dos desastres pero nos queríamos y eso funcionó durante un tiempo.
Los sábados a mi me gustaba salir a correr por la mañana. Ella prefería dormir un rato más. Antes de salir por la puerta dejaba que la gata entrara al dormitorio y se acurrucara a sus pies. Parecía planeado. No lo era. Corría un rato y luego volvía caminando al piso parando en alguna tienda en caso de necesitar algo para la comida del fin de semana. Al llegar al piso preparaba el desayuno para los tres. Primero la gata que en cuanto me escuchaba volver ya me esperaba con sus ojos abiertos de par en par sabedora que le pondría su cuenco de comida y el de agua. Luego el nuestro. No mentiré diciendo que preparaba algo especial porque no era el caso. Tazón de leche con cacao, para ella extra; con galletas con diseños de animales. Me gustaba acompañar su desayuno con una nota donde le escribía lo mucho que la quería y siempre recogía una margarita porque me recordaban a ella para colocarla como punto final de la nota. Llevaba su desayuno a la cama y cuando me acercaba con el mío la gata venía tras de mi. Ella se despertaba y tomaba una cucharada con más cacao que leche y remojaba un buen puñado de galletas en leche. Las comía como si fueran cereales. Yo me tomaba mi leche mirando como disfrutaba del desayuno. Cuando terminaba con el tazón leía la nota y con una gran sonrisa me daba un abrazo que alguna vez amenazó con derramar toda la leche de mi tazón sobre la cama. Tras eso ya podía empezar el día.
Era otro sábado normal en el que volvía de correr. Me sorprendió no ver a la gata esperándome al abrir la puerta. No fue hasta que llegué a la cocina y vi preparado un tazón para mi que lo entendí. Al lado de mi tazón había una nota como las que yo hacía. En ella Bea me decía que me quería mucho, que fue muy feliz a mi lado, que me iba a extrañar toda la vida y una serie de halagos que precedían al golpe mortal. Se iba del piso y de mi vida. Necesitaba un cambio. La parte de la nota que sujetaba se arrugó por mi agarre. Temblaba y no sabía describir el motivo. En la misma nota me avisaba cuando iría a recoger sus cosas y que no se lo pusiera más difícil. Era como una primera clase de boxeo, me daban tantos golpes y no sabía por donde me venían. Al final del texto también había una flor, una Myosotis. También conocida como Nomeolvides. Me senté en una silla mirando aquella flor. Todavía estaba su aroma en el aire.
-No lo haré.
miércoles, 30 de abril de 2025
Abril
Derramaste tanta lluvia
sobre mi río
que llegó la primavera
y estoy desbordado.
No acepto la despedida,
no es tiempo de que la hoja caiga,
difícil asumir que así es la vida
no floreceré en tierra árida.
sábado, 26 de abril de 2025
Quizás en otra vida
Llenarte la cara de besos de buenos días,
tus besos en la mano de buenas noches,
la mascarilla en los otros pies,
dibujarnos,
mirarnos en silencio,
reír.
Hacer intercambio de meriendas,
cocinar juntos para nuestra gente,
bailar juntos como si no nos mirara nadie,
desnudarnos,
acompañar los momentos,
reír.
Diseñar nuestra historia a medias,
escribir nuestro relato de vida,
presentarnos a quien queremos,
cuidarnos,
compartir la carga,
reír.
Caminar del brazo como abuelos,
no soltarnos la mano ni cuando tememos,
reparar lo que otros rompieron,
besar,
abrazar bien fuerte,
reír.
Recorrer el camino de tus lunares,
que descubramos todos nuestros lugares,
emocionarnos descubriendo que significa nosotros,
amar,
disfrutar de nuestras parvadas
y siempre reír.
Me aferro a la última parte de ti que conservo porque no quiero que mi último recuerdo de ti sea toda esta tristeza.
martes, 1 de abril de 2025
Marzo
Enjaulo días y recuerdos,
con barrotes de personas a las que no le importo,
nada de lo que digo funciona,
nada de lo que hago es escuchado.
Me fui y no quise volver,
volví y me ahogo en lo que encontré,
detesto la idea del mañana
y no encuentro refugio en el ayer.
Está siendo una larga travesía sin rumbo
y todas mis huellas se borran en el camino,
si alguien tiene valor
que me busque y se comporte como un amigo.
martes, 11 de marzo de 2025
Días de lluvia
Eras mi refugio
en los días de tormenta,
ahora el huracán con tu nombre
ha arrasado todo.
Llueve.
Duele.
martes, 4 de marzo de 2025
Solitario
Tengo un vacío en el pecho que crece
cada vez que recuerdo
que acumulo momentos que no viviremos.
Se alimenta cada día
de todos los memes que no compartimos,
de todas las películas que no comentamos,
de todos los mensajes que no enviamos
de todo el silencio que intercambiamos.
A veces llora, a veces sangra,
no puedo decir que duele
porque cuanto más crece
más cerca de decir que no siento nada.
Tengo un vacío en el pecho que no se ve
pero que sueña con sustituirme,
ha engullido tanto de mi
que en ocasiones no sé si es él el que os escribe.
Soy su piel de cordero,
su matrioshka más grande,
el cascarón que algún día dejará de interesarle.
Ya no quiero ser esto,
no quiero sentir nada,
que este vacío se muera
con todas las personas que lo llenaban.
lunes, 3 de marzo de 2025
Ojos color café
Hoy me desperté amándote
aunque cada día te quiero,
hoy me acostaré llorándole
a tu recuerdo color desvelo.
Desbarato todos mis pensamientos
para conservar mi afecto
emborrono quien fui
por calentarme en la lumbre de lo que siento.
Ruego cada noche
para que la vida te trate como a mi me gustaría,
que cada amanecer te abrace
y que antes de ir a dormir sonrías.
domingo, 2 de marzo de 2025
Mañana es lunes
Manos sudadas me acarician,
saben a playa
se sienten como su arena.
Soy víctima de la mafia de la vida
miro al fondo del río
y yacen mis pies en el bloque de cemento.
Tacho treinta y seis motivos para dar gracias
mientras miro billetes a estaciones abandonadas,
no te asustes porque me vaya
y ten miedo porque no vuelva.
sábado, 1 de marzo de 2025
Febrero
Estoy en la ducha
escondiendo mis lágrimas
he perdido mucho
voy a quemar lo que falta.
Ya son desconocidos
aquellos a los que amaba
yo tengo la culpa
debería ser yo el que arda.
Solo anhelo un abrazo
y un poco de esperanza,
no se escuchan las risas
solo la balada triste de mi alma.
lunes, 24 de febrero de 2025
Tres sueños
Allí está ella. El pelo suelto, un vestido largo de flores y descalza sobre una tierra baldía. No sé donde estoy pero no puedo ver su cara. Camina y aunque levanta polvo no se mancha ni un poco. El vestido tiene algún remiendo sobre alguna parte de la tela rasgada. No puedo ver su cara. Llega hasta un desfiladero y camina hasta el borde. No hay puente. No puedo ver su cara. Delante de sus pies aparezco yo flotando y sin mirarme camina sobre mi para comenzar a cruzar el vacío. Siento a mi espalda la oscuridad de la caída y sobre mi sus pisadas. Son frías. No mira abajo mientras camina. No puedo ver su cara. Cuando pisa mi cara vuelvo a aparecer delante de sus pies. Sigue caminando sobre mi otro yo. Sus pisadas dejan frío mi cuerpo allá donde pisa. No puedo ver su cara. Continua caminando sobre una sucesión de yoes hasta alcanzar el otro lado. Deja atrás el puente sin mirarme en ningún momento. Todavía siento el frío de sus pisadas mientras se aleja. No puedo ver su cara. Hay una casa. Abre la puerta y al contrario que Orfeo se adentra sin mirar atrás. Todos mis yoes que conformamos el puente nos derramamos sobre la oscuridad del vacío. Todavía siento el frío de sus pisadas. No recuerdo su cara.
Hay una gran mesa en la habitación. Una mesa que se alarga por todo el gran salón de ceremonias. Presido la mesa y puedo ver como se distribuyen mi familia y mis amigos a lo largo de sus laterales. Sobre la mesa manjares de todo tipo. Todo tipo de carne preparado de distintas formas, pescados que no llego a reconocer y fruta y verdura de temporada. Todo está listo para una gran velada. Al fondo de la mesa uno de mis amigos se levanta y se retira de la mesa mientras se lleva en brazos su silla. Antes de que pueda preguntarle los motivos de que se vaya su plato desaparece de la mesa y la mesa mengua en su tamaño. Como en un efecto dominó una a una de las personas se empieza a levantar y se retiran de la habitación mientras se lleva su silla. Cada vez que eso ocurre parte de la comida desaparece y la mesa pierde tamaño. A cuentagotas el gran salón parece todavía más grande frente a la mesa que encoge con cada persona que abandona la festividad. Quedamos dos personas y la mesa apenas tiene un metro cuadrado de tamaño. Solo queda una manzana sobre ella. Quiero pedirle a la persona que no se marche pero como el resto se levanta y se retira con su silla en manos. La mesa desaparece del todo. Queda un plato sobre mis piernas y tengo en mis manos el tenedor y el cuchillo. Estoy solo a oscuras en un gran salón. Se acabó la fiesta.
Estoy en una fiesta en una casa. Conozco a muchas personas y hay unas cuantas que desconozco. Uno de mis amigos me dice de presentarme a unos conocidos suyos. Me dice sus nombres y cuando intento saludar al primero con un abrazo mis brazos se desvanecen. Sin querer le doy un cabezazo a la otra persona. En cuanto me alejo mis brazos reaparecen. Me disculpo. Les digo que no entiendo qué está pasando. Al intentar el abrazo de nuevo mis brazos se vuelven a desvanecer. Me asustó y pruebo a abrazar a mi amigo. En cuanto me acerco mis brazos se esfuman. La angustia me aprieta. Intento abrazar a otro de los desconocidos pero como en las dos anteriores ocasiones mis brazos no están. Ya frenético corro entre personas de la fiesta pidiéndoles que me abracen pero en cuanto lo intentan me quedo sin brazos con los que abrazar. La gente me mira como si fuese un bicho raro. Salgo por la puerta de la casa y me siento en las escaleras del descansillo. Tengo la frente empapada en sudor y noto como el cerebro me palpita en el interior de la cabeza. Estoy temblando. Intento abrazar mi propio cuerpo para consolarme. Mis brazos se desvanecen. Nadie viene.
lunes, 17 de febrero de 2025
No lo quieres saber
¿En qué momento mi mente
se convirtió en arenas movedizas de mi cuerpo?
Y el llanto no termina
aunque mi cabeza me diga que todo es una mentira
no puedo parar de llorar
será una mentira pero lo que siento es de verdad.
viernes, 14 de febrero de 2025
Un año
De la última vez que nos reímos,
después ha sido
yo contigo
y tú conmigo
muy poco juntos
y nunca lo que fuimos.
jueves, 13 de febrero de 2025
Voy lentín
Quise tanto
y aún así no se pudo,
quiero todavía
y no se puede,
sé que querré
y ojalá se pueda.
No tengo nada de lo que arrepentirme
entonces, ¿por qué todavía duele?
martes, 11 de febrero de 2025
El precio de no dormir
Cada día más pastillas
lloro de noche
lloro de día
ahógalo con química
soy yo el que se ahoga
y la química no seca las lágrimas.
Me pongo cemento
y mis pies clavados a las vías,
toca comprobar
si no para el tren de la vida.
Una persona se encierra en mi jaula
le pido perdón a cada momento
se ríe como si fuera jauja
solo yo odio pasar conmigo tiempo.
sábado, 8 de febrero de 2025
Ronin
Aquel lugar había sido una posada en el pasado aprovechando que tenía un pozo de agua a su lado. Ubicaron la edificación intentando aprovechar al máximo el acuífero tanto para beber como para los servicios del local. Pero ese tiempo había pasado. El ronin lo sabía y por eso decidió pasar aquella noche de verano en aquel lugar. La guerra había llegado a esas tierras y muchos edificios fueron abandonados. Esta era un lugar de reposo de una sola noche para el espadachín, por la mañana tendría que continuar su viaje hacia el territorio donde los vasallos de su antiguo señor habían formado la resistencia. Llevaba dos espadas en la zona izquierda de su cadera. La que le otorgaron cuando se le nombró guardián de aquella familia noble y la de su fallecido señor. Sus ropajes estaban impolutos y su pelo recogido como le habían enseñado. Toda una vida dedicada a la espada y al honor. Una vida que ahora se veía manchada por el asesinato de su señor a manos del autoproclamado señor de estas tierras. Aquel hombre atacó por la noche y a traición. Asesinó delante de todos los miembros del castillo. El ronin pudo recuperar el arma de aquel al que servía y salvar su vida a duras penas. Tuvo que rebanar a decenas de hombres para ello. Y aún así no fue suficiente. Su idea era reunirse con la resistencia, comprobar cuales eran sus intenciones y unirse a ellos en caso de que aquello tuviese posibilidades de restaurar su honor. Tenía que devolver la paz al espíritu de la familia que gobernaba estas tierras. Encendió varias velas en el cuarto en el que se hospedaba para meditar antes de dormir. Algo inquietó sus pensamientos. Algo parecía moverse entre las sombras. El instinto hizo que moviera su mano derecha a la empuñadura de su katana pero antes de alcanzarla dos sombras con forma humana asomaron. La primera desde atrás amenazando rebanar su cuello con un kunai y la segunda por delante desde abajo apuntando con una espada al corazón del guerrero. Aquello que le había alertado asomó como una tercera persona cubierta a excepción de los ojos en ropas negras.
-¿Eres Hiro?
-¿Quién lo pregunta?
-Nuestro señor tiene una oferta para ti. - Con un movimiento de su mano los dos asesinos que tenían apresado al ronin desaparecieron entre las sombras. - Sabe al lugar que te diriges y cree tus habilidades serían más útiles a su lado.
-¿Acaso cree vuestro señor que no conozco el honor? ¿Cómo puede pretender que sirva a la persona que asesinó a aquel que me hizo quien soy? ¿Cómo puede creer que no es un insulto para mi aliarme con aquel que asesina niños a sangre fría?
-Tenemos el lugar rodeado. Somos los mismos asesinos que hicimos caer a tu señor. Si no te unes a nosotros no nos sirves para na...
Antes de que pudiera terminar la frase. Hiro se desplazó con la velocidad del rayo y apareció a las espaldas de su enemigo con la espada desenvainada. La cabeza del asesino se desplomó y una línea de sangre se dibujó en la pared. El ronin respiró hondo y percibió que con él se encontraban catorce asesinos más en la habitación. Ocultos en las sombras. Con su mano izquierda retiró la espada que había pertenecido a su señor. Y se sumergió en un estado de concentración cercano al trance. Las katanas y él se unieron en uno.
Durante cinco largos minutos se podían escuchar choques de metal y gritos de dolor desde fuera de la posada. Tras ese tiempo el ronin asomó por su puerta. Cubierto de la sangre de sus enemigos y en menor medida también de la suya. Un puñal clavado en el hombro izquierdo, tres tajos paralelos en el pecho y otro corte en su muslo derecho eran la factura del combate. A sus espaldas quince asesinos de élite muertos. Hiro limpió las espadas antes de volver a envainarlas. Recogió algunas prendas que quedaban en la posada e improvisó unos vendajes con ellas tras lavarse con la agua del pozo. Buscó el cuarto de las escobas y encontró una pala.
Para cuando amaneció el ronin ya había terminado de cavar y cubrir las quince tumbas de los asesinos. Sus ropas se había secado durante aquella calurosa noche de verano. Los vendajes no se habían manchado demasiado lo que era una buena señal y más cuando se pasó toda la noche haciendo esfuerzos. A pesar de no pegar ojo Hiro estaba de buen humor. Cuando empezó a meditar se cuestionaba si unirse a los rebeldes era el camino correcto. Tras el encuentro con los asesinos tenía su respuesta. Tenía varias horas de camino por delante. Tenía un objetivo. Tocaba la empuñadura de la katana de su señor mientras caminaba. Le susurraba que pronto podrían descansar en paz. Que esa era la senda del honor.
lunes, 3 de febrero de 2025
Michi
Todavía sonrío al recordar el día que decidieron venirse a mi casa. Ella y Pequeña daban un paso muy grande al compartir su vida conmigo. De ella he hablado tanto que cualquiera que me conozca podría describirla mejor que yo. Pequeña era su gata. Una gata negra muy peculiar. Como un pato con su imprimación al nacer, Peque seguía a ella por toda la casa. Cuando ella se sentaba en algún lado la gata se sentaba en su regazo con los ojos abiertos mirándola. Cuando ella volvía de algún lado Pequeña maullaba que pareciera que le ponía al día con todo lo que había sido en su día en su ausencia. Pequeña le tenía miedo a las personas pero con ella podría dormirse sobre cualquier parte de su cuerpo. Da igual la estación del año Pequeña se colocaba en su regazo con sus dos ojazos bien abiertos mirándola con una admiración que rozaba la adoración. A mi me gustaba esperar a que Pequeña le dejara de contar con sus maullidos lo su día para acercarme y saludarla con un abrazo para volver a dejar su lugar a la gata. Durante las primeras semanas me ignoraba pero poco a poco parecía que me agradecía que no quisiera robarle del todo a ella. A veces mientras ella trabajaba en su escritorio con la gata con los ojos como platos admirándola me gustaba contemplarlas a las dos con la misma admiración. Lucían preciosas y al mismo tiempo la estampa era graciosísima, una mamá canguro haciendo su vida y su hija apoyándola. A ella le encantaba contarme todas las cosas que le parecían graciosas de la gata y yo acababa riéndome con ella. Le hacía un montón de fotos que me encantaba recibir. La mayoría eran de Peque sentada en alguna parte de su cuerpo mirándola con los ojos abiertos de tal manera que no se perdiera ningún detalle. Eran tan hermosas las dos juntas que separarlas habría un crimen.
Un día ella pasó el fin de semana fuera y la gata se pasó la primera hora en la puerta esperando a que volviera cual madre la primera noche que un hijo sale de fiesta. Al rato volvió a ser la gata independiente que era cuando ella no estaba y estuvo a su bola por la casa. A la mañana siguiente comprobó que ella no había vuelto buscándola por toda la casa. En ese momento por primera vez Pequeña se acercó a mi y me empezó a maullar como cuando lo hacía con ella. Estaba sentado leyendo, se subió a mi regazo y se echó una siesta. Era la primera vez que lo hacía. Le mandé una foto del momento a ella que le hizo mucha ilusión. Aquel día me sentí más unido a las dos y especialmente aceptado por Peque. Le había cogido tanto cariño a esa bolita de pelo negra que se me rompió el corazón el día que ambas se fueron de mi vida. Es triste y doloroso despedirse de personas que quieres pero pocas veces se habla de la pena cuando alguien tan especial como Pequeña ya no está en tu vida. Con ella puedo podría llamarla y preguntarle como está su vida pero tengo que convivir con la idea de no volver a saber nada de Pequeña. De saber que aunque sea verano mi regazo cogerá frío.
sábado, 1 de febrero de 2025
Enero
Amar es una pesada carga,
hace un año nos llovían caramelos
y ahora me llueve solo.
Mi corazón se ensombrece
y bombea lodo,
fango en mis pies
y donde el pecho me calentabas
ahora el pecho arde
puede que el infierno me reclame
si allí me dan una habitación
tirad la llave.
No sé si llego a mi destino
o me alejo
no sé si avanzo
o me ahogo por quedarme quieto,
ya no me pregunto si os extraño
sabiendo cual es la respuesta,
telarañas en mi memoria
heridas en el pensamiento.
Sobrevivo cada día como un domingo
deseando que no llegue mañana,
si este es mi tren
me bajo en la siguiente parada
ya no tengo una canción
que merezca ser cantada.
lunes, 27 de enero de 2025
Piedra
Ya somos pocos los que recordamos que hubo un tiempo donde los seres mágicos formaban parte del día a día de la humanidad. La convivencia con hadas, enanos, elfos y centauros era total y otros seres cuya transcendencia temporal fue menor influyeron en el tipo de sociedad que tenemos hoy. Una de esas criaturas fueron los Gólem de lágrimas o también conocidos como Psykos. Eran unas criaturas solitarias de tres o más metros de piedra que se dedicaban a visitar a los poblados que tenían cerca y ayudaban a sus habitantes a regular sus emociones. Al contacto físico absorbían esa felicidad, tristeza o ira desmedida y la transformaban en lágrimas que se acumulaban en su interior. Esa habilidad ayudaba a mantener la tranquilidad y la paz entre muchas de esas personas. Eso hizo que muchos líderes ávidos de poder los cazaran y los destruyeran y con el tiempo quedaran muy pocos en nuestro mundo hasta que al final desaparecieron.
Uno de estos Gólem vivió siglos atrás en las tierras donde vivo en la actualidad y dejó una historia sobre su existencia que se pasó de boca en boca hasta mis tiempos. El mito dice que ocurrió cuando los Psykos ya eran perseguidos y por lo tanto el ser de piedra vivía alejado de cualquier poblado y cada mañana visitaba a las gentes para realizar su "magia". Que un día tras su jornada de recogida de lágrimas se volvió a los bosques para pasar el resto del día alejado de posibles depredadores y por el camino se encontró un pequeño jardín de margaritas. El Gólem se quedó observando aquellas flores y se percató que algunas de ellas habían sido dañadas por pisadas y aunque sus habilidades no tenían nada que ver con la jardinería decidió ayudar. Con sus manos de piedra escarbó un pequeño surco alrededor de todas las flores. Recogió ramas, palos y troncos de madera caídos por el bosque y con ellos montó una cerca para evitar que volvieran a dañar las flores. Inclinándose sobre las flores las regó con las lágrimas que acumulaba en su interior. Cada mañana visitaba a las personas que necesitaban de sus poderes y cada tarde volvía al jardín. Poco a poco el Gólem construyó un hogar alrededor del jardín. Lo protegía, lo regaba, le hablaba y pasaba gran parte de su tiempo con el jardín. Cuando granizaba intentaba que no se dañara con su cuerpo y cuando el Sol apretaba le daba un poco más de sus lágrimas y sombra.
Pasó el tiempo y el jardín floreció más hermoso que cuando el Gólem lo encontró. Las margaritas parecían responder a los cuidados del Psykos. Una tarde cuando le hablaba el jardín le contestó. Parecía que las lágrimas con las que lo regaba tenían propiedades mágicas y no solo sirvieron para que se recuperase. Esto reforzó los cuidados del Gólem que por primera vez en mucho tiempo no estaba solo. Cada mañana ayudaba a personas sabiendo que eso le venía bien al jardín y por las tardes hablaban hasta que llegaba la noche. Transcurría el tiempo rápido como cuando eres feliz y una tarde cuando el Gólem regresó las margaritas no le hablaban. La criatura de piedra le preguntó repetidas veces que ocurría y tras mucho insistir las margaritas le pidieron que arrancara una de las flores y la deshojara preguntando si era querido o no. El Psykos hizo lo que le habían pedido y cogió una de las flores que había ayudado a crecer. Uno a uno fue retirando los pétalos mientras decía aquello de "me quiere, no me quiere". Cuando llegó al último pétalo tocaba decir que no le querían y el Gólem dejó caer la flor sobre el resto del jardín con el último pétalo sin retirar. El Gólem caminó alejándose de aquel lugar que consideraba su hogar. Las margaritas se mantuvieron en silencio. La barrera que puso su cuidador la protegió largo tiempo pero sin el riego de lágrimas con el tiempo perdió la capacidad de hablar. Las flores se mantuvieron durante mucho tiempo hermosas sin que nadie las molestara. Por su parte el Psykos caminó durante días hasta unas tierras que no conocía. En cuanto decidió que ya había tomado la suficiente distancia se sentó y se hizo bola en el suelo. Allí de sus ojos empezaron a brotar lágrimas de barro. Lloró tanto que el barro empezó a cubrir su cuerpo mientras permanecía inmóvil. Y así se quedó. Lo que un día fue un gigante que recibía las emociones de todo el mundo ahora era una piedra inerte. No puedo decir si murió de pena, si al perder todas las lágrimas de su interior se esfumó la magia que lo mantenía con vida o si sigue vivo incapaz de moverse por la tristeza. Por eso cada sábado salgo a caminar por la naturaleza y cuando veo una piedra de un tamaño enorme me siento a su lado y le hablo. Le cuento como ha ido mi semana y termino abrazándola deseando que si algún día fue un Gólem de lágrimas vuelva a estar entre nosotros.
martes, 21 de enero de 2025
Besarte con palabras
Me gustas cuando sonríes al verme llegar,
me gustas cuando hablas de lo que te apasiona,
me gustas cuando te enfurruñas
y gesticulas como un dibujo animado,
me gustas cuando besas mi mano antes de dormir,
me gustas cuando cocinamos juntos
convirtiendo la cocina en nuestra zona de juego,
me gustas cuando tomas una decisión
porque te vuelves imparable,
me gustas cuando parece que adivino tus actos
y me gustas cuando me sorprendes,
me gustas cuando tienes un dato curioso
que puede expandir mis conocimientos
pero seguro que me hace reír,
me gustas cuando te enganchas a mi brazo,
me gustas cuando recorro tus lunares con mis labios
avanzando por el mapa del tesoro de tu piel,
me gustas cuando llegan los días tristes,
cuando llegan los días que duelen,
cuando llegan los días sin ti.
Me gusta pensar que leerás esto,
vendrás,
me abrazarás y me dirás
te quiero.
lunes, 20 de enero de 2025
Dolor de madrugada
Quizás mañana me muera
pero es seguro que hoy me mate
ya no dejo nada al destino
no elijo como vine
pero decido yo como me marche.
Me consumo como hielo en copa vacía,
nadie me recoge,
soy el único para el que la fiesta termina
todos miran y nadie quiere que baile.
Pido perdón a todo aquel al que le duela,
me pido perdón a mí mismo,
le pido perdón a mi abuela.
Es posible que alguien llore,
es probable que alguien sufra
quien no miró la caída
no puede exigir que me levante,
quien no me tendió una mano
no puede pedir que no me marche.
Que se joda todo el mundo
ya no tendrán que aguantarme
que se joda todo el mundo
si me voy, este será mi último baile.
martes, 14 de enero de 2025
Juego
Saúl y yo pasamos gran parte de nuestro tiempo en el instituto siendo bobos y comportándonos en consecuencia. Cualquier rato libre era una oportunidad para disfrutar de nuestra tontuna típica de la adolescencia. Tras las clases caminábamos juntos en dirección a nuestras casas y con nuestras tonterías.
-A ver Rober, ¿qué prefieres? ¿Liarte con la chica que te gusta pero en el cuerpo de tu madre o el cuerpo de la chica que te gusta y dentro la mente de tu madre?
-Tío eres un puto cerdo, no pienso contestar a eso. Haz otra anda.
-Mmm vale. Tienes que elegir, pelear a muerte todos los días con un gallo que puede aparecer en cualquier momento y atacarte o solo una vez en tu vida sin que sepas cuando aparece una espada delante tuya y en el horizonte un gorila con el que tienes que pelearte a muerte.
-¿El gallo es de pelea?
-Es un gallo al azar, unos días más grande y otros más pequeño. Puede aparecer incluso mientras duerme y te atacaría así al azar y con el gorila te enterarías porque la aparición de la espada te avisaría de que se acerca el gorila.
-¿Cuánto tiempo entre que aparece la espada y pelearme con el gorila?
-Buena pregunta, sobre un minuto más o menos para que te hagas un poco con el peso de la espada.
-Vale, vale. Tiene sentido. - Me paré en seco para pensar unos segundos la decisión. - Bueno, no quiero pelearme todos los días con un gallo porque seguro que alguna vez me pilla dormido y me saca un ojo o algo y lo otro es solo una vez, incluso puede que no llegue a pasar porque me muero antes. Además, el poder usar una espada. Elijo la espada y pelearme contra el gorila.
En cuanto verbalicé mi decisión un sonido metálico de choque de metal como el que se escucha en las películas nos asustó y a un metro nuestra apareció clavada en el suelo una espada. Miré a mi amigo esperando que fuera una broma suya pero el miraba para mi sin parecer tampoco entender lo que estaba pasando. Se empezaron a escuchar gritos en la distancia de personas asustadas y di un paso hacia la espada como si estuviera metido en el papel que me había tocado. En el horizonte apareció un gorila. Estaba a la suficiente distancia como para no poder describirlo en detalle pero su tamaño era mayor que el de las personas que escapaban de él. Volví a mirar a Saúl deseando que me dijera que era una broma.
-Tío, dime que es una broma tuya.
-Te juro que no sé que está pasando. - Empezó a correr en dirección contraria a la del gorila. - ¡Buena suerte tío!
Alcancé la espada mientras miraba como mi amigo me dejaba tirado. El gorila se dirigía a mi posición. La espada no pesaba demasiado pero los nervios hacían que temblara en mi mano. El gorila aterrorizaba a la gente a su paso. Notaba el sudor en mi frente. Respiré hondo intentando calmarme. Tenía una espada y yo era más inteligente que un gorila. Podía hacerlo. Cuanto más se acercaba más grande parecía el animal. Sostuve la espada entre mis dos manos y podía notar lo afilada que estaba. Solo necesitaba un golpe directo y se acabaría todo. No podía ser tan difícil, la humanidad lleva enfrentándose a los animales desde el principio de los tiempos. Se les puede vencer. Puedo ganarle. El gorila gruñía tan alto que mas que furioso parecía que ya estuviera herido de muerte. Tomé la espada con firmeza como había visto en las películas y decidí cual sería mi plan. Tenía que clavarle la espada en el pecho o en la garganta y producirle una herida mortal y luego escapar mientras agoniza. Solo un buen golpe me separaba de la gloria. Le iba a recordar durante el resto de mi vida mi victoria a Saúl. Doscientos kilos de pura bestia asesina corriendo a toda velocidad para destruirme. No creo que pudiera escapar en caso de querer intentarlo. Quizás era la adrenalina del momento pero mi cuerpo empezó a moverse como dirigido por una mano invisible. Corrí en dirección al gorila que mostraba sus dientes de manera intimidatoria. El choque se produciría en unos segundos. El gorila saltó alzando sus dos brazos. Yo alcé la punta de la espada apuntando a su corazón. Grité convertido en otro animal salvaje. Dos rugidos salvajes se cruzaron mientras mi espada se clavaba en el pecho de mi enemigo. No era en el corazón, demasiado a la derecha pero puede que fuera suficiente para adjudicarme la victoria. Sentí un mazazo fuerte sobre mi que me derribó y me hizo saborear mi propia sangre. Se me nubló la vista por el dolor. Recibí dos impactos más y se hizo la noche.
Escuchaba un monitor de signos vitales. El sonido era constante. Pi. Pi. Pi. Era lo único que percibía. Tenía como dormido todo el cuerpo. Me dolía todo. Intentaba moverme pero no era capaz. Y el sonido de la máquina de fondo. Escuchaba en ocasiones voces pero el pi permanecía. No sé cuanto tiempo estuve en ese letargo. Pero el sonido poco a poco se hizo más cercano. Estaba cavando la salida de un túnel cual prisionero fugado. Abrí los ojos. Me dolía todo. A mi derecha estaba la máquina del sonido que había mantenido mi mente en este mundo. Tenía el cuerpo completamente vendado e inmovilizado como esos personajes de las películas que sufren accidentes aparatosos. Cada bocanada de aire parecía quemarme por dentro. ¿Qué me había pasado? Antes de poder mirar a mi izquierda una voz reaccionó a mi despertar.
-¡Tío! ¡Rober! ¿Me escuchas? ¿Estás ahí? Dios, justo cuando tu madre se fue a comer. Pensamos que no volverías. Menuda locura. Dos semanas visitándote todos los días y justo hoy abres los ojos. ¿Me escuchas?
-s... s... i... - Intentaba hablar pero apenas era capaz de susurrar sonidos. Todavía no era capaz de ubicarme.
-Lo del gorila... Fue una locura. Te lo digo yo que soy tu amigo. ¿Cómo ibas a ganarle a un gorila? - En ese momento recordé el intento de pelea con el gorila. La máquina sonó durante unos momentos un poco más acelerada. - Tranquilo. Ya está, ya pasó. Te dio una paliza pero Coco es comprensivo.
-a... a... a... o... o... ?
-Perdona, supongo que no se presentó. Coco es el gorila, justo hoy vino conmigo a visitarte. - Giré un poco la vista y al lado de Saúl estaba el animal que me había dejado en este estado. Llevaba una venda alrededor del lugar en el que había clavado mi espada. Debí poner una cara de horror porque Saúl se puso delante de Coco intentando tranquilizarme. - Tío tranquilo. Coco ha venido para ver como te encuentras. - Saúl se giró y el gorila estaba comunicándose con lenguaje de signos. - Dice que está impresionado que eres el primero que elige la espada y se enfrenta a él y que además el primero que sobrevive. - Saúl volvió a comunicarse con el gorila. - Coco dice que se alegra mucho de que estés mejorando y que esperará a que te recuperes del todo para zanjar vuestro asunto e incluso te dejará usar dos espadas como muestra de respeto.
-a... a... a... a...
La maquina de registro de signos vitales empezó a sonar como un claxon roto. La vista volvió a ser borrosa. ¿Zanjar nuestro asunto? ¿Recuperarme? Se volvió a hacer de noche.
jueves, 9 de enero de 2025
Invierno
Mi piel se derrite por los pensamientos
pensamientos de muerte
pensamientos enfermos.
Retuerzo ideas negras
que escurren lágrimas
que no encuentran consuelo,
diluvia fuera
goteras dentro.
El verde ya no existe,
el rojo es un tormento,
el amarillo todavía duele
y soy ciego al resto.
Escucho voces
no oigo el silencio
la vida sabe amarga
y no huele el cielo.
Pedí una mano
y se fueron todas
necesité espacio
y conocí la soledad
si me ves dame un abrazo
es probable que no pueda más.
miércoles, 8 de enero de 2025
Amor propio
Me odio tanto
que les digo a todos que estoy bien
para que no hagan nada,
me odio tanto
que ignoro todas las heridas
que todavía sangran,
me odio tanto
que por mi
ya no hago nada,
me odio tanto
que cada mañana te imagino sonriendo
a otras personas,
me odio tanto
que te espero en una estación
donde ya no hay llegadas,
me odio tanto
que quiero que todo cambie,
que alguien me rescate
que pase algo
aunque crea que no merezco nada.
martes, 7 de enero de 2025
El cuerpo del pánico
Me despierto,
duele, duele, duele
y mucho.
¿Por qué estoy temblando?
En el pecho un agujero
el cuerpo se está aplastando
algo quiere salir
no sé si por arriba o por abajo.
Duele y no respiro
duele y no hay nadie conmigo
duele pero no lloro
duele y sufro solo
duele el pecho
duele la espalda
duelen los brazos
que no se levantan.
Duele tanto que vomito,
me tapo pero estoy ahogado en sudor frío
tiemblo
y lloro.
¿Qué me pasa? Duele.
Mi cuerpo es una trampa,
una jaula que duele
las noches son largas
y el dolor vuelve.
No me lo merezco repito
e igual duele
me encojo en una manta
e igual duele
duele, duele, duele,
me dicen que pasará
y el dolor vuelve
mañana será otro día
pero el dolor vuelve.
jueves, 2 de enero de 2025
Diciembre
Eran mis Cuatro Fantásticos
y a la Antorcha se le apagó la llama,
la Mujer se volvió invisible,
la Cosa no tenía tiempo ni para tortas
y Mr. Fantástico se estiró lejos de mi lado.
Ellos salvaban mi mundo
porque no soy ni héroe ni villano
y tampoco Doctor pero la Muerte
me llega en solitario.
Ya son muchas despedidas
mi buen amigo,
no te digo adiós
si mañana volveremos a estar reunidos.
Te deseo suerte en todas tus aventuras,
aunque no somos guerreros
somos hermanos de armas
enfrentando a la vida y al karma.
Que te llegue tanta felicidad
como la que trajiste a nuestras vidas,
que no olvides el camino y sus gentes
y que rías, grites, llores y vivas
sabiendo que siempre tendrás un lugar donde compartirlo.
Buena vida y buena ventura,
no es un adiós si es un hasta luego
y no se dice adiós si se puede decir te quiero.
Se me van los años
como se me escapa el tiempo en la cama
mirando al techo,
mirando a la nada.
Nada de para lo que sirvo sirve
y cada vez más sirvo para nada,
mi cabeza me detiene
mientras las agujas avanzan,
la vida sigue
y yo... Nada.
Corazón de guerrero
El Sol ardía con tanta intensidad que el guerrero era el único alma a la vista en quilómetros a la redonda en el desierto. Caminaba con un calzado desgastado por el uso y unas ropas llenas de manchas de sudor y sangre. Llevaba una espada envainada en su mano derecha que en ocasiones usaba como bastón para apoyarse. El pelo y la barba crecidos tapaban gran parte de su rostro. Trece puñales clavados en su pecho y en su espalda a la altura del corazón hacían brotar sangre. Cada paso que daba una gota asomaba por la empuñadura de alguno de los puñales que llevaba clavado al corazón. Cada aliento que tomaba le hacía toser un puñado de sangre por la boca. Era un castigo autoimpuesto, el dolor para recordar sus errores, sus derrotas y los seres perdidos. Hace varios siglos el guerrero abandonó a sus Dioses y estos le maldijeron con la inmortalidad. "Mientras sigamos en este mundo tu cuerpo no envejecerá o enfermará, tus heridas se curarán y tendrás que vivir viendo como todo muere", aquellas palabras le parecieron en el pasado un premio más que un castigo pero con el tiempo sufrió la pérdida de todos aquellos que había conocido. Su nombre ya no significaba nada para nadie y estaba obligado a vagar por un mundo que no era el suyo. Ahora caminaba en busca de la muerte que llevaba tanto tiempo evitándole.
Varias décadas en el pasado el guerrero sin nombre descubrió que la muerte le encontraría si conseguía exiliar a los Dioses del mundo. El vínculo que los ataba a este mundo eran los lugares de culto a ellos. En el momento que descubrió que su maldición podría llegar a su fin emprendió un camino sin retorno para acabar con todos sus templos y con él mismo. Tras varias décadas de viaje que hicieron que sumase puñales clavados a su corazón, el guerrero se adentró en el desierto para prender en llamas al último de los templos que existían en nuestro mundo. En ocasiones el guerrero fruto de la locura de vivir tantas vidas olvidaba hasta su nombre pero el dolor constante de los puñales en su corazón era el recordatorio necesario para hacerle continuar. Renunció incluso a su nombre en beneficio de su misión. Lo único que conservaba eran los puñales clavados a su corazón y la espada que le acompañaba desde tiempos inmemoriales. Al principio necesitó de su filo para destruir la protección que tenían los templos pero a medida que avanzaba en su objetivo menos oposición se encontraba y la espada había pasado de ser un arma a hacer en ocasiones de bastón. Sabía que estaba cerca de su objetivo, cada respiración ahogada por sangre, cada paso que abrasaba la planta de sus pies y cada gota de sudor y sangre que caían de su cuerpo los sentía como un mensaje de ánimo ante una meta a cada paso más próxima.
No hizo falta que llegara la noche en el desierto para que el guerrero encontrase el último templo. Comprobó que no residía nadie en él. Parecía largo tiempo abandonado, solo las antorchas encendidas daban crédito de que algún día ese lugar fue habitado. El guerrero respiró aliviado por no tener que luchar una última vez antes de llevar a cabo su cometido. Recogió las antorchas y las colocó alrededor del templo. Se alejó unos cien metros del templo e hizo un agujero en el suelo del desierto apartando con sus manos la arena. Retiró uno a uno los puñales de su cuerpo. Retirarlos suponía un gran dolor por el corte del filo a través de su cuerpo y por el proceso de curar la herida. En cuanto los trece filos fueron retirados de su cuerpo los limpió con sus ropas hasta retirarles cualquier rastro de su cuerpo. Introdujo las armas en el orificio que había cavado con sus manos y por último introdujo su espada. Las cubrió con la arena que había apartado hasta que no quedaba ni rastro de los catorce filos. Para sus adentros les dedicó unas palabras de despedida y en cierto modo esperando por fin reencontrarse con ellos. Al fin su largo camino parecía terminar. Volvió al templo y roció sus paredes con el alquitrán que encontró en el almacén y que se usaba para mantener encendidas las antorchas. Sin los cuchillos clavados se movía como si hubiese rejuvenecido treinta años de los que aparentaba. En cuanto el templo estuvo embadurnado caminó rodeando el templo y recogiendo las antorchas al mismo tiempo que las lanzaba contra el mismo. Antes de completar el círculo las lenguas de fuego parecían lamer las estrellas y aunque no notaba nada distinto el guerrero sabía que había llegado su momento. Avanzó por las escaleras de su entrada como si no significase adentrarse en las llamas. En cuanto su cuerpo estaba por completo en llamas comprobó que las heridas del fuego no se curaban. Sonrió y se sentó en el escalón más alto. El recuerdo de los ídolos que algún día veneró estaban desapareciendo entre las llamas junto a él. Podría reunirse con sus seres queridos. Podría dejar atrás todo el dolor. Podría volver a empezar. Podía por fin morir. En algún momento entre las llamas y las cenizas el corazón de un guerrero dejó de latir.
miércoles, 1 de enero de 2025
Que pasaría...
Si te pido que nos abracemos,
si pongo flores en tu ventana,
si compartiéramos todas las lágrimas,
si envío ese mensaje,
si te pido que me abraces,
si las ganas vencen al silencio,
si decidimos compartir nuestro tiempo,
si no puedo pero quiero,
si hablamos y no solo con la mirada,
si vienes y me abrazas,
si no nos pedimos nada
y nos lo damos todo,
si guardamos los recuerdos
y construimos otros,
si voy y te abrazo,
si me pides que nos abracemos,
si me pides que te abrace.
Si...
¿Qué pasaría?